Hace unos días una
compañera criticaba lo fea que se ve mi barba, blanca y larga, pues ella me
conoció cuando usaba una barba de aspirante a intelectual de izquierda, ahora
uso una de aspirante a ermitaño. Sí, he cambiado, sí, la vida ha cambiado,
falta saber qué tanto para bien, qué tanto para mal.
Entre los temas
conversados, aparte de los que dicen relación con el tiempo y los altos y bajos
personales, salió el tema de la historia, de lo que hacemos en la vida y deja
huella. Comúnmente se tiende a ver la historia como aquello que hicieron los
otros, sin vernos nosotros en la historia reciente. A mi interlocutora le
pregunté si había leído el Libro Apócrifo de los
cambios, retrocesos y traiciones, habla de las historias ocultas
del Chile de los últimos sesenta años, no como hechos anecdóticos sino como
ideas en lucha. Son ensayos críticos de otros libros, 32 si mal no recuerdo.
Natural que me dijera que no, pues creo que existen unas pocas copias
repartidas en tres continentes. Luego le pregunté si sabía de la existencia del
último libro El derrumbe del poder soviético,
de Don Luis Corvalán, quien fuera Secretario general del Partido Comunista de
Chile por más de treinta años. No pretendía una respuesta afirmativa, que me
hubiera agradado por la posible confrontación de opiniones. Mejor pensado, era
obvio que me dijera que no, pues son libros de escasa circulación y nula
promoción.
El primero amerita una
más enérgica promoción, el segundo no tiene promotores en lo que queda de su partido, pues allí se perdió toda
capacidad para ver el crecimiento de la hierba. Lo desafortunado es que a la
fecha, mi primera impresión, es compartida por los otros tres lectores que
conozco. En las explicaciones que da quien fuera por tanto tiempo Secretario
general, se nota un saber, por estar el autor inmerso entre los personajes
principales de las derrotas de, a lo menos, la mitad del siglo pasado, es decir
tenía conocimiento de primera mano. Sin embargo la sorpresa es, que no aplica
el método marxista para ver el movimiento, frente a la realidad no ve las
causas al mostrarnos los efectos. Sin ver el movimiento estamos a la merced del
discurso dominante. Es toda una paradoja, fue Secretario general del Partido
Comunista, pero no era marxista. Todo su libro no explica las causas de la
caída del poder soviético, no nos muestra las profundas huella de las
traiciones y abandonos al marxismo, nada señala sobre al ausencia de control
obrero ni de quienes, en realidad, tenían el poder. Lo que en teoría era de
todos no fue defendido, este simple hecho demuestra que no era de todos, las
masas no estaban en el poder, mal podían participar en la defensa de algo que
no era suyo.
Si alguien nos cuenta
algo de lo ocurrido, puede contárnoslo desde el saber, ya sea por haber estado
inmerso en esos hechos o por haber leído una montaña de libros, es decir tiene
información de primera o de segunda mano. Nos actualiza visiones de ese ayer y
nos las recrea desde otro punto de vista, como fotos o como movimiento. El
Marxismo es ante todo una guía para la acción, lo cual nos remite a que es
una forma de acercarnos a la realidad,
una forma de ver el movimiento en sus causas profundas y en sus efectos, que a
su vez pueden ser la causa de nuevos efectos, en una constante ligazón de los
acontecimientos. El marxismo es una herramienta para ver las causas y los
efectos. Es precisamente lo que no vemos en el libro El
derrumbe del poder soviético.
Hablar de lo lamentable
sin ver las causas es agregar desastre al desastre, por el contrario hablar
desde las causas que dan estos efectos, es atreverse a plantear una verdad que
bien puede no ser entendida y ganarse uno, el odio de aquellos que tienen
pensamiento de secta. En la lucha de las ideas nadie tiene la verdad absoluta y
por lo mismo debemos asumir, sin miedo, la audacia de encontrarla confrontado
ideas, de esta confrontación ha de salir la verdad del cambio ineludible y
urgente. Hoy lo importante es aprender de nuevo a enfrentar los demonios de la
realidad, conocerla para transformarla, sin dejar que la traición meta sus
cuñas en la forma de falsos saberes y acomodos.
Frente a lo que se
entiende por historia, necesario es volver a preguntarnos que es esto, visto lo
ocurrido en otro tiempo, se nos cuenta un pasado con palabras. En este sentido
podemos decir que la historia es un discurso, el discurso de los vencedores.
Visto desde el análisis de las causas y efectos, la historia es el relato de la
más violencia, ejercida por los vencedores. Vista la historia como movimiento
debemos concordar que en algún momento se produce una fisura en el discurso
dominante y aparece otra visión, con ella podemos entender mejor lo pasado. Lo
cierto es que siempre será una interpretación de lo real, nunca el hecho real y
siempre podremos estar interpretando hechos ocurridos desde los velos de lo
subjetivo, lo cual nos impone la necesidad de ser rigurosos en el análisis.
Yo trabajo en un oficio
que dista mucho de mis conocimientos. Hace poco comprendí que gracias a ese
oficio dispongo de una mínima seguridad y puedo dedicar el tiempo restante a
uno de los oficios que también práctico, la lectura profesional. En mi trabajo
por el pan, a las nueve treinta, hay un descanso para tomar un refrigerio, son
quince minutos en que uno se demora en llegar al punto donde todos descansamos
y comemos, luego uno se demora en llegar al punto del sudor. Son 15 minutos de
libertad programada, lo cual en si es una contradicción, pues nada programado
puede ser libre ni nadie que depende de la venta de su fuerza de trabajo puede
decir que es libre. En este espacio se habla de todo, salvo que este todo es
siempre un hablar de lo que se habló antes en otros medios. Se ha perdido la
noción de pertenencia a un grupo social cuyos intereses nada tienen que ver con
lo que en los medios de desinformación se habla. En gran parte han contribuido
a este adormecimiento de la conciencia, las burocracias que se han apoderado
del sistema sindical. En la realidad de mi diario vivir existen cinco
sindicatos, cinco burocracias que se disputan los guiñapos de un sector social
que ya no se reconoce. El resultado es que perdiéndose la conciencia se pierde
lo poco que nos permite vivir medianamente. Algunos creen que tienen un buen
sueldo sin lograr entender que si ahorraran durante veinte años el salario,
tendrían apenas uno de mil que el patrón tiene ya. Si contamos que el patrón,
teóricamente también pudiera ahorrar todo lo que gana, pues la distancia sería
de uno a cien mil. Y pensar que todavía hay gente que niega la existencia de
clases sociales.
Mis quince minutos de
libertad son quince minutos para comprender los mecanismos de la derrota y
pudieran ser quince minutos para avanzar, si los iguales se comprendieran en su
igualdad, en su pertenencia a un sector social, que nada tiene en común con el
patrón. Quizá sea pedirle peras al olmo, pero sin olmos que den peras no habrá
cambio social, sin emprender la audacia de ser realistas y pedir lo imposible,
no podremos hacer realidad lo mejor de las esperanzas del género humano.
¿Qué es el salario sino
una ilusión, un diezmo que se nos da para reponer la fuerza gastada, un diezmo
para mantenernos apegados al sistema y en mucho reproducirlo?
Enfrentados a los dramas
del diario vivir, buen pudiéramos preguntarnos ¿cuál es el sentido de la vida?
Dicen algunos legos que uno puede preguntarse algo cuando tiene resuelto los
detalles de la sobre-vivencia: el vestido, el techo, la comida. Esto pudiera
ser cierto en términos generales, con muchas variantes en lo particular. De los
siete mil millones de seres humanos, no podemos decir que haya dos que sean
iguales, tanto en su forma como en su conducta. Este detalle nos acerca a la
mecánica cuántica. Si las partículas son impredecibles, también lo es el ser
humano.
Desde las atalayas de
sus propios egos cada cual puede darle sentido a la vida, ya sea en el sin
sentido de la acumulación, la fuerza bruta, los atropellos, la injusticia, los
asesinatos en masa, las triquiñuelas del poder o los pequeños teatros de los
encumbrados. La cuestión no deja de tener actualidad, aunque algunos se esmeren
en que seamos simples espectadores y tomen ellos todas las decisiones en
nuestro nombre, por supuesto a favor de ellos solamente, y es aquí que el
sentido de la vida adquiere una dimensión universal: cuestionar los fundamentos del sistema, ser
la crítica mortal al mortal sistema, he ahí nuestra tarea.
Cuestionar los fundamentos desde todos los ángulos de mira y proponer otra
forma de relación humana que nos permita pasar, desde la angustia del
sobreviviente, al sentido creador de nuestro potencial humano puesto en acción.
Nada hay humano al
margen de la solidaridad, la creatividad y el goce de la vida.
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