Hoy como jamás había acontecido, la sociedad planetaria vive la más larga e indetenible crisis de todos los tiempos, producto de la formación económica social y política de tipo capitalista; esto es evidente y objetivo, más allá de la denominación y de la falsa caracterización del llamado capitalismo de bienestar social (que privó en Europa después de la Segunda Guerra mundial), en parte sustentada en sus orígenes en la llamada Ilustración; pero, en iguales términos, la “Utopía” refrendada en el llamado socialismo científico, como etapa previa a la sociedad sin estado y sin clases sociales: el Comunismo, que a la postre devino en el denominado Socialismo Real (también conocido como el capitalismo de estado). Dos elementos de un mismo fenómeno, y en permanente retroalimentación, con los mismos valores, teniendo como ancla y vehículo el llamado progreso.
Friedrich Nietzsche y Michel Foucault sostienen la tesis que la filosofía es la base de los estados modernos y siendo ésta la madre que dio parto a las ciencias en general (a lo largo de la experiencia humana, a través de la sistematización y en lo concreto, considerando tiempo y espacio, mediante el modelo científico, tecnológico y el modelo energético, utilizado de manera irracional); de manera general podemos decir que la misma dialéctica de la racionalidad privó en las dos guerras mundiales, además de los incontables conflictos regionales (que muy bien podríamos calificar de Tercera Guerra Mundial), con el objetivo del control mundial y con la presencia de las potencias imperialistas en aquellas áreas, ricas en energía y en biodiversidad. Lo del signo ideológico es lo meno importante, porque al final, cuando hace presencia la muchedumbre con su accionar, dejan las diferencias a un lado, y al decir del maestro Sun Tzu “si se encontraban juntos los pueblos de Yuch y del Wu embarcados en el mismo navío azotados despiadadamente por el oleaje llegarían a colaborar al unísono aún considerándose enemigos, exactamente lo mismo que la mano derecha colabora con la izquierda”.
El componente de la energía fósil incide de tal manera en el planeta, acabando con inmensos recursos naturales y con la biodiversidad, y en lo particular contaminando las fuentes hídricas indispensables para la vida: por lo tanto, es una retórica y sofisma de baja calidad hablar de crisis coyuntural; en verdad es todo lo contrario: estamos en presencia de una hipercrisis estructural que suma cualitativamente todo tipo de relaciones de producción conocidas, y que hoy se expresa mediante la llamada globalización.
Para toda la problemática no existe una solución parcial, ni parche ideológico en el orden de los viejos textos doctrinarios (a menos que sigamos descendiendo por el tobogán de siempre), reincidiendo de esta manera en la restauración del sistema capitalista, en cualquiera de sus modalidades. En este sentido, la experiencia de grandes revoluciones triunfantes, de los hombres que las dirigieron, valientes, es dolorosa y triste; todas estas revoluciones fueron recapturadas por el capitalismo. Por eso planteamos la necesidad de la lucha de valores contra valores, pero en un espacio concreto, allí donde lo real alternativo, en manos de la muchedumbre en acción actuando de manera independiente, autónoma, directa y activa, desplegando todas las formas de luchas que la situación exija; pero además reafirmando sus valores culturales y espirituales, sin la alienación y vinculación con lo que significa el poder constituido. Este contexto descrito anteriormente nos señala de manera concreta lo que vendría a ser un Espacio Convivencial para la libertad. Es aquí, donde consideramos que la fuerza alternativa es lo real subversivo, además constituida por una diversidad de corrientes tanto en su expresión política, como en la religiosidad, en lo cultural, etc.
El pregón de las corrientes políticas e ideológicas existentes llama a la salvación del mundo que conocemos, por supuesto que han sido ellas las bases y sustento de lo que ha acontecido, y la humanidad padece en la actualidad; la verdad es que, en el trasfondo de esas peticiones, subyace el verdadero y fin último: preservar lo existente, por encima de las aspiraciones e intereses de la inmensa mayoría de la población planearía.
Emerge cual volcán la China imperialista, desplazando, en el orden de la producción, a los Estados Unidos de América; imperialismo terrible -éste último, como todos los demás- que es poseedor de tecnología y armas de destrucción masiva, la más terrible que haya conocido la humanidad, en este sentido “llamado” a ejercer el mandato del “destino manifiesto” (por decisión divina, aducen ellos), recurriendo, para recuperar la hegemonía perdida, a cualquier medio para fungir como el gendarme a nivel global, en procura de concretar la llamada nueva Centuria de dominación.
En el caso de China, con la sistemática producción de manufacturas y con el uso del carbón, el daño al ambiente es más terrible; con relación a los Estados Unidos, su geoestratégia y geopolítica son diseñadas en controlar los espacios ricos en energía. Venezuela es poseedora de cuantiosos recursos energéticos, además de biodiversidad; el impedimento para la no presencia militar de manera directa se debe a la política de complacencia inaugurada por el presidente Chávez con las llamadas “empresas mixtas”. Pero debemos tener en consideración que, en su afán por recuperar parte de la hegemonía perdida, necesita del control directo de dichos recursos.
La declaración del presidente Obama, calificando a Venezuela como un peligro para la seguridad de su país, constituye un paso más radical en esta nueva edición del Tratado de Yalta, y en este sentido no podemos obviar que Venezuela tiene una presencia activa en lo que podemos calificar como “Eje de Oriente”. Además, más allá del peligro que encierra el mandato ejecutivo, también está presente la política del garrote y la zanahoria, como de igual modo aplican un terrorismo global a través del denominado Plan Patriota. En el discurso del presidente Maduro en respuesta a Obama, más allá de la retórica no hubo una medida concreta, práctica, por ejemplo anular, por interés nacional, la nefasta política de las empresas mixtas (entrega de soberanía) y -¿por qué no?- eliminar al no pago de la doble tributación, también y en esa misma línea el pacto con Colombia referido al Golfo de Venezuela, otra perdida de soberanía, porque históricamente ese espacio ha formado parte de la República, llámese o no bolivariana, aún cuando las diferentes administraciones al frente del Estado, al tratar de dar un paso en ese sentido, se han enfrentado a un entramado de oposición, incluyendo al componente militar, y ello quiere decir que la zanahoria va adelante amarrada a otro palo, que no es el de ofender.
Es indudable que el gobierno se halla inmerso en lo que muchos estudiosos -entre ellos, los filósofos- llaman aporía, es decir, una paradoja o antinomia, como muchos caracterizan esta categoría. Por un lado se declara antiimperialista, pero de un solo color, es decir, en contra del norte americano; pero, en lo concerniente a las grandes transnacionales energéticas, cede soberanía -como puntualizamos más arriba- mediante las empresas mixtas; además, en el plano de la geopolítica, hace causa común con el nuevo imperialismo, el chino, también con otros estados, entre ellos Rusia. Ni yanquis, ni rusos, ni chinos, patria soberana, esa es la esencia antiimperialista, sin medias tintas (en la jerga oficialista los hay que son buenos hermanos -olvidando lo que al respecto decía el maestro Simón Rodríguez-, pero a quienes debemos más de 50 000 millones de dólares) en ese sentido: todas las clases sociales y los factores que en un momento asuman el rol de muchedumbre en acción, como fuerza motriz y fuerza dirigente (por el carácter plural y la actuación concreta en un momento dado, que pudiera jugar cualquiera de ellas), por su propio carácter subversivo, siendo como lo es el constituyente originario, antisistema debe ser el fundamento de una nueva alianza enfrentada a la filosofía de la modernidad y a todo lo que conforma el poder constituido. En este sentido, merece una mención especial la posición que ha asumido el gobierno cubano (camuflageado por intereses más que evidentes), cuando en el año 1989 “Fidel Castro trató de convencer a una parte de la dirigencia de izquierda para que apoyan el paquete neoliberal impulsado por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez”; otro tanto aconteció que, cuando el golpe de estado encabezado por el entonces teniente coronel Hugo Chávez Frías falló, hubo una defensa sin duda del gobierno de aquel entonces; tampoco debemos olvidar la posición oficial de la administración cubana con relación al reclamo de nuestro territorio del Esequibo, cuando calificaron a Venezuela de país imperialista. El gobierno cubano maneja una política de doble banda, de una parte reciben regularmente todo lo que determina su pertenencia al ALBA y a PETROCARIBE, y por el otro y en interioridad el apoyo que le dio al gobierno de Guyana, que además sigue arremetiendo en su política de control territorial, no sólo a lo que concierne al área en reclamo, sino en aguas territoriales de Venezuela (sin que el gobierno se diera por enterado, hasta que aconteció la detención de la nave con banderas guyanesas, posteriormente conducidas hasta la isla de Margarita), con el objetivo del control de los yacimientos energéticos allí subyacentes: para ello cuenta con el apoyo de las grandes transnacionales, como de igual modo de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña.
Momento estelar vive Venezuela y ello acontece en medio de elementos objetivos y subjetivos que pueden incidir de manera tal que produzcan cambios dialécticos y profundos de los factores ganados para una transformación radical, y que hoy vacilan ante el falso dilema del llamado proceso.
Un golpe mortal ha significado la caída de los precios petroleros, y ante la política Obama se amplía más la apertura de lo que podría ser un pacto tipo Punto Fijo, línea esta que desde hace mucho tiempo está en el Dossier (esta conducta la mantiene principalmente la llamada burguesía paraestatal) a través de conocidos lobistas, a espalda de la población; además están presentes todos los corruptos desvergonzados, hombres y mujeres que han perdido la noción de dignidad y de patria.
Hemos venido insistiendo en la necesidad de un gran pacto social, cultural y político, que sea clara expresión de las diversas corrientes libertarias y comprometidas con el sentido y necesidad que la democracia plebeya asuma al rol histórico que le corresponde: fuerza motriz, fuerza dirigente en confrontación por lo representado por el poder constituido, es decir, en el plano de la contradicción principal, jugando el papel muchas veces preterido para derrotar lo representado por lo viejo y poder construir un nuevo modelo societario, al que hemos denominado Utopía del siglo XXI.
Duro camino a recorrer, pero que la necesidad histórica nos obliga a transitar en esta hora de grandes convulsiones sociales que vive la sociedad planetaria, enarbolando sus banderas de redención en contra del statu quo con la más profunda convicción que de no hacerlo es colocar al borde de la desaparición al género humano, por la racionalidad imperante y por la visión entrópica como sistema base de toda la tecnología recurrente, como finalidad filosófica de una destructora industrialización.
Un mundo se desmorona, por eso la necesidad de la organización, para dar respuestas con una práctica que corresponde a un nuevo modelo societario.
La crisis que se originó en el año 2008, por todos los indicativos que se avizoran en el horizonte, apenas será una sombra ante la que está en ciernes y amenaza con desatarse. Al no contar con una categoría para definir lo que se avecina, de momento hablaremos de un hipercaos que transformará el cuadro de la geopolitica y de los factores que hoy actúan en las relaciones internaciones; todo lo que acontece abre la posibilidad cierta para que corrientes libertarias y representativas en la lucha contra el poder constituido avancen hacia posiciones para disputar el mismo.
Por un nuevo 19 de Abril.
Por otro 23 de Enero de 1958.
Por una Constituyente popular y originaria.