Los escenarios que han aparecidos históricamente en Venezuela como en el resto de América Latina, acerca de las llamadas democracias, no expresan la verdadera identidad de lo que realmente deberían ser.
La razón colonial ha impedido a los pueblos que el ciudadano la ejerza en toda su dimensión humana –ontológicamente hablando- con su respectiva ética, valores, libertades, disidencias, antagonismos, realidades y sin eso que llaman estado.
Lo que los grupos dominantes llaman democracia, donde la gente vota pero nunca elige, el ciudadano no es autónomo, soberano y sin darse cuenta por esa cotidianidad tramposa que lo envuelve, renuncia a su propia libertad. Acepta de manera sumisa su condición de siervo, pues le teme al partido, al patrón o al gobierno porque puede perder su empleo o aspirar al mismo. Sabe y entiende que la clase que domina, de rebelarse contra ella, cuestionarla o criticarla pone en peligro su estabilidad económica y su movilidad social, eso hace que en el oscuro del subconsciente guarde su miedo.
La democracia que nos han impuesto a través de la razón colonial nos impide la igualdad ante la ley, ante las oportunidades, ante el llamado estado, estado que sólo ha servido para esconder las relaciones de poder y los privilegios de las clases políticas y económicas que impulsan esta tragedia.
Nuestra democracia ha sido simplemente una sombra, un eco, una mala copia de otra cultura política producto del colonialismo. “Mientras el europeo ha venido partiendo, hasta ayer, de la segura creencia en la universalidad de su cultura, nosotros hemos estado partiendo de la no menos segura creencia de la insuficiencia de la nuestra. Mientras Europa crea y recrea a sus clásicos nosotros ignoramos a los nuestros. Y los ignoramos porque partimos del falso supuesto que nos ofrece la comparación de lo nuestro con lo europeo. Partiendo de este supuesto nos empeñamos en no tener nuestros clásicos, sino los clásicos que nos ofrece Europa”. (Fuente: Leopoldo Zea, “Justificación de una tarea”, América como conciencia, México, UNAM, 1972.)
RUPTURA CREADORA
En medio de éste quehacer político hecho cotidianidad, todo esto nos parece normal, pero lo cierto que tales prácticas forman parte de los procesos colonizadores que hemos tenido,
porque hasta el momento no existe en nuestros procesos históricos una ruptura creadora que rompa la relación dominante-dominado. Nos impusieron un modo de vida, nos “inventaron” la sociedad en que vivimos y crearon una “democracia” en el marco de una estructura jurídico-político que sólo ha servido para encadenar y condicionar la libertad, atrapando el libre pensamiento, el derecho a disentir, a crear y estableciendo claros privilegios entre los que conforman la sociedad en donde se desarrolla. Se formó en medio de esta “democracia” una clase política llena de privilegios económicos, nos entramparon y nos crearon partidos políticos que sólo han servido para consolidar los beneficios de la clase dominante y “legitimar” y consolidar los intereses de esa misma clase a nombre de progreso, desarrollo, civilización y libertad. Partidos políticos que surgieron para tener el control ideológico y político de la población son espacios panópticos para de esta manera amarrar el pensamiento y evitar los procesos descolonizadores y la rebelión de los saberes que buscan la emancipación de los pueblos.
La crueldad de los dueños de los partidos llega a tal extremo, que con el acto del voto le hacen creer a las masas la ilusión de ser el amo de sus amos. Es por eso que el “elegido” parece así investido, coronado de una autoridad divina, porque es “creación del pueblo” y es allí donde esa clase política aprovecha las circunstancias para que las masas acepten sin protesta alguna la tiranía disfrazada de democracia por parte de sus “lideres electos”. Esta situación de relaciones de poder que los grupos dominantes establecen, donde unos mandan y otros obedecen, obligan a los pueblos a que les rindan obediencia, deben ejecutar ciegamente y sin comentarios o intentos de desobediencia las ordenes que ellos dictan en forma deliberada, tanto en el partido como en las también llamadas instituciones democráticas, llámese alcaldía, gobernación, consejos legislativos, ministerios, asambleas nacional, etc. Estos partidos, mal llamados democráticos, que tanto el socialismo como el capitalismo aúpan, llevan en su seno la antidemocracia, el condicionamiento, se roban los espacios sociales y la organización del pueblo, degenerando de esta manera el contenido real del deber ser de la democracia.
EL PENSAMIENTO UNICO
En el planeta tierra, las viejas civilizaciones (capitalismo o socialismo) le han querido imponer al mundo su pensamiento, no han querido reconocer, producto de su práctica colonialista, que existen otras latitudes, otros espacios, otras naciones y pueblos, donde se establecen diferencias culturales, otras formas de pensar, de vivir, de soñar, de crear, que poseen otra cosmovisión del mundo y que hay que respetar por formar parte de la identidad que desde sus génesis se dieron a través de los procesos ontocreador de los pueblos, situación que los imperios no respetaron en sus ambiciones por dominar el planeta, de allí que su ambición hegemónica de poder intentan enterrar, desde todos los puntos de vista, la identidad de las naciones que quieren dominar: “Una de las características fundamentales del proceso de dominación colonialista o de clase, sexo, todo mezclado, es la necesidad que tiene el dominante de invadir culturalmente al dominado. Por tanto, la invasión cultural es fundamental, porque ésta piensa en el poder, ora a través de métodos violentos, tácticos, ora por medio de métodos cavilosos. Lo que en la invasión cultural se pretende, entre otras cosas, es exactamente la destrucción, lo cual felizmente no se logra en términos concretos. Es fundamental, para el dominador, triturar la identidad cultural del dominado”. (Fuente: Paulo Freire, Pedagogía de la tolerancia, México, FCE, 2006, p. 33.)
Estos dos sistemas, del cual hablamos, históricamente han demostrado que no han sido capaces de emancipar al hombre, de respetarle su libertad, su condición humana, su forma de ser, su conocimiento y saberes colectivos de la realidad que les rodea, su interpretación del mundo en el marco de su ambiente natural, en otras palabras, le han querido borrar su memoria histórica para que asuma un modo de vida divorciado de su génesis natural, triste historia que viene desde la colonia, para venir a imponerle modelos eurocentristas que nada tiene que ver con lo que realmente somos como latinoamericanos.
Permanentemente están hablando de la democracia como gobierno del pueblo, pero valdría la pena preguntarse cuál es la interpretación que ambos sistemas tienen de la democracia.
En los gobiernos llamados “democráticos”, bien sean socialistas o capitalistas, se refuerza el llamado ESTADO, se hacen leyes para fortalecerlo, se persigue a nombre del mismo, se encarcela, se condena y se impone una “autoridad”, “autoridad” que no surge de la justicia social, como la planteaba Platón, tampoco del conocimiento ni de la sabiduría, tal y como la expresaba Aristóteles, ni de la teología, basada en un ser supremo. La “autoridad”, que hemos conocido en ambos regímenes del socialismo real y del capitalismo en sus diferentes formas de manifestarse, ha surgido de la relación vencedor-vencido, explotado-explotador.
LOS TERCEROS CAMINOS
Hoy en América Latina y el mundo hay una especie de insurrección frente a las ideologías que hasta el momento han dominado el pensamiento de la humanidad, es una especie que, utilizando y prestándole la palabra a Michel Foucault, se trata de la “rebelión de los saberes”, el despertar de la inteligencia frente a ideologías impuestas que han oprimido, acomplejado, sometido el conocimiento y los saberes de nuestros propios pueblos, es derrotar los límites y fronteras de la lógica del dominado, porque se trata de que la luz del sol desaparezca la oscuridad para iluminar los nuevos senderos o terceros caminos, capaces de crear una nueva civilización libre del dominio colonial. Son espacios donde la libertad, la igualdad y la justicia social solo quedan en papeles y posiciones declarativas, donde no puede sobrevivir la humanidad en ese proceso ontocreador para la convivencialidad y la tolerancia. En estos sistemas coloniales queda castrado todo principio de libertad. En los mismos se impone la hegemonía, exclusión, amenaza, chantaje, represión, intolerancia, culto a la personalidad, autocracia y ejercicio del poder.
Para nadie es un secreto que el mundo está amarrado, entrampado, en medio de dos modelos económicos-sociales (capitalismo y socialismo) que no han sido capaces de emancipar al hombre, al contrario, sus prácticas han asesinado por la ambición de poder que han desarrollado sus clases políticas y económicas, las utopías de los pueblos.
Si el capitalismo y el socialismo no han sido capaces de darle a los pueblos a través de sus gobiernos la libertad, la igualdad y la fraternidad que ambos modelos pregonan, es porque son modelos agotados y sus prácticas sólo han servido para enriquecer a sus clases
políticas y económicas, esa es la experiencia que nuestros pueblos han tenido de estos modelos y viejas civilizaciones.
Partiendo de estas generalidades que han mostrado ambos sistemas a través de la historia, es necesario enfrentarse en todos los campos a la dominación colonial del eurocentrismo con un nuevo pensamiento, que en el fondo desde nuestros propios procesos históricos ha sido sometido por los dominadores, que hoy plantean la recolonización de nuestro continente e incluso del propio planeta.
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