El panóptico de Jeremy Bentham dibujado por Willey Reveley, 1791 |
Actualmente estamos asistiendo en Occidente a una profunda transformación de los mecanismos de poder. Pasando por las lecturas claves del anarquista Piotr Alekséyevich Kropotkin (Las Prisiones), Filosofía penal de José Gil Fortoul, De los delitos y de las penas de Cesare Beccaria, En la colonia penitenciaria de Franz Kafka, 1984 de George Orwell, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión de Michel Foucault, “las sociedades de control” en Gilles Deleuze.
Podríamos decir que se van instaurando en el sistema panóptico-social que se instituye, sobre todo en los órdenes “socialistas”, “comunistas”, totalitarios y las modalidades de terrorismo contemporáneos bajo dos posibles formas: una, como poder sobre la vida (las políticas de la vida biológica, entre ellas las políticas de la sexualidad), y la otra como poder sobre la muerte (el racismo).
En consecuencia se trata, en definitiva, de la estatización de la vida biológicamente considerada, es decir, del hombre como ser viviente.
Los temas biopoder (biopouvoir), biopolítica y disciplina se encuentran en el último capítulo de “La voluntad de saber” (vol. 1 de Historia de la sexualidad, tres tomos) y en la clase del 17 de marzo de 1976 del curso “Il faut défendre la société” (“Defender la sociedad”) –dos textos fundamentales, ambos de Foucault, de referencia acerca del biopoder–.
A partir de la denominada discusión entre modernidad y posmodernidad, los planos rupturales que se vienen dando en el Viejo Continente (caída de la Cortina de Hierro, unificación de las dos Alemanias, Mayo francés, caída del Muro de Berlín, las propuestas musicales como discurso rítmico-sonoro de los márgenes creativos, al estilo de Pink Floyd, Talking Heads y David Byrne, Robert Fripp y King Crimson, Mike Oldfield, el legado de Human Nature de Miles Davis, Michael Brecker y Steps Ahead y una cantidad brutal de elementos imaginativos a manera de dispositivos pulsionales y en el área de una tremenda economía libidinal que trata a toda costa de luchar contra los planos represivos totalitaristas y hegemónicos de un pensamiento uniforme basado en la igualdad distributiva de la pobreza frente al deseo como potencia y no como carencia.
El antiguo derecho del soberano de hacer morir o dejar vivir es reemplazado por un poder de hacer vivir o abandonar a la muerte. A partir del siglo XVII, el poder se ha organizado en torno a la vida bajo dos formas principales que no son antitéticas, sino que están atravesadas por un plexo de relaciones: por un lado, las disciplinas (una anátomo-política del cuerpo humano), que tienen como objeto el cuerpo individual, considerado como una máquina; por otro lado, a partir de mediados del siglo XVIII, una biopolítica de la población, del cuerpo-especie, cuyo objeto será el cuerpo viviente, soporte de los procesos biológicos (nacimiento, mortalidad, salud, duración de la vida).