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giovedì 26 ottobre 2017

A 100 AÑOS DE LA GRAN REVOLUCIÓN RUSA, por Hugo Blanco

León Trotsky, 1923 © Yuri Annenkov
Este mes se cumplen 100 años del ascenso al poder de los “soviets”, comités de obreros, campesinos y soldados. Tenían el objetivo de acabar con el gobierno del capital y sustituirlo por el poder colectivo de sus organizaciones, el socialismo.
Desgraciadamente, luego de la muerte de Lenin, dirigente de la Revolución rusa, fue elegido Stalin, representante de la burocracia, quien tuvo la política de hacer que los beneficiarios de la revolución anticapitalista no fueran los trabajadores de la ciudad y el campo, sino la mencionada burocracia.
Trotsky, consecuente con defender los intereses de los trabajadores, organizó la Oposición de Izquierda, reivindicando el poder colectivo de los trabajadores.
La burocracia lo acosó y lo calumnió. Transcribimos la denuncia que hace:
Recapitulando: a la exigencia de que cesara toda mi actividad política, respondí declarando que sólo burócratas corrompidos podían formular semejante exigencia y sólo los renegados podían aceptarla. Es difícil que los propios stalinistas esperaran una respuesta diferente. Después de eso, transcurrió un mes sin novedades. Nuestros vínculos con el mundo exterior se encontraban rotos, incluyendo los vínculos ilegales organizados por jóvenes correligionarios que, superando enormes dificultades, hasta fines de 1928 me enviaban a Alma-Ata, desde Moscú y otros centros, informes abundantes y precisos. En enero de este año sólo recibimos los diarios de Moscú. Cuanto más hablaban de la lucha contra la derecha, más seguros nos sentíamos de que vendría un golpe contra la izquierda. Tal es el método político de Stalin.
Volinski, representante de la GPU de Moscú, permaneció durante todo este tiempo en Alma-Ata, aguardando instrucciones. El 20 de enero se presentó en nuestra casa acompañado de un gran número de agentes de la GPU, armados, que ocuparon todas las entradas y salidas, y me entregó el siguiente extracto de las actas de una conferencia especial de la GPU realizada el 18 de enero de 1929:
“Considerando: el caso del ciudadano Trotsky, León Davídovich, bajo el Artículo 58/10 del Código Criminal, acusado de realizar actividad contrarrevolucionaria expresada en la organización de un partido ilegal antisoviético, cuya actividad últimamente se ha orientado hacia la provocación de acciones antisoviéticas y la realización de preparativos para la lucha armada contra el poder soviético. Resuélvese: el ciudadano Trotsky, León Davídovich, será expulsado del territorio de la URSS”.
Luego fue deportado, ningún país quería recibirlo, hasta que Lázaro Cárdenas, presidente mexicano, le concedió asilo.
El proceso de burocratización fue en aumento, se persiguió a los opositores de izquierda.
El estalinismo consideró que las críticas de Trotsky, aún desde el exilio, le perjudicaban, decidió asesinarlo, y lo hizo.
Antes de morir, Trotsky había dicho:
La burocracia no es una clase sino la excrecencia de una clase, por lo tanto no tiene destino histórico… si el gobierno no es recuperado por los trabajadores, caerá aplastado por el capitalismo.
Desgraciadamente sucedió esto último, el estalinismo se pudrió por adentro y reinstaló el capitalismo, los burócratas se han convertido en capitalistas neoliberales.
Trotsky tuvo razón. Aprendamos de él. No permitamos la burocratización de las organizaciones populares, que no manden los dirigentes, que mande la colectividad.
Una muestra de que esto es posible lo vemos en la zona zapatista de México, desde hace 23 años manda la colectividad, no los dirigentes: eligen grupos de varones y mujeres para que coordinen, no hay secretario general ni presidente, todos los del grupo tienen igual rango, luego de un tiempo los cambian, no hay re-elección, no hay la persona imprescindible, todos tenemos cabeza.
Cuando hay un asunto importante convocan asamblea para que la colectividad decida: su principio es “mandar obedeciendo”.
No más burocracias, no más stalinismo, que mande la colectividad, no ningún “dirigente” o “líder”.


Lucha Indígena, Año 12, Nº 134.

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