por Lucha Indígena
Un extranjero que visito el Perú a mediados del siglo XX, decía que nuestro país, sobretodo, es un camino. Ninguna otra calificación lo expresa mejor porque el Perú no sólo es montaña, no sólo es la selva, no sólo es una costa de dos mil kilómetros, tiene valles, llanuras, estepas, desiertos y ríos que se escapan pronto por las fronteras o se lanzan al mar.
Desde las más antiguas culturas que se pierden en los milenios, los peruanos nos hemos buscado, nos hemos acercado para conocernos y aprender porque el camino nos sirve pero también nos enseña. Así diferentes como somos, algunos abiertos y ruidosos como el mar, otros abrazados y acurrucados por los apus, otros templados por el viento y la puna, otras más tendidas sobre los ríos y la selva; así, todos diferentes, nos hemos buscado para compartir la maravilla de nuestras tierras y disfrutar la maravilla de las demás.
Esa es la base de nuestras culturas, la diferencia y la complementariedad. Pero esa cultura, los pueblos que portamos esa cultura de diferencias y colaboraciones y que bien y mejor podría extenderse naturalmente a toda el Abya Yala, hemos vivido y vivimos todavía una ficción, una mentira. El actual ministro de relaciones exteriores del Perú, el ex guerrillero Héctor Bejar, dice que el Perú oficial tuvo que mentirse a sí mismo y mentirle al país para poder existir. “En el Perú lo privado siempre ha sido predominante. El Perú es un país que tiene dueños. Todos los conocemos.
Y siendo que tiene dueños no puede ser una república. La tarea después de 200 años es una sola: acabar con esa ficción.”
Cómo no sentir la necesidad de acabar con esa mentira también en México, en Chile, en Brasil, en Nicaragua, en Colombia (¡qué ganas de abrazarles hermanas y hermanos por tanto dolor!) Las noticias se acumulan, las listas de espera se incrementan, la contaminación se expande y sólo acabar con la mentira podría liberarnos. Lo sabemos. Acabar con toda esa mentira para construir una verdadera democracia y, de una vez, nada más concentrarnos en curar la madre tierra para curarnos.
En el Perú de hoy, las élites de izquierda, centro y derecha no saben ya cómo evitar que los hombres y mujeres del campo y de las barriadas nos llenemos de esperanza, nos organicemos, nos conectemos y adquiramos para nosotras mismas la confianza y la dignidad para gobernarnos. Tenemos todo el derecho de gobernar. A los que disfrutaron de la ficción y la mentira por tanto tiempo, aunque fuera “sin querer”, no les convence la verdad.
La ven excesiva, desordenada, peligrosa. “¿Qué hace ese tipo allí?, dicen. No da la talla.” En sus pantallas intentan una y otra vez borrar la cara de esos campesinos, de esas trabajadoras, de esos indígenas que se han metido al gobierno.
Este texto no es pro gobierno o pro estado. Este texto es un llamado a la oportunidad que ofrece la coyuntura política para tejer una trama social que nos de dignidad, reconocimiento, justicia mínimamente. No como dadivas del estado, sino como conquistas sociales que el poder económico y las élites le han negado a millones de hombres y mujeres a punta de balazos, invisibilización y desprecio puro.
En ese sentido, hay otras mentiras que debemos derribar también en nuestros corazones, en nuestrxs hijxs, en nuestras familias y comunidades desde las mujeres, las disidencias, desde nuestras lenguas, nuestros territorios, nuestros alimentos, nuestros sueños, nuestras aguas.
Tenemos todo el derecho de gobernarnos y de poner en lugar de esa mentira y ficción nuestras vidas. Recién estamos empezando.
Haylli!