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venerdì 5 gennaio 2018

FEMICIDIOS, HOMICIDIOS: ¡¡¡VIOLENCIA!!!, por Nechi Dorado

© Zaylatan
El tema de la llamada violencia de género que tanto nos afecta, sobre todo a las mujeres que somos las que ponemos la mayor cantidad de víctimas, amerita un debate urgente de la sociedad. La violencia es un tema recurrente, cuyo cordón umbilical está unido al SISTEMA. No reconocerlo en ese centro nos ubica fuera de contexto.
Cuando una mujer mata a su compañero o a la inversa, además está asesinando a otras mujeres, madres, abuelas, hermanas, que quedan partidas para siempre. No es mayor ni menor el sufrimiento de la madre de una mujer asesinada respecto a la de un varón también asesinado, aunque sean menores, los últimos casos, cuantitativamente.
La muerte es muerte, con y sin polleras.
La violencia contra el hombre de parte de sus parejas mujeres no es abordado como un tema social, ya que no afecta a un grupo históricamente discriminado como es el caso de las mujeres.
Hay otra concepción machista instalada: “el macho se las aguanta”, “el macho se agarra a trompadas si algo le molesta”. Esquema patriarcal repetitivo, nocivo, contaminante, que provocará que un hombre agredido por su compañera jamás denuncie el hecho, no sea cosa de que luego lo llamen “maricón”. Además, convengamos que no sobran los lugares donde denunciar sin padecer tremendas burlas: detalle no menor.
De todos modos el tema da para mucho, pero teniendo en claro que mientras no intentemos cambiar todo, NO CAMBIARA NADA. Seguirán los femicidios y seguirán los muertos, tengan pene o vagina y más allá de la proporcionalidad de las cifras.
Estos días, en Argentina, una joven de 19 años, Nahir Galarza, asesinó a su pareja, otro joven de 21 años, Fernando Pastorizzo, y cometió el crimen con el arma reglamentaria de su padre, policía.
La joven, luego de cometer el acto y según su propio relato, se fue a dormir, y al día siguiente dejó un mensaje amoroso en Instagram: “Cinco años juntos, peleando, yendo y viniendo pero siempre con el mismo amor. Te amo para siempre, mi ángel”, posteó el viernes por la mañana.
(Ese “mi ángel” me hace ruidito, casi como un mensaje del inconsciente de la jovencita: los ángeles no están en la tierra…)
Esta chica que asestó dos disparos mortales en el pecho del muchacho demuestra a la parte de la sociedad que anda sin vendas en los ojos que ya estaba muerta mucho antes de cometer ese espanto. Tiempo atrás había fingido su “propio secuestro”.
A esta joven la mató el sistema, la mató el silencio social, la irresponsabilidad de su familia que no supo visualizar la conducta extraña de su hija, según descripción de gente allegada a su círculo.
Vemos también los horrores que cometen miembros de los aparatos de seguridad del Estado, y en la familia se centran los principales valores que han de ser los que nos formen.
No tengo base para diagnosticar estados patológicos, pero lo que se ve a las claras a partir de relatos que leímos o escuchamos estos días es la perversidad de la chica, ya que en ningún momento demostró tener registro del dolor, y eso es una patología grave, hasta lo que sé.
Según el abogado defensor, Víctor Rebossio, no existen rastros de pólvora en sus manos, afirmando que no fue ella la que disparó, aunque no dejó de hacer notar que la joven “estaba mal y enajenada” en el momento del hecho. Agregando: “Ella dijo ‘fui yo’, pero las pruebas de parafina determinaron que ella no disparó, me debo inclinar ante la prueba, no ante la versión”. “Era una pareja enfermiza”, es lo que se dejaron como relato algunos entrevistados. “Hay gente que escuchó cómo se pegaban y hay testimonios de que era una pareja enfermiza”, señala el letrado.
Me atrevo a pensar que estamos frente a un crimen del que se desconocerán culpables, total en unos días ya ni nos acordaremos más. Y en las consabidas preguntas que solemos hacernos cuándo suceden cosas en momentos puntuales de un país, a quién beneficia; a quién perjudica, sólo se me ocurre pensar que el arma homicida, disparada por algún/a homicida, era la reglamentaria de una fuerza de seguridad, y ya sabemos cómo actúan.
Lo concreto –que nadie puede desconocer– es que quedó el saldo de una madre llorando lo que ya no podrá recuperar.
Y el de otra vida que se fue por dos agujeros en esta absurda carrera del vale todo, o todo contra todo.
Y hay un sistema ciego, sordo, mudo, que entronizó la violencia haciendo añicos lo que podría quedar de esa utopía llamada justicia tras la cual corremos muchos.
Y en semejante carrera alocada hay víctimas, muchas más de las que podemos admitir en un país que pretende ser civilizado, donde todos los días se mata a alguien así nomás, como si nada.
Y hay un Estado genuflexo ante un sistema perverso que por consecuencia abandona a la población, sin cumplir el rol contenedor que le corresponde como estado civilizado.
Seguiremos llorando, seguirán las relaciones tóxicas, seguiremos asesinando valores, sobre todo porque estos últimos no se compran ni cotizan en bolsa. Y seguirá girando la rueda de nuestro propio destino impuesto tal como lo planificaron.

En la propagación y/o reedición de este texto le rogamos citar la fuente: www.utopiarossa.blogspot.com