Pudiera iniciar este escrito con la justificación de que hablar de estado y revolución es casi una tarea imposible dada mi situación de no académico, lo cual no aportaría mucho a la comprensión del problema, pudiera decir que me faltan datos, pero eso siempre será una constante, pues nunca tendremos todos los datos o peor aún pudiera escudarme en la ley del menor esfuerzo y dejar a otros que digan lo suyo, sin embargo ninguno de los tres casos me dejaría conforme. Los hechos están, solo falta atreverse a mirarlos de frente y esbozar unas conclusiones. Soy de los que no tienen nada que ganar ni nada que perder, entonces, me atrevo a pensar con cerebro propio.
Lamentable es comprobar que una
vez más los poderes han resuelto las cosas contra la voluntad de las mayorías.
Antes fue en El Salvador, Bolivia, Guatemala, Nicaragua, República Dominicana,
Chile, Panamá, Haítí, Honduras, ahora repiten en Paraguay lo que antes habían
hecho con Raúl Alberto Cubas Grau (como bien nos lo recordara Gabriel
Impaglione en su artículo http://proyectoculturalsur.net/paraguay-22j-0-el-golpe-de-las-trasnacionales/, Cubas asume la Presidencia de Paraguay en
1998, es destituido en 1999). La lista de atropellos e imposiciones es larga y
las formas variadas, en todos estos casos hubo intentos de que la mayoría
asumiera el poder para beneficio de la mayoría, invariablemente en todos estos
casos no se logró entender como funciona la dialéctica del poder ni se entendió
plenamente lo que es el estado y cual debe ser la misión inmediata de quienes
asumen su control, si quieren de verdad cambiar las reglas del juego. En
definitiva pudiera decirse que en estos acontecimientos, por variados factores,
no se avanzó hacia darle poder al pueblo. Más aún, debemos decir que se ve un
claro sello de buena intención (la misma que en el dicho popular pavimenta el
camino del infierno) y escasa o nula capacidad para conquistar todo el poder y
traspasarlo al pueblo o peor aún, en muchos casos el pueblo simplemente fue
adorno y no actor decisivo.
Si de lamentar se trata, es
lamentable leer mensajes de solidaridad que se quedan solamente en las palabras
o artículos que dan cuenta del problema sin atreverse a proponer soluciones. Es
como si nos hubiéramos acostumbrado a mirar sin intervenir en lo que pasa. Se
expresa una solidaridad que no logra movilizar a millones de seres humanos o se
nos dice donde nos aprieta el zapato. Ya no podemos seguir el camino de la
solidaridad superficial ni quedarnos en los análisis sin propuestas de
solución.
Hace la nada de 95 años Lenin
escribió El Estado y la revolución. 95 años son mucho tiempo para
quienes viven acosados por la pobreza, para quienes sufren enfermedades y otras
muchas desgracias, es un hermoso tiempo para quien ha tenido la posibilidad de
hacer un destino a la medida de las necesidades humanas, es un desperdicio para
aquellos que tienen inmensamente más de lo que están en condiciones de gastar,
pero en relación al periodo que las ideas requieren para madurar, en relación a
lo que toma producir un cambio de paradigma en la realidad social, puede ser
poco y es desde este poco que dicho libro tiene hoy plena vigencia.
Lenin, a partir de la ideas de
Marx y Engels, analiza, polemiza y demuestra lo que es el estado y como este
deja de tener sentido en una revolución. Confieso que tenía una idea bastante
alejada de lo que el libro dice, uno de los puntos centrales del libro es la
lucha contra las distorsiones del marxismo. La fuerza de la ideología dominante
se ha encargado de distorsionar lo que en esencia dice Lenín y muchos se
empantanan cuando allí se dice que el ejercicio del poder de la clase dominante
es una dictadura contra la mayoría, la revolución no puede ser otra cosa que la
fuerza organizada de la mayoría para aplastar a la minoría a esto se le llamó
dictadura del proletariado, lo cual nos dice que la mayoría ha de dotarse de
los medios para imponer su voluntad a la minoría, la misma que en tantos años
de historia en América ha demostrado ser lo que es y usar los medios y
artificios que usa para mantenerse en el poder. Pudiera concordar con algunos
en que los términos puedan estar obsoletos, pero la esencia sigue intacta. En
una sociedad organizada para el disfrute desigual de la riqueza que la sociedad
toda produce, se da el ejercicio desigual del poder y hay desarrollados
mecanismos de fuerza que lo amparan, así como un legado ideológico que se
transmite con la ideología de quienes están en los poderes.
Cuando hablamos de esencia en el
libro de Lenin: El Estado y la revolución la vemos en dos direcciones:
una es el combate contra los que profesionalmente distorsionan el marxismo y la
otra es demostrar que “El estado es una organización especial de la
fuerza, una organización de la violencia para reprimir a una clase cualquiera.”*
En estos 95 años el mundo ha
vivido de todo, tanto desastres como asaltos al cielo, quizá al mayor asalto al
cielo se trastocó, después de setenta años, en el peor desastre, silencioso,
pero mucho más mortal de las dos guerras mundiales juntas. Les recuerdo que
entre los siete mil millones de seres humanos, ya dos mil no tienen la certeza
de sentirse seres humanos, pues nadie cuya vida sea un eterno presente de vivir
sobreviviendo, con el equivalente a dos dólares al día, puede tener conciencia
de que es un ser humano. El nuevo orden mundial produce a diario muerte por
variados medios: guerras, invasiones, plagas, intervenciones armadas, crisis
económico-financiera, cambios climáticos, etc.
En este periodo de casi un siglo,
lejos de avanzar en la sublime posibilidad de ver crecer la hierba, es decir de
ver el movimiento con las herramientas para el conocimiento que nos da la
dialéctica, se ha entronizado en las muchas izquierdas y en la sociedad, la
idea imperial de que todo es fotografía, es decir de que no hay relación de
unos hechos con otros. En esta distorsión del ver y del actuar han desaparecido
conceptos imprescindibles para conocer el mundo y encontrar, en el laberinto
actual, las soluciones. Es hora de volver a las fuentes e intervenir en la
realidad para cambiarla.
Un resumen apretado de El
Estado y la Revolución puede ser que el estado surge cuando surgen las
clases sociales, que es el ejercicio del poder de una clase contra otras, que
es una máquina burocrático - militar. De este ponerse al día acerca de lo que
es el estado, el mismo que se presenta con los velos de la ideología dominante
como si fuera una organización por encima de las clases y que está al servicio
de todos, podemos deducir que el problema del estado es el problema del poder y
el problema del poder es que este está siempre en disputa y por lo mismo está
siempre ejerciéndose de acuerdo a los intereses de quienes lo sustentan, es
decir el estado no está al margen de las clases, está al servicio de la clase
que detenta el poder. Esto nos dice a las claras que la democracia es
más una figura literaria que una realidad. No puede existir ejercicio del poder
de la mayoría si esta mayoría está excluida de los centros decisionales en lo
económico, en lo político, en lo ideológico y hasta en lo religioso.
Lo que cuesta ver es que en este
ejercer el poder hay unas personas que le agregan o quitan ciertas cuotas de
sabrosura personal, es lo anecdótico cultural que lo diferencia, pero esto no
significa que pierda la esencia de lo que en realidad es el estado, una maquina
para imponer la voluntad del sector social, o mejor dicho de la clase que está
en el poder. El estado es el aparato con que se manifiesta el poder de la clase
dominante, es la fuerza organizada de una clase contra otras. Esta fuerza
organizada cuenta con una burocracia, eficiente a los fines de la clase en el
poder; con un ejército, parasitario en un 99%, pero a la hora decisiva está en
la represión de su propio pueblo; con los medios de información masiva; con la
ideología que oculta la trama de como se ejerce el poder, justificándolo como
moral, natural o por la gracia divina y cuenta con el control de los medios de
reproducción de la ideología dominante: leyes, sistema educacional, iglesia,
etc.
En Paraguay han confluido muchos
factores que permitieron la llegada a la jefatura del gobierno de una persona
progresista, es decir una persona con “buenas intenciones”. Uno de estos
factores fue la división de la derecha, la imposibilidad de la izquierda de
llegar solos al “poder”, la debilidad de la lucha ideológica, la ignorancia
política de cientos de miles de personas que se sitúan al margen de todo. El
hecho es que luego de negociaciones y alianzas variopintas, se logra un
tremendo paso en la elección de Lugo como Presidente, pero sin un programa
movilizador, sin una fuerza propia en la forma que sea, sin apoyo en el
parlamento, sin un conocimiento de lo que es la máquina del estado, sin un plan
definido que permita lograr participación popular en el proceso de cambios, es
decir con solamente buena voluntad. El poder real seguía estando en manos de
los mismos de siempre. Nada de lo que se propusiera Lugo tenía posibilidad de
triunfo. Para colmo no había la visión de que era posible asumir la totalidad
del poder. Se acepta el fatalismo de lo que hay, sin asumir que con imaginación
podemos cambiar las realidades y hacer posible lo que parece imposible
En este año 2012, en junio, se ha
producido un evento funesto que nos sitúa en la verdad de donde está el país,
donde los poderes, donde los intereses de uno y otro grupo. Sabemos que
Paraguay esta situado en la parte Sur de América, lo que no saben los
paraguayos es que ellos son sudamericanos, sabemos nosotros que se ha entrado
en el tercer milenio y que llevamos 12 años del siglo XXI, pero los potentados
de allí están en el siglo pasado, bajo el estricto control de Stroessner.
En América nos encontramos en
este momento en que todas la probabilidades están abiertas. Nadie puede decir a
ciencia cierta hacia donde va el continente, aunque millones quisiéramos que el
futuro sea lo más parecido a la canción Imagina, de John Lennon. Lo que se
avanza en un lado se retrocede en otro, el imperio está golpeado de muerte,
pero actúa como si nada, dando golpes duros y las fuerzas progresistas están
ocupadas con lo urgente, sin tiempo para dedicarlo a lo importante, que es
aprovechar los gobiernos progresistas para una mayor educación, organización y
lucha ideológica. Los gobiernos progresistas son solamente un veranito de San
Juan, puede y deben servir perfectamente para avanzar en la organización y
participación plena de la gente en pos de soluciones reales a sus problemas, en
otras palabras es un respiro para continuar la lucha por el poder.
Una reivindicación justa termina
en una matanza. La movilización campesina pudo tener otro desenlace, pero una
vez más, como escribiera Yuri Zambrano, los muertos los pone el pueblo.
17 fueron los muertos, nadie sabe decir con absoluta certeza de donde vinieron
los disparos. Sin embargo este detalle no nos impide decir que había un
gobierno progresista, sin control de los poderes en que se manifiesta el
estado, con un vice presidente que era un enconado enemigo hasta que se hizo
con el poder del gobierno, había una ley que no se respetaba y existían
organizaciones gubernamentales responsables de implementar la ley de reforma
agraria, que sin duda debía entregar la tierra a la gente que la necesita.
En esta realidad, unos campesinos
se toman una tierra que les parece, en justicia y en derecho, debe ser suya,
pero de hecho es del miserable 2%, este moviliza su poder y llega un número
superior de fuerzas represivas a enfrentar campesinos desarmados. Se produce
un tiroteo y resultan muertos campesinos
y policías. ¿estaban armados los campesinos? ¿la policía abrió el fuego y los
campesinos respondieron? Aunque no se tengan los detalles hoy sabemos que había
francotiradores que dispararon hacia ambos lados para crear una situación tal
que les permitiera la jugada de destituir, desde el parlamento, al presidente
elegido democráticamente.
En resumen, la continuación ha
sido el golpe parlamentario, el nombramiento como presidente de quien es el más
seguro instigador del golpe. Volvemos a una situación pre gobierno de Lugo con
17 muertos en los campos.
Aquí vemos claramente como se ha
movido la fuerza que es el estado, apenas un 2 %, los terratenientes, han
orquestado todo y echado por tierra el gobierno de las buenas intenciones. En
definitiva se ha expresado la dictadura del capital, ahora falta pasar de los
lamentos a la expresión de la revolución, para ello se requiere la decisión de
luchar hasta las últimas consecuencias por el poder. Lugo tenía el gobierno, pero
sin poder real, pues el poder del estado estaba y está en manos de aquellos que
no entienden de razones justas ni les importa el destino del resto de la
sociedad. El de Lugo era un gobierno sin estado o lo que es lo mismo, un estado
con gobierno en las sombras. La buena voluntad se vuelve nada a la hora de
pasar a acciones mayores, como la defensa de los intereses de la mayoría.
Lo que este incidente nos dice es
que los poderes, es decir el poder de ellos, la democracia de ellos, las
fuerzas armadas de ellos, los periódicos de ellos, la justicia de ellos, la
iglesia de ellos, toman la realidad como un campo de operaciones y recurren a
su mejor inventiva para volver e ejercer el poder directamente. Esto es lucha
de clases, salvo que ellos actúan en bloque, aunque nos hagan creer que estas
divididos y nosotros en cambio, actuamos divididos, aunque quisiéramos hacer
creer a los poderes que somos una sola una fuerza con una férrea decisión.
Este hecho ha de servirnos para
adelantar un paso hacia nuestras metas, el primero es que todas las formas de
lucha han de servir al cambio social, la segunda es que sin lucha ideológica,
poco se avanza en la lucha política y económica, la tercera lección es que hay
que organizar desde las visiones de la gente de Paraguay (esto vale para todos
nuestros pueblos) un movimiento por el cambio de paradigma social, la cuarta
lección es que ese cambio debe ser desde la cultura y hacia la cultura, la
quinta lección es que la solidaridad debe levantarse para incluir al pueblo
paraguayo junto a los pueblos del continente y del mundo, excluyendo a los
poderosos que ya ni son paraguayos ni son poderosos, pero contribuyen a
mantener el estado de cosas que les beneficia a ellos en parte y a los
intereses del imperio (que son los intereses del capital financiero) en gran
parte.
La piedra en el zapato es cómo
superar este momento y pasar a la ofensiva, el dilema es o aprendemos y
avanzamos o los amos siguen en su juego de muerte hasta que sea demasiado
tarde. Es hora que veamos la relación de todos los acontecimientos. El drama
mayor de la civilización es asunto de vida o muerte y esto nos incumbe a todos.
El problema parece tener dos espinas a sacar del cuerpo de ideas de las fuerzas
que están por la vida: el discurso y la acción de los que no están tan mal como
para querer los cambios ahora mismo, que en muchos casos son los que a la hora
decisiva enfrían los ánimos, y la unidad en la diversidad de quienes si creemos
que se puede y se debe ir más allá y más rápido. El comienzo de la solución
pudiera estar en construir poder desde abajo a partir de las necesidades de la
gente, lo cual requiere dejar en el basurero de la historia los liderazgos
pequeños, los prejuicios anticomunistas y buscar en los resultados de la
acción, la fuerza para seguir avanzando.
Ya basta de poner los muertos,
ahora queremos soluciones y estas pasan por que sea el pueblo el que ejerza el
poder, el asunto es que solamente podemos lograrlo con un movimiento que
incluya a todos y que luche desde todos los ángulos. Quizá la consigna pudiera
ser si no hay solución, hay revolución, todo el poder al pueblo.
*
El estado y la Revolución, Lenin. Editorial Progreso, 1976, página 23.