por Samuel Farber*
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A principios de este año, Rusia firmó un acuerdo con el gobierno cubano comprometiéndose a aumentar significativamente su participación en la economía de la mayor de las Antillas, más de treinta años después que colapsó la URSS y por ende de su gran influencia y estrecha asociación que tuvo ésta con Cuba. Sin duda alguna, esto constituye otro esfuerzo de Putin y sus asociados para expandir el poder de la Federación Rusa, una potencia que ha perdido hegemonía en el tablero internacional, en parte por el surgimiento de China como la rival principal de los Estados Unidos.
Durante las últimas décadas, Rusia ha tratado de expandir su poder e influencia en los países fronterizos como Chechenia, Georgia, Bielorrusia, Kazajistán y Moldavia, y en algunos países más distantes como Siria y Libia. Sus recientes acuerdos con Cuba son quizás el producto de la gran resistencia de Ucrania a la invasión rusa iniciada en el 2022 y de las sanciones impuestas en su contra por los Estados Unidos y otras potencias occidentales que han dañado su economía--aunque no al grado tan extenso que muchos observadores habían anticipado. Estos pueden haber sido un nuevo incentivo y motivación para extender al hemisferio occidental los planes de Putin para incrementar la influencia rusa en el exterior.
Pero la invasión de Ucrania ha resultado sumamente costosa para Rusia, con bajas masivas sufridas por sus tropas con estimados que varían de 40 a 70 mil soldados muertos (The Economist, 18 de julio de 2023). A estas pérdidas de estos soldados, hay que sumar las cuantiosas pérdidas de armamentos incluyendo más de dos mil tanques entre muchos otros tipos de armas y equipos militares. Estas pérdidas han debilitado significativamente la estabilidad del sistema político ruso encabezado por Vladimir Putin, lo cual quedó ampliamente demostrado por el frustrado golpe de estado organizado por Yevgeny Prigozhin, dirigente del ejército mercenario Wagner con su largo historial de combate no solamente en el este de Ucrania sino también en varios países de África. La ausencia de una resistencia militar significativa al golpe organizado por Prigozhin puede considerarse como un síntoma del malestar que reina entre la oficialidad militar rusa causado por los problemas y las fallas que la invasión de Ucrania ha expuesto con respecto a la dirección militar y la falta de preparación y coordinación entre las tropas rusas. Así, por ejemplo, el General Mayor Iván Popov, ex comandante del 58 ejército de las Fuerzas Armadas de Rusia que opera en la región suroriental de Zaporiyia, públicamente criticó los graves errores del mando militar ruso que resultó en un gran número de bajas entre sus tropas.
Aparte del impacto militar y político que la invasión ha tenido en Rusia y subsiguientes crisis como la rebelión encabezada por Prigozhin, hay que tener muy en cuenta las debilidades y vulnerabilidades fundamentales de la economía rusa aún antes de la invasión de Ucrania, y el efecto que sobre estas han tenido las sanciones económicas occidentales. Es notable que el peso económico de Rusia no radica principalmente en su poder manufacturero e industrial sino a su posición como extractora y distribuidora mayor de hidrocarburos, y en menor escala como productora y distribuidora de otros servicios y productos como las armas. Aunque aparentemente Rusia tuvo éxito en su campaña neoliberal de macro-estabilizacion y austeridad entre 2014 y 2018 en reducir la inflación, implementar presupuestos con superávits, así como en crear amplias reservas monetarias y una deuda nacional más baja, no ha logrado sobrepasar su crónica tasa de bajo crecimiento económico. Un estudio publicado a finales del 2019 por la veterana institución británica Chatham House patrocinada por el Royal Institute of International Affairs titulado “La política económica rusa y el sistema económico ruso: Estabilidad Versus Crecimiento” señala que ese éxito fue logrado a costa de grandes sacrificios por parte de la población rusa, sobre todo de los jubilados, y mediante la prevención de protestas masivas por parte del sistema represivo y autocrático ruso. Es precisamente ese sistema autocrático, señala Chatham House, que aunado a la corrupción que lo caracteriza y a su carácter intrusivo en la economía y sociedad, que constituyen un obstáculo para la inversión y competencia privada. Sin embargo, Chatham House ignora que en la historia de Rusia y de otros países “comunistas” como China, muestra como el crecimiento económico fue mayormente logrado por los capitalismos de estado, aunque de una manera sumamente brutal y ciertamente muy antidemocrática. Sin embargo, Chatham House tiene razón cuando asevera que cualquier intento de establecer reformas en Rusia, como un estado de derecho, corre el riesgo de desestabilizar el sistema social y político que existe en dicho país. Por estas razones, concluye el estudio británico, es poco probable que se intente establecerlo.
Dado ese bajo crecimiento económico sistémico y crónico, y las dificultades que Rusia ha confrontado desde que invadió a Ucrania en febrero de 2022, no es de extrañar que Putin esté tratando de expandir el poder de Rusia en el exterior por razones tanto políticas como económicas. Cuba es un blanco lógico para Putin, dada la previa historia y relaciones de la Isla con la URSS y su cercanía geográfica a los Estados Unidos. Pero, aunque, como se verá más adelante, el gobierno cubano está atravesando una crisis económica muy seria y por lo tanto está muy deseoso de cualquier ayuda o inversión económica del exterior, los numerosos problemas y la inestabilidad política que Rusia potencialmente confronta ponen en duda la confiabilidad de cualquier programa que esta potencia pretenda desarrollar en Cuba.
Hasta ahora, el nuevo acercamiento entre Rusia y Cuba presenta un escenario complicado cuando contrastamos, por una parte, los grandes resultados que Rusia promete con sus inversiones y colaboración en Cuba con, por otra parte, los proyectos específicos que ha anunciado realizar en la isla. Por ejemplo, el 20 de mayo de 2023, el sitio en la Red de la Federación Rusa mencionó en términos muy generales el gran propósito de implementar proyectos en las áreas de construcción, digitalización, agricultura, transporte, logística, turismo y en el sector bancario de la isla. Al mismo tiempo, funcionarios y empresarios rusos firmaron acuerdos con sus contrapartes cubanas para mejorar la producción de azúcar y ron, asegurar la provisión de trigo y petróleo a la isla y reparar instalaciones turísticas en mal estado. Pero en lo que se refiere a proyectos específicos inmediatos, Rusia ha mencionado relativamente pocos proyectos, muchos de ellos pequeños y de índole local, como la creación de un hotel para turistas rusos, la acreditación de 14 empresas rusas por parte de las autoridades cubanas para vender alimentos a la población, la exportación de fruta a Rusia por casi un millón de dólares, la creación de un mercado mayorista para vender mercancías rusas, y los planes para reparar y modernizar un central azucarero en la región central de Cuba así como para finalizar la renovación de la fábrica Antillana de Acero.
Lo que sugiere que, en contraste con la inversión económica de la URSS en Cuba, donde el estado soviético decidía su estrategia de inversión en gran parte basada en consideraciones políticas que permitían aceptar pérdidas y subsidios al estado cubano, en la presente inversión planeada, es la empresa privada rusa la que juega un papel importante basada en sus propias consideraciones de riesgos, de pérdidas y ganancias y que por lo tanto esta “probando las aguas” en cuanto a lo que les reditúan sus inversiones iniciales en la isla. Además, hay que tener en cuenta que las dimensiones y alcance de las empresas privadas rusas, aun cuando estas estas reciban apoyos y estén estrechamente asociadas a su gobierno, no pueden alcanzar la magnitud y el alcance del antiguo estado soviético.
Hay que también tener en cuenta que la oficialidad del estado ruso ha falsificado y distorsionado las cifras relacionadas con las relaciones económicas entre Cuba y la URSS. Por ejemplo, la agencia noticiosa Reuters reportó el 20 de mayo, que, de acuerdo con voceros rusos, el comercio bilateral entre Cuba y Rusia alcanzó la cifra de $450 millones en 2022, triplicando la cifra alcanzada en 2021. El problema es que los datos oficiales del gobierno cubano indican que el comercio bilateral entre los dos países alcanzó la cifra de 633 millones en 2022, lo cual indica una reducción del 29% en ese periodo. Los oficiales rusos también indicaron que en los primeros cuatro meses de 2023 el comercio bilateral entre los dos países alcanzó la cifra de 137.6 millones de dólares, o nueve veces lo que se había logrado en el mismo periodo el año anterior, aunque obviamente partiendo de una base más bien baja y con una cifra que en términos anualizados (412.8 millones de dólares) estaría todavía por debajo de lo que se había logrado en 2022. Estas cifras son también cuestionables porque las tasas de cambio aplicadas al peso y al rublo (respectivamente 24 y 82 por dólar) distorsionan e inflan los resultados. (14 y Medio, junio 8, 2023.) Es evidente, sin embargo, que algo está cambiando en las relaciones económicas entre ambos países, aunque es difícil apreciar hasta el momento la dimensión de los cambios como para poder distinguir la retórica propagandista de las nuevas realidades económicas en dichas relaciones.
Por parte de Cuba, Rodrigo Malmierca, el ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera declaró que “estamos trabajando para asegurarnos que las inversiones rusas en Cuba disfruten de una protección especial.” En ese sentido, Boris Titov, el Comisionado Presidencial para los Derechos de los Empresarios Rusos, y probablemente el enviado más importante de Putin a Cuba, citó las grandes concesiones hechas por el gobierno cubano que incluyen la oferta de tierras en usufructo a productores agrícolas rusos por treinta años [comparado con veinte años prorrogables para los campesinos usufructuarios cubanos], exenciones de impuestos relacionados con dichos usufructos, y otras posibles exenciones de tarifas e incentivos, como nuevos mecanismos para repatriar ganancias, y el desarrollo de una nueva línea naviera para atraer inversiones y facilitar el comercio con Rusia. Los rusos podrán también instalar sus propios bancos y usar el rublo para efectuar transacciones comerciales.
Dadas las consideraciones aquí expuestas y las características del sistema político y económico que predominan en el capitalismo de estado ruso, incluyendo la corrupción y el gansterismo, es de esperar que esta nueva fase de su intervención económica en Cuba difiera no solo del rol que jugó la URSS hasta que se desmoronó a principios de los noventas en sus relaciones con Cuba de estado burocrático a estado burocrático, sino también del rol que los inversionistas de España y de varios otros países de la Unión Europea juegan en Cuba, que generalmente siguen pautas capitalistas normales en lo que se refiere, por ejemplo, a las inversiones y tasas de utilidades, excepto al grado que éstas han involucrado la organización interna de la economía y sociedad cubana en cuestiones laborales y fiscales, entre otras. Así, por ejemplo, de acuerdo con Boris Titov, el financiamiento de nuevos proyectos como el establecimiento de un hotel en La Habana designado especialmente para turistas rusos estará a cargo de un fondo del Ministerio de Finanzas de la Federación Rusa, de esta manera combinando la acción estatal con la supuesta iniciativa privada que, como sabemos, está muy ligada a Putin y sus secuaces en la Rusia actual.
Mientras tanto, el llamado sector privado en Rusia (unos 120 millonarios que controlan el 70 por ciento de la economía debido a concesiones gubernamentales frecuentemente corruptas que han reforzado los nexos entre los nuevos capitalistas y el régimen de Putin) ha ido aún más lejos cuando en enero la agencia noticiosa rusa Interfax reportó que el “Consejo Empresarial ruso-cubano” (integrado por más de cien compañías industriales y comerciales aparte de otras instituciones educacionales, científicas y políticas rusas) presidido por Boris Titov estaba explorando “la transformación económica de Cuba basada en el desarrollo de compañías privadas.” De hecho, Titov ha públicamente declarado que es imprescindible que haya una reforma de mercado en toda la república y que Cuba abra completamente su economía. Durante una reunión que Titov celebró con empresarios de la región de Moscú, este comparó a Cuba con la URSS de finales de los 1980, antes que comenzara la gran ola de privatizaciones en dicho país generalmente basada en el robo privado de la propiedad pública. (“Díaz Canel se reúne con el reformador ruso, quien sigue negociando en La Habana,” Diario de Cuba, 22 de julio de 2023)
No se ha esclarecido si declaraciones como las de Titov significan o insinúan que los capitalistas rusos ligados al estado encabezado por Putin están dispuestos a ir más allá de su rol como inversionistas extranjeros para presionar políticamente al gobierno cubano para lograr la privatización en gran escala de las propiedades del estado cubano. Si este es el caso, es de esperar, a pesar de la bienvenida que los círculos de poder en Cuba les han dado a las iniciativas económicas rusas, una reacción muy negativa de la mayor parte de la burocracia política cubana. Esta burocracia ha aprobado la inversión extranjera generalmente en nuevas empresas y casi siempre en sociedad con el estado, pero se ha opuesto a la privatización de firmas estatales existentes, incluyendo las 285 empresas estatales que se reportaron con pérdidas según datos provistos por el estado cubano en marzo de este año. (“Cuadrando la Caja,” Cuba Debate, 16 de junio 2023). Hay excepciones a esta regla general en aquellos casos, como en el sector gastronómico en el cual negocios pequeños como cafeterías han claramente demostrado no ser viables como propiedad estatal y son convertidas desde arriba en cooperativas de los obreros del sector. En el caso de las MIPYMES (las empresas micro, pequeñas y medianas privadas) que recientemente se legalizaron en la isla, estas son en su mayoría, o nuevas empresas, o versiones de empresas ya establecidas por “trabajadores por cuenta propia” que, por lo general, nunca fueron empresas estatales.
El Elenco Económico Ruso en Cuba
Dado el gran énfasis ruso sobre la importancia de la propiedad privada empresarial, es altamente significativo que los principales enviados de Putin a Cuba para negociar la nueva relación económica con la isla son personajes asociados con la derecha rusa del mundo de la política. El anteriormente mencionado Boris Titov, que encabeza la lista de los enviados de Putin a Cuba, ha sido el Comisionado Presidencial para los Derechos Empresariales desde 2012 y es un empresario y político que ha encabezado el pequeño Partido para el Crecimiento Económico que previamente había sido conocido como el partido Causa de Derecha. Como tal, Titov se ha prestado para las farsas electorales de Putin que permite la existencia de pequeños partidos que postulan candidatos propios pero que eventualmente apoyan a Putin cuando éste es electo. En las elecciones presidenciales de 2018, Titov terminó en sexto lugar con 0.76% del voto total.
Otro de los personajes importantes que Putin envió a Cuba es Dmitry Chernyshenko, el Viceprimer ministro encargado de las áreas de Turismo, Deportes, Cultura y Comunicaciones desde el 2020. Chernyshenko también ha ocupado posiciones como alto ejecutivo en instituciones bancarias y de los medios de comunicación. Fue presidente del Comité Organizacional Olímpico para las olimpiadas de invierno que se celebraron en Sochi, Rusia en 2014, y como un ejemplo más de las penetraciones de tipo mafioso en las instituciones rusas, Chernyshenko fue removido en 2021 de la Comisión Coordinadora Beijing 2022 por el Comité Internacional Olímpico por motivo de su involucramiento en un escándalo de dopaje en Rusia.
Sin embargo, no cabe la menor duda que la más sorprendente y hasta chocante nueva presencia rusa en Cuba la constituye el Instituto para la Economía del Crecimiento Stolypin P.A., en honor de Piotr A. Stolypin que fue primer ministro y ministro del interior del gobierno Zarista desde 1906 hasta su asesinato en 1911. Stolypin jugó un papel sumamente importante como parte de la ola reaccionaria a la revolución rusa de 1905 una vez que esta fue definitivamente derrotada en 1906 por las fuerzas zaristas. Fue un represor enérgico y violento de los partidos y grupos opuestos a la tiranía zarista, pero al mismo tiempo trató de modernizar la muy anticuada y feudal – tanto en sus aspectos técnicos y económicos como sociales – agricultura rusa. El proyecto de Stolypin fue en realidad una versión de lo que Antonio Gramsci más tarde llamó “revolución pasiva,” en este caso una modernización agrícola desde arriba que no perjudicaría a los terratenientes y beneficiaria solamente a ellos y a los campesinos prósperos (los llamados Kulaks). Como V. I. Lenin explicó en su artículo “Una comparación del programa agrario de Stolypin y de los Narodniks” en 1912, Stolypin reconoció que era necesaria una ruptura total de la tenencia de la tierra en Rusia lo más pronto posible, “pero la ruptura tiene que ocurrir de manera que toda la carga caiga sobre los hombros de la mayoría de los campesinos – de los más arruinados y desafortunados de ellos. Los terratenientes no deben perder nada en este proceso. Si es inevitable que pierdan parte de sus tierras…esto debe ocurrir con el libre consentimiento de los terratenientes, y a un precio que ellos consideren justos. Los campesinos prósperos [kulaks] deben ser apoyados, y no hay razón para intentar prevenir la ruina de la masa de campesinos ‘débiles’”. (Lenin Collected Works, Progress Publishers, vol. 18, 143-149, 1975)
Con respecto a la Rusia actual, el Instituto Stolypin propone que Rusia debe cambiar de un modelo basado en la exportación de materias primas al modelo “competitivo” basado en el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, mejorar la productividad del trabajo en el sector privado, crear una nueva economía digital, y un sector social que funcione bien (un eufemismo para un “sector social” lo más pequeño y con los menores gastos posibles). Pero la incertidumbre económica que reina en Rusia es el problema principal según el Instituto Stolypin, a tal grado impide que la economía crezca. Lo que necesitamos, insiste el Instituto Stolypin, es certidumbre en la política económica y social. Es de suma importancia notar que dicho instituto no dice ni una sola palabra sobre lo que indudablemente constituye las fuentes principales de las arbitrariedades que inevitablemente producen dicha incertidumbre: la ausencia de democracia en Rusia en todos los sentidos de la palabra, y por ende la ausencia de un estado de derecho. El silencio del Instituto Stolypin con respecto a este problema fundamental del sistema político y económico ruso es mucho más elocuente que todo lo que sus publicaciones y voceros han dicho.
Lo que no sabemos todavía es hasta donde está dispuesto a llegar el Instituto Stolypin en su asesoría y consejos a los jerarcas económicos y políticos del supuesto estado “marxista-leninista” cubano y como responderían esos jerarcas a la intromisión de la derecha rusa en los asuntos domésticos de la isla. Si la intervención económica rusa no se refleja en una mejora significativa de la economía cubana que hasta cierto grado “compense” un aumento significativo de la intromisión política y corrupción en la isla causado por dicha intervención, la respuesta de los cubanos, sean estos burócratas, trabajadores o profesionales, será sumamente negativa.
La Situación de la Economía Cubana
Para comprender cabalmente el porqué de las iniciativas rusas en Cuba en 2023 y la recepción muy positiva por parte del gobierno cubano, hay que tomar en cuenta la crisis económica sumamente seria que está atravesando la isla, la cual se acerca en sus dimensiones al desastre económico que el país sufrió a raíz del colapso del bloque soviético a principio de la década de los noventa. Cuba sufre hoy una grave escasez de productos básicos para la alimentación y salud de la población con el destape de una tasa de inflación muy alta que llegó en abril de 2023 a 45 porciento, habiendo anteriormente ascendido hasta 77 porciento. Dada esa situación, no es de extrañar que el valor del dólar haya subido mucho y que se cotice a 240 pesos (agosto 10). Esta es casi nueve veces la tasa de 24 a 1 que prevaleció por varios años hasta tiempos relativamente recientes.
Ya hace mucho tiempo que la economía cubana está en caída ya que la tasa de inversión está muy por debajo de lo que se requiere para mantener e incrementar la producción y el nivel de vida existente, y aún menos para el crecimiento económico esencial para poder mejorar significativamente las condiciones y calidad de vida de las grandes mayorías populares en Cuba. Hay también que considerar, que, a más largo plazo, el sistema imperante en Cuba es profundamente burocrático y sistemáticamente crea la ineficiencia y arbitrariedad de los burócratas y la apatía e indiferencia de los trabajadores que no tienen estímulos e incentivos, y mucho menos el control desde abajo, para hacer una buena labor, sea en la producción de bienes o en el sector de los servicios.
Uno de los resultados más importantes de la crisis cubana presente, ha sido la más grande ola emigratoria que Cuba haya jamás presenciado. Esta ola ha sido permitida e indirectamente estimulada por el gobierno dado que está en gran grado basada que, desde noviembre del 2021, no les hace falta visa a los cubanos para entrar a Nicaragua, de donde emprenden el largo, costoso y frecuentemente peligroso viaje a la frontera mexicana con Estados Unidos. Como aliada del gobierno cubano, Nicaragua no hubiera establecido esa política sin por lo menos el consentimiento del gobierno de la isla, y probablemente fue establecida a petición de este último. Para fines de 2023 se calcula que más de 450,000 cubanos habrán emigrado en los dos últimos años, una cifra verdaderamente extraordinaria para un país que cuenta con 11 millones de habitantes. Esta emigración agravará la crisis demográfica que ha experimentado el país por un buen número de años especialmente si tenemos en cuenta que generalmente son la gente joven las que son más propensas a emigrar.
Entre las causas inmediatas de la crisis presente es necesario incluir al gran impacto que tuvo la pandemia de COVID en reducir dramáticamente la entrada de turistas a Cuba, las medidas de Trump que empeoraron el impacto del bloqueo criminal a Cuba y que el presidente Biden ha modificado a un grado muy limitado. Por su parte, la torpeza e incompetencia del gobierno cubano jugó un rol importante en esta crisis, particularmente en lo que se refiera al “reordenamiento” o reforma monetaria que provocó una gran inflación (prevista por muchos economistas cubanos como Carmelo Mesa-Lago) causada por una evaluación muy alta del peso cubano, sin que hubiera aumentado la productividad de la economía cubana, y durante la gran escasez de dólares y euros provocada por la caída del turismo.
Otro resultado de la crisis fue que el gobierno cubano relajó sus controles sobre la economía en 2021, permitiendo la expansión del sector privado con la legalización de los MIPYMES (micro, pequeñas y medianas empresas) que en el caso de las de tamaño mediano pueden legalmente tener hasta 100 empleados. Es muy temprano para poder apreciar las posibles consecuencias de este cambio en la política económica del régimen cubano. Sin embargo, hay un aspecto de la creación de las MIPYMES que adquiere una especial relevancia en el contexto de la nueva política económica rusa en Cuba. Aquí me refiero a los vínculos de algunos de los exitosos propietarios de las NIPYMES con el gobierno cubano, y particularmente con la Seguridad del Estado. Por ejemplo, como señalamos en un artículo anterior (“El Declive del Comunismo Rentista en Cuba,” La Joven Cuba, 7 de noviembre de 2022), tenemos el caso de la aparentemente exitosa fábrica de zapatos Jona´s Surl, localizada en la zona central de Camajuaní. Su asesor jurídico es un tal Yoandry Riverón, identificado como el “agente Cristian” de la Seguridad del Estado, involucrado en la expulsión de varios alumnos y profesores de la Universidad Central de Las Villas. Como sabemos, los silovikis (hombres fuertes) cercanos a Putin, provienen de los servicios secretos y fuerzas armadas rusas. Ese es el caso del propio Vladimir Putin, que fue por muchos años agente de la seguridad del estado soviético en Alemania. Este grupo ha jugado un papel sumamente importante en el desarrollo del capitalismo autoritario y gansteril en la Federación Rusa. Por supuesto, queda por ver como esas tendencias en Cuba se conjugan con la nueva influencia del capitalismo de estado ruso en la isla.
En todo caso, la nueva política rusa en Cuba debe ser vista con mucho escepticismo en lo que se refiere a la posibilidad de que tenga una influencia determinante sobre los destinos de Cuba, especialmente en términos económicos. Los posibles aportes de la Federación Rusa no parecen estar a la altura de las necesidades de Cuba, por lo menos en lo que se refiere a la economía, aparte del hecho de que es muy posible que se traduzca en un aumento cualitativo en la corrupción y crisis social, así como en la adopción más abierta de un capitalismo de estado gansteril en la isla.
* Samuel Farber nació y se crió en Marianao, Cuba donde estuvo activo en el movimiento estudiantil de la segunda enseñanza contra la dictadura de Batista. Ha escrito numerosos artículos y libros sobre Cuba, así como sobre la revolución rusa y la política estadounidense. Es profesor jubilado de la Universidad de La Ciudad de Nueva York (CUNY) y reside en dicha ciudad.
Abridged English version
THE NEW RUSSIAN PRESENCE IN CUBA
Right-wing Russians want to push Cuba toward a neoliberal economy.
By Samuel Farber
At the beginning of this year, Russia signed an agreement with the Cuban government promising to significantly increase its participation in the Cuban economy. This comes more than 30 years after the collapse of the Soviet Union and the period of the great influence and close association that Moscow had with Havana.
But why now? Putin is eagerly looking for allies wherever it can find them, especially considering the military, economic, and political impact that the Russian invasion of Ukraine and its subsequent crisis like the rebellion led by Prigozhin has had on Russia. However, the Russian economy was weak even before the invasion of Ukraine. The economic weight of Russia does not principally reside in its manufacturing and industrial power but on its status as a mayor extractor and distributor of hydrocarbon products, and on a smaller scale as producer and distributor of other services and products such as weapons.
Although Russia was apparently successful in its neoliberal campaign from 2024 to 2018 in reducing inflation and implementing budgets with surpluses, as well as in creating large monetary reserves and a lower national debt, it failed to overcome its chronic low rate of economic growth. A 2019 Chatham House study by Philip Hanson points out that this success was achieved at the expense of great sacrifices by the Russian people, especially among retirees, and through the prevention of massive protests by the repressive Russian system. This autocratic system, according to Hanson, with its characteristic corruption and its intrusions in the economy and society, constitutes an obstacle for private investment and competition. Hanson ignores the role of the state in boosting economic growth in the Soviet Union and China, albeit in a highly brutal and harshly antidemocratic manner. Yet, Hanson is correct to argue that any attempt to establish reforms in Russia, like the rule of law, runs the risk of destabilizing the existing political system. For these reasons, concludes the British study, such an attempt will not likely be made.
Russia has promised great results with its investments and collaboration with Cuba, but the specific projects that Russia has announced for the island are relatively meager. For example, on May 20, 2023, the website of the Russian Federation referred, in very general terms, to the implementation of projects in the areas of construction, digitalization, agriculture, transport, logistics, tourism, and banking. At the same time, Russian entrepreneurs and functionaries signed agreements with their Cuban counterparts to improve rum and sugar production, ensure the provision of wheat and oil to the island, and to repair tourist installations in poor condition. But there are few specific projects and many of those announced are small and local, like the establishment of a hotel for Russian tourists, the accreditation of 14 Russian enterprises by the Cuban authorities to sell food to the population, the export to Russia of almost a million dollars’ worth of fruit, the creation of a wholesale market to sell Russian merchandise, plans to repair and modernize one sugar mill in central Cuba, and the renovation of the factory Antillana de Acero.
On Cuba’s part, Minister for Foreign Trade and Investment Rodrigo Malmierca declared that “we are working to ensure that Russian investments in Cuba enjoy special protection.” Along those lines, Putin’s most important envoy to Cuba Boris Titov, the presidential commissioner for the rights of Russian entrepreneurs, cited the great concessions made by the Cuban government. These include the granting of land to Russian agricultural producers for 30 years (compared to the 20 renewable years granted to Cuban farmers) and other possible exemptions of taxes related to those lands and tariffs, incentives such as new mechanisms to repatriate profits, and the development of a new merchant marine company to attract investments and facilitate trade with Russia. Russians could also open their own banks and use the ruble for commercial transactions.
Given the nature of Russian state capitalism, including corruption and racketeering, this new phase of Russian economic intervention in Cuba will differ not only from the role that the USSR played until it fell apart, but also the role that Spanish and other European Union investors play in Cuba today. The latter generally follow normal capitalist practices in terms of investments and rates of profit, except to the degree that these have involved the internal organization of the Cuban economy and society in labor and fiscal questions, among others. Thus, for example, according to Boris Titov, the financing of new projects like the establishment of a new hotel in Havana specially designed for Russian tourists will be undertaken by a fund of the Finance Ministry of the Russian Federation, in this manner combining state action with supposed private initiative that is linked to Putin and his henchmen. Approximately 120 millionaires control 70 percent of the economy due to the frequently corrupt concessions that have reinforced the links between the new capitalists and Putin’s regime.
In the meantime, the so-called Russian private sector has gone much farther. In January, the Russian news agency Interfax reported that a “Russia-Cuba Business Council” of more than 100 industrial and commercial companies, presided over by Boris Titov, was exploring “the economic transformation of Cuba based on private companies.” In fact, Titov has publicly declared that Cuba should open the whole of its economy. During a meeting that Titov had with entrepreneurs from the Moscow region, he compared Cuba with the USSR of the late 1980s before the beginning of the great wave of privatizations that were for the most part based on the theft of public property.
Is not at all clear if declarations such as Titov’s mean that the Russian capitalists linked to Putin’s regime are ready to go beyond their role as foreign investors to politically pressure the Cuban government to undertake a large-scale privatization of the Cuban economy. If this is the case, despite the welcome that the Cuban power circles have given to Russian private initiatives, most of the Cuban political bureaucracy will react very negatively to proposals such as Titov’s. The Cuban bureaucracy has approved foreign investment in new enterprises, generally in association with the Cuban state, but has opposed the privatization of existing state enterprises, including the 285 state enterprises that have reported losses, according to data provided by the Cuban authorities in March. There are exceptions to this general rule, such as in the restaurant sector, where small enterprises such as cafeterias that have clearly demonstrated that they are not viable as state property have been converted to cooperatives, formed from above, of the workers in this sector.
The Russian Economic Cast in Cuba
Putin’s principal representatives who are negotiating the new economic relationship with Cuba are associated with the Russian political right. Boris Titov, who heads the list of Putin’s envoys to Cuba and has been the presidential commissioner for entrepreneurial rights since 2012, is an entrepreneur and politician who has led the small Party for Economic Growth that previously was known as Right Cause. As such, Titov has participated in Putin’s electoral farces that allow for the existence of small parties who put up their own candidates but that eventually support Putin when he is elected. In the presidential elections of 2018, Titov finished in sixth place with 0.76 percent of the vote.
But the most surprising and even shocking new Russian presence in Cuba is the Institute for the Economy of Growth, Stolypin P.A. named in honor of Piotr. A. Stolypin who was prime minister and minister of the interior of the Tsarist government from 1906 until his assassination in 1911. Stolypin was a violent and energetic represser of the groups and parties opposed to the Tsarist tyranny, but at the same time he tried to modernize the archaic Russian agriculture both technically and socially. Stolypin’s project was a version of what Antonio Gramsci later called a “passive revolution,” in this case an agricultural modernization from above that would only benefit the landlords and the prosperous peasants.
Today, the Stolypin Institute proposes that Russia should change from its model based on the export of raw materials to the “competitive” model based on the development of small and medium-size enterprises, improvement of the productivity of labor in the private sector, the creation of a new digital economy, and a social sector that functions well (a euphemism for a “social sector” that is small and with the lowest possible public cost.) But, according to the Stolypin Institute, the principal problem is the economic uncertainty that prevents the Russian economy from growing. What we need, insists the Stolypin Institute, is certainty in economic and social policies. The Institute does not say a single word regarding what undoubtedly constitutes the principal source of this uncertainty: the absence of democracy in Russia in every sense of the term, and consequently the absence of the rule of law. The silence of the Stolypin Institute with respect to this fundamental problem of the Russian political and economic system is far more eloquent than anything from its spokespeople and publications.
It remains unclear how far the Stolypin Institute is willing to go in its consultations and advice to the top economic and political officials of the “Marxist-Leninist” Cuban state and how those high bureaucrats would respond to the interference of the Russian right in the domestic affairs of the island. If Russian economic interference does not lead to significant improvement in the Cuban economy that somehow “compensates” for foreign interference and the corruption caused by such intervention, the answer of Cubans, be they bureaucrats, workers, or professionals, will be highly negative.
The Cuban Economic Situation
The Cuban government is by and large receptive to recent Russian initiatives because of the very serious economic crisis affecting the island, which is approaching the economic disaster that the country suffered in the wake of the collapse of the Soviet bloc. Today, Cuba suffers a grave shortage of the basic products needed for the health and nutrition of its population. Inflation reached 45 percent in April 2023. It’s no surprise that one dollar recently traded for 240 pesos, which 10 times the rate of 24 to 1 that was common until recently.
This crisis has produced the greatest wave of emigration that Cuba has ever witnessed. This wave has been permitted and indirectly stimulated by the Cuban government. Since November 2021, Cubans don’t need to obtain a visa to enter Nicaragua, from which they undertake the long, costly, and frequently dangerous trip to the U.S.-Mexico border. As an ally of the Cuban government, Nicaragua would not have established such a policy without the consent (and likely encouragement) of the Cuban government. By the end of 2023, more than 450,000 Cubans will have emigrated during the previous two years, an extraordinary number for a country of 11 million people. This emigration, especially of young people, will aggravate the demographic crisis that Cuba has experienced for several decades.
Among the immediate causes of the present crisis include the great impact that the COVID pandemic had on Cuba and the consequent dramatic reduction of tourists, along with the measures that Donald Trump adopted to worsen the impact of the criminal blockade of Cuba that President Biden has modified to a very limited extent. For its part, the incompetence and clumsiness of the Cuban government also played an important role in this crisis, particularly its “reordering.” During the great shortage of dollars and euros provoked by the fall of tourism, this monetary reform provoked a great deal of inflation by raising the value of the Cuban peso without a corresponding increase in the productivity of the Cuban economy. Another result of the crisis was the relaxation of government controls over the economy in 2021, allowing the expansion of the private sector with the legalization of micro, small and medium-size private enterprises) which in the case of the middle-sized ones may legally have as many as 100 employees.
In this context, the new Russian policies in Cuba must be viewed with considerable skepticism. The possible contributions of the Russian Federation do not appear likely to rise to the level of Cuban needs, at least in what concerns its economy. Besides, it raises the possibility that Russian initiatives will translate into the adoption of a racket-ridden state capitalism on the island, with a qualitative increase in corruption and social crisis.