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mercoledì 2 maggio 2012

35 AÑOS DE LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO, di Enzo Valls


Sigamos siendo locos, argentinos

Alejandra Ravelo, Uri Tornai, Ramona Maldonado, Otilia Acuña y Celina "Queca" Kofman 

«Lo irracional, lo inesperado, la bandada de palomas, las Madres de la Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para desbaratar y trastocar los cálculos más científicos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional. Por eso no tengo miedo de sumarme a los locos… (…) Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exilados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo
Julio Cortázar, «Nuevo elogio de la locura» (1982)
del libro Argentina: años de alambradas culturales


Recuerdo que cuando leí estas palabras, inmediatamente se me ocurrió un estribillo con una precisa melodía que decía: «Sigamos siendo locos, argentinos / sean eternos los laureles que supimos conseguir». Aquel estribillo nunca llegó a desarrollarse como una canción completa, pero vuelve muchas veces a mi memoria ante determinadas situaciones. Indefectiblemente volvió el 30 de abril, en el 35º aniversario de esa gran “locura” argentina, nacida del amor, la desesperación y la impotencia de algunas pocas madres ante la desaparición de sus hijos y la falta de respuestas de parte de las autoridades militares sobre sus paraderos.
Que Videla y compañía no dieran respuestas tenía su lógica, ya que el golpe dado trece meses antes tenía entre sus objetivos eliminar a lo mejor de la militancia política de aquellos años. Menos lógico, para aquellas madres y en aquel momento, era que la Iglesia también callara. La pregunta de Violeta Parra («¿Qué dirá el Santa Padre que vive en Roma / que le están degollando a sus palomas?») una vez más contenía en sí misma la respuesta.  
Pero esas madres no estaban para poesía ni para resignaciones. Con una mezcla de audacia e ingenuidad, que con el tiempo, sumada a la testarudez, se demostró imbatible, un primer grupo de madres se dirigió a la Plaza de Mayo con la intención de llamar la atención y ser recibidas por las autoridades del gobierno de facto. Las puertas de la Casa Rosada continuaron cerradas para ellas y la policía les ordenó que circularan y ellas lo hicieron. Decidieron volver todos los jueves. Casi sin proponérselo habían nacido las rondas.

Otilia Acuña y Queca Kofman
A la semana siguiente la voz se había corrido y otras madres acudieron a la Plaza. La soberbia militar las bautizó como las “locas de Plaza de Mayo”. También ellas, como sus hijos, tenían que ser “invisibilizadas” de alguna manera. Pero a ellas se les ocurrió ponerse un distintivo bien visible: un pañuelo blanco en la cabeza hecho con la tela de los pañales que habían usado sus hijos. Pronto en otras ciudades se comenzó a imitar estas rondas. Ahora esas madres ya eran las Madres de Plaza de Mayo. En el mundo entero comenzaron a ser más conocidas y admiradas que en su propio país, en el que funcionaba a la perfección ese manto de censura, desinformación y terror al que Julio Cortázar, en el mismo libro antes citado, comparó con un colador que «funcionó deliberadamente al revés», haciendo que a la gran mayoría de los argentinos les tocara «beberse el agua tibia de los espaguetis».
Otros deliberados coladores llegaron en “plena democracia”: esta vez quedaban en el colador la verdad sobre los crímenes de lesa humanidad y a los argentinos les tocaba beberse el agua tibia (y amarga) de la “obediencia debida” y el “punto final”, de las “felices pascuas” y “la casa en orden”. 
Celina "Queca" Kofman
Aunque mucho falta por hacer y, como bien dijo ayer en su breve discurso la inefable Celina “Queca” Kofman en la Plaza del Soldado (Santa Fe), muchos genocidas se están muriendo en la casi total impunidad, no es poco lo que se ha conseguido. En especial, como la misma Queca y otras Madres en otros actos conmemorativos han subrayado, su lucha ha parido nuevos hijos que no renunciarán fácilmente a la verdad y a la justicia, a la verdadera democracia y a la libertad. Ni a las “locuras” buenas, las que intentan de verdad “subvertir” un sistema que, si bien está lejos de ser derrumbado, cada vez hace  más evidentes sus límites y sus contradicciones.

Fotografías: Enzo Valls
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