El siguiente artículo fue escrito a pedido de la Embajada de Venezuela en Italia e incluido en el libro de varios autores “Por aquí pasó Chávez”. El libro, publicado en italiano y en castellano, fue presentado en Roma el 5 de marzo de 2014, primer aniversario de la muerte del ex Presidente venezolano.
(L’articolo che segue è stato scritto su invito dell’ambasciata venezuelana in Italia e inserito nel libro a più voci, intitolato Por aquí pasó Chávez. Il libro è stato pubblicato in italiano e spagnolo ed è stato presentato a Roma il 5 marzo 2014, primo anniversario della morte dell’ex Presidente venezuelano.)
Encuentro internacional en defensa de la Humanidad fue el título de
la conferencia realizada en Caracas, en diciembre de 2004. Participaron casi
dos mil operadores culturales («intelectuales») de todo el mundo, invitados por
el gobierno venezolano para examinar de cerca la experiencia chavista. Pero
sobre todo participó casi diariamente el mismo Hugo Chávez, disponible al
diálogo y generoso con las palabras como era su carácter. Quien tuvo la fortuna
de participar en el evento internacional (como el autor de esta nota) pudo
hacerse una idea no sólo de la dimensión adquirida por el proceso de
transformación sociopolítica de Venezuela, sino también de las características
humanas e intelectuales de aquel ex teniente de los paracaidistas, destinado a
ser no sólo el líder de una de las más grandes transformaciones de la historia
nacional de Venezuela, sino también uno de los personajes más comprometidos del
escenario internacional.
Después de
varios años, creo que puedo decir que aquella conferencia marcó también una
fecha muy importante en el proceso de maduración política del mismo Chávez.
Ya se intuía
algo en su primera participación en el Fórum social de Porto Alegre (donde lo
escuché directamente, en enero de 2001). Pero el cambio radical en el terreno
de la política exterior aparece claramente sólo a partir del encuentro de
Caracas.
Quiero decir que
hasta esa fecha la dimensión «internacionalista» de Chávez no había superado el
sueño/proyecto de una integración continental
de Latinoamérica -es decir, cumplir el viejo sueño/proyecto bolivariano, con
las debida diferenciaciones de épocas- mientras que en la semana de Caracas se
apreció por primera vez su proyección mundial
antimperialista, con elementos de crítica al capitalismo y referencias también
a la perspectiva del socialismo.
Permítaseme una
observación de orden ideológico.
Chávez compartió
siempre con un gran número de pensadores, luchadores y hombres políticos
latinoamericanos el programa que Simón Bolívar había teorizado y tratado de
poner en práctica. La unión política (de manera confederada) de todas las
Repúblicas del Continente que en los primeros decenios del ‘800 lograron
librarse del yugo colonial español y trataban de crearse una fisonomía de
naciones modernas, libres, autónomas, independientes y posiblemente ricas.
Aquel sueño pasó
a través de varias fases, nuevas contribuciones características: desde Martí,
Sandino, Mariátegui hasta Che Guevara. Pero en lo años del gobierno chavista,
hablar de integración latinoamericana significaba rechazar el modelo
neocolonialista de los Estados Unidos, responder a los problemas derivados de
las coordinaciones regionales (Mercosur, Pacto Andino, Cuenca del Caribe etc.)
o coordinaciones ad hoc (grupo de Río
etc.): desde la cuestión de la moneda única al problema de la defensa única,
desde la lucha al modelo (del capitalismo) neoliberal, a la cuestión del
socialismo (dicho del «Siglo XXI»). La conciencia política sobre la necesidad
de una integración latinoamericana había sido siempre el centro de la reflexión
de Chávez.
Es innegable que
a partir del fallido golpe del 2002, y en los años sucesivos al encuentro de
Caracas, aquel proyecto fu incluido en una dimensión más amplia,
extracontinental, cargada de muchos contenidos típicos del movimiento no-global
de la época, pero con ambiciones operativas nuevas y arrasadoras.
En diciembre de
2004, Chávez pidió a los intelectuales presentes que se prepararan para
comenzar a construir una red
internacional en defensa de la humanidad, que tuviera momentáneamente su
sede central en Caracas, pero que en realidad funcionara con los criterios
modulares típicos del movimiento internacional surgido en Seattle, Praga, Porto
Alegre, Génova etc. Agregó que era necesario apurarse y que había llegado el
momento de pasar a la fase ofensiva:
según Chávez existían las condiciones y la ocasión no volvería a presentarse de
nuevo fácilmente, si se dejaba pasar.
En el mismo
espíritu -además- Chávez llegó a declarar, en noviembre de 2009, la necesidad
de construir una Quinta internacional,
para la cual quiso fijar la fecha de su fundación para el sucesivo año 2010. El
proyecto será después abandonado, sobre todo a causa de las responsabilidades
de quienes no quisieron colaborar en su realización. La ocasión pasó, las
condiciones cambiaron y podemos solamente preguntarnos cómo sería el escenario
internacional si aquella llamada hubiese sido acogida.
Entre las
ocasiones que tuve de escucharlo hablar, me gustaría citar el discurso que hizo
desde el balcón de la Cámara de Trabajo de Milán (invierno de 2005). No cambió
ni una línea de las ideas que iba difundiendo en ese período, fue duro y
radical hacia el sistema capitalista y demostró no creer en lo más mínimo en la
necesidad de la reticencia diplomática. En aquella oportunidad no pude evitar
pensar que desde la sede del sindicato Cgil de la principal ciudad industrial
italiana, no se escuchaba ni una sola palabra de este tipo desde antes del
fascismo, es decir desde la época de Gramsci y de Bordiga.
Éste es el
Chávez que quisiera confiar a la historia. Quisiera recordarlo como lo conocí,
con las ideas de internacionalismo extracontinental, con sus ganas de construir
una internacional de los pueblos, de
no rendirse a lo existente y sobre todo no tener miedo de recorrer nuevos
caminos. En el libro que le dediqué en 2005, resumí su pensamiento en este
ámbito diciendo que su modelo es «un
mundo pluripolar en el que las relaciones de solidaridad antimperialista
garanticen el libre y autónomo desarrollo de las naciones. Todo ello en el
marco de un desarrollo sustentable y de lucha contra las injusticias sociales,
según el pensamiento no-global en aquel momento predominante».
Esto fue Chávez
y mucho más. Un dirigente político dotado de gran coraje y fuerte carisma
humano. Pero también un militar aguerrido y previsor, un nacionalista
revolucionario, un luchador antimperialista, a condición de que se agregue
«bolivariano».
Un hombre
sincero, en busca de algo, ¿también en el campo espiritual? Sí. Y este pudiera
ser el hecho más importante, por el que vale la pena seguir estudiando su
vicisitud política, ayudar la lucha de su pueblo, valorizar su experiencia.
* * *
IL CONTINENTAL-INTERNAZIONALISMO DI
CHÁVEZ: Ricordo a un anno dalla sua
morte, di Roberto
Massari
Encuentro internacional en defensa de la
Humanidad fu il titolo del convegno che per una settimana si tenne
a Caracas, nel dicembre 2004. Vi parteciparono quasi duemila operatori
culturali («intellettuali») di ogni parte del mondo, invitati dal governo
venezuelano per esaminare da vicino l’esperienza chavista. Ma soprattutto vi
partecipò quasi quotidianamente Hugo Chávez, disponibile al dialogo e generoso
con le parole com’era nel suo carattere. Chi ebbe la fortuna di partecipare a
quell’evento internazionale (come l’autore di queste note) poté farsi un’idea
non solo della dimensione acquisita dal processo di trasformazione
sociopolitica del Venezuela, ma anche delle caratteristiche umane e
intellettuali di quell’ex tenente dei paracadutisti, destinato a diventare non
solo il leader di una delle più grandi trasformazioni nella storia nazionale
del Venezuela, ma anche uno dei personaggi più impegnati sulla scena
internazionale.
A vari
anni di distanza, penso di poter dire che quel convegno segnò anche una data di
passaggio molto importante nel processo di maturazione politica dello stesso
Chávez.
Qualcosa
si era già intuito nella sua prima partecipazione al Forum sociale di Porto
Alegre (dove lo ascoltai direttamente, nel gennaio 2001). Ma la radicalità
della svolta sul terreno della politica estera apparve chiaramente solo a
partire dall’incontro di Caracas.
Intendo
dire che fino a quella data la dimensione «internazionalistica» di Chávez non
si era ancora spinta oltre il sogno/progetto di un’integrazione continentale del Latinoamerica - vale a
dire il compimento del vecchio sogno/progetto bolivariano, fatte tutte le debite
distinzioni epocali - mentre nella settimana di Caracas si ebbe per la prima
volta una sua proiezione mondiale
antimperialistica, con elementi di critica al capitalismo e riferimenti anche
alla prospettiva del socialismo.
Mi si
consenta un’osservazione d’ordine ideologico.
Chávez
condivise sempre con una grandissima schiera di pensatori, combattenti e uomini
politici latinoamericani il programma che Simón Bolívar per primo aveva
teorizzato e cercato di tradurre in pratica: l’unione politica (sia pure in una
forma confederata) di tutte le Repubbliche del Continente che in quei primi
decenni dell’800 erano riuscite a liberarsi dal giogo coloniale spagnolo e
cercavano di darsi una fisionomia di nazioni moderne, libere, autonome,
indipendenti e possibilmente ricche.
Quel
sogno è passato attraverso molte fasi e molti nuovi contributi caratteristici:
da Martí a Sandino, da Mariátegui a Che Guevara. Ma negli anni dei governi
chavisti, parlare di integrazione latinoamericana significava rifiutare il
modello neocolonizzatore degli Usa, significa rispondere ai problemi che
ponevano i coordinamenti regionali (Mercosur, Patto andino, Cuenca del Caribe
ecc.) o i coordinamenti ad hoc (gruppo di Rio ecc.): dalla questione della
moneta unica al problema della difesa unica, dalla lotta al modello (del
capitalismo) neoliberistico alla questione del socialismo (detto del «Siglo
XXI»). La consapevolezza politica della necessità di un’integrazione
latinoamericana era sempre stata al centro della riflessione politica di
Chávez.
È
innegabile, però, che a partire dal golpe fallito del 2002, e negli anni
seguenti l’incontro di Caracas, quel progetto fu inserito in una dimensione più
ampia, extracontinentale, carica dei molti contenuti tipici del movimento
no-global dell’epoca, ma con ambizioni operative nuove e dirompenti.
A
dicembre del 2004, Chávez chiese agli intellettuali presenti di rimboccarsi le
maniche e di cominciare a costruire una
rete internazionale in difesa dell’umanità, che avesse momentaneamente
Caracas come sua sede centrale, ma che in realtà funzionasse secondo i criteri
modulari tipici del movimento internazionale sorto a Seattle, Praga, Porto
Alegre, Genova ecc. Aggiunse anche che occorreva sbrigarsi e che era ormai
giunto il momento di passare
all’offensiva: secondo Chávez ne esistevano le condizioni e l’occasione non
si sarebe ripresentata tanto facilmente, se la si fosse lasciata passare.
Nello
stesso spirito - anzi, in continuità con quello spirito - Chávez arriverà a
dichiarare, nel novembre 2009, necessaria la costruzione di una Quinta internazionale, per la quale
volle fissare addirittura una data di fondazione per il successivo anno 2010.
Il progetto verrà poi abbandonato, soprattutto per responsabilità di chi non
volle collaborare all’impresa. L’occasione passò, le condizioni cambiarono e
noi possiamo solo chiederci come sarebbe oggi lo scenario internazionale se
quel suo appello fosse stato accolto.
Tra le
altre occasioni che ebbi di sentirlo parlare, vorrei citare il discorso che
fece dal balcone della Camera del lavoro di Milano (inverno del 2005). Non
cambiò una riga delle idee che andava diffondendo all’epoca, fu duro e radicale
nei confronti del sistema capitalistico e dimostrò di non credere minimamente
alla necessità della reticenza diplomatica. In quel’occasione non potei fare a
meno di pensare che dalla sede del sindacato Cgil della principale città
industriale italiana non si sentivano più simili parole da prima del fascismo,
vale a dire dall’epoca di Gramsci e di Bordiga.
Ecco il
Chávez che vorrei affidare alla storia. Vorrei
ricordarlo come lo conobbi, con quelle idee di internazionalismo
extracontinentale, quella sua voglia di costruire un’internazionale dei popoli, di non arrendersi all’esistente e
soprattutto di non aver paura nell’intraprendere nuove strade. Nel libro che
dedicai alla sua figura nel 2005, riassunsi il suo pensiero in questo campo
dicendo che il suo modello era «un mondo
multipolare in cui i rapporti di solidarietà antimperialistica garantissero il
libero e autonomo sviluppo delle nazioni. Il tutto in un quadro di sviluppo
sostenibile e di lotta all’ingiustizia sociale, secondo il pensiero no-global
all’epoca maggioritario».
Ecco,
questo fu Chávez e anche molto di più. Un dirigente politico dotato di grande
coraggio e una forte carica umana. Ma anche un militare agguerrito e
previdente, un nazionalista rivoluzionario, un combattente antimperialista -
purché si aggiunga «bolivariano».
Un uomo
sincero, alla ricerca di qualcosa anche in campo spirituale? Sì. E questa
potrebbe essere la cosa più importante, per cui vale la pena di continuare a
studiare la sua vicenda politica, di aiutare la lotta del suo popolo, di
valorizzare la sua esperienza.
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