La posición de Ruptura/Utopía Tercer Camino sobre la propuesta de una Constituyente “por arriba” en Venezuela
Lo que está convocando el Presidente Maduro es más de lo mismo, es la trampa organizada, planificada, orquestada por no querer ser desalojado del poder, poder que ha utilizado para establecer y consolidar la nueva burguesía que se ha alimentado del saqueo del erario público.
Una Constituyente Originaria no surge del poder constituido, la convocatoria es tramposa y lo que se busca es consolidar el modelo de dominación donde oposición y gobierno sólo se diferencian en su forma de actuar, pues en el fondo ambas tendencias coinciden en el pensamiento neoliberal del paradigma del mundo globalizado, y de allí que tanto la oposición de la llamada MUD y el llamado gobierno “revolucionario” solo responden a los intereses de ese capital a cambio de las cuotas de poder que los dueños de ese imperio del capital les otorgan a costa del sufrimiento de nuestro pueblo.
Una Constituyente Originaria no reconoce el poder constituido y por lo tanto convocar una Constituyente Originaria desde la presidencia de la República es falaz y perverso, pues su objetivo es confundir, enredar, barajar la triste realidad que los venezolanos de abajo vivimos por culpa de gobiernos que tanto ayer como hoy sólo han servido para originar una clase dominante ladrona y malévola, que han utilizado lo que ellos llaman democracia para engañar, reprimir, asesinar a un pueblo que cuando se alza, inmediatamente lo condenan.
Una Constituyente Originaria surge de abajo y no de arriba, es producto de las luchas sociales que poco a poco van registrando hechos constituyentistas donde el pueblo muestra su verdadera fuerza y poder, para decirle a la clase dominante y sus respectivos partidos políticos que hasta aquí les llegó ese juego macabro que durante muchos años solo ha servido para esclavizar a la población.
Una Constituyente Originaria genera un proyecto de país distinto a los que hemos tenido y debe ser profundamente nacionalista y patriótico, libre de la influencia retorcida de lo que son el capitalismo y el llamado “socialismo”, que sólo sirvieron para que una clase en nombre de ambos modelos se enquistaran en el poder para someter a la población a vivir en pobreza, mientras ellos utilizan el poder para saquear los recursos propiedad de los pueblos.
UN NUEVO PROYECTO
Se trata de elaborar un nuevo proyecto de país, una nueva civilización distinta a las conocidas hasta ahora, y la misma necesariamente pasa por la eliminación de esa figura bribona y siniestra llamada Estado -ya lo hemos dicho- en el nuevo plano societario que ha de nacer, producto de una verdadera y auténtica revolución impulsada por la voluntad colectiva de nuestros pueblos, donde las relaciones de mando vertical entre dominante-dominado, opresor-oprimido desaparezcan para siempre; no tiene cabida el llamado Estado, pues éste no permitiría nunca que el poder descanse realmente en los pueblos, donde surja de manera jurídica la reapropiación social de la ley, para darle horizontalidad a ese poder que ha de descansar en las comunidades.
En ese mismo plano jurídico-político no podrá tener cabida la figura presidencial, a cambio ha de nacer -por ejemplo- una junta de administración elegida nominalmente. Los partidos políticos tampoco tendrán cabida y serán eliminados, igualmente gobernadores, diputados regionales y concejales, ya que son expresión de una clase parasitaria, y los alcaldes electos harán el papel de legisladores en cada estado y planificarán juntos a las comunidades su propio desarrollo, de manera que el pueblo y sus expresiones genuinas sean los propios protagonistas de su historia y se evite que estos le roben los espacios de organización social a la población. Toda representación popular no podrá tener privilegios económicos ni políticos, pues la nueva civilización habrá de abrir los caminos para que esa democracia sea realmente una práctica para la libertad inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa libertad, esa democracia tiene que ser por naturaleza antiimperialista, de manera de hacer honor al legado histórico dejado por nuestros libertadores. Una Constituyente Originaria debe expresar el real sentimiento del pueblo, que no es otro que producir un proyecto de país desde abajo, que resuma el ideal bolivariano de “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.
El juego político venezolano ha llegado a tal extremo, por parte de la clase política, que las propias leyes que ellos hacen las irrespetan, las pisotean y las interpretan cada quien a su propia conveniencia y valoración.
Esas mismas leyes las arman para montar las trampas jurídicas, que responden simple y llanamente a mantener los privilegios que da el poder. Son trampas que descansan sobre falacias de autoridad donde se incluye el Presidente, el Tribunal Supremo, la Asamblea Nacional, la alta jerarquía militar y los propios Organismos Internacionales “custodios de la democracia”, donde unos y otros se acusan de violadores del llamado hilo constitucional.
Es una trampa lanzada al escenario político como especie de “caza bobos”, que ve a una población cada vez más dividida y parcializada en un juego lúgubre que termina y siempre ha terminado en acuerdos donde el pueblo lleva todas las de perder.
Ese juego macabro está dado en cómo seguir en el poder y los otros como sacarlos del dominio de ese poder, pero que en suma, en mayor o menor grado, ambos sectores representan el poder. Esa lucha de poderes es el centro de todo lo que ha tocado vivir a nos venezolanos en ese escenario político sucio y corrompido y donde la injusticia marca -si los de abajo no actuamos- un futuro nada halagador.
En medio de todo éste teatro montado por oposición y gobierno, cómo no recordar a nuestro Fabricio Ojeda, cómo no decir que su pensamiento tiene completa vigencia en estos días de aciago para nuestra historia, cuando en su libro La guerra del pueblo nos indicaba que la crisis venezolana es producto de un modelo agotado, un modelo que ha sembrado el odio entre los venezolanos, la hambruna, la descalificación, los privilegios políticos y económicos, el chantaje a la prensa, la miseria y sobre todo la entrega de nuestros recursos naturales a través de las empresas mixtas al gran capital foráneo, violentando la soberanía y reduciendo cada día que pasa la posibilidad de un verdadero cambio de estructuras que le den al país otra cara, donde predomine la justicia social y las libertades que una verdadera democracia debe tener, democracia capturada en el ayer y en el hoy por partidos políticos que no son otra cosa que grandes imitadores que operan y funcionan como la “Cosa Nostra”.
Nuestra democracia es una democracia enmascarada tanto en el ayer como en el presente y para seguir engañando y disfrutando de las prebendas que les da el poder se colocan las máscaras, los unos aparentando ser grandes demócratas y los otros revolucionarios y bolivarianos, cuando ambos sectores son responsables de las desgracia que nos toca vivir en todos los órdenes y cuyo objetivo que persiguen es apoderarse de las riquezas que pertenecen a todos los venezolanos.
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