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martedì 9 maggio 2017

DE CÓMO JUSTIFICAR UN CRIMEN DE LESA HUMANIDAD DESDE LA DERECHA Y DESDE LA IZQUIERDA, por José Quintero Weir (Ruptura/Utopía Tercer Camino)

Respuesta al comunicado del CLACSO

Dos noticias sacuden los telediarios latinoamericanos. La primera es la que pueden ver cada diez minutos en TeleSUR, bien sustanciada con entrevistas a los involucrados: nos referimos a la decisión del Tribunal Supremo de Justicia que reduce las penas a todos los violadores de los derechos humanos durante la dictadura argentina, que mataron a mujeres y robaron sus hijos que fueron asumidos como propios por los mismos militares que asesinaron a sus padres y por los que las llamadas “Abuelas de Plaza de Mayo” han mantenido una lucha por la recuperación de las huellas de sus hijos y nietos asesinados y raptados como parte de toda una política militar de la derecha en el poder para borrar la memoria de la existencia de una comunidad argentina previa a la toma del poder de la dictadura.
La otra noticia nunca aparece en TeleSUR, sino como expresión de “la búsqueda de la derecha en Venezuela para derrocar al gobierno revolucionario de izquierda”, y por lo que el gobierno revolucionario debe aplicar una represión que produce una ración diaria de, por lo menos, dos jóvenes estudiantes entre los 17 y los 19 años asesinados por la Guardia Nacional (algo así como los miembros de la Armada Argentina encargados de liquidar a los disidentes de la dictadura), o por fuerzas irregulares armadas por el gobierno y protegidas en su accionar por las fuerzas militares (algo así como los elementos de la Triple A, muy conocidos por las mismas Abuelas de Plaza de Mayo).
La paradoja se produce en el momento en que en el mismo portal temporal se encuentran la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo porque los asesinos de sus hijos e hijas y raptores de sus nietos puedan quedar impunes de sus crímenes, justo en el momento en que ellas mismas (por lo menos algunas de sus más mediáticas representantes, como la “Abuela” Bonafini) han llegado a justificar las mismas acciones contra las que han luchado en contra de la dictadura militar y por las que hoy se levantan en contra del perdón contra los asesinos de sus hijos, pero que en Venezuela se cometen contra jóvenes que, equivocados o no, han salido exactamente igual que sus hijos y nietos en defensa de unos derechos por los que son diariamente asesinados a razón de dos jóvenes por día.
La justificación es que quien mata a sus hijos es la dictadura militar de derecha, de tal manera que debemos entender que los dos jóvenes que diariamente han venido siendo asesinados por el gobierno de Maduro están criminalmente bien asesinados, pues quien los mata a mansalva, aún aplastándolos con sus tanquetas, han sido los esbirros representantes de la “revolución” de la “izquierda”.
Pero esto que decimos no estaría terrible, sino fuera por la justificación que intelectual, teórica y académicamente pretende proponer el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), quien ofrece un comunicado en el que pretende colocarse por encima del bien y del mal, señalando que se trata de “errores” de la “derecha” y “errores” del gobierno. Vale decir, la solución se centraría en la “corrección” de tales errores, para que volvamos a vivir en paz.
Si tal sofisma lo expresara un campesino, o un pobre de cualquier ciudad de Venezuela a la espera de recibir una bolsa de comida o el cupo para comprar un medicamento para una enfermedad terminal de un familiar, nada diríamos, nos quedaríamos callados, pues se trata de alguien absolutamente vulnerable al ejercicio del poder de los más terribles mafiosos que hoy nos gobiernan.
Pero quienes lo dicen son los pretendidos “estudiosos de la realidad social de América Latina”, con un presupuesto en dólares que ya quisieran tener los hospitales venezolanos en este momento y que no cuestionamos per se, si no fuera porque provoca comunicados tan supuestamente anodinos como el que hoy leemos, firmado en favor de un gobierno que está asesinando un promedio de dos jóvenes por día, violando su propia Constitución Nacional, sólo en función de su permanencia en el poder y de sus negocios evidentemente vinculados con lo peor del crimen organizado.
Si algo aprendí de mi abuelo José Quintero Soto, fue que no hay nada peor que un petardista, es decir, que aquel que lanza petardos a uno y otro lado sólo para hacer ruido, pero sin otra pretensión que no sea llamar la atención sobre sí mismo, pero sin conciencia ni compromiso alguno con los petardos que lanza, pues bien sabe que sus petardos sólo hacen ruido y nunca conciencia en los otros.
Así, el hecho de que el CLACSO se haya dignado emitir un comunicado en el que se pronuncian sobre los crímenes que hoy se cometen en Venezuela no es lo que nos llama la atención, tampoco el hecho de que lo mismo haga la OEA, pues estos crímenes se vienen cometiendo desde hace 17 años atrás y por los que han perdido la vida dirigentes indígenas como Sabino Romero, dirigentes sindicales obreros y dirigentes campesinos que, sumados todos, contabilizan cerca de las tres centenas de asesinados en el contexto de la “revolución bolivariana”.
A cambio, la misma “revolución” manejó el volúmen de dólares en el presupuesto más grande que en la historia republicana de Venezuela sea posible imaginar. Manipuló el poder más enorme que un pueblo le entregara a gobernante alguno en toda la historia de América Latina, para que hoy la nación “supuestamente” más rica de todo el continente vea cómo sus hijos son despreciados y vistos con ojeriza en todo el continente por los países que, obligados por las circunstancias, les reciben no sin menosprecio.
Mientras la cúpula en el poder ostenta la mayor de las riquezas. Abiertamente se muestra vinculada a los más oscuros negocios, pero sobre todo es capaz de asesinar día a día un promedio de dos jóvenes estudiantes que, repetimos, equivocados o no, salen a manifestar en las calles su descontento. Llamar a esto “un error” es más que un eufemismo, es el petardismo que denunciara mi abuelo como la peor de las expresiones humanas.
Pues los “errores del gobierno” y de la “oposición” han costado centenares de jóvenes asesinados (no uno ni dos, sino cerca de trescientos en los 18 años de gobierno que hasta ahora han sido), la diferencia ha estado en que el asesino ha sido un gobierno autocalificado y considerado por los petardistas como de “izquierda” y “revolucionario”; los argumentos para justificar los crímenes, al igual que los dictadores argentinos, chilenos, uruguayos y paraguayos de la época, son igualmente jalados de los cabellos, y así han sido aceptados, difundidos y hasta teorizados por instituciones como el CLACSO. […]


José Quintero Weir, licenciado en Letras (LUZ, 1986), es profesor universitario, gerente cultural y escritor (narrador y humorista) indígena de la etnia Añú.

En la propagación y/o reedición de este texto le rogamos citar la fuente: www.utopiarossa.blogspot.com