Humberto en Santa Cruz, 2010 © Miguel Angel Souza |
El hombre más allá del destino
Humberto Vázquez Viaña ha fallecido. Ahora pertenece a la memoria profunda de la izquierda y a un estilo irreprochable de narrar la historia: valiente y responsable, sólido en sus evidencias y reflexiones, paciente en aras de la mayor honestidad. Fue hijo del ilustre escritor boliviano Humberto Vázquez Machicado y hermano de Jorge “Loro” Vázquez, el primer guerrillero capturado y asesinado en 1967. Participó en los preparativos y el apoyo urbano a la guerrilla del Che y militó en el Ejército Nacional de Liberación hasta la muerte del Inti.
A lo largo de su vasta vida intelectual Humberto dedicó sus investigaciones a establecer la verdad histórica, los antecedentes y las consecuencias del movimiento guerrillero de Ñancahuazú. Sus obras, entre libros, artículos y papers, son una referencia necesaria en un tema que tiene literalmente miles de buenos analistas en el mundo. Dos de ellas pueden considerarse como las más importantes: Una guerrilla para el Che, publicada en 2000, con una importante redición en 2008 y traducida al italiano; y Dogmas y herejías en la guerrilla del Che, editada en 2011 y presentada con merecido éxito en la Feria del Libro de Santa Cruz de ese año.
Humberto Vázquez fue y será por mucho tiempo para
quienes lo conocimos, un ser entrañable, íntegro en sus valores, generoso y con
un don de gentes que revelaba su sensibilidad humana. Su capacidad de
comprensión y de diálogo abarcaba a quienes no compartían sus puntos de vista o
incluso habían sido sus adversarios. Tenía el espíritu joven, del joven que un
día fue y del hombre noble que nunca dejó de ser.
Lo conocí en la Universidad de Estocolmo
cuando dejó de ocuparse de la Revista Nórdica de Estudios Latinoamericanos, de
la que era el principal responsable. Durante los meses que siguieron a su
partida, su antiguo cubículo conservó su nombre y estuvo cerrado cerca de un
año. Ese raro privilegio en una institución que no tenía espacios disponibles
me fue explicado por Weine Karlsson, el director del Instituto Latinoamericano
de esa universidad: albergaba las cajas inmensas y repletas del archivo de
Humberto. Sin duda, allí estaban en ciernes Una guerrilla para el Che, Dogmas
y herejías, y su más reciente libro, Del
Churo a Teoponte.
Humberto Vázquez Viaña, Danielle Ponchelet y Xavier, el hijo de ambos. Múnich, 1963 |
De Humberto se conocen sobre todo su
participación en la guerrilla del Che y su vocación de historiador. Son las
facetas más importantes, aunque no agotan las dimensiones esenciales de su personalidad.
Su amplia cultura humanística, otra de ellas, incluía el dominio de varios
idiomas sin contar el español (el sueco, el francés, el inglés, un poco el
rumano y el italiano) y conocía por fuentes primarias las civilizaciones
quechua, nórdica e hindú. Aunque no se reflejara en sus escritos, conocía la
cultura de la India como pocos.
Otro de sus talentos era la tecnología
digital. Fue uno de los primeros en aprovechar las computadoras en la actividad
académica y fuimos legión los que apelamos a sus consejos personales o a su
manual cuando las universidades europeas introdujeron por primera vez los
ordenadores. La proeza de escribir y rescribir varios libros científicos en
medio de la ceguera se debe a su férrea fuerza de voluntad y a esa habilidad
técnica que desarrolló cuando los universitarios aprendían a mandar correos
electrónicos.
Aunque los escritores ven en la actividad de
conferencista un complemento necesario, en el caso de Humberto se trataba de una
segunda naturaleza. Esta permitía el despliegue de su gran memoria y un manejo
erudito de datos, los cuales, por cierto, no aminoraban su respeto por el
interlocutor. Fue invitado a exponer en varias universidades de México, Estados
Unidos, Francia, Alemania, Italia, Suecia, entre muchas otras, y era frecuente
verlo al término de sus conferencias, cuando el local había cerrado, quedarse rodeado
de gente que aún tenía preguntas por hacerle. Poseía el don de hacer que sus
interlocutores se sintieran importantes, algo imprescindible entre estudiantes
y no sólo entre ellos, pero no respondía en él a un propósito, sino a su espontánea
calidad humana.
Humberto amaba a Bolivia intensamente. A
principios de la década de 1990, él y su esposa me invitaron a comer en su casa
de Estocolmo. Era la primera vez que podíamos conversar sin prisas. Dos décadas
después lo hicimos cerca de la Plaza 24 de septiembre después de que él regresara
a Santa Cruz. Entre una y otra fecha tuvimos ocasión de vernos y hablar por
teléfono infinidad de veces, aunque los encuentros a los extremos temporales de
nuestra amistad me transmitieron con igual nitidez la sensación de estar ante
uno de los grandes versados de la historia boliviana, quizá el mayor. La diferencia
era que en la última ocasión la ceguera había vencido pero su voz tenía la
firmeza de quien ha revisado sus argumentos y se dispone a escribirlos.
Su legado de hombre comprometido con la lucha
social y de investigador con importantes aportes historiográficos requiere una
biografía que aglutine y explique su valía. Su eventual biógrafo no tiene la
tarea fácil por la complejidad de la época que le tocó vivir y porque a menudo sus
escritos dicen menos de lo que él sabía y se cuidaba de divulgar para no afectar
a otras personas o por razones metodológicas –el caudal de sus conocimientos
rebasaba ampliamente el escueto espacio de los libros. Sin embargo, profundizar
en la vida de Humberto Vázquez Viaña nos ayudará a todos a comprender el vacío
que deja uno de los mejores luchadores que ha dado Bolivia.
Germán A. de la Reza es profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (México).
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