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domenica 14 agosto 2016

LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA EN LA DECADA DE SESENTA, por Jan Lust

RBA, 2013
La Revolución cubana ha contribuido significativamente a la formación y desarrollo de diversas organizaciones guerrilleras en América Latina. Sin embargo, ella no fue la causa del surgimiento de los movimientos revolucionarios en los años sesenta.
Al final de los años cincuenta una ola de resistencia “azotó” a América Latina, provocada por el estrangulamiento de las nuevas fuerzas de producción en un sistema que no solo fue diseñado para los intereses de la burguesía urbana, sino que también fue basado en una subestructura de una economía agraria arcaica. El auge de los movimientos sociales, producido por un intenso proceso de industrialización en una región atrasada y la necesidad de sustituir mecanismos de gobierno anticuados, por los que al nivel político expresarían los cambios en el terreno económico, era tierra fértil para una práctica revolucionaria.
La ausencia de una verdadera vanguardia antiimperialista hizo imposible la toma del poder por el proletariado y sus aliados en América Latina. Los partidos comunistas, por ejemplo, mostraron una desastrosa falta de imaginación política y una ignorancia asombrosa en relación con su participación en la dirección de las masas trabajadoras. En 1965 la CIA escribió en su Survey of communism in Latin America que en el corto plazo ningún partido comunista latinoamericano es una verdadera amenaza para los gobiernos existentes.
El papel de líder de las masas fue tomado a finales de los años cuarenta por un grupo de partidos populistas jóvenes que rápidamente ganaron seguidores en el Perú (Alianza Popular Revolucionaria Americana; APRA), Bolivia (Movimiento Nacionalista Revolucionario; MNR), Guatemala (Partido Revolucionario de Guatemala; PRG), Venezuela (Acción Democrática; AD), etcétera. Estos partidos lograron ganar las capas bajas de la sociedad ofreciéndoles programas de reforma. Sin embargo, una vez en el poder se mostraron incapaces de ir más allá de tímidas reformas, o fueron depuestos por los militares. Esta inmovilidad revolucionaria terminó con la Revolución cubana.
En este artículo narramos los efectos que tenía la Revolución cubana sobre la izquierda revolucionaria latinoamericana en la década de sesenta, y en especial sobre la izquierda revolucionaria peruana, y discutimos el internacionalismo de la Revolución cubana. En la última sección de este artículo argumentamos que la Revolución cubana no fue “exportada” como dicen algunos autores como Ricardo Napuri, sino que los revolucionarios de cada país tomaron las lecciones de la Revolución cubana y trataron de aplicarlas en su propio país.
Este artículo está organizado en cuatro secciones. En la sección 1 hablamos sobre el efecto que tenía la Revolución cubana sobre la izquierda revolucionaria latinoamericana. Sección 2 está dedicada a la izquierda revolucionaria peruana y la Revolución cubana. En la sección 3 se revisa el internacionalismo de la Revolución cubana en la década sesenta, y en la sección 4 discutimos la supuesta exportación de la Revolución cubana.

1. La Revolución cubana y la izquierda revolucionaria latinoamericana

El éxito de la Revolución cubana inspiró los pueblos de América Latina a reforzar la lucha contra sus enemigos de clase. Proporcionó muchas lecciones que fueron tomadas rápidamente y que provocaron revoluciones dentro de la izquierda. Algunos ejemplos lo ilustran. El excomandante guerrillero venezolano Alfredo Maneiro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) decía en el libro La lucha armada: Hablan 6 comandantes. Magoya, Luben Petkoff, Anselmo Natale, Luis Correa, Juan Vincente Cabezas, Alfredo Maneiro: “-La Revolución cubana- justificó una cierta sana impaciencia revolucionaria, liquidó una vieja discusión sobre el fatalismo geográfico y el hecho de que al ser nosotros la retaguardia física del imperialismo de esta parte del planeta, ello parecía excluir las revoluciones latinoamericanas del mundo de las posibilidades. La Revolución cubana liquidó ese fantasma de un solo plumazo. Actualizó la acción directa, puso en el banquillo de los acusados al militante tradicional y a la forma tradicional de hacer política de izquierda. Es decir, dejó de ser, como creo dijo Guevara en una ocasión, una política que solo podía producir mártires pero cuya factibilidad era para el museo de la revolución. Una política que no tenía significación social, que no cambiaba las cosas, que no tenía eficacia”. Milton Hernández, comandante del Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano, escribió lo siguiente en su Aproximación a la historia del ELN: “El impacto de la Revolución cubana estremeció al continente latinoamericano y llenó la juventud de ideas y razones para emprender el camino justo de luchar contra la opresión y por la independencia. En Colombia la Revolución cubana da inicio a un profundo viraje histórico, y obliga a replantear las estrategias y tácticas que hasta la época desarrollaban las organizaciones revolucionarias, principalmente los partidos comunistas: del solo acumulado político y de masas, hecho posible para ganar la libertad, se comprendió que sin el desarrollo de lo militar, ligado a un proyecto político con arraigo popular, era imposible la conquista de las metas propuestas”.
En el período 1959-1962 había un rápido incremento de movimientos guerrilleros en una gran cantidad de países. En noviembre de 1959 guerrilleros paraguayos del Movimiento 14 de Mayo trataron de iniciar la guerra revolucionaria, que, sin embargo, fracasó. La mayoría de los guerrilleros murieron. En diciembre del mismo año empezaban, en la Argentina, los Uturuncos, una guerrilla de origen peronista. En el verano de 1960 el Movimiento 14 de Julio dominicano no logró desembarcar sus cuadros sanos y salvos en el país. Más de un centenar de revolucionarios murieron en la costa norte del país. En 1960 dos exmilitares, Marco Antonio Yon Sosa y Luis Augusto Turcios, fundaron en Guatemala el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre (MR-13); en abril de 1962 un grupo de estudiantes creó el Movimiento 12 de Abril y luego, en el mismo año, apareció el Movimiento 20 de Octubre del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT). En diciembre de 1962 todos estos movimientos se unieron en las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR).
En 1959 se formó en Nicaragua el grupo Juventud Patriótica (JP) que se dirigió claramente hacia el desarrollo de la lucha armada. El grupo se dividió y luego algunos exmiembros crearon el Movimiento Nueva Izquierda JP (MNI). El 23 de julio de 1961 se fundó el Frente de Liberación Nacional (FLN), que en 1962 cambió su nombre por Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). En marzo de 1962 el intento guerrillero de jóvenes de la Unión Revolucionaria de Juventudes del Ecuador (URJE) fue desbaratado al comienzo. En el mismo mes se fundó en el Perú el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y en el mes de septiembre se creó en Cuba el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
La mejor expresión del estado de ánimo y el impulso de estos días era La Segunda Declaración de La Habana, el manifiesto de la revolución latinoamericana: “Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy les ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy les toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial, y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados. Pero esta lucha, más que aquella, la harán las masas, la harán los pueblos; los pueblos van a jugar un papel mucho más importante que entonces; los hombres, los dirigentes, importan e importarán en esta lucha menos de lo que importaron en aquella. Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño impotente y sumiso, y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de 200 millones de latinoamericanos en los que advierte ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui”.

2. La Revolución cubana y la izquierda revolucionaria peruana

El impulso revolucionario que significó la Revolución cubana para los revolucionarios peruanos fue expresado por Héctor Béjar en su libro, Perú 1965: una experiencia guerrillera (1969), de la siguiente manera: “En general, el socialismo cubano planteaba los problemas de la revolución para la orden del día y no para un mañana más o menos lejano, daba una finalidad precisa a todos los revolucionarios de Latinoamérica y otorgaba cierto respaldo a las ‘herejías’ en germen. Aún sin proclamarlo, todos comprendíamos por esos años que una nueva etapa revolucionaria había empezado y que, de realizarse, la revolución no se desarrollaría necesariamente de acuerdo a los patrones que teníamos en mente”. También decía: “A todos los unía la admiración por la Revolución cubana y sus líderes y el anhelo de seguir su ejemplo”.
Alain Elías, exdirigente del ELN, también tiene una opinión muy clara respecto al efecto de la Revolución cubana. En una entrevista con el autor de estas notas decía: “La Revolución cubana es la que pone sobre el tapete la lucha armada por la lucha electoral. Hasta antes de la Revolución cubana no se consideraría la lucha armada sino la lucha electoral, la famosa acumulación de fuerzas. Hasta ahora están acumulando fuerzas”. Citando un documento del ELN de 1965, dice además: “El advenimiento de la Revolución cubana quebró para siempre el mito geopolítico de la impotencia revolucionaria en América Latina. […] La Revolución cubana señaló además que el único camino a seguir para la conquista y la liberación nacional es la lucha armada porque las clases explotadores no abandonarán jamás el poder de manera pacífica. […] La Revolución cubana demostró finalmente que las condiciones subjetivas toman impulso y se desarrollarán graciosamente en favor de la lucha guerrillera”. El exdirigente del ELN Julio Dagnino decía en una entrevista con la poeta Rosina Valcárcel lo siguiente: “Creo que la línea de la Revolución cubana, el contenido innovador, el operativo de la organización de la Revolución cubana, del Movimiento 26 de Julio, colma muchas de las expectativas de esa generación. Por primera vez se ve una revolución de carácter latinoamericano; quienes habíamos pensado antes del triunfo cubano en el proceso revolucionario, teníamos que pensar en la URSS, en China. Pero cuando se da la Revolución cubana, ya podemos pensar en algo más cercano a nosotros, una revolución que habla en castellano. […] En esa época estar fuera del Partido Comunista no era como ahora que podemos estar en otra organización. O estabas dentro del PC o militabas dentro la organización trotskista. O eras del PC o estabas en contra del PC. Entonces la Revolución cubana en ese proceso tiene la virtud de ver que muchas veces la realidad es mucho más grande que determinados dogmas. El movimiento, que no necesariamente se declaraba marxista-leninista, podía iniciar un proceso de cambio en Cuba, donde justamente se encontraban los más grandes de la teoría marxista-leninista latinoamericana; Roca, Escalante, muy conocidos y a los que había que recurrir para comprender el cambio, la revolución; el problema de la construcción de la sociedad socialista. Es lo más avanzado que ha habido, mucho más allá de la gente del PCR -Partido Comunista Revolucionario- de Argentina o Brasil o Cuba. Sin embargo, ahí con esos cuadros la realidad les mostraba nuevos caminos de tareas que se presentan para gentes como nosotros, como una de las puertas de ingreso para una militancia revolucionaria. No necesariamente, pensábamos en esa época, formar un Movimiento 26 de Julio, que no lo llegamos a formar nunca, en cambio formamos el ELN”.
Las personas que construyeron el ELN no eran los únicos peruanos influenciados por la Revolución cubana. También los revolucionarios del MIR, por ejemplo, fueron impactados por esta revolución. Ricardo Gadea, un exdirigente del MIR peruano en los años sesenta y setenta, describe en su artículo Regis Debray y la nueva izquierda la importancia de la Revolución cubana por la izquierda en América Latina: “Durante décadas ha predominado en el pensamiento y, por supuesto, en la práctica revolucionaria latinoamericana, una concepción caracterizada por el sometimiento al fatalismo de las vías electorales y pacíficas, las burguesías nacionales progresistas, la revolución democrática-nacional, el fetichismo respecto al proletariado y a las experiencias y modelos clásicos provenientes de otras realidades. Sobre esta concepción se ha escrito y teorizado infinitamente y aún estaríamos sometidos a ella si la Revolución cubana no hubiera roto de un solo golpe todos los presupuestos del dogma y no hubiera impulsado el ascenso de las nuevas vanguardias, que comienzan a escribir con su sangre su auténtica ideología”. En otro artículo señaló que “la revolución y la construcción del socialismo en Cuba han roto innumerables esquemas tradicionales de pensamiento y acción. Muchos dogmas han sido superados. Se ha desencadenado un gran movimiento renovador, teórico y práctico, dentro del cual actuamos los que hoy nos esforzamos por hacer la revolución en nuestro país y en el continente”.

3. El internacionalismo de la Revolución cubana

El apoyo que recibieron los revolucionarios latinoamericanos de las autoridades cubanas y la intensa cooperación que existió entre los cubanos y el ELN peruano llevó a Héctor Béjar a la conclusión de que los guerrilleros del ELN “en la práctica estábamos involucrados en la estrategia cubana para América Latina”. Julio Dagnino tenía otra opinión al respecto: “No lo creo tan matemático. Plantearlo de esa manera, me parece como si se estaba digitalizando: grupo acá, grupo acá, grupo acá. Pero al plantearlo así, se plantea como si fundamentalmente estaba dirigido por los cubanos. Entonces, allí es la diferencia que yo te digo. ¿Por qué? Porque había razones internas de los grupos. El grupo de Masetti, el grupo nuestro y el grupo del MIR obedecían a razones internas, es decir, la actuación de ellos. Por ejemplo, el MIR no desarrolló inmediatamente las guerrillas, en el momento de la guerrilla de Argentina de Masetti, o en el momento que estábamos nosotros en Bolivia”. Ulises Estrada, un internacionalista cubano, tiene la misma posición. En una entrevista realizada en el 2005 decía: “Los fracasos o reveses del movimiento revolucionario en América Latina son propios del movimiento latinoamericano. No son culpa de Cuba. Y además, una segunda cosa que quería señalar: ¡Nunca intentamos exportar la revolución! Sencillamente nos limitamos a apoyar a aquellos revolucionarios que venían a beber de la experiencia cubana y a buscar el apoyo de la experiencia cubana a partir de la condición internacionalista del compañero Fidel Castro que fue quien nos enseñó realmente a ser internacionalistas”. En su libro Tania la guerrillera y la epopeya suramericana del Che, escribe: “Por tanto, sus principales dirigentes -de la nueva izquierda- acudieron a La Habana en busca de ayuda política, económica o militar para lograr sus propósitos revolucionarios. La dirección política cubana fue receptiva a sus demandas; pero sin pretender en momento alguno exportar su revolución, a no ser su ejemplo de dignidad, resistencia y combate”. En un documento para el Consejo de Seguridad Nacional del 4 de mayo de 1961, elaborado por un Grupo de Tareas de Interagencia acerca de Cuba que estaba compuesto de representantes del Departamento del Estado, de Defensa, de Justicia, de la CIA y la Agencia de Información de Estados Unidos, dice que “la exportación de ayuda física a los movimientos revolucionarios, aunque importante, es mucho menos importante que la amenaza planteada por el ejemplo de Castro y el estímulo general a estos movimientos”.
A principios de los años sesenta, el Che Guevara y Fidel Castro han dicho en repetidas ocasiones que Cuba no puede exportar revoluciones. Agregaron, sin embargo, que tampoco pudieron evitar que la Revolución cubana fuera copiada. En septiembre de 1963 el Che dijo, no obstante, que las tareas de la Revolución cubana “están más lejos que las fronteras de Cuba: el deber de expandir la llama ideológica de la revolución por todos los rincones del mundo donde se nos escuche”. En una entrevista con el New York Times en 1964, Fidel Castro dio a entender que Cuba estaba dispuesta a frenar el apoyo a diversos movimientos revolucionarios latinoamericanos cuando los Estados Unidos también cesarían sus hostilidades contra Cuba. En un estudio de la CIA del año 1965 se dice que “varios cientos de peruanos pertenecientes a diversos grupos extremistas de izquierda, también han recibido entrenamiento en la guerra de guerrillas u otros tipos de formación en los países comunistas, sobre todo en Cuba, pero también en la China comunista y Corea del Norte”.
El apoyo que los cubanos prestaron a diversos grupos guerrilleros latinoamericanos fue organizado por un departamento especial del Ministerio del Interior, la Sección de Operaciones Especiales (MOE). Ulises Estrada: “Según Piñeiro me dijo en esa ocasión, a diferencia de otras Secciones y Departamentos de ese naciente órgano de la inteligencia estratégica cubana, el MOE tendría como única responsabilidad la conducción de diversas operaciones clandestinas vinculadas a la solidaridad de nuestro país con las diferentes organizaciones y movimientos revolucionarios que continuaban surgiendo en varios países de América Latina, bajo el impulso de la victoria insurreccional cubana y en respuesta a las políticas pro imperialistas, antidemocráticas y antipopulares de sus correspondientes gobiernos. […] Este [Manuel Piñeiro] me comunicó que debíamos articular las diversas operaciones de solidaridad de la Revolución cubana con el movimiento popular y revolucionario de América del Sur que por entonces estábamos realizando; ya que, a su decir, dadas las condiciones del continente y la intensificación de las acciones enemigas sobre nuestro país y sobre el propio movimiento latinoamericano, esas operaciones había que realizarlas ‘como los fantasmas’”. Las actividades de este departamento no solo debían ser mantenidas en el absoluto secreto por el campo imperialista, sino también para los partidos comunistas latinoamericanos y los antiguos países socialistas.
Las actividades del MOE fueron dirigidas por Orlando Pantoja. Ulises Estrada señala en el libro Che in Afrika. Che Guevara’s Congo Diary que “este departamento comenzó a crear escuelas de formación y hacer trabajos operativos. El Che a menudo dirigía nuestro trabajo. Todo lo relacionado con los movimientos guerrilleros y los movimientos clandestinos tuvo que ser sometido a él, y discutido con él, a pesar de que Fidel era el jefe de más alto rango”. En el caso del ELN peruano, la tarea del MOE era asegurar que los guerrilleros pudieran entrar sanos y salvos en Bolivia.

4. Palabras finales: la “exportación” de la Revolución cubana

Caracterizar la ayuda de los cubanos a diversas organizaciones latinoamericanas como la “exportación” de la Revolución cubana es una descripción incorrecta del apoyo que los cubanos dieron a varios proyectos revolucionarios. Aunque había una variedad de tipos de apoyo, desde el financiamiento de actividades revolucionarias hasta el envío de internacionalistas cubanos, tipificar esta ayuda como la exportación de la revolución significa negar el desarrollo político de los propios guerrilleros antes de la Revolución cubana. Además, implica que la toma de lecciones de una revolución exitosa -el aprendizaje revolucionario- tal como se hizo con las revoluciones rusa y china, estaba considerado como un proceso completamente ajeno de las condiciones políticas, económicas y sociales de cada país individual.

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