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venerdì 4 gennaio 2013

ANTIPARLAMENTO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES, por Michele Nobile


Síntesis de la discusión que se desarrollara el 16 de diciembre del 2012 en la sede de Utopía roja e introducida por una relación de Michele Nobile. El texto que sigue ha sido enriquecido por las contribuciones de otros compañeros y, en cuanto tal, entra a formar parte del patrimonio teórico de UR.
(La Redacción de www.utopiarossa.blogspot.com)
Por Antiparlamento de los movimientos sociales no se debe entender la enésima conferencia o coordinación de profesionales de la política, acompañados tal vez por asociaciones de apoyo; el Antiparlamento no debe ser entendido como algo cuya tarea sea elaborar soluciones alternativas a la crisis capitalista o a los problemas sociales en vista de las elecciones, contando en definitiva con una nueva mayoría parlamentaria “amiga” de los proponentes.

Al contrario, el Antiparlamento deberá ser expresión de la autorganización de movimientos de masa en lucha no solo contra sus adversarios determinados y específicos, locales y\o sectoriales, sino también contra toda la casta política y el propio Parlamento en cuanto órgano de legitimación de la casta.
Literalmente, entendemos el Antiparlamento como forma de democracia política alternativa y contrapuesta al estatuto parlamentario y a su complemento necesario: las elecciones políticas.  
Ya no basta con decir que la victoria de las luchas específicas y determinadas ya no debe pasar a través de burócratas de partido y sindicales y el parlamento. Es preciso decir que la casta de los profesionales de la política y sus instituciones son enemigos de la expansión de los derechos y de las libertades. Es preciso romper definitivamente con la estrategia consistente en hacer refluir la propaganda política y la movilización social según límites electorales y para sostener una determinada mayoría parlamentaria o una línea de presión externa y  “crítica” del gobierno visto siempre, y sin embargo, como “amigo”.  En esta estrategia ha quedado atrapada la izquierda italiana, incluyendo la extrema izquierda y los varios partidos post- PCI.

Desde nuestro punto de vista, la posición antiparlamentaria se motiva con el proceso de involución histórica de la llamada democracia representativa en los países de capitalismo avanzado y, en particular, en Italia.
Se trata de un proceso de larga duración, cuyo motor fue justamente el crecimiento de las funciones económicas y sociales del Estado capitalista, con sus efectos sobre las relaciones entre burocracia administrativa y partidista, entre gobierno y parlamento y sobre las funciones y características de los partidos.
Como resultados finales de las transformaciones señaladas, aparentemente democráticas y añoradas por buena parte de la izquierda, han aparecido la estatalización de los partidos, su convergencia programática, la constitución del sistema de partidos en casta.
En los decenios del fin de siglo se consumó definitivamente la parábola de la integración al Estado de los partidos de izquierda, socialdemócratas y comunistas. El proceso degenerativo, en términos políticos, ideales y personales ha avanzado mucho, y de manera grave, en Italia. Este ha involucrado también a los partidos post-PCI que, con el apoyo y la participación directa en los gobiernos nacionales y locales de centro-izquierda, han demostrado ampliamente, y lo siguen demostrando que son subalternos del centro-izquierda o de algunos de sus componentes: las diferencias, en este sentido, conciernen más a los modos y tiempos que a la sustancia. El proceso ha sido ampliamente tratado en los libros de Utopía Roja (de La sinistra rivelata a I forchettoni rossi a Le false sinistre hasta el reciente Capitalismo e postdemocrazia) y en los artículos publicados en el blog.

Cuando el financiamiento de la actividad de partido depende de los fondos estatales en un 80-90% y más aún, los partidos dejan de ser órganos de mediación entre Estado y sociedad y devienen a todos los efectos órganos estatales. La dependencia del financiamiento público de los partidos “alternativos”, verdes y de denominación “comunista” es similar o superior a la de los partidos gubernamentales. Obviamente, para ellos la participación en las elecciones es una necesidad vital; y necesidad vital es hallar formas de colaboración con el centro-izquierda.
La estatalización de los partidos comporta la prevalencia absoluta de la función de gobierno respecto a la de representar, aunque sea de modo limitado y torcido, algunos intereses de los ciudadanos comunes. Para los partidos y las coaliciones que se reparten el mercado de los votos, el proceso de estatización es paralelo a la sustancial convergencia política alrededor de los intereses intermediarios del patronato.

Aun siendo un órgano del Estado capitalista, en los años ’60 y ‘70 el Parlamento lograba responder a las luchas y a los problemas sociales con leyes que constituían un progreso, aunque fuera parcial. Pero desde hace más de treinta años, mientras el sistema de partidos se vuelve autoreferencial, la misma institución parlamentaria deja de tener cualquier posibilidad progresista. Las leyes más importantes adoptadas en Parlamento son siempre contrarias a los trabajadores y a las necesidades sociales de los ciudadanos comunes.
Este es un dato estructural no reversible. De ello se desprende que los llamados al dictado constitucional y a la “soberanía popular” dentro del cuadro de este Estado, la retórica acerca de la participación política y la pretensión de los partidos post-PCI de servir de puente entre la Plaza y el Palacio aparecen, en le mejor de los casos, como ilusiones condenadas por la historia o, en el peor y más probable de los casos, como ideología instrumental para la reproducción de los aparatos partidistas.

Por estas razones consideramos que la lucha por la defensa y la expansión de la democracia y de los derechos sociales, en el sentido más amplio, ya no pueda pasar a través del Parlamento, las elecciones y la representación partidista.  Al contrario, para defender y expandir la democracia y los derechos es preciso asumir el sistema de los partidos y las instituciones parlamentarias como enemigos a abatir, sin ningún compromiso.

Esta posición antielectoral y antiparlamentaria debe entenderse como relativa a Italia y a verificar en otros países de capitalismo desarrollado; no es necesariamente válida en países en los cuales la experiencia de la democracia parlamentaria en el ámbito del Estado capitalista ha estado limitada y la conquista de la libertad política es un hecho relativamente reciente.

Estamos perfectamente conscientes de que el Antiparlamento es una indicación todavía propagandística, porque ella solo podrá tomar vida en presencia de fuertes movimientos sociales decididos a perseguir hasta el fin sus propios objetivos de lucha en abierta ruptura con la casta política y sus instituciones pseudorepresentativas. Sin embargo, no vemos otra posibilidad de iniciar a construir ahora mismo una perspectiva que sea, al mismo tiempo, global, democrática y anticapitalista que partir de la visión de un organismo nacional que sea espacio de encuentro y discusión de los movimientos de lucha, expresando su voluntad unitaria y síntesis política fuera de y contra las instituciones que representan el poder de la casta política.

Concretamente y en lo inmediato, compartir esta visión significa negarse a legitimar con el voto la casta de profesionales de la política (o de los aspirantes a serlo), en sus componentes de derecha e izquierda, y la institución parlamentaria. Asumir de modo consciente la perspectiva del Antiparlamento comporta el rechazo consciente de la retórica pseudomovimentista o incoherentemente anticasta que termina por hacer de las elecciones y las alianzas electorales e institucionales el objetivo de la  acción política.

Tomar en consideración seriamente la perspectiva del Antiparlamento es, ante todo, el inicio de un proceso de liberación de la dependencia sicológica de los aparatos que sobreviven solo gracias al financiamiento estatal y a su capacidad de fungir de parásitos del empeño altruista y sincero de militantes y voluntarios.
Consideramos que tomar posición por el Antiparlamento y contra la delegación a la casta de los partidos (incluida la subcasta subalterna de los Forchettoni rossi) comporte además un proceso de liberación cultural en el más amplio sentido, de impulso a la creatividad resuelta a cambiar la vida y a cambiar el mundo sin compromisos ni autocensuras.

En fin, al asumir la perspectiva del Antiparlamento nos sentimos materialmente estimulados por esas decenas de millones de ciudadanos, en Italia y en el resto de Europa que, absteniéndose del voto, han querido expresar y continuarán expresando su disgusto por las castas políticas. Nos sentimos en esto próximos a aquellos que han expresado su indignación y su repugnancia con respecto a gobiernos y parlamentos que hacen pagar por la crisis capitalista a los trabajadores, a los ciudadanos comunes, a los pensionados, a los jóvenes, a las mujeres. Nos sentimos próximos a aquellos que han asediado los parlamentos, las sedes formales del poder de las castas que pretenden representar al pueblo.  
Consideramos que el Antiparlamento pueda ser una respuesta coherente, de lucha constructiva y éticamente sana, a la necesidad de democracia que ha de ser afirmada en contra de la casta política.

(Traducción de Omar Pérez)


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