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venerdì 7 marzo 2014

EL CONTINENTAL-INTERNACIONALISMO DE CHÁVEZ: RECUERDO A UN AÑO DE SU MUERTE, por Roberto Massari

El siguiente artículo fue escrito a pedido de la Embajada de Venezuela en Italia e incluido en el libro de varios autores “Por aquí pasó Chávez”. El libro, publicado en italiano y en castellano, fue presentado en Roma el 5 de marzo de 2014, primer aniversario de la muerte del ex Presidente venezolano. 

(L’articolo che segue è stato scritto su invito dell’ambasciata venezuelana in Italia e inserito nel libro a più voci, intitolato Por aquí pasó Chávez. Il libro è stato pubblicato in italiano e spagnolo ed è stato presentato a Roma il 5 marzo 2014, primo anniversario della morte dell’ex Presidente venezuelano.)

Encuentro internacional en defensa de la Humanidad fue el título de la conferencia realizada en Caracas, en diciembre de 2004. Participaron casi dos mil operadores culturales («intelectuales») de todo el mundo, invitados por el gobierno venezolano para examinar de cerca la experiencia chavista. Pero sobre todo participó casi diariamente el mismo Hugo Chávez, disponible al diálogo y generoso con las palabras como era su carácter. Quien tuvo la fortuna de participar en el evento internacional (como el autor de esta nota) pudo hacerse una idea no sólo de la dimensión adquirida por el proceso de transformación sociopolítica de Venezuela, sino también de las características humanas e intelectuales de aquel ex teniente de los paracaidistas, destinado a ser no sólo el líder de una de las más grandes transformaciones de la historia nacional de Venezuela, sino también uno de los personajes más comprometidos del escenario internacional.
Después de varios años, creo que puedo decir que aquella conferencia marcó también una fecha muy importante en el proceso de maduración política del mismo Chávez.
Ya se intuía algo en su primera participación en el Fórum social de Porto Alegre (donde lo escuché directamente, en enero de 2001). Pero el cambio radical en el terreno de la política exterior aparece claramente sólo a partir del encuentro de Caracas.
Quiero decir que hasta esa fecha la dimensión «internacionalista» de Chávez no había superado el sueño/proyecto de una integración continental de Latinoamérica -es decir, cumplir el viejo sueño/proyecto bolivariano, con las debida diferenciaciones de épocas- mientras que en la semana de Caracas se apreció por primera vez su proyección mundial antimperialista, con elementos de crítica al capitalismo y referencias también a la perspectiva del socialismo.

Permítaseme una observación de orden ideológico.
Chávez compartió siempre con un gran número de pensadores, luchadores y hombres políticos latinoamericanos el programa que Simón Bolívar había teorizado y tratado de poner en práctica. La unión política (de manera confederada) de todas las Repúblicas del Continente que en los primeros decenios del ‘800 lograron librarse del yugo colonial español y trataban de crearse una fisonomía de naciones modernas, libres, autónomas, independientes y posiblemente ricas.
Aquel sueño pasó a través de varias fases, nuevas contribuciones características: desde Martí, Sandino, Mariátegui hasta Che Guevara. Pero en lo años del gobierno chavista, hablar de integración latinoamericana significaba rechazar el modelo neocolonialista de los Estados Unidos, responder a los problemas derivados de las coordinaciones regionales (Mercosur, Pacto Andino, Cuenca del Caribe etc.) o coordinaciones ad hoc (grupo de Río etc.): desde la cuestión de la moneda única al problema de la defensa única, desde la lucha al modelo (del capitalismo) neoliberal, a la cuestión del socialismo (dicho del «Siglo XXI»). La conciencia política sobre la necesidad de una integración latinoamericana había sido siempre el centro de la reflexión de Chávez.
Es innegable que a partir del fallido golpe del 2002, y en los años sucesivos al encuentro de Caracas, aquel proyecto fu incluido en una dimensión más amplia, extracontinental, cargada de muchos contenidos típicos del movimiento no-global de la época, pero con ambiciones operativas nuevas y arrasadoras.
En diciembre de 2004, Chávez pidió a los intelectuales presentes que se prepararan para comenzar a construir una red internacional en defensa de la humanidad, que tuviera momentáneamente su sede central en Caracas, pero que en realidad funcionara con los criterios modulares típicos del movimiento internacional surgido en Seattle, Praga, Porto Alegre, Génova etc. Agregó que era necesario apurarse y que había llegado el momento de pasar a la fase ofensiva: según Chávez existían las condiciones y la ocasión no volvería a presentarse de nuevo fácilmente, si se dejaba pasar.
En el mismo espíritu -además- Chávez llegó a declarar, en noviembre de 2009, la necesidad de construir una Quinta internacional, para la cual quiso fijar la fecha de su fundación para el sucesivo año 2010. El proyecto será después abandonado, sobre todo a causa de las responsabilidades de quienes no quisieron colaborar en su realización. La ocasión pasó, las condiciones cambiaron y podemos solamente preguntarnos cómo sería el escenario internacional si aquella llamada hubiese sido acogida.
Entre las ocasiones que tuve de escucharlo hablar, me gustaría citar el discurso que hizo desde el balcón de la Cámara de Trabajo de Milán (invierno de 2005). No cambió ni una línea de las ideas que iba difundiendo en ese período, fue duro y radical hacia el sistema capitalista y demostró no creer en lo más mínimo en la necesidad de la reticencia diplomática. En aquella oportunidad no pude evitar pensar que desde la sede del sindicato Cgil de la principal ciudad industrial italiana, no se escuchaba ni una sola palabra de este tipo desde antes del fascismo, es decir desde la época de Gramsci y de Bordiga.
Éste es el Chávez que quisiera confiar a la historia. Quisiera recordarlo como lo conocí, con las ideas de internacionalismo extracontinental, con sus ganas de construir una internacional de los pueblos, de no rendirse a lo existente y sobre todo no tener miedo de recorrer nuevos caminos. En el libro que le dediqué en 2005, resumí su pensamiento en este ámbito diciendo que su modelo es «un mundo pluripolar en el que las relaciones de solidaridad antimperialista garanticen el libre y autónomo desarrollo de las naciones. Todo ello en el marco de un desarrollo sustentable y de lucha contra las injusticias sociales, según el pensamiento no-global en aquel momento predominante».
Esto fue Chávez y mucho más. Un dirigente político dotado de gran coraje y fuerte carisma humano. Pero también un militar aguerrido y previsor, un nacionalista revolucionario, un luchador antimperialista, a condición de que se agregue «bolivariano».
Un hombre sincero, en busca de algo, ¿también en el campo espiritual? Sí. Y este pudiera ser el hecho más importante, por el que vale la pena seguir estudiando su vicisitud política, ayudar la lucha de su pueblo, valorizar su experiencia.

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IL CONTINENTAL-INTERNAZIONALISMO DI CHÁVEZ: Ricordo a un anno dalla sua morte, di Roberto Massari

Encuentro internacional en defensa de la Humanidad fu il titolo del convegno che per una settimana si tenne a Caracas, nel dicembre 2004. Vi parteciparono quasi duemila operatori culturali («intellettuali») di ogni parte del mondo, invitati dal governo venezuelano per esaminare da vicino l’esperienza chavista. Ma soprattutto vi partecipò quasi quotidianamente Hugo Chávez, disponibile al dialogo e generoso con le parole com’era nel suo carattere. Chi ebbe la fortuna di partecipare a quell’evento internazionale (come l’autore di queste note) poté farsi un’idea non solo della dimensione acquisita dal processo di trasformazione sociopolitica del Venezuela, ma anche delle caratteristiche umane e intellettuali di quell’ex tenente dei paracadutisti, destinato a diventare non solo il leader di una delle più grandi trasformazioni nella storia nazionale del Venezuela, ma anche uno dei personaggi più impegnati sulla scena internazionale.
A vari anni di distanza, penso di poter dire che quel convegno segnò anche una data di passaggio molto importante nel processo di maturazione politica dello stesso Chávez.
Qualcosa si era già intuito nella sua prima partecipazione al Forum sociale di Porto Alegre (dove lo ascoltai direttamente, nel gennaio 2001). Ma la radicalità della svolta sul terreno della politica estera apparve chiaramente solo a partire dall’incontro di Caracas.
Intendo dire che fino a quella data la dimensione «internazionalistica» di Chávez non si era ancora spinta oltre il sogno/progetto di un’integrazione continentale del Latinoamerica - vale a dire il compimento del vecchio sogno/progetto bolivariano, fatte tutte le debite distinzioni epocali - mentre nella settimana di Caracas si ebbe per la prima volta una sua proiezione mondiale antimperialistica, con elementi di critica al capitalismo e riferimenti anche alla prospettiva del socialismo.
Mi si consenta un’osservazione d’ordine ideologico.
Chávez condivise sempre con una grandissima schiera di pensatori, combattenti e uomini politici latinoamericani il programma che Simón Bolívar per primo aveva teorizzato e cercato di tradurre in pratica: l’unione politica (sia pure in una forma confederata) di tutte le Repubbliche del Continente che in quei primi decenni dell’800 erano riuscite a liberarsi dal giogo coloniale spagnolo e cercavano di darsi una fisionomia di nazioni moderne, libere, autonome, indipendenti e possibilmente ricche.
Quel sogno è passato attraverso molte fasi e molti nuovi contributi caratteristici: da Martí a Sandino, da Mariátegui a Che Guevara. Ma negli anni dei governi chavisti, parlare di integrazione latinoamericana significava rifiutare il modello neocolonizzatore degli Usa, significa rispondere ai problemi che ponevano i coordinamenti regionali (Mercosur, Patto andino, Cuenca del Caribe ecc.) o i coordinamenti ad hoc (gruppo di Rio ecc.): dalla questione della moneta unica al problema della difesa unica, dalla lotta al modello (del capitalismo) neoliberistico alla questione del socialismo (detto del «Siglo XXI»). La consapevolezza politica della necessità di un’integrazione latinoamericana era sempre stata al centro della riflessione politica di Chávez.
È innegabile, però, che a partire dal golpe fallito del 2002, e negli anni seguenti l’incontro di Caracas, quel progetto fu inserito in una dimensione più ampia, extracontinentale, carica dei molti contenuti tipici del movimento no-global dell’epoca, ma con ambizioni operative nuove e dirompenti.
A dicembre del 2004, Chávez chiese agli intellettuali presenti di rimboccarsi le maniche e di cominciare a costruire una rete internazionale in difesa dell’umanità, che avesse momentaneamente Caracas come sua sede centrale, ma che in realtà funzionasse secondo i criteri modulari tipici del movimento internazionale sorto a Seattle, Praga, Porto Alegre, Genova ecc. Aggiunse anche che occorreva sbrigarsi e che era ormai giunto il momento di passare all’offensiva: secondo Chávez ne esistevano le condizioni e l’occasione non si sarebe ripresentata tanto facilmente, se la si fosse lasciata passare.
Nello stesso spirito - anzi, in continuità con quello spirito - Chávez arriverà a dichiarare, nel novembre 2009, necessaria la costruzione di una Quinta internazionale, per la quale volle fissare addirittura una data di fondazione per il successivo anno 2010. Il progetto verrà poi abbandonato, soprattutto per responsabilità di chi non volle collaborare all’impresa. L’occasione passò, le condizioni cambiarono e noi possiamo solo chiederci come sarebbe oggi lo scenario internazionale se quel suo appello fosse stato accolto.
Tra le altre occasioni che ebbi di sentirlo parlare, vorrei citare il discorso che fece dal balcone della Camera del lavoro di Milano (inverno del 2005). Non cambiò una riga delle idee che andava diffondendo all’epoca, fu duro e radicale nei confronti del sistema capitalistico e dimostrò di non credere minimamente alla necessità della reticenza diplomatica. In quel’occasione non potei fare a meno di pensare che dalla sede del sindacato Cgil della principale città industriale italiana non si sentivano più simili parole da prima del fascismo, vale a dire dall’epoca di Gramsci e di Bordiga.
Ecco il Chávez che vorrei affidare alla storia. Vorrei  ricordarlo come lo conobbi, con quelle idee di internazionalismo extracontinentale, quella sua voglia di costruire un’internazionale dei popoli, di non arrendersi all’esistente e soprattutto di non aver paura nell’intraprendere nuove strade. Nel libro che dedicai alla sua figura nel 2005, riassunsi il suo pensiero in questo campo dicendo che il suo modello era «un mondo multipolare in cui i rapporti di solidarietà antimperialistica garantissero il libero e autonomo sviluppo delle nazioni. Il tutto in un quadro di sviluppo sostenibile e di lotta all’ingiustizia sociale, secondo il pensiero no-global all’epoca maggioritario».
Ecco, questo fu Chávez e anche molto di più. Un dirigente politico dotato di grande coraggio e una forte carica umana. Ma anche un militare agguerrito e previdente, un nazionalista rivoluzionario, un combattente antimperialista - purché si aggiunga «bolivariano».
Un uomo sincero, alla ricerca di qualcosa anche in campo spirituale? Sì. E questa potrebbe essere la cosa più importante, per cui vale la pena di continuare a studiare la sua vicenda politica, di aiutare la lotta del suo popolo, di valorizzare la sua esperienza.

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