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lunedì 30 aprile 2018

DERECHOS HUMANOS: UNA PERSPECTIVA CULTURAL, por Tito Alvarado

© Quino
En el año 1948, exactamente el 10 de diciembre, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Documento que con el tiempo ha demostrado estar redactado más de buenas intenciones que de realidades sostenibles. Tanto las dictaduras como los gobiernos “democráticos” se han ocupado de violar sistemáticamente estos derechos.
Lo paradójico es que se ha debido redactar una Declaración Universal que consagre lo que se ha de entender por Derechos de los seres humanos, lo cual nos señala que antes de esa declaración estos supuestos derechos, es decir, ese algo sagrado a respetar por todos los que convienen humanamente, no existían o no había suficiente respeto hacia ellos. Sin embargo, la consagración de los Derechos Humanos que hace la Declaración Universal no ha pasado de ser una simple ilusión, pues antes y después de dicha fecha no hubo ni ha habido mucho respeto por los derechos del ser humano, pues en esencia la civilización actual se sostiene sobre la base del no respeto por el ser humano. Visto de este modo el asunto, podemos concluir que nos enfrentamos a dos dilemas: el de determinar las razones de este no respeto, enfrentamiento que ha de conducirnos al cambio; y el de entender que ante todo son los hechos los que tienen valor, no las palabras o buenas intenciones.
Se da el caso que ahora, a fuerza de ser transgredidos por ellos (los que tienen posiciones de poder) estos Derechos Humanos consagrados en la Declaración Universal, debemos nosotros, los desposeídos del poder, levantar organización y hacer conciencia sobre la necesidad de respetar estos derechos teóricos y castigar a quienes no los respetan. Lo terrible es que hacemos esto dentro de ciertas reglas y cierta moral, que no son nuestras reglas ni nuestra moral sino las reglas y la moral de quienes dominan, transgrediendo y corrompiendo todo lo que tocan.
Si nos atenemos al contenido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, veremos que son de una justicia que supone un ser humano mucho más desarrollado moralmente y suponen un orden de cosas y un sistema económico social cuya misión fundamental sea el ser humano. La cruda realidad en que se mueve lo humano actualmente es que unos son enemigos consagrados de otros; que unos tienen poder y son los menos, que otros no tienen nada y son los más. En la esencia misma del sistema está la raíz del no respeto de unos seres humanos contra otros y allí también están los fundamentos ideológicos que justifican la deshumanización del ser humano y convierten en moral todo aquello atentatorio contra la dignidad humana.
Sin cambiar de raíz el actual sistema socioeconómico, por uno cuyo centro y motor sea todo lo humano no habrá lucha por el respeto a los derechos humanos que sea de verdad una lucha fructífera.
Nos movemos en un círculo vicioso: de un lado, nos ocupamos de defender unos derechos que no se respetan dentro de los marcos de una sociedad que tiene por fundamento no respetar al ser humano; y de otro, no podemos no luchar porque se respeten. Esto nos sitúa entre la espada y la pared: cómplices del sistema por ingenuidad, al creer o esperar que dentro del sistema se pueda obtener justicia; o cómplices por inacción, y obtener como resultado la permanente violación de los derechos humanos.
La falsa solución de este problema puede dar como resultado que muchos se muevan en lo estrictamente urgente, sin atender lo verdaderamente importante. Lo que se necesita hoy es incorporar a toda lucha social: la lucha por el cambio social, la lucha por el respeto de los derechos humanos, la lucha por el respeto a la diferencia cultural, así como incorporar a cada una de estas luchas –las otras, que falten–. Se trata de romper los esquemas neoliberales que lentamente se han enquistado en nuestros movimientos, bajo la forma de que lo nuestro es lo único o lo más importante, esperar que los otros se agreguen a nuestro movimiento o luchar acomodando nuestra visión de la realidad a las necesidades de nuestros fines.
Que estas palabras iniciales sirvan de preámbulo para insertarnos en los aspectos del tema que ahora queremos desarrollar.

A) Un examen breve
Se entiende por derechos humanos el contenido de la Declaración Universal de los Derechos Humanos del Hombre, aprobada por las Naciones Unidas poco después de la Segunda Guerra Mundial. Si nos remitimos al Manifiesto Comunista de 1848, veremos que en su primera parte este nos dice que la violencia ha sido la partera de la humanidad. Con esto se nos está señalando que la violencia obedece a unas leyes internas, no en su expresión sino en su origen y contenido, en esencia para imponer la “razón” de las fuerzas emergentes o de las que resulten vencedoras en el proceso de la lucha de clases. Es la constatación del fatalismo que la humanidad avanza a las trompadas.
¿Cuál podría ser el objetivo de unas normas para regir el respeto entre los seres humanos, como en esencia es la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Regular las miserias de los pueblos o intentar hacernos creer que basta un simple código escrito para que la convivencia humana sea diametralmente distinta? Los porfiados hechos se han encargado de entregarnos una respuesta que anula todo propósito altruista de dicha declaración, pues la violencia de quienes tienen el poder, contra todo intento de revertir el orden establecido por ellos, no obedece a otras normas que no sean sus propios y únicos intereses.
Veamos que nos dicen algunos artículos y evaluemos:

  • Artículo 1 – Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Aquí se establece una norma ideal, se nos enuncia algo que debiera ocurrir, pero que no ocurre.
De momento que nacemos bajo el paso de la deuda externa, bajo el peso o confort de la situación económica y social de nuestros padres, hay unas terribles diferencias que nos marcan como libres a los menos y como esclavos modernos a los más. Lo de dotados de razón y conciencia, más parece un eufemismo que un enunciado de posible lógica. La razón, es decir el razonamiento, se alimenta de educación, de cierta capacidad para pensar y sobre todo de información veraz; de otra parte, el comportamiento fraternal supone tener con que hacerlo. Nadie puede invitar a compartir lo que no se tiene.

  • Artículo 3 – Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
Cada día que pasa, las grandes ciudades se vuelven más y más inseguras. Ya nadie puede pasearse a altas horas sin temor de ser asaltado y despojado de las pocas cosas de valor que pueda tener. Esto mismo hace que no seamos libres en nuestros movimientos ni sentimientos. El derecho a la vida ha de suponer una seguridad de contar con un respaldo social contra todo acontecimiento anti-vida: un accidente, una enfermedad o un acto criminal. Ya sabemos cuán lejos estamos de este derecho. Si entendemos la vida no simplemente como el acto de respirar sino como todo lo que acompaña la respiración y el latir de un corazón en un cuerpo humano, deberíamos entender que estamos hablando de educación, de trabajo, de esparcimiento, de reconocimiento. Todas cosas presentes en la vida humana, pero acomodadas al grado de riqueza que cada cual disponga. Es como si a más riqueza material, más vida; a menos riqueza, menos vida.

  • Artículo 5 – Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Ninguna dictadura ha respetado jamás este derecho. Casi todos los gobiernos “democráticos” se valen de alguna de estas formas de coerción aquí condenadas. Tratos crueles son el trato preferencial de muchos gobiernos, a través de su policía o ejército, de reprimir violentamente manifestaciones públicas de rechazo a algunas de sus políticas. Inhumano es el paro de millones y millones de trabajadores, inhumano es los miles y miles de niños en la calle. Degradante es la falta de auténticas oportunidades para todos.

  • Artículo 9 – Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.
Este derecho contradice lo establecido en las leyes antiterroristas que casi todos los países han adoptado imitando al imperio. Ahí tenemos los millones de condenados al exilio (destierro) para salvar sus vidas y también para tener una simple oportunidad. Poco importa que sea una medida de estricto carácter político o económico; lo cierto es que de más en más, por medio del auto destierro, la gente busca desesperadamente una salida a su situación de constantes postergaciones.

domenica 29 aprile 2018

MONSANTO & CO. ALLA CONQUISTA DELLA TERRA, di Maurizio Fratta

Vandana Shiva
Sono decine di migliaia i contadini indiani che nei primi giorni di marzo si sono mossi alla volta di Mumbai, capitale del Maharashtra, uno degli stati più prosperi dell’Unione indiana, ma anche quello dove si registra il maggior numero di suicidi fra gli agricoltori.
Una protesta pacifica organizzata dal Partito comunista indiano, che ha avuto il merito di riportare l’attenzione sulla gravissima crisi agraria che da quattro anni attanaglia l’immenso Paese. Manifestazione che muove dall’insostenibilità della condizione di milioni di piccoli coltivatori, stretti fra la morsa della caduta di prezzi e redditi e gli indebitamenti contratti con le banche per poter continuare a lavorare la terra.
Dal subcontinente indiano, ancora una volta, si leva un grido di denuncia contro le grandi società dell’agrobusiness, che distruggono la biodiversità, avvelenano milioni di persone e sottraggono terra e lavoro ai contadini, cercando così di controllare globalmente la vita sul pianeta.
A fine gennaio Vandana Shiva, attivista e scienziata indiana, era a Firenze per parlare dell’alternativa alla concezione del mondo portata avanti dalla Monsanto. L’abbiamo incontrata presso lo Spazio InKiostro, durante una conferenza stampa organizzata dall’Associazione perUnaltracittà. Ecco le sue parole:
«Come tutti sapete, stiamo vivendo tempi molto tumultuosi. Non c’è nulla di inevitabile e di naturale in ciò che accade. Negli ultimi vent’anni molteplici regole imposte dalle multinazionali, definite come “libero scambio”, hanno preso il sopravvento sulle nostre norme nazionali.
Noi - Navdanya International ed io - siamo in guerra fin dal primo momento, da quando sono stati promulgati i trattati Gatt e Wto, che hanno avuto un impatto sull’India, quasi una seconda colonizzazione, e soprattutto sulla sua agricoltura.
È dagli anni ‘90 che continuo a dire che i semi non sono un’invenzione delle multinazionali. I semi sono una nostra eredità, sono il nostro patrimonio e sono decisivi per il nostro futuro. Ed è per questo motivo che abbiamo lanciato il Seed Freedom Movement, per salvaguardare a livello internazionale il diritto dei coltivatori a conservare, coltivare e scambiare i semi per permettere ai consumatori di cucinare e mangiare cibo sano e nutriente. I semi non sono proprietà di un’azienda. Le royalties che ricavano dai loro brevetti sono da considerarsi un crimine.
In India ci sono tantissimi casi che coinvolgono la Monsanto ed è per questo che l’abbiamo portata davanti al Tribunale dell’Aia, davanti ai giudici competenti. Ora anche i governi locali si stanno impegnando per far fronte a una situazione che ha caratteristiche emergenziali, con i contadini che si suicidano proprio per le condizioni imposte e con tantissimi altri che si ammalano a causa dei pesticidi venduti nei kit insieme ai semi. Da noi si comincia a parlare di omicidio colposo per quanto riguarda queste pratiche.
Un’altra emergenza è la fusione tra la Bayer e la Monsanto. Il settore agroindustriale e quello farmaceutico si stanno fondendo e insieme costituiscono una minaccia ancor più grande. Una fusione che dovrebbe essere rigettata ma che viene riproposta: stiamo combattendo per smascherare tutte le bugie che vengono propinate per ottenerne l’approvazione.
Ogni singola compagnia ha violato i diritti legali dei cittadini di ogni stato. Ne sono esempi ciò che è successo con il glifosato e quanto la Monsanto sta facendo con il Roundup, l’erbicida che si basa sul principio attivo del glifosato. Non appena la Monsanto è stata indagata per il monopolio sui semi, essa stessa ha subito denunciato l’antitrust indiano. Come fa la Bayer con i neonicotinoidi, i pesticidi che stanno decimando la popolazione delle api: quando l’Unione europea ha confermato i rischi connessi, è passata immediatamente alle vie legali.
Prima della globalizzazione il monopolio era un oligopolio ed era visto nel contesto dei diritti delle persone e del Bene Comune. Dopo la globalizzazione siamo passati all’aritmetica dei numeri: se si ha una quota di mercato inferiore al 50% - si afferma - non se ne possiede il monopolio. Ma poi la Monsanto, tramite i suoi impiegati, ha messo su con duemila dollari una società a essa collegata proprio per aggirare le norme antitrust sul monopolio.
Voglio lanciare un appello tramite la stampa ai cittadini italiani, ai cittadini europei, per ribadire che qui non si tratta di numeri o di quote, ma che ne va della nostra libertà. Libertà di poter scegliere come coltivare, ma anche libertà dei popoli a vivere e ad avere accesso alle risorse naturali.
Di fronte alla manipolazione della post-verità, con una mobilitazione di centinaia di migliaia di contadini noi affermiamo che il cibo e l’agricoltura sono cose troppo importanti per lasciarle nelle mani di multinazionali che promuovono un regime di libero mercato con poche regole - anzi, spesso privo di regole - regole sempre condizionate dagli interessi delle stesse grandi compagnie.
Penso in questo momento al mercato del grano e al controllo esercitato dalla Cargill. I prezzi dei prodotti del lavoro dei contadini non sono mai reali. Prendiamo il caso delle patate, comprate ai contadini a dieci rupie per 50 chili e poi rivendute dalla Pepsi, che le commercializza, in confezioni da 50 grammi al costo di venti rupie. I contadini non guadagnano abbastanza perché c’è chi guadagna troppo. E nel contempo i consumatori che comprano questo cibo trasformato, questo cibo spazzatura, si ammalano.
Questo stato di cose ha causato la distruzione del 75% del suolo, della biodiversità e dell’ambiente in generale, ed è anche responsabile al 50% dei problemi relativi ai cambiamenti climatici. Anche il 75% delle malattie croniche possono essere messe in relazione al cibo industriale.
E ricordiamo poi che il modello di agricoltura industriale è un modello di agricoltura senza agricoltori. Si inizia a parlare di fine dell’era del cibo. Sul mercato si propongono già latte, olio e fagioli sintetici. Immaginano costantemente un mondo con meno lavoro e più profitti, un modello di società in cui il 99% della popolazione non serve. Noi invece continuiamo a pensare che l’economia non possa valere soltanto per l’1% che ha deciso di avvelenarci.
Questo manifesto rappresenta il cartello dei veleni: Monsanto, Bayer, Syngenta, Dupont, Dow e Basf, riunitesi per essere sempre più potenti. Accanto al nome della società abbiamo scritto quello del proprietario. Industria alimentare e farmaceutica in un disegno di dominio globale. Miliardari che mettono i loro soldi nei fondi di investimento privati che a loro volta controllano le grandi corporations. Più ci rinchiudono nel recinto di questa dittatura legata al cibo e ai semi, più fanno profitti.
È venuto il momento per noi tutti di reclamare i nostri diritti. Se non lo facciamo ora, non ci sarà possibile farlo nel futuro. Anzi: non ci sarà nemmeno più futuro».

giovedì 26 aprile 2018

IL NICARAGUA FRA SIMBOLI E REALTÀ, di Pagayo Matacuras

IN DUE LINGUE (Italiano, Spagnolo)

© Inti Ocon
La terza di aprile è stata una vera settimana di Passione per la coppia presidenziale del Nicaragua. E una vera settimana di sangue e lutto per un popolo stanco e ribelle per natura: «que restaña con alegría, todos los días, mi rebelde corazón. Ay, Nicaragua, Nicaragüita…». È un popolo che sopporta, sopporta, sopporta… ma non all’infinito.
Il simbolo più evidente che il popolo del Nicaragua ha notato negli ultimi anni è nel quartiere Bolonia della capitale Managua: il parco El Carmen. Negli anni della guerra, quando la Contra si trovava già all’interno del Paese e si continuava con lo slogan «No pasarán», si poteva tranquillamente passare davanti alla casa degli Ortega. Da un po’ di tempo ci sono posti di blocco che impediscono a chiunque, anche a piedi, di avvicinarsi a meno di due chilometri. No pasarán
Sabato 21 aprile, noi nicaraguensi abbiamo assistito in televisione al ricco pranzo che Daniel e Chayo [Rosario Murillo, sua moglie (n.d.r.)] hanno offerto agli impresari (taiwanesi, coreani, statunitensi…) delle zone franche - maquilas - con una grande tavolata ricoperta di fiori e assai ricca di piatti di ceramica e bicchieri di cristallo. E probabilmente non hanno mangiato riso e fagioli con formaggio né tortillas senza sale. Nel frattempo per le strade del Paese, soprattutto quelle di Managua, continuava la lotta degli studenti contro la riforma dell’Inss (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social), cioè delle pensioni. Con morti, feriti e arrestati da parte della Polizia e degli antisommossa.
Un vero scontro di immagini: il lusso sfacciato di una ricca tavola e la polvere, le pallottole e il sangue versato per le strade. In questo scontro simbolico, più che nella marcia di domenica 22, è racchiusa la fine dell’orteguismo nella mente dei pinoleros (i nicaraguensi). Questa marcia è stata solo la spinta per l’irreversibile crollo di un regime famigliare che ha contribuito a un qualche sviluppo del Paese, ma senza considerare le realtà di fame e miseria ancora profonde. Il mega progetto «Hambre cero» è già defunto ancor prima di fare i suoi primi passi… è servito soltanto per la propaganda elettorale.
Già prima che iniziasse il pranzo del sabato, si sapeva che Daniel avrebbe lanciato un messaggio al Paese in relazione agli avvenimenti dei giorni precedenti. E il messaggio è arrivato: l’Inss ha deciso con un suo decreto di sospendere l’entrata in vigore della riforma. «Vale a dire, l’ha messa da parte… l’ha spostata da un lato…», secondo le parole di Ortega.
Ma non ha neppure parlato degli studenti, né dei morti, feriti e arrestati. Né della censura a vari canali televisivi, con la chiusura completa per ventiquattr’ore; ha solo fatto riferimento ai saccheggi dei mercati e dei supermercati… azioni per le quali non è sicuro si possa incolpare gli studenti. Non ha detto neanche una parola sui due poliziotti uccisi, né sul giornalista della rete televisiva di Stato Canal 6 assassinato a Bluefields (costa atlantica). Per il presidente esistevano solamente le bande giovanili, i saccheggiatori, i distruttori… pagati non si sa bene da chi.
Dalle sue labbra non è uscita una sola parola sulle cosiddette «orde» sandiniste: impiegati dello Stato che hanno provocato scontri e disastri in giro per la città. Qualcosa di molto simile alle «orde» somoziste capeggiate da Nicolasa Sevilla, soprannominata «la Colacha». Si possono comprendere i «partigiani» orteguisti che si scontrano con i «reazionari» in modo volontario e spontaneo, ma quando escono tutti in strada con la stessa maglietta del Frente, si capisce benissimo che si tratta di una cosa organizzata dall’alto.
Corre voce che all’inizio delle proteste Daniel non si trovasse in Nicaragua, bensì a Cuba per delle trasfusioni di sangue. Ma quando è rientrato non ha fermato la repressione né le «orde», di certo scatenate per ordine della Chayo. Piuttosto, ha proseguito in questo atteggiamento suicida. E in cinque giorni vi sono stati più morti di quanti si sono avuti nei sedici anni dei governi «liberali» di Violeta Barrios de Chamorro («la Inútil»), Arnoldo Alemán («el Gordo») ed Enrique Bolaños («el Churuco»).
Questo arrogante atteggiamento del pranzo di sabato, dando prova di vivere in un mondo totalmente estraneo alla realtà, ha convinto migliaia e migliaia di nicaraguensi a unirsi alla marcia di domenica 22 organizzata dalle associazioni imprenditoriali, con il Cosep (Consejo Superior de la Empresa Privada) in testa e la benedizione della Conferenza episcopale. Finora, in nessun’altra parte del pianeta era accaduto che i capitalisti chiamassero i lavoratori a una manifestazione in difesa dei loro stessi diritti (e dei diritti sanciti dalla Costituzione). Questo è il Nicaragua socialista e solidale degli Ortega, in cui gli imprenditori controllano completamente l’economia e i vescovi le coscienze.
È certo che qualche gruppo di studenti, in seguito ai primi morti, abbia agito in modo violento, abbattendo alcuni «alberi della vita», gigantesche stronzate di ferro dipinte con colori vivaci e collocate in vari punti della capitale (e in altre città) per abbellirla. Tutti sanno che è un’idea di Rosario Murillo, vicepresidente del Paese già da alcuni anni. E abbatterli è stato come abbattere simbolicamente la Chayo (e suo figlio Rafael, a capo della compagnia di vigilanza privata «El Goliat» - pagata con i soldi dello Stato - che di notte protegge le lampadine da possibili furti).
Per quanto riguarda la riforma, essa stabilisce:

1. 15 anni di versamenti (ossia 750 settimane);
2. 60 anni di età;
3. aumento della trattenuta per gli imprenditori dal 19 al 22,25%;
4. aumento della trattenuta per i lavoratori dal 6,25 al 7% (con una pensione finale più bassa di quella attuale);
5. un taglio del 5% per le pensioni in essere.

È certo che le casse dell’Inss sono in bancarotta. Per decenni ci sono stati sprechi e ruberie, a cominciare dal prestito che nel 1994 Violeta Barrios ha richiesto per costruire abitazioni: 14 milioni di dollari mai restituiti. E la mala gestione, unita alla corruzione, gli ha dato il colpo di grazia.
Ma non è possibile che siano i lavoratori e i pensionati a dover risolvere questo problema… che è ormai diventato un problemone.
Vedremo cosa accadrà al tavolo di discussione che deve aprirsi in questi giorni. Il «Governo di riconciliazione e unità nazionale» è già morto e forse sarà sepolto nel Cementerio Oriental, di fronte alla casa di sicurezza del Frente da dove Leonel Rugama lanciò il suo «¡qué se rinda tu madre!». Nessuno può sapere ciò che accadrà, ma Daniel ha un’unica opzione: accettare la volontà espressa nella marcia di domenica 22, dato che non ha più il potere di fare e disfare a suo piacimento. E sa che fra i 700 mila che hanno manifestato a Managua (più quelli di altre città) la maggioranza erano suoi elettori, che hanno ripetuto con Sandino: i diritti di un popolo non si discutono, si difendono con le armi in pugno.
Di sicuro a questo tavolo si porrà non soltanto la questione della riforma dell’Inss, quanto la necessità di reali mutamenti nella gestione di tutte le istituzioni dello Stato, in cui il partito comanda (ovvero comandano Ortega e la Chayo, visto che loro due sono il partito). Altrimenti la richiesta potrebbe essere ciò che reclamavano i manifestanti: punto e a capo.

NICARAGUA ENTRE SÍMBOLOS Y REALIDADES, por Pagayo Matacuras

IN DUE LINGUE (Spagnolo, Italiano)
EN DOS IDIOMAS (Español, Italiano)

© Inti Ocon
Verdadera semana de Pasión, la tercera de abril, para la pareja presidencial de Nicaragua. Y verdadera semana di sangre y luto para un pueblo cansado y rebelde por naturaleza: “que restaña con alegría, todos los días, mi rebelde corazón. Ay, Nicaragua, Nicaragüita…”. Es un pueblo que aguanta, aguanta, aguanta… pero no sin límite.
El mayor símbolo que el pueblo de Nicaragua apreció en los últimos años está en el barrio Bolonia de la capital Managua: el parque El Carmen. En los años de la guerra, cuando la Contra ya estaba adentro del país y se seguía con el lema “No pasarán”, se podía pasar tranquilos frente la casa de los Ortega. Desde tiempo hay retenes que impiden a cualquiera, aunque sea un caminante, acercarse a menos de dos kilómetros. No pasarán…
El sábado 21 de abril, los nicas vimos en la tele el rico almuerzo que Daniel y Chayo [Rosario Murillo, su esposa (n.d.r.)] ofrecieron a los empresarios (taiwaneses, coreanos, gringos…) de las zonas francas –maquilas–, con una gran mesa fuliada de flores y bien rica en trastes de cerámica y vasos de cristal. Y presuntamente no comieron gallo pinto con queso ni tortillas sin sal. Mientras en las calles del país y especialmente de Managua seguía la runga de los estudiantes en contra de la reforma del INSS (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social), o sea la de las pensiones. Con muertos, heridos y presos por parte de la Policía y los antimotines.
Un verdadero choque de imágenes: el lujo descarado de una rica mesa y el polvo, las balas y la sangre vertida en las calles. En este choque simbólico, más que en la marcha del domingo 22, está el final del orteguismo en la mente de los pinoleros (los nicas). Esta marcha sólo fue el empuje para la irreversible caída de un régimen de familia que aportó cierto desarrollo al país, pero sin mirar a las realidades de hambre y miseria todavía impactantes. El mega proyecto “Hambre cero” ya se pasó la raya aún antes de comenzar sus primeros pasos… sólo sirvió para propaganda electoral.
Ya antes de que comenzara el almuerzo del sábado, se sabía que Daniel hubiera lanzado un mensaje al país con respecto a los acontecimientos de los días anteriores. Y el mensaje llegó: el INSS decidió con su decreto suspender la vigencia de la reforma. “O sea, se apartó… se puso de un lado…”, según las palabras de Ortega.
Pero ni habló de los estudiantes, ni de los muertos, heridos y presos. Ni de la censura a varios canales de la tele, con el cierre completo las veinticuatro horas; sólo hizo referencia a los saqueos de los mercados y supermercados… acciones para las que no es cierto puedan culparse los estudiantes. Tampoco dijo palabra con referencia a los dos policías muertos, ni al periodista del oficial Canal 6 asesinado en Bluefields (Costa Atlántica). Para el mandatario sólo existían las pandillas, los saqueadores, los destructores… pagados no se sabe bien por quién.
De sus labios ni salió una palabra acerca de las llamadas “turbas” sandinistas: oficinistas del Estado que provocaron enfrentamientos y desastres a lo largo de la ciudad. Algo muy semejante a las “turbas” somocistas jefeadas por Nicolasa Sevilla, apodada “la Colacha”. Uno puede comprender que haya partidarios danielistas que se enfrenten a los “reaccionarios” de manera voluntaria y espontánea, pero cuando toditititos salen a la luz con la misma camiseta del Frente, todo mundo entiende que es algo bien organizado desde arriba.
Dicen que al comienzo de las protestas Daniel no estaba en el país, encontrándose en Cuba para reponer su sangre. Pero cuando regresó no paró la represión ni las “turbas”, por supuesto lanzadas bajo órdenes de la Chayo. Más bien, siguió en esa actitud suicida. Y en cinco días hubieron más muertos de los que cayeron en los dieciséis años de los gobiernos “liberales” de “la Inútil” (Violeta Barrios de Chamorro), de “el Gordo” (Arnoldo Alemán) y de “el Churuco” (Enrique Bolaños).
Esa arrogante postura en el almuerzo del sábado, dando muestras de vivir en un mundo ajeno por completo de la realidad, convenció a miles y miles de nicas en sumarse a la marcha del domingo 22 organizada por los gremios empresariales, con el COSEP (Consejo Superior de la Empresa Privada) a la cabeza y la bendición de la Conferencia Episcopal. En ningún lado del planeta ocurrió hasta ahorita que los capitalistas llamaran a los trabajadores en una manifestación para defender sus propios derechos (y los derechos establecidos por Constitución). Esa es la Nicaragua socialista y solidaria de los Ortega, donde los empresarios son los que manejan por completo la economía y los obispos las conciencias.
Es cierto que unos grupos de estudiantes, después de los primeros muertos, actuaron de manera violenta, derribando a unos “árboles de la vida”, chochadas gigantes de hierro pintadas en colores brillantes y puestas en varios lugares de la capital (y en otras ciudades) para embellecerla. Todo mundo sabe que es una idea de Rosario Murillo, vicepresidenta del país desde hace algunos años. Y derribarlos fue como derribar simbólicamente a la Chayo (y al hijo de ella Rafael, dueño de la compañía de vigilancia privada “El Goliat” –pagada con el dinero del Estado–, que se ocupa de proteger a las bujías en la noche, para que alguien no se las lleve).
Por lo que se refiere a la reforma, en ella se establece:

1. 15 años de cotización (o sea, 750 semanas);
2. 60 años de edad;
3. aumento de la cotización por parte de los empresarios del 19 al 22.25%;
4. aumento para los trabajadores del 6.25 al 7% (con una pensión al final más baja de la actual);
5. un corte del 5% para las pensiones en vigencia.

Está claro que las cajas del INSS están en quiebra. A lo largo de los decenios hubieron despilfarros y robos, a comenzar del préstamo que en 1994 Violeta Barrios pidió para la construcción de viviendas: 14 millones de dólares que nunca regresaron. Y el mal manejo junto a la corrupción le dio el golpe de gracia.
Pero no puede ser que los trabajadores y los jubilados sean los que tienen que resolver ese clavo… que ya volvió a ser perno.
A ver lo que va a suceder en la mesa de diálogo que tiene que abrirse en estos días. El “Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional” ya se murió y tal vez se sepultará en el Cementerio Oriental, frente la casa de seguridad del Frente donde Leonel Rugama lanzó su “¡qué se rinda tu madre!”. Nadie puede saber lo que va a suceder, pero Daniel tiene una opción solamente: acatar la voluntad expresada en la marcha del domingo 22, puesto que ya no tiene el timón del carro. Y sabe que entre los 700 mil que marcharon en Managua (a sumar los de otras ciudades) la mayoría fueron sus electores, que repitieron junto a Sandino: los derechos de un pueblo no se discuten, se defienden con las armas en la mano.
Por cierto en esa mesa no sólo habrá la cuestión de la reforma del INSS, sino la necesidad de cambios verdaderos en el manejo de todas las instituciones del Estado, adonde el partido manda (o sea, mandan Ortega y la Chayo, puesto que los dos son el partito). De otra manera, el pedido podría ser lo que pidieron los que marcharon: borrón y cuenta nueva.

mercoledì 25 aprile 2018

NICARAGUA: ¿QUIÉN GANÓ Y QUIÉN PERDIÓ?, por Marcelo Colussi

© Oswaldo Rivas
Estos días Nicaragua se puso al rojo vivo. Las noticias llegaron alarmantes, y un país que ahora habitualmente no ocupa titulares en la prensa –como sí lo hizo décadas atrás, durante la Revolución Sandinista–, estuvo de nuevo ante los ojos del mundo. Desde el Papa al Secretario General de Naciones Unidas, desde distintas posiciones de izquierda como desde las más recalcitrantes declaraciones de derecha, todo el mundo tuvo algo que decir sobre el país de Sandino. ¡Y no era para menos! La violencia fue generalizada, con un saldo de alrededor de 30 muertos.
¿Qué pasó? ¿Por qué se desató ese vendaval? ¿Qué consecuencias tuvo todo esto?
Ya se ha escrito y hablado copiosamente sobre lo sucedido. Hubo de todo un poco, desde análisis serios y sopesados hasta reacciones viscerales, desde encendidas defensas al Comandante de la Revolución Daniel Ortega hasta las más encarnizadas críticas al violador de su hijastra Zoilamérica Narváez. El presente opúsculo no pretende decir nada nuevo (seguramente no lo dice), sino que, modestamente, intenta hacer un balance de lo ya expresado por tanta gente, buscando alguna conclusión posible.
Sin dudas, lo sucedido movió pasiones. Las movió, porque Nicaragua aún sigue despertando pasiones. De hecho, fuera de Cuba, fue el primer país en territorio latinoamericano que produjo una revolución socialista. Aquel 19 de julio de 1979, ya muy lejano –lamentablemente no sólo en el tiempo–, para muchos sigue siendo una referencia, una antorcha que marca camino: la Revolución Sandinista mostró que sí era posible enfrentarse a una dictadura, al imperio estadounidense… ¡y vencer! Pero para muchos, también, esa imagen gloriosa de un pueblo en armas construyendo su socialismo es el recordatorio oprobioso de una traición. El sandinismo victorioso de la década de los 80 del siglo pasado fue convirtiéndose con el tiempo, luego de salir del poder en 1990, de la mano del empresario Daniel Ortega y de su esposa Rosario Murillo, en un reformismo tibio, de corte capitalista con “rostro humano”, manejado discrecionalmente por ese binomio todopoderoso. De ahí que muchos integrantes históricos del Frente Sandinista de Liberación Nacional –FSLN– terminaron distanciándose del orteguismo y de este perfil que consideran una traicionera entrega.
Personajes como Ernesto Cardenal, Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco, Mónica Baltodano, Jaime Wheelock, Alejandro Bendaña, Sergio Ramírez o Henry Ruiz, para nombrar algunos, todos comprometidos con el sandinismo revolucionario de aquel momento épico, fustigan la política vigente en Nicaragua al día de hoy. “El actual gobierno de Nicaragua usa algunas veces un discurso izquierdista, una estridencia en la palabra que nada tiene que ver con su práctica real, muy distante con un proyecto de izquierda. Por el contrario, en Nicaragua se fortalecen y enriquecen los banqueros y la oligarquía tradicional y grupos económicos de ex revolucionarios convertidos en inversionistas, en comerciantes y especuladores. Se fortalecen los sectores más reaccionarios de la jerarquía católica, se eliminan derechos humanos esenciales como el de las mujeres al aborto terapéutico”, caracterizaba la otrora comandante guerrillera Mónica Baltodano al actual gobierno sandinista.
Junto a esa visión, muy crítica por cierto (obviamente de izquierda), para la geopolítica de Estados Unidos (obviamente de derecha) un gobierno no totalmente alineado con Washington es siempre una molestia. La actual Nicaragua no es, ni por asomo, aquel disturbio insoportable que resultara el sandinismo revolucionario de los 80, con Ronald Reagan en la Casa Blanca y su obsesión anticomunista. Pero no es la administración dócil que desearía (como lo van siendo ahora la gran mayoría de países latinoamericanos, con políticas disciplinadamente neoliberales y obediencia ciega a los dictados imperiales). La actual administración nicaragüense le abrió la puerta a la República Popular China con la construcción de un nuevo canal interoceánico, y es parte del ALBA –Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América–, resultando un aliado estratégico de Venezuela (la nueva obsesión de la geopolítica estadounidense, país poseedor de las mayores reservas petrolíferas que la economía imperial no quiere perder de ningún modo).
Daniel Ortega no es ahora el guerrillero revolucionario que participó en la rebelión antisomocista; por el contrario, es un empresario “nuevo rico” con gran poder político, que ha negociado todo con todos los sectores y maneja todo (¿remembranzas de un tal Somoza?). Pero es también un líder carismático con innegable base social, con muchísimos seguidores, llevando adelante una política asistencial que, sin ningún lugar a dudas, favorece a los sectores más postergados del país. Es, en realidad, un exponente más de los presidentes que, sin dejar el modelo capitalista, en estos últimos años gobernaron varias repúblicas latinoamericanas con propuestas de algún modo populares, asistenciales, clientelares. Todo lo cual, para la lógica ultra conservadora y neoliberal de Washington, es mala palabra.
¿Qué pasó entonces en Nicaragua en estos días? El gobierno anunció en forma sorpresiva, con una medida unilateral no negociada con ningún sector, un importante aumento del 3.5% en los aportes a la Seguridad Social para la patronal (llevando el aporte del 19% al 22.5%) y del 0.75% para la clase asalariada (aumentando del 6.25% al 7%), recortando en 5% las pensiones de los jubilados (que, según el gobierno, “seguían siendo los que menos aportaban”, y a cambio del aumento recibirían mejor cobertura en salud y otros beneficios), en tanto que las pensiones futuras disminuirían alrededor de un 12%. La medida fue explosiva, y tanto empresariado como población trabajadora reaccionaron en forma furiosa. Pero ahí viene lo complicado de analizar, de situar políticamente.
Para algunas visiones, la reacción virulenta, con población enardecida en las calles, barricadas y furibunda protesta popular, fue un montaje, una manipulación. Sin dudas, la medida fue desafortunada porque el mismo gobierno, luego de los violentos sucesos que provocó, la retiró, llamando al diálogo “para mantener la paz”. Según el orteguismo y algunos sectores que analizaron la situación, incluso fuera de Nicaragua –lectura que, sin dudas, tiene asidero–, la explosión de furia popular tuvo una agenda preparada. De hecho, se la compara con las “guarimbas” venezolanas del 2017, que dejaron como saldo más de 100 personas muertas. Es significativo (igual a lo sucedido en Venezuela) que al unísono explotó, muy coordinadamente, una protesta generalizada en todas las ciudades del país, que luego derivó en saqueos y actos vandálicos, siempre encabezados por jóvenes. Eso podría hacer pensar en cierta “mano oculta”, dado que la oposición política de los partidos de derecha no tiene ese poder de convocatoria ni logístico-organizativo. Según denuncias de medios oficiales del orteguismo, muchos de los “estudiantes” no eran tales (igual que sucedía en Venezuela), sino provocadores, agitadores contratados. La derecha oligárquica –heredera histórica del somocismo– podría estar aprovechando la coyuntura para tomar distancia y deshacerse de un gobierno que ve como demasiado “populista”. Y Washington estaría frotándose las manos de alegría. Las “revoluciones de colores”, o “golpes de Estado suaves” (¡no tan suaves para el caso, con 30 muertos!), propiciadas supuestamente por población civil que “ejerce sus derechos ciudadanos”, por jóvenes estudiantes que reclaman (pero con agendas ocultas de las usinas ideológico-mediáticas del imperio), parecen estar funcionando a todo vapor. Tener un nuevo “canal de Panamá” en el patio trasero, seguramente con futura presencia militar china, es un desafío insoportable para la geopolítica hemisférica de Estados Unidos. La consigna sería “sacar de una vez por todas estas molestias de Venezuela, Bolivia, Nicaragua y, por supuesto, Cuba”. Para ello, según esta pérfida agenda, estas supuestas “revueltas ciudadanas espontáneas” serían el camino a transitar. Insistir con la corrupción como nueva plaga bíblica a atacar es un efectivo “caballo de batalla”. Por cierto, según comunicado del Frente Sandinista, “vale la pena destacar que las universidades más beligerantes fueron: la Universidad Centroamericana (UCA), de los jesuitas; y la Universidad Politécnica (UPOLI), propiedad de una iglesia protestante con sede en Estados Unidos”.
Pero también puede proponerse otra lectura de lo acontecido: el orteguismo, como expresión extrema de un bonapartismo desaforado, nepotista y corrupto, es cuestionado. La población en la calle sería una muestra de un descontento generalizado tras largos años de presidencialismo y corrupción. La represión violenta que llevaron adelante policía y ejército es un insulto a los valores revolucionarios que alguna vez levantara el Frente Sandinista. De ahí que, por ejemplo, un sandinista histórico como Jaime Wheelock le dijera al presidente Ortega en una misiva pública que “el decreto que reformó el INSS [Instituto Nicaragüense de Seguridad Social] por su contenido y forma fue un grave error político, técnico y legal del gobierno [pues] se afectaron los derechos económicos adquiridos y los ahorros de un millón de cabezas de familia, sin dar solución práctica a la grave situación financiera del INSS”, pidiendo así la pronta derogación del decreto de marras.
¿Por qué propuso esta medida el presidente Daniel Ortega? Según un comunicado que emitió el FSLN en estos días, explicando las razones del proceder:
“La cantidad de beneficios de los asegurados y la cobertura de dichos beneficios a la población aumentaron exponencialmente con el regreso del sandinismo al poder en 2007, lo que ocasionó una situación económica crítica en el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), que es la institución estatal a cargo de este tema. Ante tal situación, el FMI y le empresa privada organizada en el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP) pidieron aplicar las típicas medidas neoliberales en este tema: subir la edad de jubilación (en Nicaragua es de 60 años) y la cantidad de semanas necesarias para acceder a ella (750 para pensión normal y 250 para quienes en edad de jubilación no hayan alcanzado la primera cantidad, lo cual no existía antes del regreso al poder del sandinismo en 2007; incluso en este caso, el planteamiento de los más radicales neoliberales era eliminar por completo la pensión). Ante ello, nuestro gobierno respondió con un rotundo rechazo tanto al FMI como al COSEP. En cambio, la opción escogida fue aumentar los aportes de trabajadores y empresarios, y establecer un aporte para los jubilados, incluyendo a los que reciben la pensión reducida”.
El progresismo (en Nicaragua y en otras latitudes) criticó severamente el aumento en los aportes, así como la represión desatada contra la población que protestaba. Obviamente que debe condenarse la violencia contra el pueblo trabajador: 30 muertes representan una catástrofe absolutamente intolerable. Pero objetivamente, analizados todos los sucesos, no terminan de quedar claras algunas cosas. Es evidente que este Frente Sandinista, manejado discrecionalmente por Daniel Ortega y Rosario Murillo, ya no levanta las banderas revolucionarias de otrora. Citando al panameño Olmedo Beluche: “Aquí es donde se evidencia la verdadera cara del llamado ‘progresismo’ latinoamericano. Gobiernos que alardean de revolucionarios y chacharean de ‘socialismo’, pero que en la práctica no pasan los límites del sistema capitalista. La crisis del progresismo en todo el continente es la crisis del reformismo burgués, incapaz de verdaderas medidas socialistas en un momento de crisis sistémica y caída de precios de las materias primas”. Al mismo tiempo, sin embargo, puede verse el proceso de monstruosa derechización y retroceso en avances populares que sufre el continente, o el mundo: un gobierno tibiamente reformista, que trabaja codo a codo con la empresa privada y no se pelea con la oligarquía conservadora como el actual orteguismo, para la lógica imperialista y voraz de Estados Unidos no deja de ser “una piedra en el zapato”. Hablar de justicia social (que no es lo mismo que revolución socialista), pertenecer a una alianza donde no está Washington como es el ALBA y abrirle las puertas a China es casi un “peligro comunista” en el mundo neoliberal y ultraconservador que vivimos.
¿Quién ganó y quién perdió con este movimiento en Nicaragua? La población de a pie, seguro que no ganó nada.

domenica 22 aprile 2018

NICARAGUA: IL POPOLO IN RIVOLTA, di Alberto Sipione

© Alfredo Zuniga
Dallo scorso 18 aprile, la protesta del popolo nicaraguense contro la riforma dell’Inss - Instituto Nicaragüense de Seguridad Social - si è trasformata in una vera e propria sollevazione contro il presidente incostituzionale Daniel Ortega, che il giorno successivo ha anche ordinato la chiusura di quattro canali televisivi indipendenti che non intendevano oscurare le immagini delle manifestazioni.
In tutto il Paese, in ogni barrio, la gente è scesa in strada al suono delle pentole mettendo in scena il cacerolazo, simbolo di pubblico dissenso contro tutte le dittature.
Forza trainante della protesta sono gli studenti, che fin da subito si sono barricati nelle università.
La Policía Nacional è passata ben presto dal semplice lancio di lacrimogeni all’uso di armi con proiettili convenzionali, persino fucili da guerra AK-47.

Giovedì 19 si sono registrati i primi 4 morti - fra questi uno studente quindicenne, Álvaro Conrado.

Venerdì 20 gli studenti di medicina hanno istituito dei posti di primo soccorso all’interno della Catedral Metropolitana di Managua, dove si sono ammassati viveri e medicinali di prima necessità. Dalla sera in poi, per creare confusione e paura, è stata interrotta l’energia elettrica in tutta la capitale.

Sabato 21 la Chiesa cattolica, per bocca del vescovo ausiliario Silvio Báez, si è schierata al fianco dei manifestanti, definendo gli studenti in lotta «la riserva morale» di cui il Nicaragua dispone.

Nella notte fra 21 e 22 aprile la Polizia ha ripreso a reprimere brutalmente, causando diversi morti e lasciando sull’asfalto vari feriti che per molte ore non si è potuto soccorrere. Fra le vittime di quest’ultimo assalto c’è pure il reporter Ángel Eduardo Gahona, ucciso nella cittadina costiera di Bluefields (come sempre succede, i giornalisti indipendenti si rivelano essere il «bersaglio prediletto» dei regimi dittatoriali).

Sinora i morti confermati ufficialmente dalla vicepresidente e primera dama, Rosario Murillo, sono 10, ma già ieri pomeriggio il Cenidh - Centro Nicaragüense de Derechos Humanos - diffondeva una lista di 25 persone rimaste uccise negli scontri. Le ultime notizie attestano almeno 26 morti, 67 feriti, 43 dispersi e 20 arresti.

Fino alla serata di venerdì 20 si sperava in un coinvolgimento solidale di una parte dell’Esercito, che si è però schierato in blocco a sostegno del Governo.
Tra le forze della repressione, composte - oltre che da Polizia ed Esercito - da squadre speciali antisommossa, c’è anche la Juventud Sandinista, di cui fanno parte gruppi paramilitari che il Governo organizza con elementi raccolti nei quartieri più poveri.
In quest’ultima organizzazione i delinquenti comuni la fanno da padrone e sono sempre in prima fila nell’attaccare quei civili sospettati di non essere allineati con Ortega e il suo «sandinismo ufficiale». La scorsa notte, per esempio, è stata impedita con la violenza la veglia funebre di uno degli studenti uccisi.

È utile ricordare qui come il tutto ha avuto inizio. Il 3 aprile passato è scoppiato un incendio devastante nella riserva biologica Indio-Maíz, uno dei grandi polmoni verdi dell’America centrale; dovendo fare i conti con l’attendismo governativo di fronte a un disastro ecologico di tale portata - dietro simili roghi si nascondono spesso gli interessi di uomini legati alla cricca di Ortega, che puntano a rivendere illegalmente i terreni privi di vegetazione o sfruttarli per i pascoli - gli studenti sono scesi pacificamente in piazza per chiedere che il Governo intervenisse con maggiore energia per porvi fine.
In un Paese come il Nicaragua, però, queste forme di libera espressione scatenano l’immediato intervento della repressione, non essendo tollerato alcun dissenso. È avvenuto così anche in questo caso: gli studenti sono stati brutalmente attaccati da Polizia e Juventud Sandinista.

Va specificato che il regime utilizza il termine sandinista per meri scopi propagandistici: la coalizione al potere, infatti, non ha nulla a che vedere con la Rivoluzione sandinista che nel 1979 cacciò dal Nicaragua il dittatore Anastasio Somoza. Per Ortega e i suoi accoliti la popolazione ha da tempo coniato l’assai più appropriato neologismo sandiratas [in castigliano ratas significa «topi»: ognuno è libero di dare all’espressione l’interpretazione generale che ritiene più opportuna (n.d.r.)].
Da anni il Governo preleva a forza dai luoghi di lavoro gli impiegati statali costringendoli a manifestare in favore del regime (insieme agli studenti delle scuole medie inferiori), pena il licenziamento: una «massa di manovra» utile per mostrare all’esterno un consenso di facciata.

Sabato 21, alle ore dodici locali, il presidente Daniel Ortega si è rivolto alla nazione dicendo che le morti sono state provocate da pandillas, tentando così di far passare l’idea che l’intero movimento di protesta sia composto da «giovani criminali di strada».
La reazione spontanea del popolo nicaraguense è stata quella di riversarsi per le strada chiedendo la sostituzione e il bando dal Paese del presidente illegittimo e della vicepresidente, sua moglie Rosario Murillo.
Gettando benzina sul fuoco, il discorso sconclusionato di Ortega potrebbe mirare a radicalizzare la protesta, così da fornire una giustificazione all’intervento massiccio dell’Ejército Nacional e all’imposizione del coprifuoco.

È necessario diffondere in Europa e in Italia quante più notizie possibile su ciò che sta avvenendo nel piccolo Stato centramericano, opponendosi alla controinformazione che già si è messa in moto per difendere contro ogni evidenza - vergognosamente «da sinistra», in un’ottusa e mal interpretata ottica antistatunitense e antimperialista - un regime politico antipopolare e liberticida ormai intollerabile.

martedì 10 aprile 2018

ANTONIO “CHANGO” ARAGÓN: UNO DE LOS NUESTROS, por Hugo Blanco

Máximo Aragón Gallegos, hermano mayor de Antonio, y Oscar Blanco Galdos, mi hermano mayor, fueron adolescentes perseguidos por ser militantes del APRA, en los lejanos tiempos en que el APRA era revolucionario. Yo era admirador de Maxi y Antonio de Oscar.
Fue una maravilla para mí entrar al mismo salón de secundaria que “el hermano de Maxi”. Para Antonio también fue una grata sorpresa estar con el hermano de Oscar.
Luego formamos un círculo de estudios en que leíamos a González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre.
Pasó el tiempo… fui a La Plata, Argentina, a estudiar Agronomía donde ya estaba mi hermano, y nuestro cuarto era prácticamente el local del APRA, donde llegaban los exilados apristas. El APRA que me mostraban ellos ya estaba derechizado. Entré como militante al partido trotskista, y cuando regresé al Perú y fui a Lima a reorganizar el partido, Antonio viajó conmigo y vivimos juntos.
El vicepresidente de los EE.UU. fue al Perú y Antonio (a quien los camaradas argentinos llamaban “Chango”) fue uno de los organizadores de un mitin de protesta que fue muy grande y produjo una feroz represión.
Posteriormente, junto con Apolinario Rojas, organizó la Comunidad Urbana Autogestionaria “Villa El Salvador”, modelo de democracia desde abajo.
Tuve la noticia de que estaba hospitalizado en Suecia, y hoy con mucho dolor me comunican que ha fallecido.
Espero que en Villa El Salvador perdure la organización ejemplar desde abajo.

domenica 8 aprile 2018

TRADE WAR, SKRIPAL, ARSENIC AND OLD LACE, by Michele Nobile

IN DUE LINGUE (Inglese, Italiano)
IN TWO LANGUAGES (English, Italian)

© Mindaugas Bonanu
Like the rest of humanity, I have no way of identifying the instigator of the attempted assassination of former Russian double agent Sergei Skripal and his daughter. But I venture some reasoning, just to clear the field of fantasies and focus on real problems.
It is true that personalities unwelcome to the Kremlin sometimes meet with serious and mysterious pathologies. One of the famous cases is that of Viktor Yushchenko, a candidate for the presidential elections of Ukraine in 2004, in an election campaign during which, inter alia, Putin travelled seven times to that country to support Yushchenko’s competitor Yanukovych.
Others include: Alexander Litvinenko, the exiled former official of the Federal Security Service of the Russian Federation (FSB) and critic of Putin, poisoned to death with polonium in London in 2006; journalist Anna Politkovskaya, distinguished for her services on the war in Chechnya, gunned down in Moscow, also in 2006; Boris Berezovsky, the most influential of Russian oligarchs at the time of Yeltsin, another exile critical of Putin who died in unclear circumstances in London in 2013; and Boris Nemtsov, head of the Soyuz Pravykh Sil [Union of Right Forces] party, assassinated in 2015.
However, it is incomprehensible what interest Moscow could have in eliminating Skripal, risking an international crisis. Why kill an individual already regularly released in 2010, as part of an exchange of arrested “spies” with the United States? What other terrible revelations could there be eight years later and after having been questioned – immediately and at length – by the competent services?
And then, why eliminate him with such a sophisticated means as nerve gas, the origin of which could be traced? Would not it have been better to simulate a car accident? A tile on his head? Have a pistol shot or the classic arsenic, both so anonymous, perhaps gone out of fashion?
On the other hand, neither is it clear why Skripal should be eliminated by some “Western” service. There is no shortage of motivations for further increasing tension with Moscow and, if necessary, bigger and more emotional ones can be invented for public opinion.
The truth is that in cases like these the imagination can have free rein. Could Skripal have been poisoned by other players interested in increasing tension between Russia and the “West”?
Let us speculate: could those responsible not have been North Korean agents interested in neutralising Russian pressure towards an agreement with the United States, or agents of ISIS or of the Assad regime? Or Chechen separatists? Or also, why not, could it not have been the sophisticated killers of an occult “Spectre” of businessmen linked to the military-industrial complex who used the nerve gas?
Actually not only do I not have the means, but also I am not even interested in knowing who poisoned Sergei Skripal and his daughter. From the point of view of world history and the interests of ordinary citizens, this is irrelevant. I do not need a judicial truth to know that – if they so wish – States can act without scruples, kill and slaughter. Reason of state exists, but good States do not exist.
To give another example, I remember well that in July 1985 the French secret services blew up the Greenpeace ship Rainbow Warrior, which was protesting against nuclear explosions in French Polynesia, causing the death of a man. President then was “companion” Mitterand … of the Union de la gauche.
Two of the saboteurs of the Direction générale de la sécurité extérieure were arrested by the New Zealand police, tried and sentenced to ten years. The French Defence Minister was forced to resign, but New Zealand, placed under economic blackmail by France, was forced into an agreement whereby the two assassins were first transferred under French custody, then released and finally given a promotion.
What happened to the Rainbow Warrior is crystal clear, unlike the Skripal case and in general of real historically relevant plots, which have the unfortunate characteristic of remaining secret in the phase of preparation, but of revealing themselves in implementation; coups d’état are an easy example of it.
So I willingly leave investigations to the competent bodies and conjectures to the devotees of spy stories and the conspiracy theorists of every sort, who already have the pre-packaged answer according to their personal paranoias and political sympathies.
The personalisation and Manichaean division of political players into good and bad – of course the villains are cunning and treacherous, although doomed to defeat – belong to a view of the world that is infantile and easily manipulated.

Something else is important in this filthy affair, whoever the instigators: the flurry of mass expulsions of Russian diplomats from NATO countries and of NATO diplomats from Russia. For many commentators, together with the looming trade war between the United States and China, this affair seems to be the prelude to a new Cold War.
However, care must also be taken not to arrive at hasty conclusions that can distract attention from the underlying issues.
It may be recalled that in 1986 the United States expelled 80 Soviet diplomats after the arrest of a Russian-American journalist in Moscow, and the Soviets, in turn, reciprocated. Nevertheless, the following year Reagan and Gorbachev signed the treaty on medium-range missiles and three years later the Second Cold War was officially declared over.
And then, in 2001, the United States and Russia expelled 53 diplomats each, but – despite other major problems – this did not prevent the two powers from continuing to collaborate in the “war on terror”, and Putin saying of the American president, during the celebrations of the anniversary of the foundation of St. Petersburg: “We have many points of coincidence of our views on many issues. And it is precisely these things that enable me to call president Bush my friend, not only personally – because personally I do like him a lot –, but as my counterpart and the President of a friendly nation”.
Of course, we need to contextualise … and this is the point.
The use of the term “Cold War” – without further qualifications – was very popular for the entire post-World War II period but also misleading, and the same applies to the current framework of relations between Russia and the “West”.
I think the periodisation proposed by Fred Halliday in his book The making of the Second Cold War is correct: it distinguishes the First Cold War (1946–1953), oscillatory antagonism (1953–1969), détente (1969–1979) and the Second Cold War (from 1980 and ending de facto with the Reykjavík summit between Gorbachev and Reagan in October 1986).
The phase of oscillatory antagonism was characterised by negotiations and repeated attempts to reduce tensions between the two sides, each of which failed due to events in part outside the control of the two powers, but which necessarily involved both and pitted one against the other.
It was therefore a phase that combined aspects of the Cold War with aspects of détente and which, unlike the latter, would be clearly defined more in retrospect than when it was in vigour.
Well, all in all, it is this that the relations between the United States and Putin’s Russia resemble: so much so that jihadist terrorism (and for Russia, in particular, Chechen terrorism) is a common enemy; and the energy flows from Russia to Western Europe would have been unthinkable during the First Cold War (these flows began during détente and were among the reasons for the postponement of Soviet reforms and the paradoxical “resource curse” still affecting the Russian economy).
There is also a fundamental reason why we must be very careful about likening contemporary relations between Russia and “West” to the Cold War, which was a contrast between different social systems: capitalist imperialism on the one hand and totalitarian pseudo-socialism on the other.
In the 21st century, neither Soviet nor Maoist “communism” exist any longer. We only have capitalisms, and those of Russia and China are also imperialisms (in the proper and structural sense that leaves aside a more or less aggressive policy; at least for Marxists, this should be obvious).
Posing the question as if it were the Cold War is a way to fuel tension and confusion. Or to create the consolatory illusion of reliving old “glorious” times: something even more erroneous when one considers – moreover – that Putin and Trump are both placed to the right of the political spectrum: traditionalists, nationalists, authoritarians, militarists and sexists.
However, it is since the Ukrainian crisis and the annexation of Crimea that the pendulum has tended towards the freeze: the current diplomatic crisis is part of the picture, but we cannot rule out the easing of tension. We will see.
As for the protectionist initiative of the Trump administration, this was long awaited.
So, coincidence between the two facts? Yes, most likely. Also because moving towards Cold War at the same time with Russia and China would be quite stupid, and it would be even more stupid to do this while threatening or actually undertaking a trade war with allies.
Can we speculate that behind the poisoning of Skripal there is the Machiavellian European Commission, which intends, in this way, to prevent Trump from kissing Putin’s cheek? Or that it is a ruse of the opponents of Brexit? The list of possible plots can be lengthened.
There is no doubt that there is negotiation with China and that in March it initially responded moderately to US tariffs, promising concessions; in the meantime, it appears that the European Commission and Gazprom are coming to an agreement to close a very expensive antitrust case dating back to 2011; the meeting in Washington proposed by Trump to Putin during the congratulatory call for the third re-election of the Russian president (so, two weeks after the poisoning of Skripal) remains to be defined.
In my opinion, the crucial question is that when well contextualised, far from being the result of the strategy of a director, the scenography of relations with Russia seems quite botched and susceptible to very different developments.
It is true, however, that this it is not just a question of fortuity. It is the kind of situation that highlights the inherent contradictions of the Trump administration’s foreign policy.
The protectionist impetus responds to demands of domestic legitimation – based on electoral promises –, but is in contrast with the international division of labour and the reproduction of US capital on a global scale. A conflict is taking shape between US international economic policy and its policy of alliances and national security.
Protectionism is also a way to avoid implementing serious socioeconomic reforms in the United States. Behind the contradictions of the Trump administration’s foreign policy is the latent conflict between it and the population of ordinary North American citizens, including the white male workers who voted for him.
For the world, this is much more important than stories of spies, arsenic and old ideological lace.

GUERRA COMMERCIALE, SKRIPAL’, ARSENICO E VECCHI MERLETTI, di Michele Nobile

IN DUE LINGUE (Italiano, Inglese)

© Mindaugas Bonanu
Come il resto dell’umanità, chi scrive non dispone di alcun mezzo per individuare il mandante del tentato omicidio dell’ex agente doppiogiochista russo Sergej Skripal’ e di sua figlia. Azzardo però qualche ragionamento, giusto per sgombrare il campo dalle fantasie e mettere a fuoco i problemi reali.
È vero che a volte personaggi sgraditi al Cremlino incorrono in gravissime e misteriose patologie. Uno dei casi celebri è quello di Viktor Juščenko, candidato alle presidenziali dell’Ucraina nel 2004, in una campagna elettorale durante la quale, fra l’altro, Putin viaggiò per ben sette volte in quel Paese per appoggiare il concorrente Janukovyč.
Fra gli altri ci sono: Aleksandr Litvinenko, esule ex funzionario dei Servizi federali per la sicurezza della Federazione russa (Fsb) e critico di Putin, avvelenato mortalmente col polonio a Londra, nel 2006; la giornalista Anna Politkovskaja, distintasi per i suoi servizi sulla guerra in Cecenia, ammazzata a colpi di pistola a Mosca, pure lei nel 2006; Boris Berezovskij, al tempo di El’tsin il più influente degli oligarchi russi, altro esule critico di Putin morto in circostanze poco chiare a Londra, nel 2013; e Boris Nemtsov, capo del partito Sojuz Pravych Sil [Unione delle forze di destra], assassinato nel 20151.
Tuttavia, non si comprende quale interesse possa avere Mosca a eliminare Skripal’, rischiando una crisi internazionale. Perché uccidere un individuo già regolarmente liberato nel 2010, nel quadro di uno scambio di «spioni» arrestati con gli Stati Uniti? Quali altre terribili rivelazioni avrebbero potuto esserci otto anni dopo e dopo esser stato certamente interrogato - subito e a lungo - dai servizi competenti?
E poi, perché eliminarlo con un mezzo così sofisticato come il nervino, la cui origine potrebbe essere rintracciata? Non sarebbe stato meglio simulare un incidente automobilistico? Una tegola in testa? Un colpo di pistola o il classico arsenico, così anonimi, sono forse passati di moda?
D’altra parte, non si capisce neanche perché Skripal’ dovesse essere eliminato da qualche servizio «occidentale». Per alzare ulteriormente la tensione con Mosca le motivazioni non mancano e, volendo, se ne possono fabbricare di più grosse ed emotive per l’opinione pubblica.
La verità è che in casi come questi la fantasia può galoppare liberamente. Skripal’ non potrebbe essere stato avvelenato da altri attori interessati ad accrescere la tensione fra Russia e «Occidente»?
Congetturiamo: responsabili non potrebbero essere agenti della Corea del Nord, interessata a neutralizzare le pressioni russe verso un accordo con gli Stati Uniti, oppure agenti dell’Isis o del regime di Assad? Oppure gli indipendentisti ceceni? O anche, perché no, a usare il nervino non potrebbero essere stati i sofisticati killer di un’occulta «Spectre» di affaristi legati al complesso militare-industriale?
A dire il vero non soltanto non possiedo i mezzi, ma nemmeno m’interessa sapere chi ha avvelenato Sergej Skripal’ e la figlia. Dal punto di vista della storia mondiale e degli interessi dei comuni cittadini, la cosa è irrilevante. Non ho bisogno di una verità giudiziaria per sapere che - volendo - gli Stati possono agire senza scrupoli, ammazzare e massacrare. Esiste la ragion di Stato, ma Stati buoni non esistono.
Ricordo bene, per fare un altro esempio, che nel luglio 1985 i servizi segreti francesi fecero saltare in aria la nave di Greenpeace Rainbow Warrior, che protestava contro le esplosioni nucleari nella Polinesia francese, causando la morte di un uomo. Presidente era allora il «compagno» Mitterand… dell’Union de la gauche.
Due fra i sabotatori della Direction générale de la sécurité extérieure vennero arrestati dalla polizia neozelandese, processati e condannati a dieci anni. Il ministro della Difesa francese fu costretto a dimettersi, ma la Nuova Zelanda, posta sotto ricatto economico da parte della Francia, fu costretta a un accordo per cui i due assassini vennero prima trasferiti sotto custodia francese, poi liberati e infine promossi di grado.
Quanto accaduto alla Rainbow Warrior è cristallino, al contrario del caso Skripal’ e in genere dei veri complotti storicamente rilevanti, che hanno la spiacevole caratteristica di rimanere segreti nella fase di preparazione, ma di rivelarsi nell’attuazione; i colpi di Stato ne sono un facile esempio.
Per cui lascio volentieri le indagini agli organi competenti e le congetture ai patiti delle spy stories e ai complottisti d’ogni risma, che hanno già la risposta preconfezionata secondo le loro personali paranoie e simpatie politiche.
La personalizzazione e la divisione manichea degli attori politici in buoni e cattivi - naturalmente i cattivi sono astutissimi e infingardi, benché destinati alla sconfitta - sono proprie di una visione del mondo infantile e manipolabile con facilità.

Altro è importante in questa vicenda sozza, quali che siano i mandanti: la raffica di massicce espulsioni di diplomatici russi dai paesi Nato e di diplomatici dei paesi Nato dalla Russia. Per molti commentatori, insieme all’incombente guerra commerciale fra Stati Uniti e Cina, questa vicenda sembra il preludio a una nuova Guerra Fredda.
Tuttavia, bisogna anche stare attenti a non arrivare a conclusioni affrettate che possono distrarre l’attenzione dalle questioni di fondo.
Si può ricordare che nel 1986 gli Stati Uniti espulsero 80 diplomatici sovietici dopo l’arresto di un giornalista russo-americano a Mosca, e i sovietici, a loro volta, contraccambiarono. Eppure, l’anno successivo Reagan e Gorbačëv firmarono il trattato sui missili a medio raggio e tre anni dopo la Seconda guerra fredda venne dichiarata ufficialmente chiusa.
E poi, nel 2001 Stati Uniti e Russia espulsero 53 diplomatici a testa, ma - nonostante altri problemi maggiori – ciò non impedì che le due potenze continuassero a collaborare nella «guerra al terrore» e che, durante le celebrazioni dell’anniversario della fondazione di San Pietroburgo, Putin dicesse del Presidente americano: «le nostre opinioni coincidono su molte questioni. Ed è proprio questo che mi permette di chiamare il presidente Bush mio amico, non solo personalmente - perché personalmente mi piace molto - ma anche come mia controparte e Presidente di una nazione amica»2.
Certo, occorre contestualizzare… ed è questo il punto.
L’uso del termine «Guerra Fredda» - senza ulteriori qualifiche - è popolarissimo per l’intero secondo dopoguerra ma anche fuorviante, e lo stesso vale per il quadro attuale dei rapporti fra Russia e «Occidente».
Ritengo corretta la periodizzazione proposta da Fred Halliday: questa distingue Prima guerra fredda (1946-1953), antagonismo oscillatorio (1953-1969), distensione (1969-1979) e Seconda guerra fredda (dal 1980, terminata di fatto con il vertice di Reykjavík fra Gorbačëv e Reagan nell’ottobre 1986)3.
La fase dell’antagonismo oscillatorio fu caratterizzata da negoziati e ripetuti tentativi di ridurre le tensioni fra i due campi, ciascuno fallito a causa di eventi in parte fuori dal controllo delle due potenze, ma che necessariamente le coinvolgevano e le contrapponevano.
Si trattò quindi di una fase che combinava aspetti della Guerra Fredda con aspetti della distensione e che, a differenza di queste ultime, si sarebbe definita con chiarezza retrospettivamente più che nel suo farsi.
Ebbene, tutto sommato è a questo che somigliano i rapporti fra gli Stati Uniti e la Russia di Putin: tant’è vero che il terrorismo jihadista (e per la Russia in particolare, il terrorismo ceceno) è avversario comune; e i flussi di energia dalla Russia all’Europa occidentale sarebbero stati impensabili durante la Prima guerra fredda (questi flussi iniziarono durante la distensione e furono tra i motivi del rinvio delle riforme sovietiche e della paradossale «maledizione delle risorse» che ancora affligge l’economia russa).
Esiste inoltre una ragione fondamentale per cui occorre fare molta attenzione ad assimilare i rapporti contemporanei fra Russia e «Occidente» alla Guerra Fredda, che era un contrasto fra sistemi sociali diversi: l’imperialismo capitalistico da una parte e lo pseudosocialismo totalitario dall’altra.
Nel XXI secolo né il «comunismo» sovietico né quello maoista esistono più. Abbiamo solo capitalismi, e quelli della Russia e della Cina sono anche imperialismi (nel senso proprio e strutturale che prescinde da una politica più o meno aggressiva; almeno per i marxisti, ciò dovrebbe essere ovvio).
Porre la questione come se si trattasse della Guerra Fredda è un modo per alimentare tensione e confusione. Oppure per crearsi la consolatoria illusione di rivivere i vecchi tempi «gloriosi»: cosa ancor più sbagliata quando si consideri - oltretutto - che Putin e Trump sono entrambi collocabili alla destra dello spettro politico: tradizionalisti, nazionalisti, autoritari, militaristi e maschilisti.
Comunque, è dalla crisi ucraina e dall’annessione della Crimea che il pendolo tende verso il gelo: l’attuale crisi diplomatica rientra nel quadro, ma non si può escludere l’alleggerimento della tensione. Si vedrà.
Quanto all’iniziativa protezionistica dell’amministrazione Trump, questa era attesa da tempo.
Per cui, coincidenza tra i due fatti? Sì, con molta probabilità. Anche perché muoversi verso la Guerra Fredda allo stesso tempo con Russia e Cina sarebbe mossa alquanto stupida, ed ancor più stupido sarebbe far questo mentre si minaccia o si intraprende effettivamente una guerra commerciale con gli alleati.
Si può fantasticare che dietro l’avvelenamento di Skripal’ ci sia la machiavellica Commissione europea, che intende così impedire a Trump di baciare la guancia di Putin? O che sia un trucco degli avversari della Brexit? L’elenco delle trame possibili si può allungare.
Non c’è dubbio che esista un negoziato con la Cina e che a marzo essa abbia inizialmente risposto in modo moderato alle tariffe statunitensi, promettendo concessioni; intanto pare che Commissione europea e Gazprom stiano arrivando a un accordo per chiudere un caso di antitrust assai costoso che risale al 2011; e rimane da definire l’incontro a Washington proposto da Trump a Putin durante la telefonata di congratulazioni per la terza rielezione del presidente russo (quindi, due settimane dopo l’avvelenamento degli Skripal’).
A mio parere, la questione cruciale è che quando ben contestualizzata, lungi dall’essere frutto della strategia di una regia, la scena dei rapporti con la Russia appare abbastanza pasticciata e suscettibile di sviluppi molto diversi.
È vero però che non si tratta di sola casualità. È il tipo di situazione che mette in luce le contraddizioni intrinseche alla politica estera dell’amministrazione Trump.
L’impeto protezionistico risponde a esigenze di legittimazione interna - sulla base delle promesse elettorali - ma è in contrasto con la divisione internazionale del lavoro e la riproduzione del capitale statunitense su scala mondiale. Si delinea un conflitto fra la politica economica internazionale degli Stati Uniti e la sua politica delle alleanze e della sicurezza nazionale.
Il protezionismo è anche un modo per non attuare serie riforme socioeconomiche negli Usa. In fondo alle contraddizioni della politica estera dell’amministrazione Trump c’è il conflitto latente fra questa e il popolo dei comuni cittadini nordamericani, compresi gli operai maschi bianchi che l’hanno votato.
Per il mondo, questo è molto più importante che storie di spie, arsenico e vecchi merletti ideologici.