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domenica 16 settembre 2012

EN RECUERDO DE "LA NOCHE DE LOS LÁPICES" (La notte delle matite spezzate), por Nechi Dorado


Il 16 settembre 1976, durante l'ultima dittatura civico-militare argentina, dieci studenti della Escuela Normal n. 3 di La Plata, che avevano tra i 14 e i 17 anni, dopo aver partecipato ad una campagna per il biglietto scolare, vengo sequestrati e torturati da forze dell'Esercito e della polizia della Provincia di Buenos Aires. Soltanto tre studenti sopravvissero. L'episodio, ricordato come "La noche de los lápices"  è stato raccontato cinematograficamente nel film “La notte delle matite spezzate” (1986), di Héctor Olivera.


Sigo buscando palabras

Hay días en los que me siento condenada a buscar palabras sin poder encontrarlas.
¿Será que se me esconden, tal vez, acongojadas?
¿O será que no existe el término que pueda contener la esencia de la monstruosidad cuando cae a plomo sobre un pueblo que sueña destinos de grandeza?
A 36 años de una noche de hiel, sigo pensando:
¿Qué dios acartonado se permitió abortar la primavera que asomaba, mientras garras afiladas giraban la cuerda del despertador de la vergüenza?
Cuando arrancaron los capullos que habrían de ser las flores de la historia.
Cuando Zeus se despabiló para tragarse, de pronto, a esos jóvenes que comenzaban a transitar los bordes espinosos del camino de la lucha.

Uno a una.
Para siempre.
Para el dolor perpetuo de mi gente.
De alguna gente, en realidad.
De la que aún tiene memoria y siente hervir la sangre cuando da vueltas las páginas donde quedó estampado el odio encarnizado y los lápices sin punta.
Desgarrados. Pisoteados. Vejados. Torturados ¡A-SE-SI-NA-DOS!
Aunque sabemos que aún siguen escribiendo.

¡Qué mente pudo albergar la génesis del odio al punto de talar los sueños colectivos, aquella  noche de espanto, mientras comenzaban a reptar sierpes encapuchadas abriendo las puertas de un infierno voraz. Uno más entre los tantos que vivimos.
O sufrimos.
¡No cabe el verbo vivir en tanto escarnio!
¡Que menosprecio a la vida!
¡Que escarmiento feroz por animarse a acariciar el nido de los anhelos!

Sigo buscando palabras y sigo sin encontrarlas. Vuelvo a sentir el eco que nace desde el centro de treinta y seis  lágrimas acovachadas en el alma.
Como otras veces,  tomo una, la acaricio, le hablo, la beso tiernamente mientras elevo mis ojos hacia un cielo de luto.
Ese cielo en el que brillan  luceros abrazaditos, dentro de la constelación donde otros treinta mil ¡se desperezan!
Algo me dice, nuevamente, que ya no busque palabras, que es suficiente con decir esta noche de setiembre memorioso:
¡COMPAÑERAS Y COMPAÑEROS, PRESENTES!

Y mi lágrima responde:
¡AHORA Y SIEMPRE!


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