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domenica 3 marzo 2013

LOS RESULTADOS ELECTORALES CONFIRMAN Y ACELERAN LA DESCOMPOSICIÓN DEL SISTEMA PARLAMENTARIO ITALIANO, por Michele Nobile

En un modo que podría calificarse como explosivo, estas elecciones han confirmado la tendencia emergente en los últimos años: casi 12 millones de ciudadanos se negaron a besar la mano que los ha golpeado y que seguirá golpeándolos, si no se la detiene finalmente.
En las elecciones políticas de 2008, las abstenciones aumentaron en más de un millón y medio, ello corresponde a un aumento de un seis por ciento, un salto enorme: las precedentes aceleraciones del abstencionismo, en el 1979 tras el fracaso del “compromiso histórico” de Berlinguer y en el 1996 después del primer gobierno Prodi, fueron de un tres por ciento.  
Con las boletas en blanco y las anuladas el total de no votantes debería ascender a más de 13 millones, casi un tercio de todo el cuerpo electoral.

El mínimo histórico de participación en las elecciones políticas

Este del 2013 es el mínimo histórico de participación en las elecciones políticas de la República Italiana: y si hace algunas décadas habría podido tal vez considerar este dato como ambiguo, hoy, por el contrario, en pleno régimen post-democrático, considero que es mi deber alegrarme, como debería alegrarse todo aquel que odie el capitalismo y sus instituciones.
Al abstenerse, una parte creciente de la ciudadanía italiana se ha negado conscientemente a participar en el rito de legitimación de la casta partídico-estatal. Estos ciudadanos al menos han intuido la naturaleza post-democrática del régimen y han sacado de ello la consecuencia lógica: lo boicotean. Han rechazado el engaño de la sociedad del espectáculo y del mercadeo político, no se han prestado a consolidar un orden determinado del gobierno oligárquico del estado.
Abstenerse ha sido un acto mínimo de dignidad; y es un paso adelante para reafirmar, contra las castas política y la institución que la representa, que las vías para la expansión de la democracia y la defensa y extensión de los derechos sociales no solo pasa fuera del parlamento sino que ya se contrapone a este.
Además, aunque en menor medida, también en el voto por el Movimiento 5 Estrellas se expresa un claro rechazo a la casta, si no también de la institución parlamentaria (en un régimen post-democrático).
Y bien, si a la abstención sumamos el voto por el Movimiento 5 Estrellas, se debe decir que  casi la mitad de los ciudadanos italianos se han expresado de manera inequívoca contra el conjunto de los partidos de gobierno o que han gobernado (incluyendo a los verdes, la izquierda post-PCI y los últimos que han llegado a la pseudo “sociedad civil”).

La crisis de representatividad del sistema de los partidos

Hay que comprender bien las implicaciones de este hecho descomunal: sobre la base de estas elecciones, la crisis de representatividad del sistema de los partidos, el auténtico soberano político ha dado un salto de calidad. Tal vez, ni siquiera en los tiempos de Tangentopoli, que condujera no obstante a la caída de la Democracia cristiana y del viejo centro-izquierda, fue tan grave la crisis de representatividad. En aquel entonces, la salida a la crisis de representatividad fueron los plebiscitos para modificar el sistema electoral, que vencieron con porcentajes del 95% y del 82% de los votos válidos. Hace veinte años la mayoría de los ciudadanos cayeron en un trampa: tal como se presentó, la (contra)reforma debería haber “acercado” la política a los ciudadanos, conducir a un sistema bipartidista y más estable, reforzar la gobernabilidad del país. En realidad, el desmantelamiento del sistema electoral proporcional fue el ataque más grave jamás realizado a los derechos políticos en Italia: y la responsabilidad por su éxito hay que atribuirla al Partido democrático de la izquierda, heredero del PCI y progenitor del actual PD.
Esta vez, por el contrario, los ciudadanos se pronunciaron no tanto contra este o aquel partido sino contra el conjunto de los partidos y políticas por ellos perseguidas desde hace dos décadas.
El no voto ha adquirido por consiguiente una validez progresista contra el conservadurismo político, el cinismo y la obra de destrucción de los derechos sociales efectuada durante veinte años ya sea por el centro-derecha como por el centro-izquierda, este último con la ayuda de Refundación comunista, el PDCI y los Verdes.

Utopía roja: de la crítica a los Forchettoni rossi* al Anti-parlamento de los movimientos

En tanto que Utopía Roja, estuvimos en sintonía con aquella mayoría de electores que, en el 2008, castigaron a los “comunistas” que sostuvieron, todos y hasta las últimas fuerzas, al gobierno imperialista y “social-liberista” de Prodi. Entonces, antes de las nuevas elecciones, publicamos I Forchettoni rossi, un libro en el cual explicábamos, en modo ecuánime pero riguroso, en términos históricos, sociológicos y lingüísticos, las razones del oportunismo congénito de Refundación comunista, el PDCI y los Verdes. Con nuestras débiles fuerzas intentamos hacer más sólidas y, por ende, más constructivas las razones de la justa desilusión.
En el 2013, podemos decir que estamos en sintonía con los millones de electores que se abstuvieron. Hemos explicado y seguiremos explicando racionalmente los motivos de la degradación política e ideal de los partidos y la obsolescencia del parlamentarismo. Y hemos propuesto un objetivo, el del Antiparlamento de los movimientos sociales que, aun cuando no sea inmediatamente realizable, constituye siempre un puente entre la indignación y el disgusto en el presente y una praxis anticapitalista y anti-institucional en el futuro. Pero la perspectiva estratégica del Antiparlamento comporta consecuencias inmediatas en la actitud respecto a los partidos y el Estado. Volveré sobre el tema en la conclusión. Por ahora puedo decir que nuestra microscópica y orgullosamente desposeída asociación se ha ganado un puesto de honor ideal en un fenómeno de masas denso en potencialidades liberadoras. Como mínimo, estamos junto a aquellos que han optado por la libertad y la dignidad.
Los trabajadores que han votado por el centroizquierda están profundamente alienados, en el plano político, de los propios intereses de clase. Los comunistas y pacifistas que han votado por Revolución civil, han sido una vez más víctimas de las ilusiones electoralistas inculcadas durante décadas de togliattismo e ingraismo (con Bertinotti como último intérprete y Ferrero como sepulturero). También ellos sufren de una condición de alienación subjetiva, atrapados en una retórica izquierdosa cada vez más vacía y en el mito de la representatividad de una izquierda cada vez más genérica y carente de médula, dirigida por una subcasta de profesionales de la política cuya razón de existir es el puesto institucional y el financiamiento estatal al partido. En fin, quien ha votado por el PCI o el PDAC demuestra no haber comprendido la sustancia de la lección de Lenin acerca del uso táctico de la participación en las elecciones, a valorar cada vez según el cuadro político general y, en especial, en función de la contribución de la propaganda electoral a la radicalización política de los sectores laborales.
Los trabajadores y trabajadoras que se abstuvieron son, por el contrario, ajenos al sistema de los partidos y del Estado imperialista italiano pero dueños de sí mismos. Es este fenómeno progresivo, que posee objetivamente una potencialidad anti-institucional y de radicalización política, el referente “electoral” de Utopía Roja.

Superioridad moral y política del abstencionismo

Pero, ¿cómo… el abstencionismo no es indolencia?** ¿No será un modo de hacerle el juego a la derecha? ¿No es resignación? Y el elector de Ingroia o de Ferrando, ¿no será políticamente más evolucionado que el abstencionista?
No, no es así, o ya no. La ecuación entre abstención e indiferencia, admitiendo que en su condición genérica haya sido válida alguna vez, y no lo fue, resulta obsoleta e inútil cuando los partidos se convierten en órganos del Estado y el Parlamento deja de ser caja de resonancia, por imperfecta que sea, del conflicto social. Por motivos estructurales, el órgano legislativo no es ahora más que la sede del registro de decisiones tomadas en el vértice de los partidos y del gobierno.
Por el contrario, frente a la oligarquía bipartidista, al transformismo extensivo, al chantaje innoble e hipócrita del “votar es lo menos malo”, el abstencionismo es hoy una elemental medida de defensa de la propia autonomía del juicio ético y político. Es una sana y progresiva reacción a la antipolítica real, esta sí “indolente”, de la política parlamentaria e institucional.
Por lo tanto, la parte políticamente más avanzada del pueblo italiano no es aquella que ha votado por Bersani, Vendola o Ingroia. Quien, con tal de “derrotar” a Berlusconi o a Maroni, ha votado por ese centro-izquierda que ha sido el sostén más fiel de Monti, no ha hecho más que nadar para morir en la orilla. Quien vota para evitar lo peor no se da cuenta de que el empeoramiento es continuo. Quien en el 2013 ha votado por Ingroia no ha hecho más que tratar de volver a llevar al Parlamento una lógica política y un personal que, debido a su oportunismo, fueron justamente rechazados en el 2008 por dos millones de personas, el 70% aproximadamente del electorado de las formaciones “comunistas” y verdes del 2006. La lista Ingroia no ha sido más que el intento patético de apiñar todo lo apiñable, de raspar el fondo del barril, aliándose inclusive con Di Pietro, con tal de volver al Parlamento.
Independientemente de las intenciones individuales, de la identidad ideológica de cada cual, del hecho de entusiasmarse por la bandera roja o por los falsos mitos y ritos lúgubres de un comunismo que todavía rezuma estalinismo, y sobre todo, independientemente de la ilusión de hacer “propaganda revolucionaria en el seno de las instituciones burguesas”, quien, a lo largo de la campaña, ha votado por Ingroia, Diliberto, Ferrero o Di Pietro, no ha hecho otra cosa que confirmar el poder del sistema de los partidos sobre los ciudadanos. En particular,  sobre aquel exiguo sector  de ciudadanos provenientes de la ex izquierda o ex extrema izquierda. Y más grave aun es el hecho de que tal vez se haya votado sabiendo que se votaba por personajes que ya han estado en el gobierno y era, por ende, posible valorar su actuación, si no directamente como arribistas, corruptos y “cambiacasacas”. 

El  voto, aunque sea «por la izquierda», se ha vuelto ya un voto conservador

La acción política ha de ser evaluada en base a su significado objetivo y sus resultados, no según las buenas intenciones, las esperanzas y las auto-definiciones. Y entonces, las trabajadoras y trabajadores que votan por el PD, premian a un partido que no defiende ni siquiera sus mínimos intereses de clase, limitándose, si acaso, a dorar la amarguísima píldora. Quien votó por Ingroia y los forchettoni rossi de diverso calibre, votó por quienes no aguardan más que la posibilidad, o la excusa, de colaborar con un gobierno nacional de centro-izquierda, así como lo hicieron en el pasado y lo hacen aún en las Regiones, cada vez que pueden. Quien votó por partidos que se pretenden anticapitalistas puede que tenga incluso una fuerte identidad ideológica pero, objetivamente, se presta para legitimar el procedimiento de selección de la élite política.  ¿A cambio de qué, a fin de cuentas? ¿De alguna inofensiva e invisible aparición televisiva y del  0,26% de los electores, de los cuales solo una parte serán trabajadores?
El hecho de ir a votar, en la ilusión de que aún exista una “izquierda” alternativa a la “derecha”, significa hoy cumplimentar un acto políticamente conservador; quien vota por los partidos del sistema parlamentario existente demuestra, en los hechos y en esta coyuntura particular destinada a agravarse en lo adelante, tener una conciencia política inferior a la del abstencionista, por muy confusas que sean las motivaciones de este.

En plena crisis de la post-democracia

El juicio de quien escribe sobre las llamadas instituciones representativas en Italia, es severo en extremo. Más de una vez he argumentado con amplitud las razones por las cuales en las dos décadas finales del siglo pasado, en todos los países capitalistas desarrollados, no solo en Italia, se completaron ciertos procesos que han modificado estructuralmente la relación entre Estado y ciudadanos. Procesos que se pueden resumir en el concepto de post-democracia: un régimen que no es en absoluto iliberal, que no es abiertamente autoritario a nivel de las masas y menos aún dictatorial, pero en el cual se ha conseguido plenamente la integración entre aparatos de partido y de Estado. Lo que de ello resulta, en pocas palabras, es que la función de gobierno aplasta la función “representativa”; que siempre y en todo caso los derechos e intereses mínimos de los trabajadores y comunes ciudadanos quedan subordinados a los intereses del capital industrial, financiero, comercial; que, en términos reales y en cuanto a las cuestiones fundamentales, la distinción entre partidos de derecha e izquierda es obsoleta, ya que todos convergen en torno a los mismos intereses patronales. El último toque a la transformación post-democrática ha venido, justamente, de la degeneración final e irreversible de los viejos partidos del movimiento obrero.
Esto significa también que la llamada izquierda y las coaliciones de centro-izquierda, de Inglaterra a Italia y de España a Alemania, no pueden considerarse como soluciones a los problemas de la democracia representativa o come protagonistas del renacimiento de los derechos económicos y sociales. Al contrario, estos partidos o coaliciones son parte integrante del régimen capitalista post-democrático; actores de la reducción de la política a espectáculo mediático y personalista; órganos estatales más que de la “sociedad civil”; programáticamente convergentes en tanto que fracciones políticas de los diversos capitalismos nacionales que se reparten los espacios dentro del mercado político; verdaderos sujetos de la antipolítica, si por política se entiende la capacidad de movilización autónoma de la ciudadanía. Detrás de todo esto no hay ningún “complot de la banca” o imposición por parte del “extranjero”; no se trata de la hegemonía de la derecha o de un fenómeno vinculado a una corriente ideológica en particular. Se trata, repito, de un fenómeno estructural e internacional, relativo a la transformación de las relaciones entre Estado y economía mundial y entre Estado y partidos; del resultado de un proceso largo e irreversible pero con raíces profundas en el poder clasista a nivel del Estado.

Algunos datos para reflexionar

Los resultados de estas elecciones son una oportunidad para observar de cerca el cuadro político italiano. Si en política valiera en verdad el principio de confrontar las palabras y los hechos, reexaminar críticamente las interpretaciones y las previsiones, corregir el análisis y echar a los dirigentes que han fracasado, entonces la izquierda italiana debería retirarse a un convento a meditar.

En la tabla resumo los resultados casi definitivos para la Cámara: los porcentajes han sido calculados a partir de la totalidad del cuerpo electoral, no solo a partir de los votos válidos. Cuando el abstencionismo alcanza los niveles actuales, esta es ya una operación indispensable, si se quiere tener una idea correcta del consenso electoral de los partidos. Viceversa, razonar solo a partir de los votos válidos es ahora mistificador e instrumental, una operación útil solo para el cálculo de la repartición de los escaños en el cuadro de una normativa electoral antidemocrática.   


Elecciones 2013 – Cámara de diputados – Cálculo de los resultados de las elecciones a partir del conjunto de los  electores

Valores absolutos
2013
Votantes en %
de los electores 2013
Valores absolutos
2008
Votantes en %
de los electores 2008
PD
8.642.700
18,4
12.095.306
25,71
SEL
1.090.802
2,3


Coalición centro-izquierda
10.047.020
21,4
13.689.330
29,1
Di Pietro - IDV


1.594.024
3,38
Arcoiris


1.124.298
2,38
Ingroia
765.054
1,6


PDL
7.332.121
15,6
13.629.464
28,97
Liga norte
1.390.156
3,0
3.024.543
6,42
Coalición centro-derecha
9.923.100
21,2
17.064.506
36,27
M5 Estrellas
8.688.545
18,5


Monti - coalición
3.591.560
7,7


PCL
89.970
0,2
208.296
0,4

La peculiaridad italiana en el cuadro internacional es que entre nosotros la involución post-democrática está más avanzada y es más nauseabunda que en otros países. Y es precisamente así porqué, entre todos los países capitalistas desarrollados, Italia ha tenido  el partido comunista y la izquierda más amplios. La mutación del PCI en un partido que es expresión directa de los intereses del capital fue el efecto último de un proceso puesto en marcha por el “compromiso histórico” de Berlinguer y por el vacío consiguiente a la exclusión del PCI de la mayoría parlamentaria, cuando el sedicioso compromiso hubo cumplido su función. Se puede decir, por lo tanto, que la degeneración política, ideal y personal de la izquierda italiana es más profunda y general que en otras partes. Y se trata de una degeneración a la cual no han escapado ni siquiera los partidos sucesores del PCI, de Refundación comunista a SEL, sin olvidar a los Verdes.

El cuento del «régimen» berlusconiano

Durante años se ha hablado mucho acerca de la existencia o la formación de un régimen berlusconiano específico. En cada campaña electoral (y no solo) se ha lanzado el grito de alerta ante el peligro autoritario proveniente de la “derecha”, se ha hablado a diestra y siniestra de catástrofe y hasta de un nuevo fascismo. Sin lugar a dudas, por muchos años Silvio Berlusconi ha sido, dentro del zoo político italiano, el animal mejor capacitado para manejar la espectacularización de la política y para construir consenso alrededor de una imagen personal. Ciertamente, Berlusconi ha tenido una agenda institucional peculiar, dictada por la autodefensa, en tanto que gran empresario y corruptor: nadie como él se ha tomado tanto empeño en desacreditar la magistratura. Mas si se tiene en cuenta lo anteriormente dicho acerca de la post-democracia como hecho internacional, se deberá entender el centro-derecha berlusconiano solo como un componente del régimen post-democrático, completado necesariamente por el componente del centro-izquierda. Berlusconi ha sido, más que causa, efecto de la post-democracia nacional. Los gritos de alarma por el “régimen”, la “videocracia”, el “populismo”, etc., al reducir la esencia de los problemas al hecho de “golpear a la derecha” a cualquier costo, han mistificado la realidad. Para los sucesores del PCI, el anti-berlusconismo a toda costa ha sido necesario para justificar la alianza con el centro-izquierda que, en efecto, ha sido el verdadero protagonista del llamado neoliberalismo italiano que hubo de consolidarse entre fines del 1994 y el 2001, con la larga serie de gobiernos de centro-izquierda o de “técnicos” apoyados por aquel (de Dini, pero antes también de Ciampi).
Una vez más, Berlusconi ha demostrado ser un gran vendedor: en apariencia ha recuperado gran parte del consenso que había perdido. Pero solo en apariencia: en el momento en el que escribo, la coalición berlusconiana ha obtenido poco más del 20% de los votos del electorado. En realidad, tanto el PDL como la Liga Norte han perdido casi la mitad de los votos. Entre el 1994 y el 2008, el total de votos para Forza Italia, Alianza Nacional (incluyendo el PDL, tras la fusión de estos partidos) y Liga Norte, en las elecciones a la Cámara, osciló entre un mínimo de 15, 5 millones en el 2006 y un máximo de 17, 3 millones en 1996 (es decir, respectivamente, entre el 33% y el 35% de los electores). Hoy, entre el PDL y la Liga Norte totalizan menos de diez millones de votos. 

Un golpe también al “Montismo” de Napolitano

Cuando el presidente Napolitano encargó a Mario Monti que formara gobierno, mucho se parloteó de “golpe de Estado”, de “injerencia extranjera”. En verdad, el gobierno Monti fue expresión de la convergencia post-democrática de centro- derecha y centro-izquierda; no fruto de la “dictadura de los bancos” o de la señora Merkel sino de la voluntad de salvaguardar la casta italiana. Respecto a ese proyecto, Monti sale redimensionado y Napolitano algo desacreditado.
Ningún gobierno italiano ha gozado jamás de tan amplio sostén parlamentario como el de Monti: con un voto de confianza de 556 a favor y solo 61 en contra. Como Comisario europeo, Monti fue bipartidista y tuvo en el parlamento nacional el apoyo tanto del centro-derecha como del centro-izquierda. ¿De qué golpe de estado se habla? El punto es que, como era previsible, el gobierno Berlusconi se había mostrado totalmente incapaz de afrontar los efectos de la crisis económica y de llevar a cabo las “reformas” consideradas necesarias tanto por el capital internacional como por el nacional. Era preciso cambiar de caballo. Pero el caballo más confiable para el capital internacional - el centro-izquierda al cual se debe la privatización del IRI, la precarización del trabajo, la contrarreforma del sistema de pensiones y bienestar social- no estaba listo en aquel momento. Tanto mejor, en definitiva, si la responsabilidad por las medidas inmediatas, drásticas e impopulares podía ser descargada sobre los “técnicos”, el Banco central europeo, la Comisión europea, el “complot anti-nacional”.
No obstante, y una vez más, fue el centro-izquierda el  más fiel sostenedor de Monti y, una vez más, Berlusconi resultó ser lo bastante astuto para tomar distancia del gobierno de los profesores, cuando esta ya había hecho el trabajo sucio, buscando capitalizar parte de la protesta popular. La verdad paradójica es que el demagogo Berlusconi ha “quedado más a la izquierda” que el ex-comunista Bersani.

Una derrota del centro-izquierda disfrazada de victoria electoral

En el senado, el centro-izquierda perderá, por lo que parece, cerca de tres millones de votos, obteniendo el 23% de los votos sobre el total de votantes (o el 31% de los votos válidos) contra el 29% del 2008 (o el 38% de los votos válidos). La relación de fuerza entre centro-derecha y centro-izquierda en el Senado es sustancialmente de paridad, lo cual es precisamente lo que auguraba recientemente el anti-berlusconiano The economist, el semanario liberal más inteligente a escala mundial, porque este resultado habría obligado al buen Bersani a aliarse con el óptimo Monti. Sin embargo, con cerca de 7, 2 millones de votos, el  17% del electorado (más del 24% de los votos válidos), el éxito extraordinario del Movimiento 5 Estrellas ha cambiado la movida. Bersani ha perdido demasiado y la “entrada en la política” de Monti no ha significado a fin de cuentas gran cosa: el Profesor obtuvo el consenso de un modesto 6% de los electores (9% de los votos válidos).
Por lo tanto, centro-izquierda y centro-derecha siguen perdiendo masivamente votos, llegando a una situación casi de paridad: lo cual es una derrota política para Bersani. En efecto, el centro-izquierda nunca ha logrado vencer verdaderamente, con una diferencia significativa, al centro-derecha: en el 2006 “venció” en las elecciones a la Cámara por una diferencia de solo 24.755 votos.  
Por un pelo, Bersani logrará tener en la Cámara una mayoría ínfima, gracias al premio de la actual “ley estafa”***;pero no habrá mayoría en el Senado.
La situación, por lo tanto, parece tender a la ingobernabilidad y, aun si de alguna manera debería formarse un gobierno que por un tiempo siga adelante, la posibilidad de que se produzcan nuevas elecciones anticipadas es, de todos modos, seria.

Los calculados ataques al Movimiento 5 Estrellas

Por razones de evidente competencia, todos los partidos se lanzaron contra el Movimiento 5 Estrellas. Tanto la izquierda “ingroiana” como la “ingraiana”, pero también aquella presuntamente “comunista” y “revolucionaria”: todos ellos fingieron no ver los procesos de radicalización que estaban madurando detrás del M5Estrellas y se distinguieron propinando golpes bajos, desempolvando viejas terminologías de las cuales, para colmo, ignoran el significado (piénsese en la acusación de “populismo”) y comparaciones implausibles con aquellos movimientos que precedieron al fascismo. En algunos casos, se llegó casi al delirio y en muchos se trata simple y llanamente de ignorancia de las categorías históricas empleadas.
Por ejemplo, leo en el comunicado del 25 de febrero del PCL ferrandiano – cuyo uso “revolucionario” de las instituciones burguesas ha producido resultados que se aproximan al 0,3% en el Senado y al 0,2% en la Cámara – que “la remoción de la oposición social a los gobiernos del capital financiero, ha conseguido entregar a la reacción, vieja y nueva, amplios sectores de la población pobre y del propio mundo del trabajo”. De la “reacción que avanza” (sic) formaría parte “un gurú millonario que reivindica la abolición del sindicato en cuanto tal”, es decir Grillo. Por el contrario, se debería decir que la reacción avanza a causa del éxito de Grillo, porque la “vieja” reacción continúa retrocediendo: en la Cámara, respecto al 2008, centroizquierda, centroderecha y centro (UDC y Monti) han perdido nada más y nada menos que ¡9 millones de votos! Dejando a un lado las menudencias. Pero el PCL parece no percibir este dato enorme, cegado tal vez por el hecho de haber perdido, en el voto por la Cámara, más de 118 mil votos, el 57% del electorado “revolucionario” del 2008 (que, presumiblemente no ha votado por Bersani ni tampoco por Ingroia). Quizás es esta “atrocidad” lo que ellos entienden como “la derrota del movimiento obrero” (sic).
Ni siquiera se me ocurriría defender a Grillo por esta o aquella declaración más o menos infeliz o más o menos reaccionaria, mucho menos atribuirle algún título “revolucionario”. El Movimiento 5 Estrellas es un fenómeno típico de las post-democracias, no solo de la italiana: el cierre oligárquico del sistema de partidos y la percepción de cuán grande es su corrupción, puede generar “movimientos” anti-partidistas que catalizan la protesta en el plano electoral. Se trata con frecuencia de movimientos ideológicamente derechistas, racistas y xenófobos. Incluir al Movimiento 5 Estrellas en esa categoría, a partir de las declaraciones de Grillo o del trasfondo de su marketing político es, sin embargo, sumamente forzado; es además, metodológicamente hablando, lo contrario, no digo ya del método marxiano, sino de la historiografía moderna y es que las teorías complotísticas de la historia habrían de ser devueltas a la basura. Lo que debe importar es el valor anti-oligárquico objetivo del éxito de Grillo y la aspiración democrática que se ha expresado en el voto por este “movimiento”.        

Primeros elementos de una crítica a Grillo

Tendremos que volver, con mayor calma y fuera del contexto electoral, a analizar la naturaleza del movimiento dirigido por Grillo, tras haber visto el comportamiento de sus parlamentarios en las instituciones.
La crítica que ahora debe hacerse, es que el impulso anti-oligárquico presente de  manera espontánea entre los jóvenes, la población laboral o desocupada haya sido conducido por Grillo hacia el terreno electoral y parlamentario: sin Grillo, el abstencionismo habría sido aun mayor. Y esta formación de génesis electoralista será, más tarde o más temprano, la causa de la ruina del Movimiento 5 Estrellas que ha dejado ver, durante la campaña electoral, algunas fisuras internas, resueltas con el instrumento más viejo y absurdo que se pueda imaginar: la expulsión de los disidentes. Ya veremos como se comportará los parlamentarios de Grillo en el Parlamento: si se mantendrán unidos o ocurrirá una diáspora, la enésima; si votarán de modo implacable contra las medidas del gobierno o no; si serán capaces de llevar el conflicto fuera del Parlamento, en esas plazas que llenaron de manera gigantesca antes de las elecciones; si también ellos, y en qué medida, se convertirán, a todos los efectos, en profesionales de la política, por ende miembros de la Casta, por ende Forchettoni rossi, por muy anómalos y hasta dinámicos que sean. Mis previsiones no son nada optimistas y en este sentido habrá que seguir muy de cerca al Movimiento 5 Estrellas. La izquierda que aún se considera revolucionaria (pero ¿de qué estamos hablando?) debería haberlo hecho ya durante la campaña electoral, no con fotomontajes y anatemas, sino desde una posición coherentemente anti-electoral, anti-castas y anti-parlamentaria, haciendo así evidente la contradicción fundamental del movimiento: la ilusión de poder revitalizar las instituciones de un régimen post-democrático corrupto y podrido. El hecho es que quien decide participar de todos modos en las elecciones, obviamente no está preparado para una operación semejante.

Desaparición de los Forchettoni rossi de viejo estilo

El voto por las sediciosas misiones de paz del 19 de julio del 2006, fue el bautismo de los forchettoni rossi de Refundación Comunista (cuya dirección se había convertido, de modo repentino y masivo, a la no violencia), del PDCI y de los Verdes, y el acta de defunción ideal de la izquierda post-PCI, sustancialmente ingraiana.
Las elecciones políticas del 2008 iniciaron la agonía de esta misma izquierda, penalizada por los electores debido a su lenguaje ambiguo y cínico oportunismo, y también la diáspora de los Forchettoni rossi, divididos tácticamente respecto a cómo llegar a colaborar con el centroizquierda también a nivel nacional, además de regional y local.
Con toda probabilidad, las elecciones políticas del 2013 serán recordadas como el acta de defunción electoral de la izquierda post-PCI. La lista Revolución Civil del ex magistrado Ingoia – en la cual también confluyó Italia de los Valores, partido sin ningún tipo de programa político-social y ya orgánicamente parte de la coalición imperialista de centroizquierda- obtuvo en la Cámara cerca de la mitad de los votos que fueran del IDV en el 2008 y un tercio de la suma de los votos del IDV y de la Lista Arcoiris del 2008. Ello corresponde al 1,6% del electorado y al 2,2% de los votos válidos: más que un fiasco, un descalabro humillante. Tampoco los resultados habrían mejorado mucho si Vendola y SEL hubieran permanecido con los otros Forchettoni rossi en vez de subscribir el acuerdo con el PD: juntos habrían totalizado menos del 4% del electorado total (los que tienen derecho al voto), pero más del 4% respecto a los votos expresados realmente y, por lo tanto, habían logrado volver al Parlamento. Como buen actor en la escena del espectáculo político, el imaginativo Vendola supo venderse más caro, regresando prácticamente a esa tradición del togliattismo posmoderno en la que hubo de comenzar su brillante carrera: pero también él ha empezado a perder a perder seguidores y la forma de partido de presidente carismático –como es SEL- tiene sus límites. El acuerdo con el PD lo ha comprometido totalmente. Queda claro que, a estas alturas, el PD ya no sabe qué hacer con los Forchettoni rossi de viejo estilo. En el horizonte se delinean mitologías bien distintas, las cuales apenas comenzamos a saborear con Renzi, el síndico de Firenze.

Las ruinas éticas y políticas de las ilusión de “refundar el comunismo”.

Han pasado veinte años de cuando en Italia se pretendió “refundar el comunismo” alrededor de los parlamentarios kabulistas e ingraianos del viejo PCI. Una gran ilusión que logró absorber y neutralizar de manera sustancial, por más de quince años, a lo que quedaba de la nueva izquierda italiana, de Democracia Proletaria a la sección italiana de la Cuarta Internacional, hasta los grupitos y grupúsculos locales, con frecuencia fruto de increíbles historias de escisiones y expulsiones.
Un ilusionismo que, en veinte años ha arruinado y desmoralizado a miles de militantes, en especial jóvenes; que casi ha destruido lo poco que logró sobrevivir de la cultura antagonista y subjetivamente revolucionaria de los años 60; que ha canalizado la energía y la generosidad de tantas personas en vuelcos y revuelcos, referendos perdidos de antemano y campañas propagandísticas sin resultado concreto pero firmemente dirigidas a producir una imagen vendible en el mercado electoral y a la participación en los juegos institucionales.
Veinte años, casi una generación… una generación políticamente reducida a cero por las coreografías de Refundación Comunista y PDCI y SEL con Prodi y D´Alema, con Di Pietro y en fin con Ingroia.
Se dirá que el juicio es exagerado e injusto respecto a tantos militantes generosos y tantas animadas iniciativas y luchas locales y sectoriales. Sí, admito que, tomado literalmente, es una hipérbole. Pero no por ello deja de estar muy cerca de lo real. Redimensionado, deshilachado y confuso, existe en Italia un “pueblo de izquierda” que se las arregla para desfilar en manifestaciones nacionales (muy, pero que muy infladas en los números) y a conducir beneméritas iniciativas locales y particulares luchas de resistencia. Sin embargo, a la salvaguarda y expresión de una identidad no corresponde en absoluto la capacidad de incidir realmente en las relaciones de fuerza y menos aun de concebir una perspectiva alternativa a la de la casta política italiana. Quiero decir alternativa en la práctica del presente, a nivel nacional y en la estrategia a largo plazo, no como manifestación de alteridad ideológica o existencial en cortejos multicolores que apenas le hacen cosquillas a la casta política y que los capitalistas ni siquiera toman en consideración… sino por los eventuales problemas de tránsito. Una alternativa que no se conciba en función de las elecciones que siempre son el destino puntual de todas esas vueltecillas típicas de los pseudomovimientos pseudosociales.
¿Se acuerdan de aquella iniciativa veraniega de “hacer Syriza en Italia”? Iniciativa casi tan risible como la fantasía de Diliberto de traer a Italia la momia de Lenin. A parte del pequeño detalle de las condiciones diferentes de la movilización de masas, una Syriza italiana no es posible además porque hay algo de pútrido en una izquierda que sigue aceptando como dirigentes a ex-ministros de gobierno del imperialismo italiano como Ferrero y Diliberto, gente que ha dado el voto de confianza parlamentario a Prodi como Cannavó y Rizzo, o el gobernador Vendola, sin hablar de la multitud de ex-asesores y consejeros regionales que sido cómplices del centroizquierda y que continúan o se empeñan en continuar la carrera política personal.
Durante casi veinte años, la izquierda post- PCI ha coqueteado con ese centroizquierda cuyo líder histórico (Prodi) tuvo el mérito de desmantelar el IRI, que inició la infinita reforma del sistema de pensiones, que introdujo y difundió los contratos de precarización del trabajo, que instituyó los CPT para atrapar emigrantes, dejando luego el puesto a D’Alema para bombardear Serbia…  

La ocasión para comenzar una nueva vida política, en sentido ético e intelectual

Es verdad que en las crisis el tiempo se acelera, pero esto no significa que se le pueda comprimir a voluntad o que pueda precipitarse hasta el punto de anular el pasado. Para un salto hacia adelante son necesarias ciertas condiciones: y en Italia la primera condición subjetiva es no dejarse engañar por los pícaros que anuncian periódicamente  “el giro de una época”, el “nuevo inicio”, la “iniciativa” resolutiva, hasta que giros e inicios no son olvidados y el ciclo recomienza. Los militantes que aspiran sinceramente a romper con el centroizquierda deberían comenzar por limpiar la casa de los profesionales de la política que logran quedar a flote a pesar de los desastres que han logrado causar: y tampoco es tan difícil identificarlos, dado que son, prácticamente, todos los que ocupan cargos dirigentes en estos partidos o instituciones. Que cada militante comience a preguntarse acerca de la historia político-personal de estos personajes y decida después si se podrá con ellos combatir contra el sistema o si no será más bien utilizado por ellos para defender el propio sistema.
Una profunda revolución ética y personal dentro de cada uno es la primera condición, pero solo una de las condiciones mínimas, para que, desde el propio seno del actual “pueblo de la ex izquierda”, se pueda empezar a razonar en términos de anticapitalismo. La otra es liquidar todo el peso muerto de la herencia de Togliatti y Stalin, en términos rigurosamente historiográficos, políticos e intelectuales.
Mucho habría que hablar acerca del papel que las mujeres radicalizadas pudieran jugar en este proceso (dada su relativa ausencia de las dinámicas corruptores de los Forchettoni, del autoritarismo machista y grosero de los aparatos), pero no lo podremos hacer aquí.

¿Y Utopía Roja?

En el seno de Utopía Roja somos muchos los que pensamos que la rabia y el disgusto respecto a la Casta política puede encontrar salida en la lucha por construir un Antiparlamento de los movimientos sociales: no institución del Estado o conferencia de burócratas o aspirantes a serlo, sino momento de discusión de los movimientos contra el Estado y el patronazgo. Sabemos muy bien que esta indicación tiene ahora solo un carácter propagandístico (y por añadidura ultra-minoritario, dado que en los últimos meses casi nadie ha querido ser portavoz de eses proyecto, junto a nosotros o por cuenta propia): un Antiparlamento puede solo existir en presencia de grandes movimientos de masa en vías de radicalización.
No obstante, la orientación política a favor de ese Antiparlamento tiene en el presente un efecto inmediato. Tácticamente, este se expresa en el rechazo a votar por la Casta o participar de cualquier forma en el espectáculo del mercadeo electoral. Significa excluir a priori cualquier posible compromiso con la Casta de centroizquierda: no un “no a Monti, sin embargo, si Bersani o Ingroia…”, sino un no rotundo, sin pretextos ni coartadas.  Adoptar la perspectiva del Anti-parlamento significa también contraponerse claramente a los grupos dirigentes de todos los partidos de la ex-izquierda, que se diferencian solo en el plano de las maniobras (que pasan por ser tácticas) a cumplimentar para llegar al objetivo común de la colaboración con el centro-izquierda, que piensan y actúan solo en función del éxito electoral y de la participación en los juegos institucionales.
Por esta razón, por infinitesimal que sea en sentido cuantitativo, Utopía Roja puede sentirse en sintonía con los muchos millones de italianos que han “ganado” estas elecciones: es decir, con aquella parte de la población que es, en los hechos, la más avanzada. Y no estamos en sintonía desde hoy, concluidas las elecciones, sino desde que nació Utopía Roja y en el curso de todas las campañas abstencionistas que siempre ha intentado (en vano) desarrollar en Italia. Hoy podemos sentirnos orgullosos de haber tratado de construir – campaña tras campaña electoral- un proyecto abstencionista colectivo, chocando directamente con la ceguera, el localismo y la incomprensión teórica del contexto político de los diversos sujetos contactados y no involucrados. Y esto mientras veíamos crecer, y describíamos en nuestros materiales, los orígenes de la radicalización anti-sistema y anti-institucional que estos resultados electorales están sacando a la luz.
Nuestra propuesta, adecuada a un régimen post-democrático ha caído siempre, no obstante, en el vacío, sin excepción y también en esta última vuelta electoral, si se observan las respuestas que hemos recibido de las llamadas “vanguardias políticas”.
Debería decir que este hecho es sorprendente. Al final de cuentas, el disgusto respecto a la Casta partidista-estatal y el abstencionismo son fenómenos macroscópicos: por lo tanto tal vez no sea necesario ser genios para comprender que estos hechos están llenos de potencialidades y que hay, de todos modos, que darles una respuesta específica en términos políticos generales. La no respuesta que hemos recibido de aquellos sujetos potencialmente involucrables es sorprendente también porque la idea del Antiparlamento de los movimientos sociales, momento de auto-gestión en la socialización de la decisión política que puede contraponerse al poder estatal y patronal, retoma la mejor lección de método, no sólo del marxismo (revolucionario o libertario) sino también del anarquismo.
Sorprende, en fin, que no se den cuenta de que lo que hoy es indispensable para reconstruir una perspectiva anticapitalista no es exhibir una “lista” de objetivos o algún modelo macroeconómico alternativo, sino demostrar concretamente la coherencia absoluta entre medios y fines, la capacidad de crear un atmósfera de rigor ético-político que no permita compromiso alguno con la Casta y sus instituciones.
¿Es esta una posición arrogante y presuntuosa o, para decirlo más gentilmente, “irrealista”? Sinceramente, me lo he preguntado. Mi respuesta es que no es una posición más arrogante que la de aquellos que se definen “comunistas “ y “pacifistas” pero están dispuestos a formar parte de un gobierno del imperialismo italiano (“¡pero sin Monti!”, dicen).
La posición del Antiparlamento no me parece más presuntuosa que la de quien pretende ser “partido revolucionario” mientras legitima de hecho un procedimiento condenado por millones de trabajadores, para obtener después una fracción decimal de los votos; no me parece ni siquiera una posición más irrealista que aquella que pretende estar “contra el Estado” y ser “anti-electoral siempre y como sea” pero no siente la necesidad de unir la debilidad propia a la de los otros para conducir una campaña anti-electoral y anti-estatal.
El hecho es que en estos últimos dos meses hemos tenido una confirmación definitiva de algo que ya habíamos constatado, en Italia más que en otras partes: es decir, que el cultivar el propio huertecillo, la auto-reproducción de la propia identidad ideológica, la sicología narcisista y megalómana del “lo hago yo solo”, llegan a prevalecer incluso sobre aquellas posibilidades de acción común o hasta de mera discusión que, idealmente, serían obvias, fluidas y razonables.
Se puede solo esperar que, en el futuro, no le corresponda a Utopía Roja el honor, del cual prescindiríamos gustosamente, de ser los únicos en sostener la posición del Antiparlamento como alternativa radical al parlamentarismo y al electoralismo, objetivo práctico coherente con el análisis científico, medio coherente con el fin, posición rigurosa en el plano ético-político.
Espero que los resultados de estas elecciones sean una buena lección. De lo contrario, habrá que esperar a las próximas…

Traducción: Omar Pérez

NOTAS 
* Término acuñado por la asociación política Utopia Rossa (Utopía Roja) y que designa a una sub-casta supuestamente “de izquierda” dentro de la gran casta política italiana.
** En italiano qualunquismo, término intraducible derivado de qualunque, que significa “cualquiera”.
*** En italiano legge truffa. El término data del 1953, cuando fue promulgada en Italia la primera “ley estafa”, que en la práctica consentía, como “premio” a quien hubiese alcanzado la mayoría relativa, obtener la mayoría absoluta de los escaños. Ahora la estafa ha llegado a niveles inimaginables: el PD con menos votos del M5 Estrellas consigue casi tres veces más escaños de diputados.

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