por Jan Lust
[Jan Lust es miembro de la Redacción internacional de Utopía Roja. Pero no es esta la razón fundamental para brindarle solidaridad en el momento en el cual el régimen reaccionario peruano lo persigue. La verdadera razón es él mismo que la propone a final de su texto: «Denunciamos, sufrimos y peleamos para que la alegría de construir un país para todos sea un horizonte realizado. ¡Resistir, ahora, es vencer mañana!».
Estamos contigo, Jan. (r.m.)]
[Jan Lust è membro della Redazione internazionale di Utopia Rossa. Ma non è questa la ragione fondamentale per offrirgli solidarietà nel momento in cui il regime reazionario peruviano lo perseguita. La vera ragione la propone lui stesso al termine del suo testo: «Denunciamo, soffriamo e lottiamo perché la gioia di costruire un paese per tutti sia un orizzonte realizzato. Resistere ora è vincere domani!».
Stiamo con te, Jan.]
[Jan Lust is a member of the international editorial committee of Red Utopia. But this is not the main reason to offer him our solidarity now, when then reactionary Peruvian regime persecutes him. The true reason is proposed by himself at the end of his text: «We denounce, suffer and fight in order that the joy of building a country for everybody be an achieved horizon. To resist now is to win tomorrow!».
We stand with you, Jan.]
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A LA OPINIÓN PÚBLICA
Mi nombre es Jan Lust, soy originario de los Países Bajos. En marzo de 1999 llegué al Perú. Viví acá desde entonces, más de 25 años. Durante este tiempo, he trabajado como docente-investigador en diferentes universidades, como la Universidad del Pacífico (UP), la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y la Universidad Ricardo Palma (URP).
Mi viaje al Perú y mi permanencia en este país fueron motivados por razones sociales y políticas. Mi principal objetivo era contribuir a procesos que apuntaran a generar profundos cambios políticos, económicos y sociales en la sociedad. Mi primer viaje como turista fue en 1998. Fue, entonces, que me convencí de que el Perú era el lugar donde quería dejar los mejores años de mi vida.
Con relación a mi pensamiento político, consideraba que la riqueza producida por todos debería ser para todos. Mi enfoque no se basaba en trabajar a favor de una mejor distribución de la riqueza, sino en buscar los cambios de los procesos productivos. Pensaba, y aún pienso, que el país necesita cambios transformacionales hasta las raíces.
Mi motivación por contribuir a los cambios estructurales en el Perú me llevó, por un lado, a realizar actividades académicas e intelectuales y, por otro lado, a participar en diversos procesos no académicos. Siempre traté de relacionar mi trabajo intelectual con la concientización de la necesidad de un cambio político, económico y social.
Por esta razón, los temas que trato en mis libros abordan la lucha revolucionaria de la década de 1960; el desarrollo político, económico social en el período 1980-2016; y el carácter estructural y sistémico del subdesarrollo en el Perú. En todos ellos analizo los problemas políticos, económicos y sociales que impidieron los necesarios cambios transformacionales. Mis artículos y capítulos de libros sobre los procesos guerrilleros en la década de 1960, lucha armada en la década de 1980 y 1990, izquierda peruana en la década de 1980, modelo económico neoliberal, estructura económica del país, extractivismo, minería y poder económico, precariedad laboral, carácter estructural de la inequidad en el Perú, Estado peruano, Covid-19, sociedad civil, captura del poder, estructura de clases del país y lucha de clases en los últimos años, entre otros, buscan interpretar y facilitar los cambios de la realidad peruana.
A estas alturas, debo decir que mi contribución al cambio transformacional desde el campo académico peruano está terminándose. La derechización de la política peruana, expresada en la dominación de la extrema derecha en el Congreso, la generalización de la mediocridad en la academia y el imperio del pensamiento único han causado que ya no pueda continuar contribuyendo en la misma forma como antes. Ahora, después de 25 años, las puertas académicas se me han cerrado.
Lo que, a continuación, les cuento es mi testimonio sobre el final de mi estadía en el Perú. Empezaré por el último suceso que me ocurrió en la URP. El miércoles 17 de abril del presente año, tres personas de la seguridad universitaria intentaron expulsarme a la fuerza de mi oficina en el Centro de Investigación. Me dijeron que ya no trabajaba en la universidad. Eso fue una completa sorpresa para mí. Ese día, no lograron sacarme de mi oficina. Pero, el 19 de abril, dos días después, me prohibieron la entrada a la universidad. Incluso, para asegurarse que de ninguna manera yo pudiera entrar, al parecer, las autoridades dispusieron de apoyo de una seguridad “especial”. Este hecho me demostró que la extrema derecha ya había tomado la dirección de la URP.
Al parecer, mi expulsión de la universidad es el resultado de una calumnia de años atrás. Hace cuatro años, surgieron acusaciones de que yo estaba difundiendo el “pensamiento Gonzalo” en mis clases virtuales del doctorado en Ciencia Política. En ese entonces, las autoridades jerárquicas no dieron valor a estas acusaciones y fueron consideradas como acusaciones de carácter difamatorio y sin ningún sustento. Aunque estas mismas autoridades nunca quisieron revelar la fuente, los indicios apuntaban que el origen de las imputaciones fue otra autoridad dentro de la URP, relacionada con las fuerzas de la extrema derecha en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. En marzo de 2020, al comienzo de la pandemia, esta misma autoridad aprovechó la oportunidad para retirarme del curso que dictaba desde 2016 en la mencionada facultad y sin motivación académica alguna.
El cambio de las autoridades de más alto nivel, a fines de 2023, modificó radicalmente mi situación en la URP. Ahora empezaba a correr el rumor de que yo estaba relacionado con el Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF), una organización vinculada con Sendero Luminoso e, incluso, se contaba con la existencia de videos que demostraban esta relación. Al igual que en el caso de mi supuesta difusión del “pensamiento Gonzalo” en mis clases virtuales, tampoco existían evidencias.
Mi caso es un ejemplo del famoso “terruqueo” que la derecha aplica a todos los que luchan por el bienestar de las grandes mayorías, a todos los que critican abiertamente el modelo económico vigente en el país desde la década de los noventa, a todos los que se declaran en contra de la explotación del ser humano por otro ser humano, a todos los que abogan por un cambio transformacional, hasta las raíces, de nuestra sociedad, y a todos los que se identifican con el pensamiento crítico, el libre desarrollo de las ciencias y en oposición al pensamiento único.
Esta última acusación parece haber llegado a los oídos de las nuevas autoridades de la URP. Argumentando que no había estudiantes para mis cursos, rescindieron mi contrato unilateralmente. De acuerdo con lo que me dijeron extraoficialmente, habrían sido estas nuevas autoridades jerárquicas quienes me prohibieron continuar trabajando en la universidad.
El hecho de que la URP decidiera terminar mi contrato no fue una sorpresa para mí, pero sí la confirmación del costo de tener una opinión contraria a las fuerzas dominantes. En 2004, por ejemplo, me cancelaron el contrato en la primera universidad peruana que trabajé por razones similares a las ocurridas en la URP. En otra ocasión, en una universidad considerada una de las mejores en el rubro de los negocios, me dijeron verbalmente que no pudieron contratarme porque yo era de izquierda. Asimismo, en otra importante institución universitaria me retiraron de un curso el mismo día en que había sido aceptado formalmente. Es decir, el día en que se había acordado, con los encargados del curso, que yo dictaría algunas secciones sobre la realidad nacional, recibí una llamada de una supuesta autoridad en la que me dijeron que no había suficientes estudiantes para contratarme. Luego, me enteré de que esta autoridad estaba relacionada con la minería en el Perú, lo que me hizo suponer que estaba informado al respecto de los temas de mis artículos.
En el 2023, participé en la PUCP en un concurso para una plaza en el Departamento de Economía. El Consejo de Departamento me retiró del concurso por no cumplir con un número de criterios que no fueron publicados en la convocatoria antes y durante del concurso. Nadie podía cumplir estos criterios, porque tenían un carácter subjetivo que, discretamente, sirvió para rechazar mi postulación.
Lo que ha pasado conmigo no es nuevo y no es único. Aunque sus casos no son conocidos, hay decenas de personas en el Perú que pierden su trabajo por razones políticas. No son conocidos porque estas personas no quieren perder oportunidades laborales futuras en el medio. Es comprensible, pero creo que debemos sentar un precedente, porque el deseo de la derecha es silenciarnos con el miedo. Yo lo denuncio y lo hago público.
Desde el lado de corazón, podemos decir que esto forma parte del oficio, pero no es algo fácil de asumir. Perder el trabajo en el Perú puede tener grandes consecuencias sociales y, mucho más aún, cuando es por razones políticas. No es solo un atentado al bienestar del directamente involucrado, sino también al bienestar de nuestras familias y de otras personas relacionadas. Sobre todo, es un atentado al desarrollo de una sociedad libre y democrática.
Las situaciones vividas en la URP son evidencia de un claro avance de la extrema derecha en el Perú. Los problemas que he tenido en otras universidades demuestran que la academia no está exenta de la lucha de clases. La derecha, liberal o conservadora, siempre trata de silenciar a las voces antagónicas que buscan la transformación social y el bienestar para los productores de la riqueza nacional, en la academia y en cualquier otro lugar en la sociedad.
Hoy, en el Perú, la situación no es favorable para las fuerzas del cambio social y de la felicidad. Sin embargo, esto no implica que debamos retirarnos y guardar silencio. Si callamos, el viento de las fuerzas del pasado y de la oscuridad se convertirá en una tormenta.
Denunciamos, sufrimos y peleamos para que la alegría de construir un país para todos sea un horizonte realizado.
¡Resistir, ahora, es vencer mañana!
Jan Lust
Lima, 3 de agosto de 2024
janlust@ymail.com