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lunedì 22 marzo 2021

¿POR QUÉ STALIN?



por Esteban Valenti

Hay preguntas que aunque pueden parecer totalmente fuera de nuestra época y referir a la prehistoria revolucionaria y política, en realidad son elementos claves para explicar el mundo actual y en particular el de las izquierdas. Por lo tanto son profundamente actuales, vigentes y no sólo sobre el sujeto mismo de la pregunta, sino sobre el método, tanto si evitamos las preguntas, como si las formulamos cueste lo que cueste.

Obvio que para los seguidores anteriores o actuales de Marx y de Lenin y más en general de las ideas socialistas, estos temas tienen mucha mayor importancia en sus vidas, pero al representar cambios radicales en relación a la guerra fría, a la existencia y posibilidades de todas las fuerzas políticas se podrá apreciar que no es solo historia, es presente y por lo tanto es futuro y exige además de rigor, cierta extensión en el tratamiento del tema. 

Stalin, es sin duda alguna el personaje más controvertido de la historia de los partidos comunistas, por lo tanto de una parte importante de la izquierda, pero también de toda la historia del siglo XX, por su papel en la Segunda Guerra Mundial, el dominio absoluto en la URSS  y la extensión del socialismo “real”.

Un personaje discutido en Rusia, naturalmente en la URSS y en todo el planeta. Para que no haya ninguna duda, considero que su papel fue nefasto, fue un asesino de millones de soviéticos, que mandó ejecutar a miles de sus propios compañeros, responsable de utilizar el terror como el principal método para imponer sus ideas, sus objetivos y el responsable de la mayor deformación de las ideas originales de Marx y del socialismo y sus diversas corrientes, incluyendo las del POSDR, originalmente los bolcheviques. Incluso las de Lenin, pero con esta afirmación no eximo a Wladimir Ulianov “Lenin” de sus responsabilidades en la deformación profunda del socialismo. A pesar de la violencia utilizada por Lenin en la polémica con otros pensadores socialistas, y su sentido de una “única verdad”, no tengo dudas revisando su obra y su trayectoria que si hubiera seguido al frente de la URSS y del PCUS otra hubiera sido la historia, con cambios y correcciones importantes. Pero se murió a los 53 años. El cambio fundamental habría sido que Stalin no hubiera llegado nunca al poder total, seguramente hubiera terminado afuera del PCUS. Es mi especulación. También contrasto y comparo la dureza implacable de Lenin en la polémica con otros socialistas, incluso bolcheviques y la parquedad con Stalin.

Lo único que puede reconocerse a Stalin pero a un costo humano y social impresionante e injustificable fue la industrialización y el armamentismo acelerado de la URSS.

El informe de Nikita Jrushchov en el XX Congreso del PCUS titulado “Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias” pronunciado en febrero de 1956 detalla en sus 46 páginas los horrores y las profundas deformaciones introducidas desde el poder absoluto del Estado, del gobierno y del partido por parte de Stalin, durante 30 años. ¿Cómo fue posible?

El extenso informe de Jrushchov en ningún momento se formula esta pregunta ni busca la mínima explicación. Tampoco lo hicieron los partidos comunistas del mundo incluyendo el Partido Comunista de Uruguay, que se había adelantado a la denuncia al culto a la personalidad, en su XVI Congreso de 1955. No contra Stalin sino contra Eugenio Gómez.

Sin responder esta pregunta clave, sobre su proceso, sobre deformaciones atroces, sobre un hombre y su poder ilimitado, superior incluso al del zar, la historia es hueca, no tiene ningún rigor y mucho menos si pretende analizarla desde el materialismo dialéctico. La otra alternativa es que debe ser interpretado, como lo afirman sin cesar los enemigos del socialismo, de que Stalin era un producto, era el resultado obligado, natural de la propia esencia del comunismo.

¿Existe otra interpretación basada en hechos históricos y no en vanas especulaciones o simplemente en el manejo de la teoría y de una colección de citas?

Existe una explicación clara y basada en hechos históricos, incluso en el póstumo esfuerzo de Lenin y del PCUS de corregir el rumbo, tarde y totalmente insuficiente. El veneno ya había corroído el alma teórica, política y humana de los comunistas soviéticos. Y Stalin se hizo cargo.

El Estado y la Revolución, la obra más leída y “sagrada”, la que define al “leninismo” en todo el mundo, escrita en agosto y setiembre de 1917 en Finlandia por parte de Lenin es básica para comprender el inicio de ese proceso trágico. Y digo trágico por cuánto costó y como terminó, sobre todo porque las acciones emprendidas 4 años después de haber sido escrita, en 1921, que aplastaron aspectos fundamentales, precisamente de un proceso de democratización proletaria hacia la extinción del Estado, como incluso plantea Lenin. En realidad terminó en un Estado de un solo partido, aplastando la disidencia y el origen de la revolución, a los propios soviets, comenzando por el de Krondast.

La revolución de octubre fue originalmente la reacción de obreros, campesinos y soldados agobiados por la miseria, la guerra, el hambre y el fracaso del gobierno provisional encabezado por Aleksándr Kérenski, surgido en febrero de 1917 y luego de la caída del zar. La revolución de octubre no fue ningún error histórico, fue  el intento inicial de dar un enorme salto civilizatorio en el mayor país del mundo, explotado y saqueado por el zarismo y el capitalismo más salvaje y profundamente atrasado. Una revolución que se atrevió a saltearse muchas de las “reglas” teóricas” de la Segunda Internacional y casi todos sus partidos y naturalmente al orden establecido en todo el mundo y en particular en la Europa, de reyes y regímenes surgidos en la Primera Guerra Mundial.

Sin esa guerra, que por ejemplo agrupó en el ejército a millones de campesinos y obreros rusos dispersos por el enorme territorio, para morir, ser mutilados y heridos por millones en el frente, la revolución nunca hubiera sido posible.

Nació de una experiencia inédita en el mundo: los soviets, es decir la democracia directa ejercida por millones de comités de obreros, campesinos, soldados y marineros. Eran asambleas que surgieron a raíz de la revolución de 1905 en Rusia. También se dieron experiencias soviéticas en otros países, por ejemplo el Sóviet de Limerick, que fue instaurado en Irlanda en 1919. La República Soviética de Baviera, o el Sóviet de La Argañosa, que fue instaurado en 1934 en Asturias, al norte de España. Las tres experiencias tuvieron una duración muy efímera.

Los soviets en Rusia, en particular durante la guerra, previo a la revolución de febrero y a la de octubre de 1917 fue una enorme experiencia de democracia directa y de participación y aprendizaje para millones de ciudadanos, que culminó trágicamente luego de la propia revolución soviética.

Uno de los soviets más importantes, se creó en la zona de mayor concentración obrera y militar de toda Rusia, en Kronstadt, una pequeña isla en el golfo de Finlandia donde funcionó por primera vez el control total del territorio y de todas las actividades productivas, militares y administrativas antes incluso de la caída del gobierno provisional de Kerensky. No se impacienten, no es historia antigua, tiene que ver con la actualidad.

Ocho mil hombres armados zarparon desde la isla situada a 30 kilómetros de Petrogrado para sumarse a la insurrección del 25 de octubre de 1917 y a la toma del Palacio de Invierno. La relación entre el Soviet de Kronstadt y el poder central instalado primero en Petrogrado y luego en Moscú, fue compleja, tormentosa y culminó con el aplastamiento con miles de muertos de la rebelión de Krondstad en marzo de 1921, hace 100 años. Esa rebelión fue tildada del último levantamiento “blanco” contra el poder soviético (sin contar muchas rebeliones campesinas posteriores) y en realidad de acuerdo a todos los documentos existentes, fue el último esfuerzo popular para mantener una consigna básica y fundamental de la revolución: ¡todo el poder a los soviets! y no todo el poder al Partido Comunista, como sucedió y se mantuvo durante 70 años y fue una de las causas principales de la caída del socialismo “real”. 

Esa deformación profunda, esa concentración de un partido único al frente de todo, que fue devorando e hipertrofiando el Estado, todos los resortes nacionales (de las diversas naciones que formaban la URSS) y los poderes locales, de las fuerzas de seguridad como perno fundamental del poder (Cheka, NKVD, KGB, GPU) y, de las FF.AA. incluyendo su depuración de cuadros de fundamental importancia, como el mariscal “rojo” Mijaíl Nikoláyevich Tujachevski, autor de la teoría de las operaciones de profundidad de las fuerzas blindadas, que precedió a la blitzkrieg nazi y que fue fusilado por Stalin en 1937 junto a decenas de destacados jefes militares soviéticos. En el plano económico, todo comenzó con la planificación económica total y el inicio del “comunismo de guerra”, que hasta la historia oficial soviética posterior tuvo que reconocer que causó grandes hambrunas y la muerte de millones de campesinos y habitantes en las ciudades.

La principal reivindicación del Soviet de Kronstadt era política, exigía el pluralismo de los soviets y todas las consecuencias que de ello se derivaban, en particular que el poder no fuera entera y totalmente del PCUS. La batalla contra esta concepción y todas las reivindicaciones (1) de este comité, fueron encabezadas por Lenin y Trosky. En muchas intervenciones y basado solo en los puntos 11 y 15 de su plataforma, Lenin los acusó de ser un levantamiento “pequeño burgués”, sin embargo fue a partir de ese levantamiento que se introduce la llamada Nueva Política Económica, la NEP, en sustitución del comunismo de guerra. Era tarde, y Stalin la liquidó con su típica ferocidad y primitivismo.

El efecto del aplastamiento de la rebelión de Kronstadt produjo una cadena de hechos: la proscripción de todos los partidos políticos en Rusia; la instalación de una estructura piramidal basada en el concepto de un tipo de dictadura del proletariado, que de hecho era la dictadura de un solo partido; la liquidación de las corrientes dentro del PCUS (que siempre habían existido) y; el papel fundamental de la Cheka (servicio secreto) en el mantenimiento del poder en todos los rincones geográficos, sociales, partidarios y militares del país. Y con la asunción de Stalin al poder absoluto, la liquidación de todos los que se atrevieron a discutir sus ideas, sus medidas y su poder. Así, la inmensa mayoría de los dirigentes bolcheviques de la revolución de octubre fueron fusilados o deportados a los gulag.

La teoría de “esa” dictadura del proletariado, lo dominó todo, incluso se extendió a todos los partidos comunistas que se sumaron a las 21 condiciones a partir de junio de 1921 (2), incluido el PCU de Uruguay  y luego de la segunda guerra mundial a todos los países del socialismo “real” en todo el mundo, Europa, el Cáucaso, Asía, África e incluso América Latina. El sentido absolutista se  expresó a nivel mundial y en dependencia total de las autoridades de la Internacional Comunista.

La implosión del socialismo real a partir de 1989, comenzando por la RDA, pero que ya había comenzado en Checoslovaquia en 1968 con el “socialismo de rostro humano” y que fuera aplastado por los tanques del Pacto de Varsovia fue la consecuencia del agotamiento total del proyecto político, antidemocrático y del proyecto económico y social de estatización total. 

Stalin fue la expresión patológica de la dictadura del proletariado y de ese “socialismo”, que tuvo bases teóricas previas en Lenin, pero también prácticas, con el aplastamiento de Kronstadt y con la instalación de un régimen monopartidista, donde los soviets pasaron a ser la denominación de una pirámide jerárquica construida exactamente a la inversa del espíritu original de la revolución, desde abajo hacia arriba, se invirtió ese principio por un sistema de rigurosa cooptación del poder, en el estado, el gobierno y en el partido y donde el secretario general encarnaba la cúspide de todo ese poder. Incluso en los partidos comunistas en todo el mundo.

Gorbachov quiso cambiar a partir de modificar los aspectos políticos, con la Perestroika y la Glasnot pero sin un proyecto económico y social, ni una elaboración teórica y fracasó estrepitosamente. Los chinos encabezados por Deng Xiaoping, comenzaron por un viraje radical de la economía y su impacto en la sociedad, en 30 años produjeron la mayor transformación social de la historia, lo hicieron sin discutir a Mao Tse Tung o Mao Zedong, manteniendo su liturgia y con el proyecto de transformarse en la mayor potencia económica del mundo. Manteniendo el Partido Comunista como el único en el poder político, pero no en la economía. (Esto merece un análisis posterior). Y siguen adelante a toda marcha y con la indiferencia de lo que queda de los partidos comunistas en el mundo y de buena parte de la izquierda.

Stalin fue posible, porque era Rusia, sin ninguna base democrática, con un pasado zarista autoritario y brutal, porque la base teórica y también práctica de los bolcheviques, en medio de una guerra y una guerra civil, le dio las condiciones para imponer “su” dictadura del proletariado, que en realidad era la “dictadura de Stalin” sobre todos y sobre todo.

Y un capítulo especial merece el papel de la Segunda Guerra Mundial y de Stalin y como los nazis llegaron a pocos kilómetros de Moscú. Así como en otro plano la polémica entre Lenin y Rosa Luxemburgo, que antes que la asesinaran las bandas del gobierno socialdemócrata alemán en 1918 (3), ya alertaba sobre los terribles peligros de esa concepción en Rusia del poder excluyente para un solo partido. Una sola cita de Rosa Luxemburgo, de las muchas: “La libertad, sólo para los miembros de gobierno, sólo para los miembros del Partido, aunque muy abundante, no es libertad del todo. La libertad es siempre la libertad de los disidentes. La esencia de la libertad política depende no de los fanáticos de la justicia, sino de los efectos vigorizantes y benéficos de los disidentes. Si "libertad" se convierte en "privilegio", la esencia de la libertad política se habrá roto” No es una diferencia de matices con Lenin y el PCUS, es de fondo.

Un solo partido, es la base también de un solo líder indiscutible, como Stalin, como Brezhnev, Mao Zedong, Ho Chi Ming,  Fidel, Kim il Sung, Ever Hoya, Tito y todos los que ocuparon esos cargos en los países del socialismo real. No todos fueron iguales a Stalin ni mucho menos, pero todos ejercieron un poder total y esa nunca puede ser la base del socialismo, de ningún socialismo. Es en esencia su negación.

La caída del socialismo real, no fue solo la caída de una serie de gobiernos, sino que a nivel mundial fue el repliegue total de los partidos comunistas y no solo tuvo expresiones políticas, sino también ideológicas y culturales en las izquierdas y en el estudio y la lucha por construir alternativas al sistema capitalista. En esa etapa estamos.

Escribo estas líneas, porque durante muchos años de mi vida defendí y luché por estas ideas, las asumí plenamente inclusive la de “esa” dictadura del proletariado, “ese centralismo democrático” y la historia no se escribe de buenas o malas intenciones, sino de realidades, y aunque sea el mayor naufragio de mi vida estoy obligado a estudiarlo, a investigarlo y a opinar. Y sobre todo porque sigo creyendo que el destino final de la humanidad no es el capitalismo, ni el más humano de los capitalismos y tampoco me olvido de otras historias, como la de la socialdemocracia, en todas sus contradicciones, incluso de sus éxitos, pero también de sus claudicaciones y sus crímenes.


(1)    La plataforma del Soviet de Kronstadt:

Exigencias aprobadas en la reunión del Petropávlovsk el 28 de febrero de 1921 y luego de  haber oído el informe de los representantes enviados por la asamblea general de las tripulaciones de los buques a Petrogrado para investigar la situación allí reinante, resolvemos:

1. En vista de que los actuales sóviets no expresan la voluntad de los obreros y campesinos, celebrar inmediatamente nuevas elecciones mediante voto secreto, con libertad para que todos los obreros y campesinos puedan realizar propaganda electoral en el período previo;

2. Dar libertad de expresión y prensa a los obreros y campesinos, a los anarquistas y a los partidos socialistas de izquierda;

3. Asegurar la libertad de reunión para los sindicatos y las organizaciones campesinas;

4. Llamar a una conferencia no partidaria de obreros, soldados del Ejército Rojo y marineros de Petrogrado, Kronstadt y de la provincia de Petrogrado, para una fecha no posterior al 10 de marzo de 1921;

5. Liberar a todos los prisioneros políticos de los partidos socialistas, así como a todos los obreros, campesinos, soldados y marineros encarcelados en vinculación con los movimientos laborales y campesinos;

6. Elegir una comisión que revise los procesos de quienes permanecen en las prisiones y campos de concentración;

7. Abolir todos los departamentos políticos, porque a ningún partido deben dársele privilegios especiales en la propagación de sus ideas o acordársele apoyo financiero del Estado para tales propósitos. En cambio, deben establecerse comisiones culturales y educacionales, elegidas localmente y financiadas por el Estado;

8. Retirar de inmediato todos los destacamentos de inspección caminera;

9. Igualar las raciones de todos los trabajadores, con excepción de los que realizan tareas insalubres;

10. Suprimir los destacamentos comunistas de combate en todas las ramas del ejército, así como las guardias comunistas que se mantienen en las fábricas y talleres. Si tales guardias o destacamentos resultaran necesarios, se designarán en el ejército tomándolos de sus propias filas y en las fábricas y talleres a discreción de los obreros;

11. Dar a los campesinos plena libertad de acción respecto de la tierra, y también el derecho de tener ganado, con la condición de que se las arreglen con sus propios medios, es decir, sin emplear trabajo asalariado;

12. Requerir a todas las ramas del ejército, así como a nuestros camaradas los cadetes militares (kursanty), que aprueben nuestra resolución;

13. Pedir que la prensa dé amplia publicidad a todas nuestras resoluciones;

14. Designar una oficina de control itinerante;

15. Permitir la producción de los artesanos libres que utilicen su propio trabajo.

PETRICHENKO, Presidente de la Asamblea de la Escuadra

PEREPELKIN, Secretario.

2) La creación de la Internacional comunista

Estas condiciones para ingresar  fueron aprobadas durante el II Congreso Mundial de la Internacional Comunista, celebrado el 30 de julio de 1920 en Moscú. 

21 condiciones para la admisión a la Internacional Comunista:

El primer congreso de la Internacional Comunista no formuló ninguna condición precisa para la admisión de los partidos a la Tercera Internacional. Cuando el primer congreso fue convocado, en la mayoría de los países solamente había corrientes y grupos comunistas.

El segundo congreso de la Internacional Comunista se reúne en circunstancias distintas. Actualmente en la mayor parte de los países no hay solamente corrientes y grupos comunistas, sino partidos y organizaciones comunistas.

A menudo se formula la petición de admisión a la Internacional Comunista por parte de partidos y grupos que hasta hace poco pertenecían todavía a la Segunda Internacional, pero que en realidad no se han convertido en comunistas. La Segunda Internacional ha quebrado definitivamente. Los partidos con una posición intermedia y los grupos centristas, al darse cuenta de que la Segunda Internacional es del todo irrecuperable, intentan encontrar apoyo en la Internacional Comunista, que cada vez es más fuerte. Pero a la vez que hacen esto esperan mantener una "autonomía" suficiente que les permita continuar la vieja política oportunista o "centrista". La Internacional Comunista, en cierta medida, se está poniendo de moda.

El deseo de algunos de los principales grupos "centristas" de adherirse a la Internacional Comunista es una prueba indirecta del hecho de que ésta se ha ganado las simpatías de la inmensa mayoría de los trabajadores conscientes del mundo entero y de que se está convirtiendo en una fuerza cada vez más poderosa.

Sobre la Internacional Comunista se cierne el peligro de una contaminación de elementos inestables e indecisos que todavía no han repudiado completamente la ideología de la Segunda Internacional.

Además, en alguno de los partidos más consistentes (Italia, Suecia, Noruega, Yugoslavia, etc.) en los que la mayoría se ha adherido al punto de vista comunista, persiste todavía una corriente reformista y socialpacifista que espera solamente el momento propicio para volver a levantar la cabeza y empezar el sabotaje activo de la revolución proletaria, ayudando de esta manera a la burguesía y a la Segunda Internacional.

Ningún comunista debe olvidar la lección de la revolución húngara. El proletariado húngaro ha pagado un carísimo precio por la fusión de los comunistas húngaros con los socialdemócratas llamados de "izquierda".

Por eso el segundo congreso de la Internacional Comunista juzga necesario formular con absoluta precisión las condiciones para la admisión de nuevos partidos, e indicar a los partidos que ya se han adherido los deberes que tienen.

El segundo congreso de la Internacional Comunista pone las siguientes condiciones de adhesión a la Internacional Comunista:

1.- Toda la actividad de propaganda y agitación debe ser de naturaleza auténticamente comunista y conforme al programa y a las decisiones de la Internacional Comunista. Toda la prensa de partido debe estar bajo la dirección de comunistas de mucha confianza que hayan dado prueba de devoción a la causa del proletariado. La dictadura del proletariado no debe ser considerada simplemente como una fórmula de uso corriente para repetirla mecánicamente, hay que propugnarla de un modo que haga comprensible su necesidad a cualquier obrero u obrera común, a cualquier soldado o campesino, partiendo de los hechos de sus vidas cotidianas, los cuales nos tienen que servir continuamente como argumento en nuestra prensa.

Los periódicos y demás publicaciones, así como todas las editoriales del partido, deben estar completamente subordinadas al presidium del partido, independientemente del hecho de que en un momento dado el partido sea legal o clandestino. No se puede permitir que las editoriales abusen de independencia y desarrollen una línea política que no esté en absoluta armonía con la línea política del partido.

En los artículos de la prensa, en las asambleas públicas, en los sindicatos y en las cooperativas, donde quiera que los adherentes a la Internacional Comunista estén presentes, es necesario denunciar, sistemática e implacablemente, no sólo a la burguesía, sino también a sus servidores, los reformistas de cualquier tipo.

2.- Cualquier organización que quiera adherirse a la Internacional Comunista debe quitar por norma a reformistas y centristas de todos los cargos de responsabilidad dentro del movimiento obrero (organizaciones de partido, comités de redacción, sindicatos, grupos parlamentarios, cooperativas, órganos de gobierno locales, etc.) y sustituirlos con comunistas probados, incluso aunque, sobre todo al inicio, sea necesario sustituir oportunistas "expertos" por simples trabajadores de base.

3.- En casi todos los países de Europa y América la lucha de clase está entrando en la fase de la guerra civil. En esta situación los comunistas no pueden de ninguna manera depender de la legalidad burguesa. Estos están obligados a crear por todas partes una organización clandestina paralela que en el momento decisivo ayudará al partido a cumplir su deber con la revolución. En todos los países en los que los comunistas no están en condiciones de operar legalmente, a causa del estado de sitio o de leyes de excepción, es absolutamente necesario combinar la actividad legal con la clandestina.

4.- Dentro del deber de divulgar las ideas comunistas merece mención específica el desempeño de dicho deber en el ejército, con una actividad de propaganda sistemática y enérgica. Allí donde tal labor de agitación se vea impedida por las leyes de excepción, hay que llevarla a cabo clandestinamente. El rechazo a desempeñar semejante tarea equivaldría a repudiar el deber revolucionario y es incompatible con la pertenencia a la Internacional Comunista.

5.- Es necesario hacer un trabajo de agitación sistemático y programado en el campo. La clase obrera no puede consolidar su victoria si no se asegura, por medio de su propia línea política, el apoyo del proletariado rural y de al menos una parte de los campesinos más pobres, así como la neutralidad de parte de la población rural restante. Actualmente la actividad comunista en las zonas rurales está adquiriendo una importancia de primer orden. Es necesario llevarla a cabo principalmente con la ayuda de los trabajadores comunistas de la ciudad y del campo que tengan relación estrecha con éste. El descuidar este trabajo o abandonarlo en las manos de los nada fiables semireformistas equivale a renunciar a la revolución proletaria.

6.- Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar no solamente al socialpatriotismo declarado, sino también la falsedad y la hipocresía del socialpacifismo, de hacer ver sistemáticamente a los trabajadores que sin el abatimiento revolucionario del capitalismo ninguna corte internacional de arbitraje, ningún acuerdo para la limitación de armamento, ninguna reorganización "democrática" de la Sociedad de las Naciones, podrá impedir nuevas guerras imperialistas.

7.- Los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista tienen la obligación de reconocer la necesidad de una ruptura completa y absoluta con el reformismo y con la línea política de "centro", y de propugnar todo lo que se pueda esta ruptura entre los propios miembros. Sin esto no es posible ninguna línea política coherentemente comunista.

La Internacional Comunista exige rotunda y categóricamente que tal ruptura se produzca lo antes posible. La Internacional Comunista no puede permitir que oportunistas tristemente famosos como Turati, Modigliani, Kautsky, Hilferding, Hillquit, Longuet, MacDonald, etc., tengan el derecho de pasar por miembros de la Internacional Comunista. Esto no podría dejar de llevar a la Internacional Comunista a un estado de ruina similar al de la Segunda Internacional.

8.- Los partidos comunistas de países en los que la burguesía está en posesión de colonias y oprime otras naciones es necesario que tengan una actitud particularmente explícita y clara sobre la cuestión de las colonias y los pueblos oprimidos. Todo partido que quiera formar parte de la Internacional Comunista tiene la obligación de desenmascarar los trucos y engaños de sus "propios" imperialistas en las colonias, de apoyar no solo de palabra sino con hechos todo movimiento de liberación en las colonias, de pedir que los imperialistas de su país sean expulsados de tales colonias, de infundir en los trabajadores de su propio país una actitud de verdadera fraternidad con los trabajadores de las colonias y los pueblos oprimidos, y de hacer sistemáticamente una labor de propaganda entre las tropas de su propio país para que no colaboren con la opresión de los pueblos coloniales.

9.- Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista debe desarrollar una actividad sistemática y duradera en los sindicatos, en los consejos obreros y en los comités de empresa, en las cooperativas y en las otras organizaciones de masa de trabajadores. Se necesita constituir dentro de dichas organizaciones células comunistas que por medio de un trabajo constante e infatigable conquisten para la causa del comunismo a los sindicatos, etc. En su labor cotidiana las células tienen que dar a conocer en todas partes las traiciones de los socialpatriotas y la irresolución de los centristas. Las células comunistas deben estar completamente subordinadas al conjunto del partido.

10.- Todo partido que pertenezca a la Internacional Comunista tiene la obligación de entablar una lucha inexorable contra la "Internacional" de Ámsterdam de sindicatos amarillos. Debe difundir con todo vigor entre los sindicalistas la necesidad de una ruptura con la Internacional amarilla de Ámsterdam. Debe hacer todo lo posible por apoyar a la Asociación internacional de sindicatos rojos, asociada a la Internacional Comunista, actualmente en vía de formación.

11.- Los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista tienen la obligación de someter a revisión los componentes de sus grupos parlamentarios y destituir a todos los elementos desleales, de hacer que tales grupos estén subordinados al presidium del partido no solo de palabra sino en los hechos, exigiendo que cada parlamentario individual comunista subordine toda su actividad a los intereses de una propaganda y una agitación auténticamente revolucionarias.

12.- Los partidos que pertenezcan a la Internacional Comunista deben basarse en el principio del centralismo democrático. En el momento actual de dura guerra civil el Partido comunista sólo podrá realizar su cometido si su organización está lo más centralizada posible, si se impone dentro de ella una disciplina férrea y si el centro dirigente del partido, apoyado en la confianza de sus miembros, tiene fuerza y autoridad y se le dota de los más amplios poderes.

13.- Los partidos comunistas de los países en los que los comunistas operan en la legalidad de vez en cuando deben emprender un trabajo de depuración (reinscripción) entre los miembros del partido para desembarazarse de todos los elementos pequeños burgueses que se hayan infiltrado.

14.- Todo partido que quiera adherirse a la Internacional Comunista tiene la obligación de apoyar incondicionalmente todas las repúblicas soviéticas en la lucha contra las fuerzas contrarrevolucionarias. Los partidos comunistas deben llevar a cabo una propaganda explícita para impedir el envío de municiones a los enemigos de las repúblicas soviéticas; además deben realizar una labor de propaganda, con todos los medios, tanto legales como ilegales, entre las tropas enviadas a sofocar las repúblicas obreras.

15.- Los partidos que todavía mantienen los viejos programas socialdemócratas tienen la obligación de someterlos a revisión lo antes posible, y de redactar, teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país, un nuevo programa comunista que esté en conformidad con las decisiones de la Internacional Comunista.

Como norma el programa de cada partido perteneciente a la Internacional Comunista debe ser ratificado por un congreso regular de la Internacional Comunista o por el Comité Ejecutivo. Si el programa de un partido no obtuviese la ratificación del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, el partido en cuestión tiene el derecho de apelar al congreso de la Internacional Comunista.

16.- Todas las decisiones de los congresos de la Internacional Comunista, así como las decisiones de su Comité Ejecutivo, son vinculantes para todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista. La Internacional Comunista, que opera en una situación de dura guerra civil, debe tener una estructura mucho más centralizada que la de la Segunda Internacional. Naturalmente la Internacional Comunista y su Comité Ejecutivo deben tener en cuenta en todas sus actividades la diversidad de situaciones en las que se encuentra cada partido para luchar y actuar, y deben tomar decisiones vinculantes para todos únicamente cuando tales decisiones sean posibles.

17.- En este sentido, todos los partidos que quieran adherirse a la Internacional Comunista deben cambiar de nombre. Todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista debe llamarse: Partido Comunista de tal o cual país (sección de la Internacional Comunista). El hecho del nombre no es solamente una cuestión formal, sino una cuestión exquisitamente política y de gran importancia. La Internacional Comunista ha declarado la guerra a todo el mundo burgués y a todos los partidos de la socialdemocracia amarilla. La diferencia entre los partidos comunistas y los viejos partidos "socialdemócratas" o "socialistas" oficiales, que han traicionado la bandera de la clase obrera, debe hacerse comprensible para cualquier simple trabajador.

18.- Todos los principales órganos de prensa de partido de todos los países tienen la obligación de publicar todos los documentos oficiales importantes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista.

19.- Todos los partidos pertenecientes a la Internacional Comunista y los que han hecho la petición de admisión tienen la obligación de convocar lo antes posible, y en cualquier caso dentro de los cuatro meses siguientes al segundo congreso de la Internacional Comunista, un congreso extraordinario para examinar todas estas condiciones de admisión. Por este motivo todas las centrales de partido deben comprobar que las decisiones del segundo congreso de la Internacional Comunista han sido comunicadas a todas las organizaciones locales.

20.- Los partidos que ahora quieren entrar en la Internacional Comunista, pero que no han cambiado todavía radicalmente su vieja estrategia, antes de entrar en la Internacional Comunista deben hacer que su comité central y todos los organismos dirigentes centrales estén compuestos por no menos de dos tercios de compañeros que ya antes del segundo congreso propugnaran públicamente e inequívocamente la entrada de su partido en la Internacional Comunista. Se pueden hacer excepciones con el consenso del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista también tiene el derecho de hacer excepciones en el caso de los representantes centristas mencionados en el párrafo 7.

21.- Los miembros del partido que rechacen como principio las condiciones y tesis elaboradas por la Internacional Comunista deben ser expulsados del partido.

Lo mismo es válido en especial para los delegados a los congresos extraordinarios.

Supresión de la Internacional Comunista

La Segunda Guerra Mundial implicaba que el gobierno de la Unión Soviética perdiese contacto con numerosos partidos comunistas del resto del mundo cuyos países de origen habían sido invadidos y dominados por el Tercer Reich, considerando además que los países capitalistas recelaban del gobierno soviético después del Pacto Ribbentrop-Mólotov, celebrado con los nazis en agosto de 1939. Cuando la Unión Soviética fue invadida por el Tercer Reich en junio de 1941, el régimen soviético, en su lucha contra el fascismo, se vio como aliada de Gran Bretaña, y desde diciembre de 1941 tuvo también como aliado a los Estados Unidos.

Ante la nueva situación (alianza antifascista de la Unión Soviética con dos potencias capitalistas), el 15 de mayo de 1943, antes de celebrar la Conferencia de Teherán, el Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, "teniendo en cuenta la madurez de los partidos comunistas" nacionales, y también para evitar los recelos de los países capitalistas aliados, decidió disolver la Internacional Comunista. Para entonces, no obstante, la "Internacional Comunista" ya había perdido gran parte de la importancia política de sus primeros años y desde inicios de la década de 1930 había devenido en la práctica en una simple "oficina de asuntos exteriores" del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). 

Creación del Kominform

En 1947, a instancias de Stalin, se creó la Kominform (Oficina de Información Comunista) como sustituta de la Internacional Comunista, que reunía a los partidos comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Polonia, la Unión Soviética y Yugoslavia, pero la finalidad de la Kominform fue apenas la de "coordinar estrategias" entre el PCUS y los partidos comunistas extranjeros, siendo que casi todos estos preferían tratar directamente tales cuestiones con el PCUS sin la inútil intermediación de la Kominform.

Esta fue disuelta en abril de 1956 como parte de la desestalinización llevada a cabo después de XX Congreso del PCUS por Nikita Jruschov, y el acercamiento soviético a Yugoslavia. La condena hecha por los comunistas franceses e italianos (los grupos comunistas más influyentes fuera del Pacto de Varsovia) contra la intervención militar soviética a la sublevación húngara de 1956 debilitaba todo plan de mantener una organización concreta de partidos comunistas a nivel mundial.

La ruptura soviética con Yugoslavia y la pugna ideológica con China desde 1960 tornaron innecesario formar una organización de coordinación internacional entre partidos comunistas, considerando además que la inevitable primacía efectiva de la Unión Soviética en tal entidad hacía inútil crear un "órgano coordinador". Aunque carecieran de una organización internacional, los distintos Partidos Comunistas existentes fuera de la Unión Soviética pero leales al PCUS siguieron casi en su totalidad las directrices principales del Partido Comunista de la Unión Soviética, con el que mantuvieron reuniones periódicas aunque sin estructurar nuevamente una entidad a nivel oficial. Las diferencias entre los partidos se fueron profundizando en particular ante el surgimiento del Eurocomunismo, con fuerte influencia en Italia, Francia y España y a lo que se sumaron otros partidos.

3) 2) Asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht por el gobierno socialdemocrático alemán.

 El 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron arrestados y trasladados a la sede de la Guardia de Caballería de los freikorps (cuerpos paramilitares). Unas horas después, el capitán Waldemar Pabst se comunicaba telefónicamente con el ministro del Ejército del Reich, el socialdemócrata Gustav Noske, para pedirle indicaciones sobre cómo proceder con tan importantes prisioneros. Hacía días que la prensa lanzaba amenazas e insultos contra “Rosa, la sangrienta”, dirigente de la Liga Espartaco y del recién fundado Partido Comunista Alemán (KPD).

Los socialdemócratas se encontraban en el poder desde la dimisión del Kaiser. El levantamiento de los marineros y trabajadores de Kiel había sido el puntapié inicial de una serie de insurrecciones locales que culminaron con una huelga general en Berlín el 9 de noviembre.  Ese día, el socialdemócrata Philipp Sheidemann proclamaba la Republica alemana desde una ventana del Reichstag. Pocas horas después, Karl Liebknecht anunciaba –prematuramente– la creación de la Republica Socialista Libre de Alemania desde el balcón del Palacio. Se vivía una situación de doble poder, con la formación de consejos de obreros y soldados, siguiendo el ejemplo ruso. Para evitar que ese fuera el camino, el 10 de noviembre el Gobierno llegó a un acuerdo con el Estado mayor alemán: el objetivo era frenar la revolución y liquidar a los espartaquistas, su ala más radical. “¡Odio la revolución como la peste!” había declarado Friedrich Ebert.

Después de su conversación con Gustav Noske, el Capitán Pabst dio las órdenes y el teniente Vogel dirigió el comando de ejecución. Rosa Luxemburgo fue arrastrada escaleras abajo, pateada y golpeada en el estómago. Cuando cruzó la puerta, el soldado Otto Runge destrozó su cráneo con la culata del fusil. Agonizante, la subieron en un coche donde el oficial Hermann Souchon le dio un tiro final en la sien. Su cuerpo fue arrojado en el Landwehrkanal donde apareció flotando cuatro meses después. Karl Liebknecht había sido fusilado unas horas antes en un parque cercano. La primera versión “oficial” fue que habían sido asesinados por una “turba” furiosa cuando intentaban escapar. Pero el bulo no resistió la menor pesquisa. Leo Jogiches, quien había sido compañero de Rosa Luxemburgo durante muchos años y dirigente de la Liga Espartaquista, investigó y expuso quiénes eran los responsables del asesinato. El 19 de marzo de 1919 Leo Jogiches fue asesinado en la cárcel “intentando escapar”; miles de espartaquistas y obreros revolucionarios fueron fusilados en los meses siguientes. Por un gobierno socialdemócrata. Toda la verdad. 



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