por Tito Alvarado
ESPAÑOL-ITALIANO-ENGLISH
La elección presidencial pasada en Chile (noviembre, 26, 2025) ha señalado unas cuantas certezas: ninguna encuesta, manipulación mediática o furor de campaña puede asegurar un resultado deseado ni puede señalar un rumbo fijo. La incertidumbre envuelve al devenir político. Pudiéramos quedar aquí, estaríamos faltando al rigor y a la verdad. De nada sirve que hablemos con un lenguaje oscuro y de rebuscados argumentos ni quedarnos en señalar el problema sin atrevernos a elucubrar una solución posible. Primero habría que preguntarse ¿Cómo hemos llegado a este callejón de aparente no salida? Desde que tengo capacidad de recordar, he constatado a cada paso la desigualdad social, la falta de oportunidades, el doble rasero para medir y otras múltiples expresiones de la ideología del poder. Hasta llegar a la culminación criminal de la dictadura y lo menos cruento, pero igual de desalmado, de los gobiernos de la concertación y dos periodos de un engendro publicitario con síndrome de camisa ancha. ¿Qué ha ocurrido en este largo periodo de dictadura criminal y dictadura por otros medios? La reducción cultural de Chile a una mera expresión de vacío existencial. Muchas empresas florecientes, que eran propiedad del estado, fueron traspasadas, a precio de huevo, a manos privadas; toda expresión de periodismo alternativo, fue ahogada desde los gobiernos de la concertación; para peor, si antes había atisbo de poder revolucionario, hoy muchas de esas expresiones han quedado en el limbo de volverse divagación diversa del pensamiento socialdemócrata y un miedo cerril a cualquier expresión de organización y poder popular; hubo un tiempo en que se fabricaban en Chile muchos artículos de consumo, hoy el poder industrial del país ha sido desmantelado, casi todo está en manos de capitales extranjeros. Nos hemos convertido en un país que vende servicios, materias primas, productos del campo y ni qué decir del sueldo de Chile. Si mirásemos cómo se producen los bienes materiales en nuestro reducido país, tendríamos unas cuantas respuestas que nos situarían en la cresta de la ola, somos un país sin identidad propia, con políticos sin propuestas de soluciones reales, con ciudadanos que han perdido su derecho fundamental: ser persona libre. Vivimos a los sobresaltos de la manipulación, mientras los dueños del poder siguen en su negocio.
Para el 14 de diciembre hay dos posibilidades con resultados diametralmente opuestos, pero, paradojalmente, sin cambio de fondo en beneficio de los olvidados, la política se ha vuelto un circo con incapacitados mentales sin propuestas serias y necesarias, se hace política para administrar el capitalismo, unos con avances timoratos en beneficio de ciertas mayorías y otros tendientes a ver nublado cuando resplandece el sol, son los amigos de aplastar cabezas. Desde hace mucho el miedo es el arma de uso común, miedo que nada tiene que ver con la realidad y oculta un miedo mayor. El cuco del comunismo, esgrimido cuando los comunistas no son ni la sombra de lo que fueron, la inseguridad, que encierra en el pequeño espacio de su casa a personas que debieran ser libres, la realidad demuestra que la inseguridad es un lucrativo negocio creado para ocultar problemas mayores como la corrupción, cuando estamos a las puertas de un fracaso aparece el miedo al pinochetismo por otros medios, este nos ha obligado muchas veces a elegir el mal menor. Nos hemos vuelto masas en disputa sin participación creadora, solo se nos convoca para votar y luego que cada cual se las arregle como pueda. ¿Dónde ha quedado la capacidad de organizarse en base a necesidades y perspectivas de solución?
Chile está, aparentemente en una disyuntiva, se elige un candidato o gana el otro (esto es más un juego de azar que trabajo en pro de las soluciones), cada comando se esmera en mostrar su opción como la mejor, ocultando la realidad: ninguno de los candidatos en disputa aportará soluciones de fondo. Lo que venga después será una divergencia, son proyectos opuestos en lo aparente, en lo profundo otro es el cantar. Los problemas del país, que son los problemas generados por la forma en que se establecen las relaciones humanas, si no se resuelven, se acumulan hasta un próximo estallido social. De todo lo que se dice en campaña, algunas frases suenan feroces, otras se visten de premoniciones, todos avivan un juego pasajero, después tendremos las lamentaciones. Nadie menciona el problema del agua, ni la recuperación de las riquezas básicas, y es que el problema fundamental, son los políticos con sus miras pequeñas y sus propuestas de poca monta. El país no requiere un fascista en el gobierno ni una socialdemócrata para administrar un sistema, que, en esencia, debe ser cambiado de raíz.
¿Qué hacer? es el dilema, solamente que este qué hacer no es una disyuntiva que señale un antes y un después. Lo cierto es que sí seguimos por la misma senda, poco, casi nada de cambio profundo habrá en el país. Hoy no se trata de fascismo para parar el comunismo ni comunismo para parar el fascismo, se trata de optar por la vida, priorizar lo que funciona, terminar con la corrupción, establecer puentes con el otro, priorizar las soluciones a nuestras necesidades, recuperar identidad, partir desde abajo para llegar a un sistema que permita la participación plena, creadora, de cada persona. Seamos actores de nuestro propio destino, tengamos una opinión informada, emitamos nuestro pensamiento, propongamos soluciones, juntemos nuestra fuerza con la de los demás. Optemos por la solución mayor, el pueblo ejerciendo el poder.
Hacia adelante no hay caminos abiertos, debemos construirlos con nuestro propio accionar.
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ITALIANO
CILE: UN COLPO AL CUORE
di Tito Alvarado
Le ultime elezioni presidenziali in Cile (26 novembre 2025) hanno messo in luce alcune certezze: nessun sondaggio, manipolazione mediatica o fervore elettorale può garantire il risultato desiderato o indicare una rotta prestabilita. L'incertezza avvolge il panorama politico. Se ci fermassimo qui, verremmo meno al rigore e alla verità. È inutile parlare con un linguaggio oscuro e con argomentazioni contorte, o limitarsi a sottolineare il problema senza osare ipotizzare una possibile soluzione. Innanzitutto, dobbiamo chiederci: come siamo arrivati a questo vicolo cieco apparentemente inevitabile? Da che ho memoria, ho assistito a ogni svolta della disuguaglianza sociale, della mancanza di opportunità, dei doppi standard e di innumerevoli altre espressioni dell'ideologia del potere. Ciò culminò nelle atrocità criminali della dittatura e nei governi meno sanguinari, ma altrettanto spietati, della coalizione di Concertación, seguiti da due mandati di una mostruosità guidata dalla propaganda e dalla "sindrome della camicia larga". Cosa è successo durante questo lungo periodo di dittatura criminale e dittatura con altri mezzi? La riduzione culturale del Cile a mera espressione di vuoto esistenziale. Molte aziende fiorenti, un tempo statali, sono state svendute per una miseria a privati; ogni forma di giornalismo alternativo è stata soffocata dai governi di Concertación; peggio ancora, se un tempo c'era un barlume di potere rivoluzionario, oggi molte di quelle espressioni sono state relegate nel limbo, trasformandosi in un variegato divagare del pensiero socialdemocratico e in un'ostinata paura di qualsiasi espressione di organizzazione e potere popolare; c'è stato un tempo in cui molti beni di consumo venivano prodotti in Cile, ma oggi la potenza industriale del Paese è stata smantellata, quasi tutto è nelle mani del capitale straniero. Siamo diventati un Paese che vende servizi, materie prime, prodotti agricoli e, inutile dirlo, salari cileni. Se esaminassimo come vengono prodotti i beni materiali nel nostro piccolo Paese, troveremmo alcune risposte che ci porrebbero in prima linea. Siamo un Paese senza identità, con politici che non propongono soluzioni concrete e con cittadini che hanno perso il loro diritto fondamentale: essere liberi. Viviamo sull'orlo della manipolazione, mentre chi detiene il potere continua le sue pratiche corrotte.
Per il 14 dicembre, ci sono due possibilità con esiti diametralmente opposti, ma, paradossalmente, senza alcun cambiamento fondamentale a beneficio dei dimenticati, la politica è diventata un circo popolato da individui mentalmente inetti, privi di proposte serie e necessarie. La politica viene praticata per gestire il capitalismo, alcuni con timidi progressi a beneficio di certe maggioranze, mentre altri tendono a vedere il sole splendere anche quando splende forte: sono loro a schiacciare le teste. Per molto tempo, la paura è stata l'arma preferita, una paura che non ha nulla a che fare con la realtà e maschera una paura più grande. Lo spauracchio del comunismo, brandito quando i comunisti non sono altro che l'ombra di se stessi; l'insicurezza, che confina persone che dovrebbero essere libere nei ristretti confini delle loro case: la realtà dimostra che l'insicurezza è un business redditizio creato per mascherare problemi più grandi come la corruzione; quando siamo sull'orlo del fallimento, la paura del pinochetismo emerge con altri mezzi, costringendoci spesso a scegliere il male minore. Siamo diventati una massa in lotta senza partecipazione creativa; siamo solo chiamati a votare e poi lasciati a cavarcela da soli. Dov'è finita la capacità di organizzarsi in base a bisogni e prospettive di soluzioni?
Il Cile è, apparentemente, a un bivio: o si sceglie un candidato o vince l'altro (questo è più un gioco d'azzardo che un tentativo di trovare soluzioni). Ogni campagna si sforza di presentare la propria opzione come la migliore, nascondendo la realtà: nessuno dei due candidati in competizione offrirà soluzioni fondamentali. Ciò che verrà dopo sarà una divergenza; in superficie sono progetti opposti, ma in fondo la storia è ben diversa. I problemi del Paese, che derivano dal modo in cui si instaurano le relazioni umane, si accumuleranno fino alla prossima esplosione sociale se non risolti. Di tutta la retorica della campagna elettorale, alcune frasi suonano feroci, altre come premonizioni; tutto alimenta un gioco fugace, e più tardi avremo i rimpianti. Nessuno menziona il problema dell'acqua, né il recupero delle risorse di base, e il problema fondamentale sono i politici con la loro visione ristretta e le loro proposte meschine. Il Paese non ha bisogno di un fascista al governo, né di un socialdemocratico per gestire un sistema che, in sostanza, deve essere radicalmente cambiato.
Cosa fare? Questo è il dilemma, solo che questo "cosa fare" non è una scelta che segna un prima e un dopo. La verità è che, se continuiamo su questa strada, ci saranno pochi, quasi nessun cambiamento profondo nel Paese. Oggi, non si tratta di usare il fascismo per fermare il comunismo o il comunismo per fermare il fascismo; si tratta di scegliere la vita, dare priorità a ciò che funziona, porre fine alla corruzione, costruire ponti con gli altri, dare priorità alle soluzioni ai nostri bisogni, rivendicare la nostra identità e ripartire dal basso per raggiungere un sistema che consenta la piena e creativa partecipazione di ogni persona.Dobbiamo essere gli architetti del nostro destino, avere opinioni informate, esprimere i nostri pensieri, proporre soluzioni, unire le forze con gli altri.
Scegliamo la soluzione migliore: il popolo che eserciti il potere. Per andare avanti, non ci sono strade aperte; dobbiamo costruirle con le nostre azioni.
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ENGLISH
CHILE: A BLOW TO THE HEART
by Tito Alvarado
The last presidential election in Chile (November 26, 2025) highlighted a few certainties: no poll, media manipulation, or campaign fervor can guarantee a desired outcome or point to a fixed course. Uncertainty shrouds the political landscape. If we were to stop here, we would be failing in rigor and truth. It is pointless to speak in obscure language and convoluted arguments, or to merely point out the problem without daring to speculate on a possible solution. First, we must ask ourselves: How did we arrive at this seemingly inescapable dead end? For as long as I can remember, I have witnessed at every turn the social inequality, the lack of opportunities, the double standards, and countless other expressions of the ideology of power. This culminated in the criminal atrocities of the dictatorship and the less bloody, but equally heartless, governments of the Concertación coalition, followed by two terms of a propaganda-driven monstrosity with a "loose-shirt syndrome." What has happened during this long period of criminal dictatorship and dictatorship by other means? The cultural reduction of Chile to a mere expression of existential emptiness. Many flourishing companies, formerly state-owned, were sold off for a pittance to private hands; all forms of alternative journalism were stifled by the Concertación governments; worse still, if there was once a glimmer of revolutionary power, today many of those expressions have been relegated to the limbo of becoming a diverse rambling of social democratic thought and a stubborn fear of any expression of popular organization and power; there was a time when many consumer goods were manufactured in Chile, but today the country's industrial power has been dismantled, almost everything is in the hands of foreign capital. We have become a country that sells services, raw materials, agricultural products, and, needless to say, Chilean wages. If we were to examine how material goods are produced in our small country, we would find a few answers that would place us at the forefront. We are a country without its own identity, with politicians offering no real solutions, and with citizens who have lost their fundamental right: to be free. We live on the edge of manipulation, while those in power continue their corrupt practices.
For December 14th, there are two possibilities with diametrically opposed outcomes, but, paradoxically, without any fundamental change to benefit the forgotten, politics has become a circus populated by mentally inept individuals devoid of serious and necessary proposals. Politics is practiced to manage capitalism, some making timid advances for the benefit of certain majorities, while others tend to see the sun shining even when it's shining brightly—they are the ones who crush heads. For a long time, fear has been the weapon of choice, a fear that has nothing to do with reality and masks a greater fear. The bogeyman of communism, brandished when communists are but a shadow of their former selves; insecurity, which confines people who should be free to the small confines of their homes—reality shows that insecurity is a lucrative business created to mask larger problems like corruption; when we are on the verge of failure, the fear of Pinochetism emerges by other means, forcing us many times to choose the lesser evil. We have become a disputing mass without creative participation; we are only summoned to vote and then left to fend for ourselves. Where has the capacity to organize based on needs and perspectives for solutions gone?
Chile is, seemingly, at a crossroads: one candidate is chosen or the other wins (this is more a game of chance than working towards solutions). Each campaign strives to present its option as the best, hiding the reality: neither of the competing candidates will offer fundamental solutions. What comes next will be a divergence; they are opposing projects on the surface, but deep down, the story is quite different. The country's problems, which stem from the way human relationships are structured, will accumulate until the next social explosion if left unresolved. Of all the rhetoric during the campaign, some phrases sound fierce, others like premonitions; all fuel a fleeting game, and later we'll have the regrets. No one mentions the water crisis, nor the recovery of basic resources, because the fundamental problem is the politicians with their narrow vision and petty proposals. The country doesn't need a fascist in government, nor a social democrat to manage a system that, in essence, must be fundamentally changed.
What to do? That's the dilemma, except this "what to do" isn't a choice that marks a before and after. The truth is, if we continue down the same path, there will be little, almost no profound change in the country. Today, it's not about fascism to stop communism or communism to stop fascism; it's about choosing life, prioritizing what works, ending corruption, building bridges with others, prioritizing solutions to our needs, reclaiming our identity, and starting from the ground up to reach a system that allows for the full, creative participation of every person. Let's be the architects of our own destiny, let's have informed opinions, let's express our thoughts, let's propose solutions, let's join forces with others.
Let's choose the best solution: the people exercising power. There are no open paths ahead; we must build them with our own actions.
