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giovedì 2 marzo 2023

¿HACIA DÓNDE MARCHA CUBA?

BILINGUE: ESPAÑOL - ENGLISH


por Samuel Farber

 

[La que sigue es la 2ª parte dedicada a Cuba de un artículo escrito por nuestro amigo cubano Samuel Farber y publicado en La Joven Cuba (revista cubana de la oposición de izquierda) el 13 de Febrero de 2023. Vease el precedente artículo («El futuro de Cuba. Alternativas» en utopiarossa (r.m.)] 

 

(Foto: Ernesto Mastrascusa / EFE)

Cuba experimenta una crisis que se acerca a la del Período Especial de los noventa y que no sabemos cómo y cuándo va a terminar. Es concebible —aunque parece poco probable dada la situación a principios de 2023—, que la economía salga de la crisis, quizás con la ayuda de una exitosa industria turística (asumiendo un descenso notable de la tasa mundial de infección del Covid-19), posiblemente suplementada por los ingresos provenientes de un alza en el precio internacional del níquel y un aumento notable de los servicios médicos provistos a varios países, así como en la comercialización de la biotecnología y los fármacos producidos en la isla.

Esto favorecería a aquellas PYMES y cuentapropistas concentrados en la manufactura y el comercio de bienes y servicios destinados al consumo interno de la población. De ser así, los cubanos acabarían presenciando la creación de una nueva burguesía compuesta principalmente por una parte del sector militar-estatal de los capitalistas de estado uniformados de GAESA concentrados principalmente en el turismo internacional, y, por otra parte, de los nuevos propietarios privados de la industria mediana de los PYMES y de aquellos cuentapropistas exitosos, como por ejemplo los propietarios de casas y apartamentos alquilados a turistas a precios lucrativos.

Obviamente, cualquier normalización de las relaciones económicas con los Estados Unidos mejoraría significativamente estas posibilidades, dada la importancia que tendrían las inversiones estadounidenses, especialmente las del capital cubanoamericano dispuesto a invertir en Cuba.

Dado lo sucedido en muchos paises que fueron «socialistas», así como en otras naciones, podemos suponer que estos cambios muy posiblemente acentuarían la desigualdad entre «ganadores» y «perdedores», habida la ausencia de movimientos sociales independientes que defiendan los intereses de los «perdedores». Las políticas estatales fomentarían a los «ganadores»: el turismo y las industrias que proveen a los hoteles y restaurantes sirviendo a los turistas; asimismo, biotecnología, tabaco, e industrias extractivas como el níquel.

Los «perdedores» serían descuidados e ignorados: las numerosas empresas manufactureras que no son «competitivas», lo que queda de la industria azucarera, y la agricultura en general. El estado de inversión y seguridad social, de por sí ya muy deteriorado y con presupuestos recortados, se deterioraría aún más. Esto movilizaría a las nuevas clases sociales, como la burguesía y la clase media, que descontentos con el progresivo deterioro de los servicios estatales médicos y educacionales, demandarían o presionarían por la privatización de estos.

Ello conllevaría, en el caso de la medicina, a la creación de un servicio tipo Medicaid, al estilo estadounidense —un servicio público muy pobremente mantenido— para atender a la mayoría de los cubanos pobres. Como ha sucedido en los Estados Unidos, esta división del servicio médico entre los pobres y las clases media y alta va a debilitar considerablemente cualquier apoyo político para construir y mantener un servicio médico público que atienda digna y competentemente no solo a los ricos y clase media, sino a todos los cubanos en la isla.

De forma similar, va a haber una gran presión política para permitir la educación privada a todos los niveles y, una vez sea permitida, va a crecer vertiginosamente. Las órdenes religiosas católicas, y quizás en menor grado las iglesias protestantes convencionales y los evangélicos, reclutarán a los mejores maestros y edificios para educar a los hijos e hijas de los exitosos propietarios, administradores y técnicos de los sectores «ganadores» de la economía.

En este contexto, hay que aclarar que la universalidad de la educación pública obligatoria no tiene por qué interferir con la libertad religiosa, dado que todas las religiones y credos sin excepción deberían tener la libertad de ofrecer instrucción religiosa siempre y cuando la impartan en sus propios planteles durante las horas libres de aquellos alumnos de las escuelas públicas que estén interesados en recibirla.

Después de todo, una escuela pública bien financiada por el estado y controlada democráticamente por el magisterio, las escuelas de pedagogía de las universidades cubanas, y el estudiantado, serían quizás las instituciones más importantes para fomentar la igualdad e integración social, racial y de género de la sociedad cubana.

Los más afectados por estos posibles cambios serían los cubanos negros, que han carecido hasta ahora de un programa efectivo de «acción afirmativa» para incorporarlos en todos los niveles importantes de la vida social, económica y política.

En ausencia de un sistema de planificación económica nacional plenamente democrático, regiones del país con una economía de «perdedores», como la región oriental, van a continuar sufriendo de manera desproporcionada, excepto en aquellas zonas relativamente pequeñas donde existe industria del níquel y algunos lugares de interés turístico. La desigualdad regional va a aumentar aún dentro de la misma área metropolitana de La Habana, dado que las inversiones turísticas y de bienes raíces seguirán concentrándose en los barrios relativamente más prósperos cerca del litoral costero, mientras que «La Habana Interior», lejos del mar y mucho más pobre, seguirá deteriorándose.

La desigualdad regional va 

El papel de los Estados Unidos

Sin duda alguna, el obstáculo principal para la normalización de relaciones entre los Estados Unidos y Cuba son las medidas unilaterales coercitivas que el país norteamericano ha impuesto desde hace más de sesenta años. A pesar de los argumentos del gobierno cubano, el bloqueo no es la causa principal de los problemas económicos que afectan a la isla. Ese lugar lo ocupa el sistema económico, responsable máximo de la gran ineficiencia, apatía de los trabajadores y falta de responsabilidad de jefes y administradores.

No hay duda de que el bloqueo ha causado graves daños a la economía cubana, especialmente durante los primeros años de la Revolución, cuando equipos y maquinarias de todo tipo tuvieron que ser importadas del bloque soviético para reemplazar las de manufactura estadounidense. Y sigue infligiendo perjuicios mediante las sanciones contra bancos internacionales que realizan transacciones con Cuba y la prohibición de inversiones y exportación de todo tipo de bienes y servicios desde los Estados Unidos.

Es cierto que desde hace más de veinte años se permite la exportación de alimentos y medicinas a la Isla, pero se requiere licencias especiales y el pago en efectivo por anticipado. Durante los últimos años, el gobierno estadounidense, basado en la ley Helms-Burton de 1996, ha interferido más con el comercio e inversiones europeas en Cuba, a tal grado que ha generado protestas de ese bloque regional.

Como sabemos, el 20 de julio de 2015 se restablecieron las relaciones diplomáticas de EE.UU. con Cuba. Lo que deterioró considerablemente las expectativas para una mejora de relaciones entre ambos, fue la elección de Donald Trump en 2016 y su éxito en dar marcha atrás a muchos de los cambios introducidos por Obama en su segundo período presidencial, y en cambiar el clima político en el sur de Florida, especialmente entre los cubanoamericanos.

Vale notar que tanto en las elecciones de 2012 cuando fue reelecto Obama, como en las de 2016 cuando fue derrotada Hillary Clinton, el voto cubanoamericano por los candidatos presidenciales del Partido Demócrata se incrementó considerablemente y se acercó a un empate con los republicanos. Las encuestas de la época mostraron que la inclinación por los demócratas era más pronunciada entre aquellos que habían llegado recientemente de Cuba.

Esto cambió del 2016 al 2020, cuando Trump restableció una clara hegemonía republicana entre los cubanoamericanos. Ello fue resultado de los grandes esfuerzos que hizo a través de visitas frecuentes al sur de la Florida para agitar los sentimientos «antisocialistas» de los cubanos (así como de venezolanos y nicaragüenses), mientras los demócratas hicieron muy poco para contrarrestarlo en el área.

Hay que tener en cuenta también el rol de los nuevos medios sociales y el papel de «influencers» como Alexander Otaola en «echarle leña al fuego» en apoyo a la política de Trump. Otro cambio importante ocurrió entre los recientes inmigrantes de Cuba.

Según el sociólogo cubano Guillermo Grenier, que publica el Cuba Poll (Encuesta sobre Cuba), la inmensa mayoría de los recién llegados se están registrando electoralmente como republicanos, en contraste con lo que sucedía antes. Sin embargo, hay que notar que un mínimo de seis años transcurre desde que los cubanos llegan a los Estados Unidos hasta que puedan ser ciudadanos y registrarse en un partido político. Ese intervalo es suficiente para que los nuevos cubanoamericanos se acostumbren y sean socializados por la cultura política del sur de Florida.  inmensa mayoría de los recién llegados se están registrando ralmente 

Algunos observadores razonan que la derrota aplastante de los demócratas en las elecciones parciales de 2022 en Florida va paradójicamente a mejorar las relaciones de Estados Unidos con Cuba, en el sentido de que los demócratas van a ser menos presionados a acomodarse a los cubanoamericanos en un estado que ya no consideran competitivo. Puede que haya algo de cierto en esto, pero creo que no es suficiente como para determinar que haya cambios importantes en suavizar o eliminar el bloqueo económico.

Esta pérdida de peso político de los demócratas en Florida, pudiera ser decisiva si se combinara con una actuación más activa de aquellos que han querido eliminar, o por lo menos modificar, el bloqueo entre varios sectores de la clase capitalista norteamericana.

Por ejemplo, ya hace bastante tiempo que la muy influyente US Chamber of Commerce (Cámara de Comercio Estadounidense) ha estado a favor de reanudar relaciones económicas con Cuba. De hecho Thomas Donahue, su presidente y ejecutivo principal desde 1997 hasta que se jubiló en 2019, visitó Cuba en varias ocasiones. Otros sectores importantes del capitalismo norteamericano, como son las grandes compañías agrícolas y la industria del transporte marítimo (tanto de carga como de turistas), han apoyado esas gestiones.

En el pasado, proyectos de leyes proponiendo un cambio en la política económica de EE.UU. hacia Cuba han obtenido muchos votos, tanto de republicanos como de demócratas en el Congreso estadounidense, y un buen número de esos congresistas ha visitado la Isla. El problema es que, para estos intereses poderosos, cambiar la política económica hacia Cuba no ha sido necesariamente una prioridad política, mientras que mantener el bloqueo sí es prioridad para la derecha cubana y sus aliados en el sur de Florida.

Mientras tanto, es muy poco probable que los Estados Unidos trate de invadir a Cuba, sea directamente o a través del uso de cubanos afines como en 1961; obviamente no por razones de principios políticos, sino porque con el fin de la Guerra Fría la importancia de Cuba para los Estados Unidos ha descendido rápidamente. Eso no quiere decir que el gobierno estadounidense vaya a cesar sus actividades hostiles contra el gobierno cubano, sea a través de órganos de propaganda como Radio y TV Martí, o a través de la continuación de las medidas unilaterales coercitivas.

  Las alternativas políticas para Cuba 

Los líderes políticos de las transiciones del «socialismo» tradicional al capitalismo, incluyendo a los capitalismos de estado como China y Vietnam, no fueron autómatas que simplemente respondieron a las supuestas necesidades objetivas de dichas transiciones. Tuvieron que resolver diversos problemas, muchos de ellos críticos, pero sus percepciones de cómo hacerlo eran determinadas por ideas y concepciones políticas, fueran estas liberales, autoritarias, nacionalistas, conservadoras, o aun fascistas. Así sería también en Cuba.

Teniendo en cuenta eso, cuando se habla de transición en el contexto cubano la pregunta obvia es: ¿transición a qué? O sea, qué tipo de sistema político, social y económico reemplazaría el que existe ahora. No cabe duda de que la respuesta es diferente para la izquierda y la derecha. Al mismo tiempo, es sumamente lamentable que esos términos se hayan tornado poco claros con el surgimiento de sistemas «socialistas» y «comunistas» antidemocráticos que han reclamado el monopolio de la izquierda. Esto ha llevado a una situación muy confusa, que hace necesario redefinir lo que se considera como la izquierda.

Para propósitos de la presente discusión, propongo que «ser de izquierda» consiste, más que nada, en rechazar la concepción burocrática y capitalista que propone que la libertad es incompatible con la igualdad, y en afirmar que la democracia, tanto en los centros de trabajo como en todos los aspectos de la sociedad, lejos de ser un «extra» en el socialismo, es de hecho imprescindible y la única manera en que tal sistema debe y puede genuinamente representar la voluntad obrera y popular. Asimismo, es defender el derecho a la autodeterminación nacional tanto contra la política estadounidense en Cuba y América Latina, como contra la política de la Rusia de Vladimir Putin en Ucrania.

No cabe duda de que, si bien la izquierda crítica cubana ha crecido, por ejemplo, con varios grupos afrodescendientes y publicaciones como La Joven Cuba; es todavía débil. Esto se debe más que nada a que, hasta el momento, la clase trabajadora cubana no ha dado señales de resistencia en su condición de trabajadores, aunque seguramente muchos de ellos, especialmente los afrodescendientes, lo han hecho en su condición de cubanos pobres, cuando han participado en los actos de protesta callejera que han estado ocurriendo desde julio 11 de 2021.  

Tal parece que las opciones que los trabajadores cubanos perciben como factibles son la emigración y el trabajo por cuenta propia. Mientras tanto, muchos sobreviven con las remesas que sus familiares envían desde el extranjero —especialmente en el caso de las personas blancas—, dado el decreciente número de artículos subsidiados que pueden obtener a través de la libreta de racionamiento, o subsisten con el robo de la propiedad estatal, que debe ser considerado bajo las condiciones existentes en Cuba, como una forma o extensión de lo que el derecho romano llamó furtum famelicus (hurto famélico) basado en el proverbio latino necessitas non habit legem  (la necesidad no tiene [o reconoce] ley.)

Por otra parte, la derecha cubana es muy fuerte en el sur de la Florida, no por los numerosos grupitos políticos que abundan por esos lares, sino más bien por la hegemonía política y social lograda a través de publicaciones y periódicos como El Nuevo Herald, los programas radiales cubanoamericanos, las actividades notorias de «influencers» como Otaola, y obviamente el gran peso social logrado por el capital cubanoamericano en dicha zona.

Los tres congresistas cubanoamericanos que representan al área en Washington, así como los funcionarios estatales y municipales cubanoamericanos a todos los niveles, han sido sumamente importantes en establecer y propagar una amplia agenda ideológica y política de derecha.

Eso no quiere decir que el poder y la influencia que posee en Florida se pueda reproducir en Cuba tal cual. Es notable, por ejemplo, que durante las protestas en las calles que han tenido lugar desde el 11 de julio, casi nadie se haya hecho eco de las demandas políticas de la derecha cubana, como la propuesta del biólogo disidente cubano Ariel Ruiz Urquiola para que se realice una «intervención humanitaria» en la Isla, que todos sabemos sería en primera y última instancia una intervención guiada y realizada por fuerzas e intereses estadounidenses.   

Lo que sí ha tenido una creciente influencia cultural, y por lo tanto indirectamente política, es el mundo cubanoamericano en Cuba, ya sea transmitido por los contenidos del «paquete semanal», o por otras vías. Un ejemplo de eso es el video Patria y Vida, que constituye sin duda un gran logro artístico pero sumamente ambiguo dado su silencio total sobre sus alternativas políticas preferidas, por lo menos a grandes rasgos. Es esa ambigüedad precisamente la que permite que aun la derecha cubana más extrema del sur de Florida celebre al video y a sus protagonistas.

Esa influencia cultural, y sus consecuencias políticas, juegan un papel importante en el desarrollo del «sentido común» de muchos cubanos en el archipiélago; pero ese «sentido común» no es necesariamente un «buen sentido». Es el que llevó, por ejemplo, a la Dra. Ana María Polo, del popular programa de televisión Caso Cerrado, a proclamar más de una vez en el pasado que en realidad no existe el desempleo en los Estados Unidos, ya que «como todos sabemos y podemos ver», siempre se puede obtener trabajo si uno se esfuerza en conseguirlo, aunque sea limpiando casas o lavando automóviles.

Las estructuras y realidades económicas y sociales no existen, y todo lo que existe y cuenta es la voluntad individual. Según esta forma de razonar, no hay alternativa al individualismo y, por tanto, la competencia capitalista sería el eje principal de una nueva Cuba. Cada uno por su cuenta y «la peste el último», como decíamos en el barrio Los Quemados, del Marianao de mi niñez y adolescencia.

 


ENGLISH

 

THE FUTURE OF CUBA

by Samuel Farber

 

 

Cuba is experiencing a crisis that is approaching that of the Special Period of the nineties. We don’t know when and how it will end. It is conceivable—although it appears to have a small likelihood of occurring given the situation at the beginning of 2023—that the economy will exit the crisis. What might such an exit mean?

Perhaps Cuba can get through the crisis with the help of a successful tourist industry (assuming a notable decline of the Covid world rate of infection), possibly supplemented with the income produced by a rise in the international price of nickel, a notable increase of the medical services provided to various countries, and the increasing commercialization of biotechnology and of new pharmaceutical outputs produced in the country.

This would probably favor those in small and middle-sized private industry (PYMES) and self-employed people concentrated in the manufacturing and trading of goods and services destined for domestic consumption. The Cuban people would end up witnessing the creation of a new bourgeoisie composed in part by the uniformed military through its armed forces-controlled business enterprises (GAESA), primarily concentrated in international tourism, by the private proprietors of the PYMES mid-size industry, and successful self-employed people, like for example the proprietors of houses and apartments rented to tourists at lucrative rates. Obviously, any normalization of economic relations with the United States would significantly improve these prospects, given the importance that U.S. investments would have, especially Cuban-American capital willing to invest in Cuba.

In light of what happened in many formerly “socialist” countries, as well as in other lands, we can assume that such changes would very possibly increase the inequality between “winners” and “losers,” and in the absence of independent social movements that could defend the interests of the “losers,” state policies would support the “winners”:  tourism and the industries that supply hotels and restaurants serving tourists as well as nickel and other extractive industries, biotechnology, and tobacco. The “losers” would be neglected and ignored: the numerous manufacturing enterprises that are not “competitive,” what is left of the sugar industry, and agriculture in general. In the absence of independent movements that could defend popular interests, the state of public investment and social security, already very deteriorated and with reduced budgets, would suffer even more.

These developments would mobilize the new social classes, like the bourgeoisie and the middle class, who, unhappy with the progressive deterioration of the medical and educational state services, would exert pressure for their privatization. This would bring about, in the case of medicine, the creation of a system like Medicaid in the United States—an under-supported public service for the needy—to attend most poor Cubans. As happened in the United States, this division of medical services between the poor and the middle and upper classes would considerably weaken any political support to improve the medical service to the poor, let alone build and maintain a public medical service that attends, competently and with dignity, not only the rich and the middle class, but all Cubans in the island. Similarly, there will be a great deal of pressure to allow private education at all levels. The Catholic religious orders, and perhaps to a lesser degree the conventional Protestants and the evangelical churches, will recruit the best teachers and buildings to educate the sons and daughters of the successful proprietors, administrators, and technicians of the “winning” sectors of the economy. These possible changes would have the most negative effect on Black Cubans, who have lacked until now a vigorous program of “affirmative action” to incorporate them into all important levels of the social, economic, and political life of the country.

In the absence of a fully democratic system of national economic planning, regions of the country with an economy of “losers,” like Oriente, the easternmost region of the country, will continue to suffer disproportionally, except for those relatively small zones where the nickel industry and some places of tourist interest are located. Regional inequality will increase even within the Havana metropolitan area because the tourist and real estate investment will continue to concentrate in the relatively more prosperous neighborhoods near the Gulf of Mexico shore while the “interior Havana” farther from the sea and much poorer, will continue to deteriorate.

The Role of the United States

Without a doubt, the principal obstacle to the normalization of relations between the United States and Cuba is the economic blockade that the U.S. empire has imposed on Cuba for more than sixty years. Despite the arguments put forward by the Cuban government, the blockade is not the principal cause of the economic problems that affect the island. That place is occupied by Cuba’s economic system, which is most responsible for the economic inefficiency, workers’ apathy, and the lack of responsibility of political bosses and economic administrators.  There is no doubt that the criminal blockade has caused great damage to the Cuban economy, especially during the initial years of the revolution, when machinery and equipment of every type had to be imported from the Soviet bloc to replace those manufactured in the United States. And it continues to inflict damage through the sanctions against international banks that carry out transactions with Cuba and the prohibition of investments and export of every type of goods and services from the United States. It is true that for more than twenty years the export of food and medicines to the island has been allowed, but, unlike the transactions with other countries, it requires special licenses and payment in cash before the goods are delivered.  During the last several years, the U.S. government, basing itself on the Helms-Burton Act of 1996 (signed by Democratic President Bill Clinton), has increasingly interfered with European investments in Cuba, to such a degree that there have been strong political and legal objections from the European Union.

As we know, on July 20, 2015, diplomatic relations were reestablished between the United States and Cuba. What considerably diminished the expectations for an improvement in the relations between the two countries was the election of Donald Trump in 2016 and his success in reversing many of the changes introduced by Obama in his second presidential period. Trump also did a great deal to change the political climate in south Florida, especially among Cuban Americans. It is worth noting that in the 2012 elections when Obama was reelected, as in the 2016 elections when Hillary Clinton was defeated, the Cuban-American vote for the presidential candidates of the Democratic Party rose considerably and came close to a tie with the Republican candidates. The public opinion polls of the time showed that the inclination to vote Democratic was more pronounced among those who had more recently emigrated from Cuba. This changed from 2016 to 2020, when Trump reestablished a clear Republican hegemony among Cuban Americans. This was the result of the great efforts made by Trump through his frequent visits to the south of Florida to agitate the “antisocialist” sentiments of Cubans (as well as Venezuelans and Nicaraguans) while the Democrats did very little to counteract Trump in the area.

We must consider the role of the new social media and “influencers” like Alexander Otaola in adding fuel to the fire in support of Trump’s politics. Another important change occurred among the recent immigrants from Cuba. According to the Cuban sociologist Guillermo Grenier, who publishes the “Cuba Poll,” the great majority of the recently arrived Cubans have been electorally registering as Republicans, in contrast with what had happened in earlier years. Nevertheless, it must be noted that a minimum of six years must elapse from the arrival of Cubans to the United States until they can become citizens and register with a political party. That interval is sufficient for the new Cuban Americans to become socialized into the political culture of South Florida.

Some observers reason that the crushing defeat of the Democrats in the 2022 midterm elections in Florida will paradoxically help to improve the relations between the United States and Cuba because the Democrats will be less pressured to accommodate Cuban Americans in a state that is no longer considered competitive. Perhaps there is some truth to that observation, but I don’t think that it is sufficient to lead to important changes to soften or eliminate the U.S. economic blockade of Cuba. The loss of political weight of the Democrats in Florida could be more decisive if it combined with a more active participation among various sectors of the U.S. capitalist class. For example, for quite some time the very influential U.S. Chamber of Commerce has been in favor of renewing economic relations with Cuba. In fact, Thomas Donahue who was the Chamber’s president and CEO from 1997 until he retired in 2019 visited Cuba on various occasions. Other important sectors of American capital such as the large agricultural corporations and the maritime transport industry (both freight and passenger oriented) have supported such efforts. In the past, various congressional bills proposing a change in U.S. economic policy towards Cuba have gotten support from both Democrats and Republicans, and a good number of those congresspeople have visited the island. The problem is that, for those powerful interests changing economic policies towards Cuba has not necessarily been a political priority, while for the Cuban right and its allies in South Florida the maintenance of the blockade is indeed a priority.

Meanwhile, it is very unlikely that the United States will try to invade Cuba, either directly or using their Cuban supporters as happened in 1961; obviously not because of political principle, but because since the end of the Cold War the importance of Cuba for the United States has greatly declined. This does not mean of course that the U.S. government will cease its other hostile activities against the Cuban government, for example through its propaganda organs such as Radio and TV Martí.

Cuba’s Political Alternatives

The political leaders of the traditional transitions from “socialism” to capitalism, including the state capitalist countries like China and Vietnam, were not automatons who simply responded to the supposedly objective necessities of such transitions. These leaders had to resolve diverse transition problems, many of them critical, but their perceptions of how to solve them were determined by their political ideas and conceptions, be they liberal, authoritarian, conservative or even fascist. That would also be true for Cuba.

Bearing this in mind, when we speak of a transition in the Cuban context, the obvious question is: a transition to what? In other words, what type of political, social, and economic system would replace the existing one? It is very regrettable that under the influence of “socialist” and “communist” antidemocratic systems, various political terms have grown confusing on the left, including the term “left” itself. It is therefore necessary to redefine what is meant by the left. For the purposes of the present discussion, I propose that to be “on the left” consists, more than anything else, of a rejection of the bureaucratic and capitalist conception that proposes that liberty is incompatible with equality, and in the affirmation that democracy, whether at work or in all other political and social contexts, far from being an “extra” in socialism, is in fact indispensable and the only way in which that system can and should represent the working class and popular will. At the same time, being on the left implies defending the right of national self-determination, as much against the U.S. policies in Cuba and Latin America, as against the policies of Vladimir Putin’s Russia in Ukraine.

There is no doubt that although the critical Cuban left has grown — for example, with organizations of groups of African descent and publications such as Havana Times and La Joven Cuba — it is still weak. This is due, more than anything else, to the fact that until this moment the Cuban working class has not shown any signs of resistance as workers, although of course many of them and especially Black Cubans have done so as poor people, when they participated in the street protests that have been occurring since July 11, 2021.

It seems that the only options that Cuban workers perceive as feasible are emigration and self-employment. Meanwhile, many of them survive on the remittances that their relatives send from abroad—especially in the case of white workers—given the shrinking number of subsidized items that they can receive through the ration book. Others survive by the theft of state property, which should be considered, under existing conditions in Cuba, as a form or extension of what Roman law called furtum famelicus (theft motivated by hunger), based on the Latin proverb necessitas non habit legem (necessity is not ruled by [or does not recognize] the law).

On the other hand, the Cuban right is very strong in the south of Florida, not because of the numerous small political groups that abound there, but because of the political and social hegemony achieved through publications and newspapers such as El Nuevo Herald, the Cuban right wing radio programs, the well-known activities of “influencers” such as Otaola, and the great social weight achieved by Cuban-American capital in that area. The three Cuban-American congresspeople that represent the area in Washington, as well as the state and municipal functionaries and elected officials at every level, have been very important in establishing and propagating a broad political and ideological right-wing agenda.

The great power and influence that the Cuban-American right wing has in Florida doesn’t mean that it can reproduce itself in Cuba just as it is. It is worth noting for example that during the street protests that have taken place since July 11, 2021, very few if any people have echoed the political demands of the Cuban right, like the proposal by the Cuban dissident biologist Ariel Ruiz Urquiola calling for “humanitarian intervention” in the island, that everybody knows would be in the first and last instance an intervention guided and realized by U.S. forces and interests.

Cuban Americans have had a growing cultural influence, and thus indirectly a political impact, on Cuba, whether transmitted by the contents of the “weekly package” — the popular rentals of USB flash drives containing imported musical and variety shows, soap operas, and other similar materials tolerated by the Cuban government — or through other means. One example is the video titled Patria y Vida (Fatherland and Life) counterposed to the government’s slogan of Patria o Muerte (Fatherland or Death), which has undoubtedly been a great artistic success, but highly ambiguous considering its total silence about its preferred political and social alternatives, even if in broad general terms. It is precisely that ambiguity that allows the most right-wing Cubans of South Florida to celebrate the video and its protagonists.

That cultural influence plays an important role in the development of the “common sense” of many Cubans in the island, even though that “common sense” is not necessarily “good sense.” It is that “common sense” that led Dr. Ana María Polo of the popular television program “Caso Cerrado” (Case Closed, a “judge” show on Spanish language television in the United States similar to Judge Judy and its English language equivalents) to proclaim more than once in the past that there is no unemployment in the United States, since “as we all know and can see” one can always get a job if one makes an effort to obtain it, even if it is cleaning houses or washing automobiles. The economic and social structures and realities do not exist, and what exists and counts is only individual will. According to this form of reasoning, there is no alternative to individualism, and consequently capitalist competition would be the principal axis of a new Cuba. Everybody on their own and the last one in the race “stinks” as we used to say about children and teenagers racing in the neighborhood of Los Quemados in the Cuban city of Marianao of my childhood and adolescence.

 

Samuel Farber was born and grew up in Marianao, Cuba. He has written numerous books and articles about that country, as well as about other topics like U.S. politics and the Russian Revolution. He is a retired professor of CUNY (City University of New York) and resides in that city.    

This article is a translation of the second part of a two-part article published on the Spanish language La Joven Cuba, the most important independent left-wing blog in Cuba. The first part appeared on La Joven Cuba on Feb. 6, 2023, and then in English on New Politics. The second part appeared on La Joven Cuba on Feb. 13, 2023.



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