por Michele Nobile
Querido Roberto, aquí en Bérgamo estamos bajo asedio, pero la vida continúa. Los bulbos de tulipán que compré en Amsterdam en octubre ya están floreciendo. Y se hacen lecciones de videoconferencia. Mejor que nada para salvar el curso escolar.
Te agrego una primera evaluación de la pandemia y una reflexión sobre epidemias, facilitada por mi antigua pasión por el evolucionismo y la genética.
En unos días terminaré un texto un poco más largo, pero podría dividirse.
Hola.
Michele
Los siguientes puntos sólo son una primera evaluación de la situación generada por la pandemia. Estas consideraciones van a ser lo más estrictas posible, seguidas de intervenciones más articuladas y documentadas.
1) La pandemia del nuevo coronavirus está creando una crisis social global muy grave con características inéditas por completo. Con extremada rapidez y en todos los continentes, la vida cotidiana de cientos de millones de personas se da la vuelta, y el proceso continúa. Es un hecho social total, que involucra todas las dimensiones de la vida social. Una forma de describir la situación es que las relaciones sociales parecen estar suspendidas, congeladas.
En otras contingencias históricas, una crisis total de las relaciones sociales es el producto de una guerra o una revolución o un colapso económico. En este caso, la causalidad se invierte, porque el detonante parece ser algo externo a las relaciones sociales. Pero así no es: el virus es un agente natural, pero la pandemia es un producto social.
2) La espectacularización de la pandemia es decisiva en la configuración de su percepción masiva, de la cual la compresión del espacio-tiempo individual y social es el hecho esencial. Sin ninguna duda, esto tiene el efecto de enfocar los pensamientos en el presente de la emergencia y en la supervivencia individual; al mismo tiempo, tiene como objetivo eliminar la búsqueda de las causas anteriores a la pandemia y alimenta la idea de que "todos estamos en el mismo barco", creando una atmósfera de unión patriótica. Sin embargo, la reacción de autodefensa ante la espectacularización, que por parte de la izquierda minimizó el riesgo para la salud, fue completamente errónea y en pocos días se volvió intolerablemente irresponsable y políticamente suicida. La pandemia es un hecho real y sus riesgos son muy reales. No es la llamada "gripe española" pero, igualmente cierto, no es "una influencia como las demás".
3) La pandemia no fue un evento improbable o impredecible, que podría caer en la categoría del "cisne negro". Había sido anunciado por otras grandes epidemias ("aviaria", "porcina", Mers solo para nombrar las epidemias conocidas por el público en general) y es al menos desde principios de los Noventa del siglo pasado que los especialistas han detectado la aparición de nuevas enfermedades y el resurgimiento de enfermedades que se pensaban liquidadas.
La tasa de letalidad del nuevo coronavirus es indudablemente bastante inferior de lo que se puede deducir de la relación entre los casos clínicamente confirmados y las muertes reportadas, porque los infectados son mucho más numerosos: no sé cuánto, pero no me sorprendería si fueran unas diez veces más que los casos oficiales. Sin embargo, tampoco hay duda de que la letalidad del coronavirus es mucho mayor que la de una gripe estacional normal (cuya letalidad directa e indirecta es el 0.1%) y que las muertes como consecuencia de la pandemia son mucho más numerosas que las declaradas: quien vive en Bérgamo se da fácil cuenta, sólo hablando con amigos y conocidos. Para un virus de fácil transmisión, una letalidad del 2% es extremadamente peligrosa (un millón de infectados, implica 20 mil muertes); pero en grandes cantidades, incluso una letalidad de 0.5% puede producir miles de muertes y un exceso de mortalidad, como ya está ocurriendo (el valor indicado vale sólo como ejemplo; pero es bien posible que esté cerca de la letalidad real del coronavirus). Claro está que la letalidad real de una epidemia, aún más cuando falta la vacuna, también depende de la oportunidad, amplitud y consistencia de las medidas de contención puestas en vigencia.
Igualmente claro debe quedar que esta pandemia no es un fenómeno meramente natural, sino que es el producto de la interacción entre la actividad humana y el medio ambiente; y que la tragedia se podía evitar con medidas oportunas y bien orientadas, y preparando los medios materiales para hacer frente a una emergencia.
El quid de la cuestión es que todas las grandes transformaciones de la sociedad provocan cambios ecológicos que, a la vez, conducen a la aparición y reaparición de enfermedades. Los virus se evolucionan junto con la sociedad y las mutaciones en el cambio orgánico entre la sociedad y la naturaleza. Han pasado más de treinta años desde que los especialistas tomaron nota de la aparición de nuevas enfermedades y la reaparición de enfermedades que se creían contenidas o en vías de desaparecer. Desde cuarenta años, la propagación del virus del Vih y el síndrome resultante, el Sida, ha sido un ejemplo bien trágicamente conocido.
4) Los factores sociales que están en el origen de las nuevas epidemias son múltiples y han sido bien destacados en la literatura científica. De estos, los siguientes son especialmente importantes: la reducción de los espacios no antropizados y la expansión de las áreas agrícolas, que facilitan el contacto con virus previamente confinados; la industrialización de la ganadería, especialmente las aves de corral, porque las grandes granjas monoculturales son incubadoras de virus gripales; las prácticas habituales en la cría industrial, como el uso de antibióticos con fines preventivos y el exterminio de animales cuando surgen epidemias, refuerzan el efecto patogénico de este tipo de cría; tanto en la cría como en la agricultura y la naturaleza salvaje, la reducción de la biodiversidad favorece las epidemias; la concentración de grandes masas humanas en megalópolis, donde las condiciones de vida y de trabajo se han deteriorado, facilitan la propagación de las enfermedades.
El cambio climático global, que resume los efectos generales de la actividad humana sobre el deterioro del equilibrio ecológico, es también la causa o el factor que contribuye a la propagación de la proliferación de vectores de ciertas enfermedades.
5) La falta de preparación de los Estados para hacer frente a una masiva emergencia de salud como la pandemia de Covid-19, no puede explicarse por la imprevisibilidad y la brusquedad de la propagación internacional del virus. Los serios problemas que muestran los sistemas de salud de los países más ricos del mundo, o sea los del capitalismo más avanzado, son el resultado de décadas de re-regulación legislativa, del llamado neoliberalismo, cuya prioridad no es la mejora de los servicios de salud sino el equilibrio de presupuestos públicos; al mismo tiempo, se favoreció la privatización de la atención médica y la introducción de criterios de mercado en los servicios estatales de salud. La subordinación de la salud de los ciudadanos a los intereses financieros y el espíritu empresarial privado de la salud, por lo tanto, ha reducido la resistencia de los sistemas de salud ante el impacto de la pandemia.
6) La información correcta y oportuna a los ciudadanos tiene una importancia fundamental en el manejo político y sanitario de una epidemia, pero todos los gobiernos han tratado de minimizar el riesgo. Se puede debatir si en la República Popular de China las principales responsabilidades recaigan en las autoridades locales o en las centrales, pero allí el problema fundamental ha sido y sigue siendo la censura y la dictadura política. Frente a lo que sucedía en la China, la subestimación del riesgo por parte de los gobiernos de los Estados liberales o posdemocráticos fue más grave aún.
No se trata sólo de un problema cognitivo. La percepción subjetiva del riesgo ha sido moldeada por prioridades distintas a la seguridad sanitaria de los ciudadanos, ya sean los mecanismos internos de la jerarquía burocrática, la exigencia de no perturbar al marco político, la necesidad de no dañar a los flujos turísticos y comerciales, para no reducir la productividad y no afectar la producción, las ventas y las ganancias. De ahí también las oscilaciones violentas e hipócritas, como en Italia, entre actitudes opuestas (desde "¡completamente abierto!" hasta "¡cerrar todo!"), los conflictos de competencia, la subordinación al gremio empresarial (Confindustria) dictan, la impunidad de la información sobre las órdenes restrictivas.
Subestimar el riesgo es la razón por la cual, cuando la epidemia se descontrola, uno debe tratar de contrabalancear la superficialidad, la inercia y la falta de preparación recurriendo a medidas extremas, a la cuarentena en gran escala y, finalmente, a la "suspensión" de la vida social.
7) Durante esta pandemia, surgieron dos posturas opuestas en la izquierda no gubernamental. Según una de estas dos posiciones, la epidemia, o incluso la invención deliberada de un riesgo epidémico, puede utilizarse instrumentalmente para fines políticos que nada tienen que ver con la salud de los ciudadanos: como una coartada o desviación de la atención de los demás problemas más concretos, o como razón y precedente con el fin de legitimar medidas de emergencia peligrosas para las libertades democráticas.
La segunda postura, en cambio, postula la generalización de las medidas de protección y contención del contagio, en particular enfatizando los riesgos de los trabajadores de las empresas industriales.
Yendo más allá de la esquematización y entrando en los méritos, uno podría notar la confusión de ideas, la coexistencia de ambas posturas (en los primeros momentos al menos como hipótesis) y el cambio de bando (sin autocrítica) cuando, frente a 100 muertes diarias ya no se puede argumentar que fue una forma artificial de alarma social.
Aunque está completamente equivocada en el entendimiento del fenómeno de la pandemia y políticamente suicida si se le respalda tercamente, la preocupación básica de la primera posición es seria: es un llamamiento a no refugiarse en la mera supervivencia y, aún más, en las críticas al manejo político e ideológico de la crisis. Por ejemplo, entendemos la necesidad de actuar de manera rápida, pero es grave que las limitaciones de los derechos constitucionales fundamentales, como la libertad de movimiento y reunión, no estén sujetas a debate parlamentario y se implementen con el instrumento particular de los decretos del Primer Ministro, algo muy peligroso. Para los que quieran hacerse pasar por Churchill usando a Facebook y a Dpcm, debe recordarse que en el apogeo de la guerra mundial, la Cámara británica siguió discutiendo en serio, incluso "en la hora más oscura". Los cuerpos legislativos nunca deben entrar en cuarentena, renunciando al deber de dirección y control sobre el trabajo del ejecutivo. La posdemocracia italiana se muestra de una vez la más sórdida de la Unión Europea.
8) En una contingencia epidémica desenfrenada, la segunda posición es correcta en la situación actual. La diferenciación de trato entre los trabajadores del sector público y privado y, dentro del segundo, entre los trabajadores de servicios y la industria debe ser rechazada con la máxima determinación. Las huelgas de los metalúrgicos italianos son absolutamente correctas; en todo caso, tenían que hacerse antes y obtener de inmediato el bloqueo real de todas las actividades no esenciales.
Sin embargo, muy a menudo se mira un contraste entre los partidarios de la segunda línea entre la forma china de enfrentar la epidemia - de intervención rápida, drástica y efectiva - y la "occidental", lenta, débil, inconsistente, ineficaz; explícitamente o no, aquí el enfoque estatista, cuando no se pasa de contrabando como socialista, se opone al liberal. Este contraste es inaceptable.
Primero, porque se pasa por alto el hecho de que, durante todo el mes de diciembre y hasta el 22 de enero, la línea de las autoridades chinas, por cierto las de Wuhan, tenía como objetivo reducir los temores sobre el peligro del virus y la propagación de la infección, por lo tanto desperdiciando un tiempo precioso en el que aún hubiera sido posible limitar la epidemia.
En segundo lugar, porque esta posición se inserta perfectamente en una gestión tecnocrática y autoritaria de la crisis. Después de todo, por lo menos en relación con la inercia de otros gobiernos, incluso el gobierno Conte y los alcaldes lombardos podrían presentarse como imitadores del virtuoso "modelo chino".
9) Las observaciones anteriores son importantes porque la naturaleza radical de la "cura" que se está llevando a cabo en todas partes (cuarentena, distanciamiento, bloqueo de las actividades) es necesaria para evitar lo peor, pero esa no es una cura en absoluto. Más bien, se parece al cerrar el establo cuando los bueyes, en este caso el virus, ya se han escapado. Al igual que el exterminio de los animales infectados, es un remedio de emergencia que no toca en absoluto el mecanismo causante de la patogénesis. De hecho, el exterminio de animales fortalece y extiende el mecanismo patogénico, a través del daño infligido a los pequeños criadores y la oposición de la supuesta bioseguridad de las modernas granjas industriales a los tradicionales métodos de cría.
En resumen, siendo sí necesaria, la cuarentena nos transforma en pollos de granja con destino a la parrilla, en broilers (pollos de engorde) que les dicen en América del Norte. Por lo tanto, es políticamente peligroso enfatizar el "virtuosismo" de la cuarentena y la intervención de estilo militar. Esta actitud corre el riesgo de trabajar en pro de la posdemocracia al servicio de los intereses del capital, un factor patogénico en sí mismo, o de adoptar una doble moral hipócrita y esquizofrénica: criticar el autoritarismo nacional y alabar el pseudosocialista.
En todas partes del mundo, estas reacciones de los regímenes políticos, más o menos fuertes, más o menos coherentes, son signos de una rotunda quiebra en la prevención de la epidemia: liquidarlas le corresponde a los ciudadanos y trabajadores.
10) La "suspensión" de la vida social impuesta desde arriba debido a la pandemia nos recuerda los escenarios distópicos y totalitarios, o de una depresión económica que conduce al colapso del llamado neoliberalismo. Todavía es temprano para un pronóstico bien fundado, pero en un principio estos son escenarios poco probables. La depresión ya está en marcha, pronto se verán las consecuencias, pero la experiencia de 2008-2009 y los años siguientes nos enseña que la reorientación de las políticas económicas y sociales no es algo certero. De hecho, a pesar del drama verdadero, el más probable resultado final es que pueda volverse a la habitual normalidad, no sin haber incorporado la experiencia de un estado de emergencia en las herramientas de las políticas públicas.
Ya en el periodo de la pandemia se necesita actuar para que esto no vaya a ocurrir. No estoy aquí para formular objetivos específicos, siendo la tarea de los distintos actores, sino una lógica general. En el término inmediato, se trata de reclamar el derecho igualitario a la salud para todos los ciudadanos: y por lo tanto, este derecho de todos los ciudadanos debe anteponerse a la productividad y a la ganancia, sin compromiso ninguno. Del mismo modo, las estructuras sanitarias privadas y las empresas públicas y privadas con capacidades técnicas y de producción útiles para combatir la epidemia deben movilizarse, sin costo alguno para los ciudadanos.
Y de inmediato se debe establecer el objetivo de revertir los términos fundamentales de la política de salud vigente durante décadas, tanto en términos de recursos materiales y humanos como de costos para la ciudadanía.
11) Los hechos sociales totales como la guerra y la pandemia van creando una común experiencia de masas, al mismo tiempo que aplastan al individuo bajo su peso. Sin embargo, por sumergidas que estén, las contradicciones siguen operando y, a la larga, tampoco la patriótica union sacrée puede evitar que se manifiesten. Es en ese momento que la naturaleza total y social del evento pandémico puede convertirse en una conciencia colectiva de las responsabilidades políticas y las razones históricas de la tragedia. A través de la experiencia de una patología extraordinaria, es posible arrojar luz sobre la patología del funcionamiento normal de la sociedad: sobre la subordinación de la salud de los ciudadanos a los intereses de las finanzas y las ganancias, sobre las razones no ocasionales sino sistémicas de por qué sucede esto. La pandemia hace vivir de manera inmediata a la naturaleza global de los problemas epidemiológicos y ecológicos: abre un vistazo acerca de ese conjunto de fenómenos que alteran el equilibrio global entre la sociedad y la naturaleza. Es una razón para cuestionar qué y cómo se produce y consume, para desafiar la industrialización de la ganadería y la agricultura a escala mundial, factores de pobreza y patología.
La pandemia del Covid-19 es simétrica al cambio climático global: microscópico y macroscópico nos dicen que la sociedad es mundial y que los Estados nacionales son superados objetivamente, obstáculos en el camino del manejo racional de los problemas ecológicos, epidemiológicos y sociales del mundo, que son en sinergia entre ellos. También nos dicen que las fuerzas productivas sociales pueden funcionar como fuerzas de destrucción, porque están al servicio de las ganancias y de la acumulación de capital y no de las necesidades humanas.
12) Finalmente, esta pandemia debería enseñarnos que la solución al problema de la aparición de nuevos virus y la reaparición de enfermedades antiguas no es sólo farmacológica; y que la prevención y el manejo de las epidemias no pueden confiarse a la expertocracia y al mero poder estatal. Este último puede reaccionar de manera más o menos efectiva, pero no prevenir o eliminar las causas socioeconómicas patógenas: por lo contrario, el poder de los Estados está al servicio del sistema social que crea los problemas y es en sí mismo una causa de problemas.
La justicia social y una relación racional y sostenible con la naturaleza microscópica y macroscópica en la que vivimos requieren la socialización de la gestión de las fuerzas productivas de la sociedad. Y esta no puede ser efectiva sin la socialización de la política, la máxima expansión de la libertad política. Incluso para la prevención y el mejor manejo de las epidemias, la democracia no es una opción a la que se pueda renunciar, a menos que se acepte que los ciudadanos y los trabajadores se vean reducidos a objetos a los que imponer restricciones en lugar de activarse como sujetos de prevención y eliminación de patologías biológicas y sociales.
Por esta razón, las cuarentenas y la "suspensión" de la vida social son la evidencia de una falla sistémica del orden social capitalista del mundo.
(traducción hecha en Managua por Pagayo Matacuras)
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