por Jan Lust
El 9 de junio de 1965, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) inició las acciones guerrilleras en el Perú en el departamento de Junin. El MIR se basó en el marxismo-leninismo. La CIA lo clasificaba como una organización con una inclinación “pro Castro, China comunista”. El propósito del MIR fue contribuir a la revolución democrática, antioligárquica y antiimperialista, que debía sentar la base para la construcción del socialismo en el Perú. El MIR era de la opinión de que la única manera para que el pueblo pudiera tomar el poder era a través de la construcción del ejército popular y el partido de la revolución peruana. Tres meses después, el Ejército de Liberación Nacional inició sus acciones en la provincia de La Mar en el departamento de Ayacucho con la toma de la hacienda Chapi.
El desarrollo del ELN ha pasado por tres fases. El primer período es desde la salida en 1961 de algunos peruanos a Cuba con el objetivo de prepararse para la lucha armada hasta la primera derrota del ELN en mayo de 1963 en la ciudad de Puerto Maldonado. El proceso de reestructuración que se inició y culminó posteriormente en la creación del frente guerrillero Javier Heraud, en el departamento de Ayacucho en septiembre 1965, fue la segunda etapa. La tercera fase comenzó después de la derrota de la guerrilla en diciembre de 1965. Este último periodo está centrado principalmente en el intento de crear un nuevo foco guerrillero en el departamento de Puno, y estaba en relación directa con la guerrilla boliviana dirigida por el Che Guevara en los años 1966 y 1967. La muerte del Che, el 9 de octubre de 1967, no implicó el final de los intentos peruanos para levantar una guerrilla. Fue un año después, cuando el general Juan Velasco hizo un golpe de estado, que la guerrilla empezó a desintegrarse. Las condiciones objetivas para una guerra de guerrillas fueron eliminadas.
En memoria al inicio de la gesta revolucionaria de los guerrilleros del ELN y del MIR, se presente este trabajo que pretende ser un análisis de las causas de la derrota de la guerrilla. Iniciando con una discusión sobre la cuestión si había condiciones objetivas y subjetivas para el comienzo de la guerra de guerrillas, se examina los errores político-militares y la fuerza de la represivas. Terminamos el artículo con palabras de recuerdo.
¿Situación revolucionaria?
La clase dominante peruana no sufrió, ni antes ni durante los “años guerrilleros”, una crisis de existencia. La primera condición objetiva de Lenin para considerar una situación como revolucionaria no existió. Aunque Fernando Belaúnde (Acción Popular), Víctor Raúl Haya de la Torre (APRA) y Manuel Odría (Unión Nacional Odriista) representaban diferentes grupos de capitales y como consecuencia tenían posiciones políticas diferentes, la unidad política fue lo que finalmente dominó. Llama la atención, por lo tanto, la facilidad con que el gobierno pudo obtener el préstamo de bonos para financiar la guerra contra la guerrilla.
La segunda condición objetiva para considerar una situación como revolucionaria, es que la situación de la clase oprimida tendría que haber sido empeorada enormemente. Las condiciones socioeconómicas de la clase obrera y del campesinado no se deterioraron drásticamente ni antes ni durante “los años guerrilleros”. Incluso, cabría decir que su situación mejoró. Por supuesto, todavía había un pequeño grupo de terratenientes que poseía la mayor parte de las tierras, pero la propuesta de hacer una reforma agraria en la provincia de La Convención y el distrito de Lares en abril de 1962 (gobierno de Manuel Prado), la reforma agraria en marzo de 1963 del gobierno militar en la provincia de La Convención y las propuestas de reforma agraria de Fernando Belaúnde, no pueden ser consideradas otra cosa que mejoras en una situación generalmente miserable.
Cuando en 1963 las guerrillas del ELN hacían su primer intento para organizar la lucha guerrillera, las circunstancias eran mejores que en 1965. La tercera condición objetiva de Lenin para determinar si existe una situación revolucionaria, tiene que ver con un cambio subjetivo causado por circunstancias objetivas: un aumento en la actividad política de las masas como resultado de una crisis política y económica.
En el Perú no hubo una crisis política ni económica en el período desde la Revolución Cubana. A pesar de estas “favorables” condiciones objetivas, desde 1958 hasta los primeros meses de 1964 hubo un importante resurgimiento de la lucha de masas.
Las condiciones subjetivas pueden dividirse en tres elementos interrelacionados: (1) las experiencias de la lucha de la masa, (2) el nivel de la conciencia de clase entre las masas, y (3) la existencia de una vanguardia organizada. En el Perú se había adquirido muchas experiencias importantes en la lucha del campesinado y durante las huelgas en las ciudades, existían diversas organizaciones políticas de izquierda que lucharon entre sí por la hegemonía y hubo un bajo nivel de conciencia de clase. En otras palabras, solo por una parte se había reunido las condiciones subjetivas.
La lucha de la clase obrera en las ciudades no superó su carácter economicista causado, en parte, por la influencia del APRA y del Partido Comunista Peruano moscovita (PCP) en el movimiento obrero. La lucha campesina se estancó al nivel de una lucha de intereses porque las organizaciones que lideraron este combate fueron, en general, sindicatos. El Frente de Izquierdo Revolucionario, que tenía una influencia importante en el Cusco sobre la lucha campesina, creía que la dirección debía estar en manos de los sindicatos campesinos. La izquierda tenía poca influencia en las denominadas ocupaciones de tierras por las comunidades. Aunque las acciones de las comunidades fueron muy fuertes, como por ejemplo contra la Cerro de Pasco Corporation, sin embargo, estos campesinos estaban más lejos de una conciencia de clase que los campesinos que se organizaban en sindicatos.
Las experiencias de lucha que se fue acumulando después de la Revolución Cubana, no sufrieron ningún cambio cualitativo. La lucha no fue llevada a un nivel superior. La milicia creada por los campesinos del sindicato de Chaupimayo en La Convención y que fue dirigida por Hugo Blanco, fue una excepción y mostró que solo desde el “exterior”, por organizaciones de izquierda o revolucionarias, se puede elevar el nivel político de la lucha.
En el período de la reactivación de la lucha de clases, la izquierda, aparte de los trotskistas en La Convención y Lares, no estaba presente en forma organizada. Una de las razones fue que el APRA y el PCP dominaron el movimiento sindical y, además, la izquierda fue a menudo objeto de represión por lo cual una construcción organizada, sólida y estable de sus organizaciones fue impedida. Asimismo, la izquierda estaba tremendamente dividida y eso fue agravado por la división dentro del Partido Comunista en partidarios de Moscú y de Beijing. Todo eso hacía imposible de levantar un Frente Único. Se ha escrito que, aunque la izquierda peruana era relativamente grande en número, también era una de las más divididas en América Latina. En 1965, la CIA señaló que cuando la izquierda comunista formaría una unidad, podría poner en peligro la estabilidad del gobierno.
La conciencia de clase de las masas está relacionada con el nivel político de la lucha de clases y las actividades de la vanguardia revolucionaria. Las masas peruanas tuvieron un bajo nivel de conciencia de clase. La lucha guerrillera del MIR y del ELN duró muy poco para que el proceso planteado por el Che Guevara y Fidel Castro pudiera iniciarse; es decir, para que la guerrilla pudiera elevar la conciencia de clase de las masas. Las condiciones subjetivas no fueron, a diferencia de lo que esperaba el líder guerrillero del MIR Guillermo Lobatón, creadas en la lucha. Igualmente, no todas las fuerzas heroicas de las masas, como el MIR pensaba que iban a suceder, fueron desencadenadas para que no fueran necesarias de utilizar “mezquinos recursos” para crear las condiciones revolucionarias.
En 1965, aún había formas para luchar pacíficamente en el Perú. Y aunque el gobierno de Belaúnde era “un enemigo del pueblo” como finalmente cualquier otro gobierno en un sistema capitalista, no fue considerado como tal por los oprimidos, tampoco cuando la resistencia campesina fue duramente reprimida. El nivel de la lucha de clases, dijo Fidel Castro, determina si se debe iniciar la lucha guerrillera o no. En el Perú de 1965, la situación no era madura para comenzarla.
Errores político-militares
El MIR y el ELN fueron organizados para luchar, pero no para mantener el combate por largo tiempo. Los guerrilleros pensaron que durante la lucha se crearía el partido de la revolución peruana, que sería una auténtica vanguardia de las masas. Una vez formulado este objetivo, los guerrilleros se olvidaron de desarrollar, durante sus preparaciones guerrilleras, las estructuras y procesos que podrían facilitar la fundación de este partido; en otras palabras, de ninguna manera la unidad de las fuerzas revolucionarias que ambas organizaciones defendieron pudo concretizarse realmente.
La decisión del MIR para enviar todos sus cuadros al campo, significó que la organización urbana fuera decapitada. En realidad, no había nadie en las ciudades que pudiera hacer propaganda y llevar a cabo otras actividades en apoyo a la guerrilla en el campo. En la capital del departamento de Junín, Huancayo, no se había quedado nadie después del inicio de la guerrilla. Las conexiones entre la guerrilla en el campo y los militantes en las ciudades eran muy frágiles y el trabajo político o sindical en el movimiento obrero que se concentró en las ciudades fue muy poco.
El no tener un interés real en el trabajo político y militar en las ciudades, tuvo como consecuencia que el ejército y la policía pudieron concentrarse completamente en la guerrilla que estaba en el campo. De acuerdo con Mao Tse Tung, la revolución no puede vencer cuando no se ha hecho ningún trabajo en las ciudades.
En los pueblos que rodearon la “zona guerrillera”, con excepción de Mesa Pelada (provincia de La Convención, departamento del Cusco) donde el MIR tuvo su cuartel general y también por una parte en Ayabaca hasta octubre de 1964, los militantes no fueron organizados, por ejemplo, en milicias que pudieran cuidar las conexiones logísticas. En Junín sí había una red de contactos, pero no fue profundamente arraigada. La coordinación entre los diversos frentes guerrilleros, y entre las principales ciudades y la guerrilla, desde luego no fue posible; una de las razones para el comienzo “descoordinado” de la guerrilla del MIR.
Los guerrilleros preferían concentrar sus fuerzas en el campo. El ejército y la policía no tuvieron muchos problemas para aislar a la guerrilla por la separación auto impuesta entre la ciudad y el campo. Además, el aislamiento del campo conllevó a que también la ciudad fuera aislada.
Las regiones seleccionadas por el MIR y el ELN para las acciones guerrilleras no fueron completamente adecuadas. Mesa Pelada no era, en absoluto, adecuado para la construcción de la guerrilla. Los campesinos habían recibido tierra, la policía y el ejército conocían la zona, muchos líderes campesinos estaban en prisión o habían dejado la región y los sindicatos campesinos fueron desarticulados.
La guerrilla lucha por ganar la conciencia de la población. Sin su apoyo, la revolución no es posible. Por eso, bajo ninguna circunstancia el ejército guerrillero debe aislarse del pueblo. Por lo tanto, la guerrilla debe construirse donde hay personas. Aunque el ELN trabajaba en un área difícil de penetrar, sin embargo, había pocas personas. Las haciendas estaban lejos del mundo habitado y no hubo carreteras. Un área ideal para esconderse y excelente para aislar y cerrar porque estaba rodeada de ríos. El ejército solo debía instalar puestos de guardia en los puentes y nadie más podía entrar o salir. En Mesa Pelada (dimensión: 600 km²) y en áreas adyacentes, también vivía poca gente. En el departamento de Junín, dijo el exmirista Antonio Meza, los guerrilleros estaban muy lejos de las zonas campesinas.
Errores en el terreno de la guerrilla
Los guerrilleros del ELN y del MIR han cometidos algunos errores importantes en el terreno de la guerrilla misma que contribuyeron, a su vez, a la derrota sufrida. El primer error fue que permanecieron demasiado tiempo en la zona donde habían llevado a cabo sus acciones y lo que permitió al ejército localizarlos rápidamente.
Los guerrilleros del MIR fueron relativamente fáciles de localizar. No solo Luis de la Puente había anunciado públicamente dónde los revolucionarios tenían sus bases, sino también sus actividades preparatorias habían llamado la atención de la policía. El área cubierta por la guerrilla no era de gran dimensión, tanto en el centro como en el sur del país, que se hacia imposible un cerco del ejército, que además se movía, entre otros, con helicópteros. El hecho de que la ubicación de los guerrilleros fue conocida rápidamente, hizo que, en lugar de que el ejército fuera hostigado, fueron los miristas los que recibieron los ataques en los momentos más inoportunos. El segundo error fue que finalmente el ejército determinó el tiempo y el terreno del combate.
El tercer error fue que la guerrilla tenía un carácter predominantemente estático. El hecho de que el MIR consideró que el ejército y la policía no pudieron entrar en su zona de seguridad, una concepción que especialmente en el departamento del Cuzco echó raíces, contribuyó mucho a esta deficiencia elemental.
El MIR fue de la opinión que, organizando varios frentes guerrilleros, ubicados muy lejos uno a otro, el ejército y la policía se debilitarían porque deberían distribuir sus unidades de contraguerrilla. Sin embargo, fue la guerrilla que se debilitó. Justamente en la primera fase de la lucha, la guerrilla todavía es muy débil y no debe dividirse. El cuarto error era que los guerrilleros habían subestimado al ejército y sobrestimado a sí mismos. A esto se puede agregar como quinto error, que, por falta de coordinación entre los frentes guerrilleros del MIR, la lucha comenzó antes de que todos los frentes estuvieran listos. En el norte, recientemente los dos frentes guerrilleros (de las provincias de Ayabaca y de Jaén) se habían fusionado y en el sur Pachacútec aún no estaba listo logística y militarmente.
La guerrilla Túpac Amaru del MIR en el centro del país ha apuntado, tal vez, muy rápido a una confrontación que solo podría perder. Los guerrilleros no eran suficientemente fuertes para poder combatir al ejército en una confrontación frontal. La guerrilla cambió de ser un instrumento para el desarrollo político en una unidad exclusivamente de combate. En el comienzo de la lucha, el propósito de la guerrilla es demostrar al pueblo que la lucha es posible, indicar el camino de la lucha, hacerle consciente de su propia fuerza y demostrar que el enemigo es vulnerable. El sexto error fue el ataque en Yahuarina a finales de junio de 1965 a una unidad de la Guardia Civil (GC). El gran número de agentes que cayeron en la emboscada “obligó” al gobierno de Belaúnde a destacar al ejército. Aunque en todo momento el Estado habría utilizado a los militares para la lucha contra los guerrilleros, hubiera sido más sensato que Túpac Amaru no haya “provocado” la temprana participación del ejército en el teatro de combate.
¿El imperialismo? ¿Las fuerzas represivas peruanas?
El apoyo que el imperialismo estadounidense dio a lucha contra guerrillera en el Perú de 1965 no fue considerable, es decir, no participó directamente. La corta duración de la lucha guerrillera habría sido el único motivo. Sin embargo, su apoyo fue en dos niveles. Por un lado, la contrainsurgencia fue coordinada a nivel estatal −militares peruanos y policías fueron invitados para seguir cursos de contraguerrilla en los Estados Unidos y hubo ayuda militar− y, por otro lado, los asesores norteamericanos enseñaban, en el Perú, al Ejército y a la Policía.
Los militares peruanos, la GC, la Guardia Republicana (GR) y la Policía Investigaciones del Perú (PIP) fueron muy bien preparados antes de entrar en acción contra la guerrilla. Ellos conocieron ampliamente la estrategia y las tácticas de la guerrilla. Los cursos de la Escuela de las Américas y los que se dieron en la Academia Interamericana de Policía, han contribuido, indudablemente, a la preparación. Además, a finales de la década de los 1950 generales peruanos, por invitación del gobierno francés, habían “visitado” la guerra contrarrevolucionaria que se estaba llevando a cabo en Argelia.
Los militares peruanos y la policía han debatido “independientemente” de las capacitaciones en las instituciones anticomunistas norteamericanas orientadas a combatir la lucha guerrillera revolucionaria, sobre cuestiones relacionadas a la contraguerrilla. Ya antes de la victoria de la Revolución Cubana, el Centro de Altos Estudios Militares (CAEM) se ocupaba de conocer la estrategia y las tácticas de la guerrilla y de formular respuestas políticas y militares. Regularmente se invitaron, a estas discusiones, a los oficiales de la GC y de la PIP.
El uso de unidades especiales del Ejército, casi autónomas, y de hecho que funcionaron como guerrillas, formó la base del plan estratégico contra los miristas y los del ELN. El personal del ejército que fue elegido para ser parte de este tipo de destacamentos, debería estar físicamente y mentalmente endurecido, dominar las tácticas de la contraguerrilla, estar en capacidades de hacer largas patrullas y marchas nocturnas en zonas muy difíciles, implementar operaciones psicológicas, estar entrenados en técnicas de combates específicas, tener conocimiento acerca de las tácticas, técnicas y prácticas para controlar la población, etcétera.
El ejército tomó un mes de preparación antes de que inicie la batalla contra la guerrilla. Solo después de los intensos ataques aéreos durante los días 1 y 2 de agosto, tuvieron lugar las primeras escaramuzas (3 de agosto). Parece que el ejército se tomó un tiempo para hacer con precisión los preparativos que permitirían una rápida liquidación de la guerrilla. Primero fue un requisito conocer dónde actuaban para poder cerrar las diferentes vías de acceso y de escape.
La estrategia de las fuerzas armadas consistió en cuatro componentes. Esto componentes fueron: (i) no luchar simultáneamente en todos los frentes; dar poderes ilimitados los distintos comandos regionales para atacar a las guerrillas en su zona; iii) usar los métodos guerrilleros para atacar a la guerrilla; y, iv) separar la población de la guerrilla.
Es menester ampliar un poco más sobre las acciones guerrilleras del ejército y las acciones represivas. Las guerrillas fueron empujadas fuera de sus “zonas de seguridad” y luego hostigadas por unidades regulares del ejército y comandos contraguerrilleros. En lugar de que la guerrilla hostigara al ejército y a la policía en momentos de descuido, sucedió al revés. Las unidades del ejército y de la contraguerrilla estaban facultadas para actuar autónomamente, y de esa forma ganaron mucho tiempo. En vez de esperar instrucciones cuando una unidad guerrillera fuera ubicada, eran autorizadas de entrar en acción inmediatamente.
Respecto a la represión es importante recordar que desde los aviones se tiraron volantes en los que la población fue llamada a salir de la zona porque iba a ser bombardeada. A través de altavoces montados en los aviones, también se emitieron estos anuncios en quechua. Estas acciones fueron completadas lanzando bombas de napalm en las “áreas guerrilleras” y la detención, el asesinato y la tortura de personas inocentes con el objetivo de sembrar temor en la población. Con esta táctica, el ejército quería mostrar a los campesinos que la guerrilla no podía protegerlos. Se decía que unas 14.000 personas murieron, 95% de ellos fueron campesinos que no tenían conexiones directas con los guerrilleros.
Para recordar
Casi 60 años después de la muerte de Basilio Chanta, Guillermo Lobatón, Froilán Herrera, Máximo Velando, Juan Paucarcaja, Victoria Navarro, Pedro Pinillos, Luis de la Puente, Rubén Tupayachi, Paúl Escobar, Enrique Amaya, Edmundo Cuzquén, Edgardo Tello, José Bernabé Gurrionero, Jorge Toque, Hilario Jaicuri, Luis Zapata, Guillermo Mercado, Edwin García y Nemesio Junco, la lucha guerrillera de los años sesenta sigue apelando a la imaginación. Decenas de militantes del ELN y del MIR cayeron en la lucha y cientos, si no miles, campesinos murieron bajo la lluvia de balas y de napalm. Los nombres de los combatientes de hace más de un medio siglo aún se pronuncian con la mayor estima.
La década del sesenta fue un periodo donde en toda América Latina se libró una batalla, con las armas en las manos, para lograr los sueños de las grandes mayorías y para crear una sociedad completamente diferente a la realidad imperante de explotación capitalista y de la dominación imperialista. Se pensaba que la sociedad no se dirigía por leyes de explotación, supuestamente “ciegas”, sino por seres humanos y se partía de la concepción de que una sociedad podría cambiarse dentro del periodo de una vida. Los años sesenta fue un decenio histórico en América Latina, en el sentido de que en todos los países latinoamericanos grupos de personas, casi simultáneamente, empezaron a formular respuestas revolucionarias al poder político, económico y militar de las clases dominantes.
Los guerrilleros del ELN y del MIR, viven en la memoria de la población peruana porque ellos han luchado por la causa del pueblo. Para los lacayos del capitalismo, los títeres del imperialismo y las máquinas de muerte de las dictaduras militares o pseudo-democracias, hay solo lugar en los oscuros calabozos subterráneos de la historia de la inhumanidad.
Los estudiantes universitarios influenciados por la Revolución Cubana como Milciades Ruiz y Antonio Li, el obrero de construcción civil Hermes Valiente, campesinos como Donato Hinojosa, Celestino Valencia y Julio Oscco, asimismo los jóvenes revolucionarios de ese entonces como Elio Portocarrero, Tulio Gálvez y Vicente Onofré, solo tenían la prosperidad y el bienestar del pueblo en su mente cuando organizaron o apoyaron la lucha armada. Ellos fueron de la opinión que cuando el pueblo no tiene, realmente, el poder político, económico y militar en sus manos, siempre sería oprimido y explotado.
La toma de armas contra las clases responsables de la explotación, de la opresión, de la pobreza, de la discriminación, del racismo y de la corrupción fue, después de la Revolución Cubana, una opción real para personas que habían escogido el lado de la mayoría. Para los revolucionarios como César Pareja, Hugo Ricra, Máximo Jaicuri, Gualberto Berrocal, Gregorio Palomino, Máximo Lazo, Mario Montes, Alberto Llanos, Benito Cutipa y Carlos Valderrama, la lucha armada no significó una lucha contra el pueblo, sino una lucha para y con el pueblo.
La guerrilla ha sido derrotada, pero la necesidad de un cambio revolucionario sigue siendo actual. Las formas pueden y deben cambiarse de acuerdo con las condiciones políticas, económicas y sociales. La lucha revolucionaria es la lucha por la conquista de la humanidad. Eso significa que la lucha revolucionaria debe apuntar a la destrucción del modo de producción capitalista. Solo de esta manera es posible que las relaciones sociales cambien y solo cuando se cumpla esta condición, existe la posibilidad de que el hombre comience a vivir como un ser humano, en armonía con su entorno natural, con él mismo, en lugar de ser una fuente de riqueza para pocos.