Al cumplirse 40 años de la masacre de Trelew y en momentos en que se encuentra en pleno desarrollo en Argentina el juicio a algunos responsables de la misma, vaya un humilde pero sentido homenaje a aquel nutrido grupo de luchadores que pagaron con sus vidas la osadía de soñar con un mundo mejor y poner en práctica sus sueños, que el Cordobazo de tres años antes y la breve “primavera” de pocos meses después, demuestran que era el sueño de muchos.
Aquellos que no fueron asesinados a mansalva en la base Almirante Zar aquel 22 de agosto (los tres sobrevivientes y el grupo que logró evadirse una semana antes) fueron exterminados durante la siguiente dictadura cívico-militar.
Lo más rescatable de este episodio –uno de los más relevantes de la historia argentina y latinoamericana de la década del 70– considero que fue que se trató de un momento di grandísima unidad no solo militar sino también política entre organizaciones de corrientes ideológicamente muy disímiles.
He aquí un fragmento sumamente significativo de lo expresado por Rubén Pedro Bonnet (ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo) durante la conferencia de prensa que los prisioneros evadidos de Rawson dieron el 15 de agosto de 1972 en el aeropuerto de Trelew antes de su rendición:
“Nuestra violencia es la respuesta a… la violencia del capitalismo… En este sentido, bregamos por romper, por anular, en base a la discusión política, en base a la discusión frente a las masas, las pequeñas diferencias que tienen las distintas organizaciones armadas. Esto es una prueba de que en este momento les estemos hablando compañeros del ERP, de Montoneros, de FAR, y que coincidamos en que este hecho es nuestra voluntad. Tratar de lograr un ejército unido, de acabar con estas siglas que nos distinguen. En ese sentido, toda la discusión la haremos frente a las masas”.
En la misma cárcel se encontraba también prisionero Agustín Tosco, el legendario dirigente sindical revolucionario, uno de los líderes del Cordobazo. Respetó la decisión de los compañeros que organizaron la fuga pero no se unió a ellos, aunque brindó su colaboración. Y ellos respetaron la decisión de Tosco, quien nunca estuvo tan unido a ellos como en aquella fundamental divergencia.
Meses más tarde, al ser liberado, pronunció un memorable discurso del cual extraemos estas palabras:
“Después de prácticamente un año y medio de prisión en las cárceles de la Dictadura vengo aquí como trabajador, como revolucionario, como argentino a ratificar ante todos ustedes el compromiso de continuar, hasta las últimas consecuencias la lucha por la Liberación Nacional y social de Argentina. Quiero agradecer profundamente esta solidaridad. La solidaridad de Córdoba, la solidaridad de Rawson y Trelew, la solidaridad de toda la clase obrera que me ha arrancado a mí de las garras de la dictadura, como antes ha arrancado a otros compañeros y como arrancará hasta el último prisionero. (…) Yo vengo de una cárcel que ha sido rebautizada por los prisioneros políticos y sociales, a la cual denominamos ‘Campo de Concentración 22 de Agosto’. Y tengo la obligación de trabajador de repudiar un hecho que costó la vida de compañeras y compañeros que compartían la prisión, que nos conocíamos, que hablábamos de los comunes ideales. La Dictadura que impera en nuestra Patria… ha masacrado a lo largo y a lo ancho de todo el país a los hijos del Pueblo que luchan sin distinciones y sin discriminaciones”.
Que el pueblo y sus organzaciones se rebelaran y lucharan contra el sistema era inaceptable para los militares. Que, para hacerlo, sus dirigentes limaran sus diferencias de cara al pueblo y se unieran, fue imperdonable.
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