por Jan Lust
El siglo XX presenció tres pandemias vinculadas con la gripe. En 1918 cobró cuarenta millones de vidas a nivel mundial. Cuarenta años después, en 1958, se presentaron dos millones de víctimas y, en 1968, otro millón más. La Covid-19, primera pandemia del siglo XXI, lleva algo casi cuatro millones de muertes a nivel mundial desde enero de 2020 hasta el presente.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), habiéndose desplegado el pico de contagio viral a nivel mundial, se espera durante 2021 una reducción progresiva del número de infectados y muertes con posibilidades de nuevas oleadas con diferentes temporalidades. Estos ciclos serían menos recurrentes por el desarrollo de inmunidad colectiva, y eventualmente asimilaría niveles de contagio parecidos a la influenza común. De acuerdo a este planteamiento, la situación de reducción dependería en gran medida a los esfuerzos actuales por minimizar el contagio y de proteger del peligro a los más débiles (ancianos y enfermos sistémicos) mediante la vacunación colectiva.
Las estimaciones de la OMS parecen sueños infundados. A nivel mundial la cantidad de contagios en 2021 continúa elevándose siguiendo la tendencia de 2020, mientras que la cantidad de vacunados es todavía incipiente, particularmente en las regiones del sur mundial. En abril de 2021 se ha llegado a 162 millones de personas contagiadas, aproximadamente el 2% de la población mundial. Por otro lado, la brecha de producción, distribución y consumo de vacunas entre países desarrollados y países dependientes es abismal. Mientras que Israel tiene casi el 60% de su población total vacunada con las dos dosis, 5 millones aproximadamente, o Reino Unido casi el 50%, algo más de 35 millones personas, en países como Bolivia tan solo se ha logrado un 1,5%, 171 mil personas y en el Paraguay el 0,8%, es decir 60 mil personas.
El desarrollo de vacunas por varios laboratorios de investigación privada ha contado con importantes aportes de dinero público, además, de la apertura al intercambio, más o menos desinteresado y solidario, de descubrimientos desarrollados previamente por la comunidad científica internacional. Se estima que, a nivel mundial, la inversión pública para la concreción de la vacuna asciende a los U$18.500 millones. En esta línea, la liberación de regulaciones para protocolos de prueba, tratamiento y seguimiento del proceso post vacuna, entre otros aspectos, ayudan a entender el alto impacto de presupuesto público en este proceso.