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giovedì 12 gennaio 2012

LAS LECCIONES DE LA CRISIS, por Michele Nobile


Lección 1.
La primera lección es que no existe ningún nexo automático entre crisis, inclusive una crisis grave, y la salida de la mal llamada globalización neoliberal (lo correcto sería en todo caso «neomercantilista»); y no existe tampoco ningún nexo automático entre la crisis y un nuevo despertar de la lucha de clases.

Lección 2.
Los poderes de intervención económica y social de los Estados capitalistas avanzados no se han reducido sino que en los últimos treinta años han sido redefinidos los términos y las prioridades de la política económica y monetaria.

Lección 3.
Las diferentes políticas económicas de tipo neomercantilista no son simplemente el fruto de una hegemonía política y cultural de la derecha. El neomercantilismo es, en cambio, la expresión política de una determinada evolución estructural de la economía mundial capitalista y de las relaciones de fuerza entre las clases a nivel mundial.

Lección 4.
Si se acepta lo anterior es preciso entonces abandonar la noción de globalización. La cuarta lección a extraer de la crisis es que se hace necesario volver a discutir en términos de desarrollo desigual y combinado del capitalismo como relación social contradictoria y como realidad mundial de los capitalismos en competición. En otros términos: es necesario continuar a razonar en términos de imperialismo (o volver, para quien hubiese dejado de hacerlo).

Lección 5.
Ya sea que se interprete la crisis como expresión de contradicciones estructurales del capitalismo contemporáneo o como consecuencia de una determinada hegemonía política e ideológica «neoliberal», la quinta lección es que de la crisis no se sale solamente con la fuerza de la política económica.

Lección 6.
Como consecuencia directa de lo anterior y de las más recientes decisiones en política económica, la sexta lección es que una crisis capitalista es siempre una ocasión para un nuevo asalto patronal y estatal contra la clase dominada.

Lección 7.
La séptima lección a extraer de la historia de los últimos veinte o treinta años y de las posiciones expresadas en esta fase es que se ha verdaderamente concluido - y de la peor manera posible - la historia de los partidos políticos cuyas raíces en otros tiempos tenían como referencia al movimiento obrero, ya sea que fueran de matriz socialdemócrata o de relacionados con la Tercera Internacional estalinista.

Conclusiones

El valor anticapitalista de un objetivo no es una cualidad intrínseca del mismo. No existe conquista de los trabajadores que no pueda ser absorbida en la reproducción del sistema, o neutralizada, deformada o derribada a la mejor ocasión. Cualquier conquista de los trabajadores que no sea el derribamiento de los poderes estatales y patronales constituye una reforma del sistema. Obviamente debemos luchar por conquistas parciales y sectoriales, pero sin encumbrar ningún objetivo a fetiche anticapitalista.
El efectivo valor anticapitalista de un objetivo reside en su capacidad de ser motivo de contraposición entre las clases, de agudizar tal contraste: es decir en la dinámica de lucha y de autoorganización que el mismo pone en movimiento.
No es difícil elaborar desde un escritorio una lista de objetivos sectoriales y parciales anticapitalistas. Pero se trataría solamente de un ejercicio formal y de mera propaganda.
Los grandes movimientos sociales como los que harían falta en este momento detonan (cuando lo hacen) no por decisiones de una vanguardia política sino como consecuencia de procesos espontáneos de radicalización que se transforman en lucha. Por eso hablamos de movimientos sociales y no de manifestaciones nacionales simbólicas, demostrativas,  más o menos espectaculares, que pueden ser promovidas y organizadas por partidos, asociaciones o sindicatos. Manifestaciones que seguimos periódicamente desde hace años, inclusive de dimensiones enormes, sin que hayan conducido a ningún resultado concreto.
Entre las ilusiones actuales corrientes está la de pretender formular un programa de política económica alternativa o someter a examen la deuda soberana para decidir si se deba pagar o no, o inclusive salir de la eurozona, o más modestamente, apuntar a un improbable plebiscito. Para esto habría que tener ya el poder político o contar con un «gobierno amigo». Entre paréntesis, es necesario hacer notar que las propuestas de política económica «alternativa» a nivel nacional entran en contradicción con la tesis de la «globalización» y de la obsolescencia de la capacidad de intervención económica de los Estados.
Ponerse además a dar consejos a la burguesía sobre como resolver la propia crisis y suavizar las contradicciones del sistema, o inclusive querer imponerles algún tipo de compromiso progresista, social y ecológico entre capital y trabajo, es exactamente lo que no hay que hacer.

NO DEBEMOS PAGAR NOSOTROS LOS COSTOS SOCIALES DE LA CRISIS Y DE LA DEUDA CONTRAÍDA POR LOS PATRONES, LOS BANCOS Y LOS GOBIERNOS. PERO TAMPOCO DEBEMOS DEJAR QUE POR NOSOTROS LA PAGUEN LOS TRABAJADORES DE OTROS PAISES.

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