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martedì 22 agosto 2023

GUATEMALA: ¿ESTAMOS ANTE UNA «NUEVA PRIMAVERA»?

por Marcelo Colussi


Definitivamente el campo popular ha perdido muchísimo en estos últimos años. Conforme con lo sucedido en todo el mundo, el triunfo de los planes neoliberales y el anticomunismo feroz que nos dejó la primera Guerra Fría (ya estamos viviendo la segunda), los avances y conquistas de los de a pie retrocedieron en forma fenomenal. En Guatemala, si bien después de la Firma de la Paz en 1996 se habían abierto algunas tímidas esperanzas de cambio, con las últimas administraciones presidenciales (Otto Pérez Molina, Jimmy Morales, Alejandro Giammattei) esos mínimos avances desaparecieron completamente.

 

La actuación de la Cicig durante un corto período de tiempo (cuando así lo determinó Washington, solo a su conveniencia) marcó un momento de “respiro” en la sociedad, porque se sentía que se actuaba contra la corrupción galopante que se había instalado. No debe olvidarse al respecto, tal como dijo uno de los apresados por esa cruzada anticorrupción que se desató en el 2015, que se detuvo a la Línea 1, pero jamás se tocó -ni parece que se vaya a tocar nunca- a la Línea 2. 

 

Desde ese entonces, la corrupción pasó a ser, en términos mediáticos, el problema principal del país. Los “malos de la película” fueron los mandatarios venales que, con sus robos y fechorías, “empobrecen al pueblo”. Verdad a medias. La corrupción existe, sin dudas, pero es efecto de un sistema basado en la explotación de las grandes mayorías trabajadoras al que llamamos “capitalismo”. Los hechos corruptos, que aparecen en todos los gobiernos del mundo, en el Norte próspero y en el Sur empobrecido, no son la real causa de las penurias de las poblaciones: es la forma en que se distribuye la riqueza. Esos funcionarios corruptos, que se mueven con características delincuenciales -¿qué diferencia sustancial hay entre un ladrón de celulares, un pandillero que pide extorsión o un político robando un presupuesto público?- son producto de un sistema injusto en sus raíces. Esos funcionarios, que lo que menos parecen ser es “servidores públicos”, son una excrecencia dentro de un sistema en sí mismo perverso y corrupto. 

 

De todos modos, desde hace un tiempo el llamado Pacto de Corruptos (clase política impresentable, crimen organizado, cierto empresariado voraz) ha ido copando todas las estructuras del Estado, asegurándose un clima de completa impunidad para sus oscuros negociados, manejados como mafias al peor estilo de Al Capone. Para la presente elección contaban con que repetían un triunfo en la presidencia, afianzando y profundizando una sangría a los recursos públicos de forma inmoral. Pero la población reaccionó. El voto popular dijo no a esa avanzada gangsteril, dando como ganador a una propuesta renovadora: el Movimiento Semilla. 

Bernardo Arévalo, hijo de l’expresidente Juan José Arévalo

Definitivamente, el triunfo de Bernardo Arévalo constituye una bocanada de aire fresco en una atmósfera irrespirable como la que se tenía en el país últimamente, con grupos mafiosos manejando los gobiernos (nacional y municipales) con criterios de banda delincuencial, con un tufillo que apestaba y que llevó a la población a decir “basta”. 

 

martedì 15 agosto 2023

PUEBLOS HARTOS DE LA «CLASE POLÍTICA» PROTESTAN CON SU VOTO

(Casos de Argentina y Guatemala)

 

por Marcelo Colussi

 

 

Se dice machaconamente que “el pueblo votante es el soberano”. Absurda mentira que se nos ha impuesto a base de interminables repeticiones. Desde hace dos siglos, con el advenimiento de las llamadas “democracias” -Estados Unidos, Francia e Inglaterra tomando la delantera-, las potencias dominantes del mundo impusieron la democracia representativa como el supuesto punto máximo de desarrollo en la dimensión política de las sociedades.

 

Esa pretendida democracia encubre lo más importante: es la expresión jurídico-administrativa de la sociedad capitalista, donde unos pocos (empresarios, terratenientes, banqueros) obtienen fabulosas ganancias a partir de la explotación del trabajo de las grandes mayorías populares. Los pueblos, voten o no, nunca mandan. En tal sentido, tiene absoluta vigencia lo dicho por Paul Valéry al definir “política”: el arte de hacer creer a la gente que toma parte en las decisiones que le conciernen” cuando, en verdad, no decide nada.

 

En el modo de producción capitalista, como dijeran Marx y Engels, la burocracia que maneja el Estado no es más que “el consejo de administración de la clase dirigente”. Los llamados “políticos profesionales” constituyen ese grupo que trabaja para que todo siga igual, para que las leyes normalicen/naturalicen la explotación, y que la protesta -cuando alcanza cierto nivel peligroso para el sistema- sea reprimida. 

 

Por supuesto, hay que tener cierta capacidad especial -no necesariamente la más virtuosa, por cierto- para querer ser un “mentiroso de profesión”, tal como es el trabajo de “político”. Es parte de este complejo oficio -si es que así se le puede llamar- la manipulación continua, la mentira descarada, el arte de hacer creer a la gente” cosas que no son. En todos los países capitalistas existentes al día de hoy -en los socialistas no- ese grupo especial de burócratas tomadores de decisiones, funciona como los causantes de las penurias de los pueblos. Son, supuestamente, decisiones de esos políticos las que producen problemas sociales, desnutrición, falta de educación, carencias varias, guerras o contaminación intolerable. 

 

giovedì 10 agosto 2023

Ucraina 25: GLI OBIETTIVI DI GUERRA DI PUTIN E LA GRANDE GUERRA PATRIOTTICA 1941-5


di Michele Nobile

 

«E se tutti gli altri accettavano la menzogna che il Partito imponeva - se tutti i documenti ripetevano la stessa narrazione -, allora la menzogna entrava nella storia e diventava verità. “Chi controlla il passato,” recitava lo slogan del Partito, “controlla il futuro: chi controlla il presente controlla il passato.” Eppure il passato, benché per sua natura alterabile, non era mai stato alterato. Qualunque cosa fosse vera adesso era vera da sempre e per sempre. Era molto semplice. Era necessaria solo una infinita serie di vittorie sulla memoria. “Controllo della realtà,” lo chiamavano: in parlanuovo, “bipensare”».

George Orwell, 1984.

 

Putin e la retorica nazional-imperiale della Grande guerra patriottica 1941-5

Per giustificare l’aggressione al popolo d’Ucraina, Putin ha delineato un quadro storico e ideale di «scontro di civiltà» che in Russia ha radici profonde. Innanzitutto, ha utilizzato una sorta di presupposto «teologico» d’antica data, che fonda l’identità nazionalista-imperiale russa: l’idea che, come la santa Trinità, la nazionalità russa sarebbe una nella sua natura e trina nelle sue persone che, in questo caso, sarebbero quelle dei grandi-russi, dei piccoli-russi (gli ucraini) e dei russi bianchi (i bielorussi). Tuttavia, nella realtà storica questo ha sempre significato la subordinazione di piccoli-russi e russi bianchi alla signoria grande-russa e l’assimilazione alla cultura russa. Sicché si può dire che, in pratica, essendo il «Padre» grande-russo la superiore verità delle altre «persone» trinitarie, la concezione «cristologica» della nazionalità russa è più vicina all’eresia dell’arianesimo che al credo niceno-costantinopolitano.

La mistica idea «teologica» della nazionalità russa è un presupposto necessario ma tuttavia non sufficiente a legittimare la guerra all’Ucraina. A questo scopo Putin utilizza l’eredità ideologica e psicologica staliniana e post-staliniana circa la Grande guerra patriottica (in russo: Великая отечественная войнаcontro l’invasore durante la Seconda guerra mondiale, tedesco ancor prima che nazista. 

Il richiamo alla Grande guerra patriottica è esplicito negli obiettivi di guerra dichiarati dal Presidente russo nel febbraio 2022. In effetti, il riferimento all’invasione subita nel 1941 costituisce la motivazione dell’aggressione su vasta scala (dopo quella iniziata nel 2014) all’Ucraina nel 2022: si tratta di un attacco preventivo per conseguire gli obiettivi della smilitarizzazione e della «denazificazione» dell’Ucraina, uno Stato in cui «i neonazisti di oggi che hanno preso il potere», gli eredi delle «bande dei nazionalisti ucraini, i complici di Hitler, che uccisero persone indifese durante la Grande Guerra Patriottica», costituiscono un pericolo esistenziale per la Russia. 

Inoltre questi obiettivi bellici, che potremmo definire locali, sono da Putin posti in un contesto più ampio: innanzitutto di polemica contro «i principali Paesi della Nato [che], al fine di raggiungere i propri obiettivi, sostengono in tutto i nazionalisti estremisti e i neonazisti in Ucraina» e hanno voluto l’espansione della Nato in Europa orientale, addirittura colonizzando i «territori a noi adiacenti, nei nostri stessi territori storici», così minacciando «l’esistenza stessa del nostro Stato, la sua sovranità». La polemica si completa con l’affermazione che «i risultati della Seconda guerra mondiale, così come i sacrifici fatti dal nostro popolo sull’altare della vittoria sul nazismo, sono sacri»1. In questi passaggi Putin implicitamente rievoca anche l’accusa sovietica a Francia e Regno Unito di non aver voluto allearsi con l’Unione Sovietica nel 1939 e di aver invece inteso spingere Hitler ad attaccare l’URSS, argomento portato come giustificazione del Patto di non-aggressione fra Hitler-Stalin dell’agosto 1939, in effetti il detonatore dell’esplosione della Seconda guerra mondiale. 


Al tempo dell’Unione Sovietica, la celebrazione della vittoria sull’invasore tedesco saldava la legittimazione interna del potere del Partito unico alla fondazione del dominio sovietico nell’Europa centrale ed orientale e, quindi, allo status di grande potenza mondiale dell’Unione Sovietica, consacrato dal seggio permanente nel Consiglio di sicurezza delle Nazioni Unite. Mentre la rivoluzione del 1917 arretrava gloriosamente nel passato remoto, nel dopoguerra crebbe progressivamente l’importanza della mitografia e della ritualità commemorativa della Grande guerra patriottica, con apogeo nei decenni tra il 1964 e il 1982, quando al potere era Leonid Brežnjev2. Specialmente quando declinata come lotta per l’esistenza nazionale e guerra in difesa della civiltà contro la barbarie, del socialismo sovietico come forma più alta di umanismo, era fondamento attuale ed efficace, in quanto più ampiamente vissuto e condivisibile, della legittimità interna ed internazionale del potere della burocrazia sovietica e dei partiti comunisti dei Paesi satelliti.  

La mitografia della Grande guerra patriottica era per l’imperialismo sovietico l’equivalente funzionale di quel che negli Stati Uniti del XIX secolo si diceva il «Destino manifesto» - la missione civilizzatrice dell’espansione continentale - e di quel che divenne la dottrina Monroe (il cui significato originario era tutt’altro3): la pretesa di una legittima sfera d’influenza nel Mediterraneo americano, tra il bacino caraibico e l’America centrale, considerato come il «cortile di casa» degli Stati Uniti. L’Ucraina è la parte più importante del «cortile di casa» dell’imperialismo russo. 

Tuttavia, esiste una basilare differenza politico-ideologica tra l’imperialismo sovietico e il nuovo imperialismo russo, coerente con le differenti matrici sociali, in un caso basate sull’integrale statalizzazione dell’economia, nell’altro sul capitalismo oligarchico. La dottrina Brežnjev della sovranità limitata dei Paesi dell’Europa centrale-orientale (in realtà già operante prima di Brežnjev) presupponeva i risultati geopolitici della Seconda guerra mondiale ma fondava la pretesa d’intervento armato sovietico nei membri Paesi del Patto di Varsavia e del Comecon sulla difesa della «democrazia popolare» dalle (presunte) forze della controrivoluzione (per l’invasione dell’Ungheria nel 1956), o sul contrasto delle deviazioni dalle (presunte) «leggi generali dello sviluppo socialista» - cioè dalla riforma del sistema, sgradita a Mosca – che, così sostenevano, avrebbero portato a restaurare il capitalismo (per l’invasione della Cecoslovacchia nel 1968)4.        

Dopo il crollo dello pseudosocialismo sovietico e della sua religione di Stato marxista-leninista, per giustificare l’interventismo negli affari interni dei nuovi Stati ex-sovietici la nuova Russia del capitalismo oligarchico non può più ricorrere ad argomenti che, in qualche modo, possano dirsi universalisti e orientati verso il futuro, come le suddette deviazioni dalle «leggi generali dello sviluppo socialista». Al contrario, le risorse da valorizzare sono quelle etnico-culturali evocative della passata grandezza statale, militare e geopolitica degli imperi russo e sovietico: del cosiddetto «mondo russo», coincidente con le aree della colonizzazione russa e della russofonia, a suo tempo imposta ai popoli colonizzati; della pretesa speciale missione geopolitica della civiltà della Russia, a cavallo tra Europa ed Asia; della mistica «trinitaria» della nazionalità russa, che nega l’indipendenza delle nazionalità bielorussa e ucraina. 

Emozioni, miti e riti della Grande guerra patriottica sono ancora oggi l’ancoramento più forte per definire un senso generale dell’esistenza individuale e di un’identità russa, tuttavia nella sua versione più nazionalista ed etnico-culturale, svuotata di contenuto sociale e universale, che nella tradizione sovietica era la dimostrazione della superiorità del socialismo e del leninismo, respinto da Putin come causa delle tendenze nazionaliste che portarono alla disgregazione dell’Unione Sovietica. Combinando la legittimazione dei «sacri risultati» geopolitici della Grande guerra patriottica mediante il sangue versato nella guerra contro l’invasore (nazista ma anche germanico e «occidentale») con la mistica «trinitaria» della nazionalità, il risultato è un pasticcio ideologico tra simbologia militarista sovietica e qualcosa che ricorda il motto nazista Blut und Boden. E, benché durante la Seconda guerra mondiale gli ucraini abbiano versato più sangue (das Blut) dei russi, è un pasticcio che si presta alla giustificazione della riconquista delle presunte «terre ancestrali» (der Boden) della Russiae che può riscuotere consenso tanto tra i nostalgici dello zarismo e tra i fascistoidi quanto tra gli antiamericanisti nostalgici dell’Unione Sovietica di Stalin e Brežnjev. 

Fanatici e imbecilli a parte, il fatto veramente importante è che la Grande guerra patriottica e i suoi «sacri risultati» sono ora il fondamento ideologico del tentativo di ricostruire una identità nazionale russa di tipo imperiale, di un «centrismo conservatore»5 di massa che si è fatto progressivamente più ambizioso e aggressivo, ideologicamente reazionario e politicamente repressivo, il campo ideologico in cui si fondono politica interna e internazionale, legittimazione interna del potere dell’odierna oligarchia statale ed economica russa e interessi espansionistici dell’imperialismo russo.      

Il modo in cui Putin ha formulato i suoi obiettivi di guerra non è mera retorica. Va preso molto sul serio perché ha conseguenze molto concrete per la condotta della guerra, per definire le condizioni della pace dal punto di vista russo, per la politica interna della Federazione Russa.  

 

 

mercoledì 2 agosto 2023

FAIRE CAMPAGNE POUR LIBERER KAGARLITSKY: POURQUOI ET COMMENT

de Vincent Présumey

 

(militant de ENSU/RESU)


FRANÇAIS - ENGLISH 


 

Mercredi 26 juillet circulait la nouvelle de l’arrestation de Boris Kagarlitsky par le FSB, qui l’a rapidement transféré de Moscou à Syktyvkar, dans le grand Nord, sous l’inculpation d’« apologie du terrorisme », avec un procès annoncé pour septembre où il risque 7 ans de prison.

Le régime russe, qu’il s’agisse des fidèles de Poutine ou d’autres réseaux, n’a aucune légitimité et aucun droit historique à juger qui que ce soit – même pas le criminel tortionnaire Girkin. Boris Kagarlitsky n’a rien à voir avec le « terrorisme » et est une célébrité dans la « gauche radicale » internationale, ce qui donne le sens politique de son arrestation au plan international. Aplutsoc s’associe donc à la déclaration qui circule dans le RESU et cela indépendamment des questions abordées dans la suite de cet article :

Le 25 juillet dernier, Boris Kagarlitsky, intellectuel reconnu et militant socialiste a été arrêté par le FSB sous l’accusation de « justification du terrorisme », et immédiatement transféré à Syktyvkar, à 1300 km de Moscou. Là, la cour a décidé, lors d’une audience à huis clos et hors la présence de son avocat, le maintien en détention jusqu’à son procès qui se tiendra courant septembre, et à l’issue duquel il pourrait être condamné à 7 ans de prison.

Les poursuites et la détention de Kagarlitsky se situent dans le contexte d’une campagne répressive engagée par le gouvernement qui tente de faire taire toutes les voix qui s’opposent tant à l’invasion de l’Ukraine qu’à sa politique intérieure. Depuis l’année dernière le gouvernement Poutine s’est attaché à poursuivre, incarcérer ou forcer à l’exil nombre de personnalités politiques reconnues, intellectuels et militants, qui se sont élevés publiquement contre la guerre en qualité de simples citoyens au travers des réseaux sociaux. Celui de Kagarlitsky a été classé « agent étranger » en mai.

Nous exprimons notre solidarité avec Boris Kagarlitsky et exigeons sa libération immédiate comme celle de tous les détenus pour motifs politiques.

Ceci posé, une campagne pour la libération de Boris Kagarlitsky doit pour nous, et, pensons-nous, pour le RESU s’il devait s’y engager comme tel, être bien comprise politiquement pour être efficace. Ceci demande sans doute une pleine information de tous les militants. C’est l’objet de cet article. Pour faire comprendre qu’il pourrait y avoir un problème, signalons deux communiqués en provenance de Russie.

JE SUIS UN UKRAINIEN DE GAUCHE

de Andriy Movchan

 

C'est pourquoi je soutiens Boris Kagarlitsky

Le théoricien russe de gauche, qui est passé du statut de faucon pro-guerre à celui de prisonnier politique anti-guerre, mérite la solidarité.

 

Le principal penseur russe de gauche Boris Kagarlitsky risque jusqu'à sept ans de prison pour "justification du terrorisme", même s'il est clair pour tout le monde - y compris les partisans de Vladimir Poutine et de son agression en Ukraine - qu'il a été arrêté pour ses opinions anti-guerre.

Kagarlitsky est peut-être le penseur marxiste le plus en vue de l'espace post-soviétique, connu dans les milieux universitaires et politiques en Russie et au-delà. Il a été arrêté le 25 juillet après avoir déclaré dans un message sur les réseaux sociaux que l'attaque du pont russe de Crimée en octobre 2022, que l'on supposait être l'œuvre de l'Ukraine, était compréhensible "d'un point de vue militaire". Son cas n'est qu'un exemple parmi des centaines d'enquêtes policières menées sur des Russes opposés à la guerre.

Son arrestation a provoqué un vif débat sur la solidarité - et sur la question de savoir si Kagarlitsky la mérite, compte tenu de ses déclarations antérieures.