Fabricio Ojeda en la guerrilla |
En una oportunidad Nicolás Maquiavelo escribió lo siguiente: “En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven”.
En éste sentido, la llamada modernidad en tiempos de globalización le ha dado una vigencia plena a lo dicho por Maquiavelo y creo que allí está la clave de la realidad latinoamericana y particularmente la de Venezuela.
Es el mundo de las sensaciones, de las emociones, de las apariencias, de la mentira hecha “realidad”, del engaño llamado políticamente demagogia y sobre todo de la ciencia y la tecnología, que coloca todo éste escenario en el mundo de las formas, de los espejismos, donde la percepción y la comprensión no tiene cabida en la inteligencia humana, porque cuando se elabora el mensaje o el discurso para dominar, domesticar, someter y dirigir, se construye de una manera que evita realmente en el común de la gente su descodificación.
Para tales fines, es la publicidad la que se encarga de generar todo ese espectáculo político, económico y social que no pasa del mundo sensorial y es allí donde la ingenuidad, la desinformación, la enajenación y en términos mucho más duros el analfabetismo funcional, hace de las masas objetos a ser utilizados como tontos útiles, en el marco de un sistema que utiliza esa ciencia y esa tecnología para mantener sus intereses en unas relaciones de poder, donde los de arriba mandan y los de abajo obedecen y es bueno observar que dicha relación de poder no cambia ni en el llamado capitalismo ni en el propio socialismo, pues los mismos se diferencian de forma pero sus coincidencias en cuanto a mantener y defender el poder se asemejan en todas sus dimensiones, utilizando la institucionalidad del llamado ESTADO para tales fines.
Desde la colonia hasta nuestros días se ha repetido esta verdad histórica -claro está- con sus diferencias de forma pero no de fondo y en tiempos de globalización esta situación empeora, por múltiples razones en todos los órdenes.
FABRICIO OJEDA
En ese mundo de las apariencias al cual nos referimos, hay quienes piensan en la actualidad que la crisis que vive el país es producto del mal gobierno, pues es el chavismo representado en Maduro el que ha conducido a Venezuela a que su gente viva en medio de serias dificultades y donde la población sufre las consecuencias del mismo, es por eso que las elecciones van a permitir -según la oposición- cambiar a Maduro por Leopoldo o Enrique Capriles o Ramos Allup, situación que mejoraría el escenario de miseria que la mayoría de los venezolanos vivimos y se olvida que éste mismo argumento condujo a Chávez para tomar el poder en las primeras de cambio producto de otra crisis que ocasionaron AD y COPEI y cuyas características presentadas desde el punto de vista económico eran parecidas a las actuales, con algunas variables propias del desarrollo del capitalismo.
Pero para seguir ilustrando estos escenarios de aprietos, con características similares, podemos colocar otro ejemplo, representado en el 23 de enero de 1958, cuando Pérez Jiménez cae producto de otra crisis, que el mismo capitalismo trae consigo y que requiere de nuevos liderazgos, para ese entonces representados en Rafael Caldera, Rómulo Betancourt y Jovito Villalba, para cambiar una dictadura caduca por una dictadura moderna, bajo el manto manipulador de la democracia representada en los partidos políticos.
Fabricio Ojeda, en su carta de renuncia al Congreso de la República y refiriéndose al mal gobierno adeco-copeyano que había traicionado los ideales que dieron origen a la insurrección del 23 de enero, señalaba: “Necesitamos un cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y la ciencia al alcance del pueblo; para que el obrero tenga trabajo permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin, necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas minorías”.
Ésta manera de describir Fabricio lo que estaba pasando en ese entonces, en nada se diferencia del presente, nada ha cambiado, son los mismos problemas, incluso en mayor proporción y las preguntas entonces vale la pena hacérnosla, ¿para qué han servido las elecciones?, ¿qué se ha cambiado?, ¿qué hemos obtenido?, ¿dónde está el bienestar colectivo y la igualdad de oportunidades?, son interrogantes que hay que hacerse y la conclusión es la misma: los partidos políticos son los únicos beneficiarios y sus respectivas elites las que terminan repartiéndose la torta de esos procesos electorales, donde la gente vota pero no elige, eligen son las cúpulas de los partidos, en alianza a los grupos económicos vinculados a los grandes conglomerados. El propio Fabricio Ojeda bien lo decía: “El 23 de enero hubo solo esto: un cambio de nombres. La oligarquía explotadora, los servidores del imperialismo buscaron acomodo inmediato en el nuevo gobierno. El poder político había quedado en manos de los mismos intereses y los instrumentos de ese poder seguían bajo la responsabilidad de las mismas clases. Así hemos seguido…”.
Si reconocemos que esto es así, el puntofijismo (gobierno adeco-copeyano), el chavismo con el madurismo, sólo representan la continuidad de un modelo de dominación que ha representado el desarrollo del capitalismo en sus diferentes fases.
Poder entender el significado de cada momento histórico que el desarrollo del capitalismo ha tenido no es fácil al común denominador y como se ha reflejado en el espectro político, pues el mismo requiere de herramientas teóricas que permitan la discusión para su comprensión. Pero las clases dominantes a través de sus partidos, llámense de derecha o izquierda, han eliminado toda discusión y donde lo que está en primer plano es el tema de las candidaturas a cuerpos deliberantes y quién puede ser el próximo candidato a la Presidencia de la República, mientras tanto nuestro pueblo sigue persiguiendo el arroz, la harina, el pollo, la pasta, la leche, los pañales y paremos de contar, bajo la falacia de la “guerra económica”.
UNA CONSTITUYENTE ORIGINARIA
Dentro del colectivo PRV/Tercer Camino hemos propuesto como salida a toda esta situación, que ahoga el buen vivir de la inmensa mayoría de los venezolanos, la Constituyente Originaria, que necesariamente surgirá de la conflictividad que a mediano o largo plazo tendrá que venir. Conflictividad que permitirá esta salida y que tendrá que presentar ante la población venezolana un proyecto de país que surgirá desde abajo, para plasmar las verdaderas aspiraciones del colectivo llamado Venezuela o como dijera nuestro Fabricio Ojeda: “Esta situación precisa una transformación estructural que cambie el sistema formalista de la democracia por la efectiva realización de la misma: es decir, que arrase con todo lo podrido, con todo lo injusto, con todo lo indigno de nuestra sociedad y en su lugar erija una Venezuela de justicia y libertades. A estas alturas de la historia, cuando un vendaval de renovación sacude al mundo, los venezolanos no podemos permanecer aferrados a una vida política, sin perspectivas de futuro y que mantiene al país sumergido en el subdesarrollo económico, en el atraso crónico y al pueblo, doblegado bajo el peso constante de la miseria y la ignorancia y el hambre. Venezuela es un país privilegiado por la naturaleza. Las entrañas de su tierra están pobladas de riqueza y sobre la superficie crecen montañas de dinero. Pero estas riquezas y este dinero sólo van a parar a los bolsillos de los grandes tiburones de la política nacional e internacional, mientras que el pueblo, dueño de ellas, se debate entre la angustia de no poseer nada y el dolor de su precaria situación económica”.
En ese mismo plano jurídico político de la Constituyente Originaria no podrá tener cabida la figura presidencial, a cambio ha de nacer -por ejemplo- una junta de administración elegida nominalmente. Los partidos políticos tampoco tendrán cabida y serán eliminados, igualmente gobernadores, diputados regionales y concejales ya que son expresión de una clase parasitaria y los alcaldes electos harán el papel de legisladores en cada estado y planificaran junto a las comunidades su propio desarrollo de manera que el pueblo y sus expresiones genuinas sean los propios protagonistas de su historia y evitar que estos le roben los espacios de organización social a la población. Toda representación popular no podrá tener privilegios económicos ni políticos, pues la nueva civilización habrá de abrir los caminos para que esa democracia sea realmente una práctica para la libertad inquebrantable, indisoluble, firme y sólida. Esa libertad, esa democracia, tiene que ser por naturaleza antiimperialista, que haga honor al legado histórico dejado por nuestros libertadores.
La patria que queremos edificar es una en el cual quepan todos los pueblos, sus hablas y dialectos, donde todas las sendas se puedan caminar, para abrir espacios convivenciales de solidaridad, amor, justicia, libertad, tolerancia, donde se pueda reír, cantar, hablar, soñar, declamar, vivir y bien morir en el regazo de nuestros pueblos.
La patria que queremos edificar es el de la utopía posible, en donde miremos al que se encuentra a nuestro lado al igual y no al inferior, el de la unidad que muestra nuestra historia en su justa lucha por la independencia. Es la patria donde se pueda disentir y construir la horizontalidad de la sociedad sin clases.
La patria que queremos edificar es la del amor por el ser humano y el medio ambiente, es la patria que sea capaz de construir el olvido sobre las cosas que nos enfrentó y desunió por culpa de los que manejaban y controlaban el poder.
La patria que queremos edificar es para que el sol salga para todos, que el viento anuncie entre ríos y montañas, valles y praderas, pueblos y naciones que el mundo que soñamos fue posible. Que ahora vivimos juntos como hermanos, donde los privilegios individuales mueren y donde la igualdad nace del corazón, como fuente natural, producto de la naturaleza humana.
Es la búsqueda de un tercer camino, y donde el sol brille para alumbrar senderos de libertad y alimente la dialéctica de nuestros pueblos, siempre en el tratar del bienestar colectivo y el encuentro con nosotros mismos. Por todo esto, es que buscamos un Tercer Camino, el camino de la utopía posible.
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