5. Triunfos
En 1968, Vlady obtuvo la Beca Guggenheim y, en plena revuelta estudiantil, se trasladó a Nueva York con Isabel. Ahí se empapó del espíritu de la América rebelde, pero se horrorizó con el pop art que sintetizaba todo aquello que le disgustaba: la repetición al infinito de los temas de la vanguardia y la falta de rigor formal.
De regreso a México, dejó de exponer en galerías y rompió con la vanguardia mexicana. Estaba inquieto. Ya sabemos que admiraba el fresco como expresión del arte universal: “es la técnica que ha conformado las obras más importantes de todos los tiempos; el fresco es el brillante, el diamante de la pintura. La pintura trabaja los sentidos. El pintor no usa palabras: usa materiales, trabaja el sentimiento con la mirada y el cerebro. El color es un lenguaje, como la música”.33
Con el tiempo, había madurado la idea de que la mayor aportación de Diego había sido la vuelta al fresco, es decir al Quattrocento italiano.34 Ahora hacía falta un Cinquecento, la pintura en tercera dimensión, con la profundidad, y en cuarta dimensión, con el movimiento, que son los rasgos de la Escuela Veneciana.
En 1973, se le presentó la oportunidad de su vida: pintar una obra mural de grandes proporciones en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada de la Ciudad de México. Entonces rompió con sí mismo y volvió de lleno a la pintura figurativa (aunque nunca había dejado de ser figurativo en el dibujo).
El resultado es un asombroso conjunto pictórico de unos 2.000 metros cuadrados que terminó 1982 ejecutado con el ánimo de “iluminar el cielo de la utopía” y de reivindicar a los disidentes de todas las revoluciones presentes, pasadas y futuras.35 Le llamó La revolución y los elementos y lo pintó en gran parte solo -auxiliado en ocasiones por los pintores Cecilio Balthazar y Octavio Moctezuma- dedicándolo “a la probidad intelectual de Victor Serge y a las penas de Liuba”.
Es de subrayar que, hasta ese momento, nuestro pintor sólo había incursionado en el muralismo con obras de dimensiones menores. ¿Cómo describir esa que ha sido definida la Capilla Sixtina de Vlady? Temáticamente, es una evocación histórica, pero la narración está repleta de símbolos, insinuaciones, imágenes irónicas y en ocasiones oscuras o comprensibles únicamente para el espectador iniciado.
He aquí un diálogo esclarecedor:
“–Lo que yo encuentro, desde que entré aquí, en este enorme vientre de ballena que has pintado, lo que yo encuentro es la historia… ¿has querido pintar la historia?, le preguntó a Vlady el escritor José de la Colina.
El artista contestó: –¡Qué bien que lo dices! Tuve claramente esta sensación. Tuve ese sentimiento. Acto seguido añadió: –Estamos podridos de historia. Yo estoy indignado con la historia, que todo se lo traga… No me puedo sustraer a lo que más odio. No siempre se pinta lo que se quiere. Uno pinta lo que es, y yo estoy macerado por revolución rusa, de los años veinte…”36
En opinión del maestro Cecilio, “los murales proporcionan, también, una visión del mundo, una cosmología sin dioses ni principios hecha de pintura. La historia de las revoluciones es el mismo flujo de los cuatro elementos naturales. Sólo movimiento. Todo esto pintado en una exploración por la pintura mural, donde ésta es también una lección de las diversas posibilidades de abordarla. La analítica de la materia nos deja una lección de pintura al fresco y acompaña, ineludiblemente, a la pintura de tesis”.37
Vlady empezó por la capilla del lado occidente ejecutando a Freud y la revolución sexual. Naturalmente, lo hizo de manera blasfema: un personaje enorme, como verga erecta, representa el nacimiento del deseo; Edipo está sentado en el regazo de su madre; abajo, está un Marx pintado de azul con a lado Freud que exhibe un martillo en la cabeza…
En los muros principales, como sacadas de una caja de Pandora, pintó todas sus obsesiones: las grandes revoluciones sociales, ciertamente; pero también la música, el deseo, “la lógica de la materia luminosa” (lados oriente y occidente), el cerebro colectivo y la noosfera (lado sur). La narración no es únicamente temática, sino también cromática; al mismo tiempo, se impone como flujo de conciencia, a la manera de los surrealistas, sus interlocutores inevitables.
Desde el punto de vista estilístico, sin embargo, el rigor es impecable. Vlady sobrepuso las dos principales técnicas de los maestros renacentistas: el fresco y la pintura en óleo sobre tela. A esta combinación le llamó pintura total -o pintura-pintura-, misma que se percibe desde el atrio del edificio, en un lienzo refulgente -a pesar de la penumbra- que se encuentra rodeado de frescos.
Este, que algunos consideran su mejor cuadro, se llama La inocencia terrorista y es un homenaje a Teresa Hernández (“Alejandra”), joven militante de la Liga Comunista 23 de septiembre que Vlady conoció y admiró por su inteligencia y arrojo juvenil: “una muchacha guapa, llena de vida: cola de caballo, falda y huipil”.38
Cuando, por la prensa, se enteró de que esa brillante muchacha había sido asesinada en un enfrentamiento armado, decidió retratarla. Primero la pintó al fresco y después, no satisfecho, la repitió en tela. El resultado es una verdadera proeza que convierte en realidad el sueño de todo pintor: crear la luz.
“Ella es la inocencia, preciso. La inocencia que pinté con la mayor pureza. Tres, cuatro modelos diferentes, hasta encontrar la que quería. Es como el arquetipo de la mujer mexicana: estos muslos, la cintura. Y me pinté a mí mismo en levitación, flotando. ¿Por qué? Tal vez porque la admiraba. En mi familia, en Rusia, hay varias generaciones terroristas.
Octavio Paz me increpó:
–¡Vlady, son unos asesinos!
–¡Ah, no! ¡No! Son nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros sobrinos, y ¿qué es lo que hemos hecho por ellos…? Están desesperados y donan su vida para salirse del pozo. Si quieres escribir algo te dejo un lugar.”39
No es por demás recordar que el día de la inauguración, en presencia del entonces presidente José López Portillo, fiel a sí mismo, Vlady abogó por los desaparecidos de la guerra sucia cediendo la palabra a doña Rosario Ibarra de Piedra, activista del Comité Eureka.40
6. Y otras hazañas
Mientras tanto, Vlady se daba el tiempo de emprender nuevos retos. En 1975, viajó a Cuba junto a José Revueltas y a otros intelectuales mexicanos. Se encontró con Fidel Castro a quien retrató con la técnica gráfica de punta seca y también en fresco en los murales de la biblioteca Lerdo de Tejada, en el acto de cabalgar un dinosaurio (¡!). En 1977, publicó Dibujos Eróticos de Vlady, uno de sus libros más exitosos.
Comenzó, además, otra obra monumental, el Xerxes, cruel metáfora sobre los laberintos del poder pintada al estilo veneciano. En 1987, por encargo del gobierno Sandinista, ejecutó -junto a Arnold Belkin- un mural compuesto de tres paneles en el Palacio Nacional de la Revolución de Managua.
“Estoy incondicionalmente por la libertad individual”, le dijo a Manuel Aguilar Mora antes de irse. “En Nicaragua, voy a pintar lo que mi sensibilidad registre, por supuesto frente a su revolución (…). Lo que voy a hacer no será para halagar al pueblo o a la hegemonía sandinista. Será eso sí, lo mejor que pueda dar, algo que dure más allá de nuestra cotidianidad”.41
Cumplió. Los temas son los que le obsesionan desde siempre: la revolución bolchevique, la francesa y también la mexicana, representada de forma caricaturesca en un jinete charro montado en un corcel. La revolución nicaragüense aparece no de manera hagiográfica, sino como conmoción telúrica, enmarcada en el conjunto de cráteres del Volcán Masaya.
En los años noventa, la Secretaría de Gobernación encargó a Vlady una obra monumental. El resultado fueron cuatro telas de seis metros cuadrados cada uno que fueron inaugurados el 13 de septiembre de 1994, para desaparecer poco después.
La alusión a los neozapatistas -a quienes definía “Zaratustras, en la montaña realizando nuestro sueño”42- había molestado a las autoridades y, con gran dolor del autor, las obras fueron reubicadas en un salón apartado del Archivo General de la Nación, en donde permanecen hasta la fecha.
A finales de la década, Vlady pintó un retrato monumental del obispo Samuel Ruiz, Tatik, de gran potencia expresiva, que resume sus andanzas por la Selva Lacandona y sus simpatías por la rebelión indígena de México. Ésta es, tal vez, su última gran obra.
En 1997, publicó el libro Abrir los ojos para soñar que reúne una parte de sus reflexiones sobre estética, política y filosofía. Asimismo, desarrolló pequeñas joyas pictóricas como el Desnudo elemental, Escuchando el cuadro y Atmósfera de mar.
A principios de 2001, el Museo de Arte Moderno inauguró la exposición El Modelo Interior. En 2002, Francisco Toledo lo invitó a exponer sus grabados en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca. En 2003, presentó una selección de óleos en el Museo José Luis Cuevas, y otra de grabados en Orenburgo, Rusia. En 2004, expuso en el Museo Nacional de la Estampa Trayectorias para un autorretrato y poco después presentó una exposición en el Museo de Bellas Artes de Moscú. En abril de 2006, después de fallecido, se inauguró en el Palacio Nacional de Bellas Artes la retrospectiva Vlady, la sensualidad y la materia, la más grande jamás montada: 500 obras que resumían los temas, los logros y las obsesiones del artista.
Vlady llenó, además, cientos de cuadernos, una costumbre que adquirió desde niño, gracias a los consejos de su padre. Algunos son humildes libretas escolares; otros son verdaderos objetos artísticos finamente encuadernados; varios más, álbumes de gran formato. En total, conforman un acervo de miles de páginas con obras en miniatura de valor inestimable.43
En ellos registró todo: un cuadro de Miguel Ángel, la fisonomía angustiada de un refugiado, el rostro de un interlocutor ocasional, el busto hermoso de una mujer, un paisaje tropical. Los temas se transforman: exploraciones hacia adentro y hacia afuera, búsquedas desesperadas por apresar el mundo, intentos de comprender y de comprenderse. Las técnicas varían: dibujos a lápiz, tinta china, acuarelas.
Página tras página, los cuadernos nos proporcionan la clave para entender las obras monumentales de Vlady, pero también los grabados, retratos y autorretratos, o bien, proyectos ambiciosos y nunca realizados, como El abismo, que, a manera de colofón, pensaba pintar en el piso de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada.
Desde junio de 2007, más de mil de estas joyas (entre otras, la gran mayoría de los cuadernos) están resguardadas en el Centro Vlady de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) que se ha comprometido -hasta ahora sin cumplir- a emprender una labor de documentación, investigación y difusión de la obra de del pintor ruso-mexicano y de su padre, el escritor Victor Serge.44
7. Legados
“Hay obras -escribe Jean-Guy Rens en la introducción a su hermoso libro sobre Vlady- que escapan el reino del arte para inscribirse en un destino”.45 ¿Cuál es el lugar de Vlady en la historia del arte? Sin duda, la síntesis admirable que realizó entre arte renacentista y arte posimpresionista, entre realismo y surrealismo, entre pintura clásica y temas posmodernos. Esta síntesis fue el producto una intensa búsqueda, de esa “forma de cultura que deviene carácter” heredada de su padre y de los disidentes rusos.46
Su antoja obsoleta, en cambio, la arrebatada polémica contra la pintura moderna y los colores industriales. Cecilio Balthazar, interlocutor de Vlady durante más de veinte años, maestro de historia del arte y también pintor que fabrica sus colores, lo expresa así: “no existe una técnica veneciana en sí misma y Vlady, como todos los grandes pintores, descubrió su propia técnica al cabo de décadas de esfuerzos. Es verdad que encontró una inspiración fecunda en la tradición pictórica que emplea el temple y el óleo, pero no sabemos, si eso es la técnica veneciana o la flamenca. Como sea, cada maestro la desarrolló a su manera y Vlady no es la excepción. Su manera de pintar es muy personal y no tiene mucho que ver con la de Giorgione o Tiziano.”47
Llevada al extremo, esa obstinada insistencia en la técnica evoca -de manera paradójica- la siniestra afirmación de Siqueiros: “no hay más rutas que la nuestra”.48 Es verdad que, a diferencia de Siqueiros, Vlady no creó una escuela aunque, de alguna manera, sí intentó construir su propia leyenda.
Es claro que hay pintura directa maravillosa y en los años sesenta, el propio Vlady realizó hermosuras con colores industriales porque su enorme creatividad le permitía hacer de cualquier cosa un cuadro. Enjaularlo en un estilo -o, peor, en una técnica, como lo intentan hacer algunos- es un grave error.
Hay muchos Vlady y hay que entender a cada uno de ellos, sin extraviar al creador. Las aportaciones de Jean-Guy Rens y Cecilio Balthazar van en esa dirección, pero mucho trabajo aun falta por hacer.
Una veta por explorar es la introspección psicológica, siempre presente en su obra. Vlady era un gran lector de literatura psicoanalítica, pues decía que necesitaba aprender a lidiar con su propia locura. En este rubro, a parte los numerosos autorretratos, es de señalar La escuela de los verdugos, óleo sobre tela que empezó en 1947, poco antes de la muerte de su padre, y que pintó, desfiguró y volvió a pintar a lo largo de toda su vida.49
Nunca lo terminaría pues era la expresión plástica de su propio vida: los fantasmas de la revolución que se devora a sí misma, la intensa relación con Serge y sus camaradas, la aventura del color, la necesidad de traducir al lenguaje de la pintura esa “espiritualidad atea” que evoca en sus escritos.
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Victor Serge en Ciudad Trujillo [Santo Domingo]
(dibujo de Vlady, 22 de julio de 1941) |
Consciente -incluso temeroso- de la enorme carga emocional que contenía, Vlady nunca pudo explicar a cabalidad el sentido del cuadro. A Jean-Guy le dijo que estaba basado en un encuentro entre especialistas de la GPU y la Gestapo ocurrido después del pacto germano-soviético de 1939. En cambio, a mí me dijo que quería representar la escuela de la que fue expulsado en Orenburgo: “Recuerdo un armario negro que contenía papeles y unos dibujos de niño, pero en su lugar, el cuadro muestra una vitrina con artefactos de tortura: cadenas, ganchos, pistolas, garrotes. Arriba está una escultura que pinté de memoria pensando en Benvenuto Cellini. Hay un verdugo con una pipa en la boca, Stalin. En medio está alguien que siempre me ha interesado; es como un santo. O tal vez un mal alumno; yo creo que es un autorretrato”.50
Entremezclados van los personajes de su entorno mexicano, como los exiliados españoles Enrique Adroher “Gironella” (ninguna relación con el pintor) y Julián Gorkin, quien, por cierto, empleó la expresión “escuela de los verdugos” en un libro sobre la guerra civil española publicado en México, en 1941.51
En el pasado, algunos detractores acusaron a Vlady de frívolo. Nada más alejado de la realidad. Tenía horror de la feria de las vanidades y conducía una vida más bien austera, totalmente entregada a su trabajo. Hasta el final, siguió siendo ardiente, fogoso y apasionado, siempre buscando interlocutores y aplicándose a sí mismo la ironía con que trataba a los demás.
Vlady no fue únicamente un pintor. Fue también un pensador, un afilado polemista y un editor.52 Citaba cuadros como Walter Benjamín citaba textos: para imprimirles el sello de su propia subjetividad subversiva. Algunas de sus mejores creaciones como Judith y Holofernes (a partir del original de Artemisia Gentileschi), Las Meninas (a partir del original de Velásquez) o los grabados inspirados en Tiepolo y Tintoretto, se explican así. Su vida y el trabajo tienen que ver con la ruptura y con el disenso; fluctúan entre revolución y renacimiento, entendidos como hechos históricos y también como metáforas.
“Es claro -me escribe Jean-Guy Rens- que, a diferencia de Serge, quien fue un gran literato y también un gran revolucionario, Vlady fue un gran pintor y no un gran revolucionario. Aun así, la revolución -particularmente la revolución rusa- es la columna vertebral de su obra. Sin la experiencia rusa, Vlady no hubiera existido. Tal vez hubiera existido otro Vlady, pero no el que conocimos. Vlady encontró inspiración en la revolución rusa y antes en los narodniki, los revolucionarios que asesinaron al zar Alejandro II”.53
¿Por qué Vlady no ha sido reconocido por lo que es, uno de los grandes pintores del siglo XX? Fuera de México es un desconocido y, salvo contadas y honrosas excepciones, es el gran ausente en la crítica de arte mexicana.
A pesar de manifestarle amistad y aprecio, Octavio Paz escribió mucho sobre arte, pero no le dedicó una sola línea; tampoco Luís Cardoza y Aragón, de filiación marxista, posiblemente el mayor especialista en el muralismo mexicano.
Vlady fue ignorado tanto por la tradición liberal como por la tradición comunista, así como por la crítica de arte mediocre, porque es el pintor del futuro. Ni pesimista ni optimista, nunca declarativo, mucho menos ideológico, nos invita a emprender una permanente interrogación sobre los cambiantes desafíos de un mundo constantemente al borde de la barbarie, pero también de la liberación.
Reelaboración de una plática ofrecida a los estudiantes de la carrera de Arte y Patrimonio Cultural en el plantel Tezonco de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) el 27 de junio de 2008. La idea del título me surgió de un folleto de J. Hoberman, “¿Quién es Victor Serge… Y por qué tenemos que preguntar?”, cuya publicación Vlady auspició en los años 80.
2 “Vladivagaciones”, entrevista con Leonardo Da Jandra, Plural, suplemento cultural del periódico Excélsior, No. 168, septiembre de 1985, pág. 24. El texto viene acompañado de ilustraciones de Vlady entre las que destaca un estupendo autorretrato hecho de vísceras y entrañas.
3 Entrevista con el autor, Cuernavaca, abril de 1994.
4 “Vladivagaciones”, op. cit., pág. 24.
5 En el Hermitage, se encuentra el famoso Judith de Giorgione, óleo sobre lienzo de 1504.
6 Jean-Guy Rens, Vlady. De la revolución al renacimiento, Siglo XXI Editores, México, 2005, pág. 59. Este es, de lejos, el mejor libro sobre Vlady. Agradezco Jean-Guy haberme abierto los ojos sobre la pintura de Vlady.
7 C. Albertani, Los camaradas eternos, manuscrito inédito.
8 Carta de Vlady a M. Mac Kenzie, secretario general del “Comité de Socorro a los Niños”, 7 de junio de 1935. En Cahiers Henry Poulaille, No. 4‐5, “Hommage à Victor Serge (1890‐1947)”, Éditions Plein Chant, 1991, Bassac, págs. 97‐98.
9 Victor Serge, Memorias de mundos desaparecidos, editorial Siglo XXI, México, 2001.
10 Jean-Guy Rens, op. cit., pág. 59.
11 Entrevista con el autor, abril de 1994. La misma opinión había expresado Vlady diez años antes en la entrevista con L. Da Jandra, op. cit., pág. 28.
12 Elie Faure, Historia del Arte, Editorial Hermes, México, 1972. Faure era sobrino del famoso geógrafo anarquista Eliseo Reclus y hermano de Sebastián Faure, editor del periódico Le libertaire del que Serge había sido corresponsal en Moscú.
13 Sobre el tema, véanse los testimonios de Varian Fry, Livrer sur demande, Agone, Marsella, 2008 y de Mary-Jane Gold, Marseille, année 40, Phébus, París, 2001. De gran interés también las novelas de Victor Serge, Les derniers temps, Grasset, París, 1951 y de Jean Malaquais, Plantète sans visa, Phébus, París, 1999.
14 “Pintar los elementos”, monólogo de Vlady en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, recopilado por Claudio Albertani, de próxima publicación por la editorial Fondo de Cultura Económica.
15 Victor Serge, Retrato de Stalin, Ediciones Libres, México, DF, 1940.
16 “Vladivagaciones”, op. cit., págs. 28 y 29.
17 Un mes antes de fallecer, Vlady afirmó que “Diego es el pintor más grande del siglo XX”. Véase el documental homenaje, Vlady. In memoriam, dirigido por Luisa Riley, filmado en junio de 2005 y transmitido por Canal 22, el 21 de julio, día de su fallecimiento.
18 C. Albertani, “Socialismo y Libertad. El exilio antiautoritario y la lucha contra el estalinismo (1940‐1950)”, http://www.fundanin.org/albertani7.htm Una colección completa de la revista se puede consultar en la Biblioteca Social Reconstruir, Dolores 16, despacho 401, Colonia Centro, México, D.F. Contacto: biblioteca@libertad.org.mx tel/Fax, (52‐55) 5512‐0886.
19 La expresión es de Berta Taracena citada por Jean-Guy Rens, op. cit., pág. 69.
20 Vlady, Abrir los ojos para soñar, editorial Siglo XXI, México, 1996, pág. 149.
21 “La revolución y los elementos”, Biblioteca Lerdo de Tejada, muro oriental, “Las revoluciones latinoamericanas”.
22 “Vladivagaciones”, op. cit., pág. 27.
23 Max Doerner, Los materiales de la pintura y su empleo en el arte, Editorial Reverté, Barcelona, 1994.
24 Vlady, Abrir los ojos para soñar, op. cit., pág. 173.
25 Véase el testimonio del propio Cuevas en la introducción al catálogo de la exposición “Selección de obras de Vlady”, Museo José Luís Cuevas, 19 de marzo-8 de mayo de 2003.
26 Cecilio Balthazar, “Vlady”, texto inédito. Agradezco a Cecilio compartir conmigo sus amplios conocimientos sobre Vlady.
27 Cecilio Balthazar, carta al autor, 6 de julio de 2008.
28 El lector interesado puede encontrar reproducciones de estas obras en: Berta Taracena, Vlady, Universidad Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones, 1974.
29 Existen tres series de estas cartas: primera época: no. 1-11 (1957-1962); segunda época: no. 1 mayo de 1970; tercera época: no. 1, enero de 1993.
30 “¡Diego sí existe!”, Carta al lector, No. 3, México, 1957 y “Contribución a un debate”, Carta al lector, No. 2, México, 1957.
31 Vlady pintó el mural “Hibridés Tecnológica” que, junto a las otras once obras de artistas mexicanos enviadas a Osaka, se encuentra en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez de Zacatecas.
32 Jean-Guy Rens, entrevista con Edgar Morin en: Jean-Guy Rens, op. cit., pág. 227.
34 El primero en plantear la necesidad de revivir el Renacimiento y crear pintura mural con sentido público fue Gerardo Murillo, el dr. Atl.
35 Vlady, Pintar los elementos, op. cit.
36 Entrevista a Vlady de José de la Colina y Eduardo Lizaldes “Vlady en el vientre de la ballena”, semanario cultural de Novedades, 25 de julio de 1982.
37 Cecilio Balthazar, op. cit.
38 Vlady, Pintar los elementos, op. cit. El asesinato de Teresa Hernández se encuentra registrado en el reciente libro de Laura Castellanos, México Armado (1943-1981), Ediciones Era, México, 2007, págs. 256, 263-264 y 345.
39 Vlady, Pintar los elementos, op. cit.
40 Comunicación de Rosario Ibarra al autor, octubre de 2007.
41 Manuel Aguilar Mora, Entrevista inédita con Vlady, 7 de julio de 1987.
42 “Carta a la Convención de Aguascalientes, Chiapas”, 5 de agosto de 1994. Cuernavaca, archivo particular de Vlady.
43 De estas joyas se ha publicado una: Vlady. Libreta de apuntes, edición facsimilar, Fondo de Cultura económica, México, 2006.
44 Centro Vlady, Goya 63, Colonia Insurgentes-Mixcoac, Del. Benito Juárez, México, DF, tel. (5255) 56117678.
45 Jean-Guy Rens, op. cit., pág. 19.
46 “Vladivagaciones”, op. cit., pág. 31.
47 Cecilio Balthazar, comunicación al autor, 6 de julio de 2008.
48 Jorge Juanes, “Actualidad e inactualidad de Vlady”, conferencia en el Centro Vlady, 18 de julio de 2007.
49 Este cuadro se encuentra en el Centro Vlady, así como un buen número de autorretratos, bras juveniles, dibujos, el espléndido Judith y Holofernes y la colección completa de los grabados.
50 Vlady, entrevista con el autor, abril de 1995.
51 Julián Gorkin, Caníbales políticos, Ediciones Quetzal, México, 1941.
52 Además de las dos series de Cartas al lector, y de Abrir los ojos para soñar, op. cit., Vlady publicó decenas de artículos en Siempre, Uno más uno, Excelsior, Vuelta, La Jornada, No, suplemento cultural de Bandera Socialista, entre otros periódicos y revistas.
53 Jean-Guy Rens, carta al autor, 26 de junio de 2008. La bomba que mató al zar fue inventada por Nicolai Kibalchich, lejano pariente de Vlady.