En un modo
que podría calificarse como explosivo, estas elecciones han confirmado la
tendencia emergente en los últimos años: casi 12 millones de ciudadanos se
negaron a besar la mano que los ha golpeado y que seguirá golpeándolos, si no
se la detiene finalmente.
En las elecciones
políticas de 2008, las abstenciones aumentaron en más de un millón y medio,
ello corresponde a un aumento de un seis por ciento, un salto enorme: las precedentes
aceleraciones del abstencionismo, en el 1979 tras el fracaso del “compromiso
histórico” de Berlinguer y en el 1996 después del primer gobierno Prodi, fueron
de un tres por ciento.
Con las
boletas en blanco y las anuladas el total de no votantes debería ascender a más
de 13 millones, casi un tercio de todo el cuerpo electoral.
El mínimo histórico
de participación en las elecciones políticas
Este del 2013 es el mínimo histórico de participación en las elecciones
políticas de la República Italiana: y si hace algunas décadas habría podido tal
vez considerar este dato como ambiguo, hoy, por el contrario, en pleno régimen
post-democrático, considero que es mi deber alegrarme, como debería alegrarse
todo aquel que odie el capitalismo y sus instituciones.
Al abstenerse, una parte creciente de la ciudadanía italiana se ha negado
conscientemente a participar en el rito de legitimación de la casta
partídico-estatal. Estos ciudadanos al menos han intuido la naturaleza
post-democrática del régimen y han sacado de ello la consecuencia lógica: lo
boicotean. Han rechazado el engaño de la sociedad del espectáculo y del
mercadeo político, no se han prestado a consolidar un orden determinado del
gobierno oligárquico del estado.
Abstenerse
ha sido un acto mínimo de dignidad; y es un paso adelante para reafirmar,
contra las castas política y la institución que la representa, que las vías
para la expansión de la democracia y la defensa y extensión de los derechos
sociales no solo pasa fuera del parlamento sino que ya se contrapone a este.
Además, aunque en menor medida, también en el voto por el Movimiento 5 Estrellas
se expresa un claro rechazo a la casta, si no también de la institución
parlamentaria (en un régimen post-democrático).
Y bien, si a la abstención sumamos el voto por el Movimiento 5 Estrellas,
se debe decir que casi la mitad de los ciudadanos italianos se han expresado de manera
inequívoca contra el conjunto de los partidos de gobierno o que han gobernado
(incluyendo a los verdes, la izquierda post-PCI y los últimos que han llegado a
la pseudo “sociedad civil”).
La crisis de
representatividad del sistema de los partidos
Hay que
comprender bien las implicaciones de este hecho descomunal: sobre la base de estas
elecciones, la crisis de representatividad del sistema de los partidos, el
auténtico soberano político ha dado un salto de calidad. Tal vez, ni siquiera
en los tiempos de Tangentopoli, que condujera no obstante a la caída de la
Democracia cristiana y del viejo centro-izquierda, fue tan grave la crisis de
representatividad. En aquel entonces, la salida a la crisis de
representatividad fueron los plebiscitos para modificar el sistema electoral,
que vencieron con porcentajes del 95% y del 82% de los votos válidos. Hace
veinte años la mayoría de los ciudadanos cayeron en un trampa: tal como se
presentó, la (contra)reforma debería haber “acercado” la política a los
ciudadanos, conducir a un sistema bipartidista y más estable, reforzar la
gobernabilidad del país. En realidad, el desmantelamiento del sistema electoral
proporcional fue el ataque más grave jamás realizado a los derechos políticos
en Italia: y la responsabilidad por su éxito hay que atribuirla al Partido
democrático de la izquierda, heredero del PCI y progenitor del actual PD.
Esta vez,
por el contrario, los ciudadanos se pronunciaron no tanto contra este o aquel
partido sino contra el conjunto de los partidos y políticas por ellos
perseguidas desde hace dos décadas.
El no voto ha adquirido por consiguiente
una validez progresista contra el conservadurismo político, el cinismo y la obra de destrucción de
los derechos sociales efectuada durante veinte años ya sea por el
centro-derecha como por el centro-izquierda, este último con la ayuda de
Refundación comunista, el PDCI y los Verdes.
Utopía roja:
de la crítica a los Forchettoni rossi*
al Anti-parlamento de los movimientos
En tanto que Utopía Roja, estuvimos en sintonía con aquella mayoría de
electores que, en el 2008, castigaron a los “comunistas” que sostuvieron, todos
y hasta las últimas fuerzas, al gobierno imperialista y “social-liberista” de
Prodi. Entonces, antes de las nuevas elecciones, publicamos I Forchettoni rossi, un libro en el cual explicábamos,
en modo ecuánime pero riguroso, en términos históricos, sociológicos y
lingüísticos, las razones del oportunismo congénito de Refundación comunista,
el PDCI y los Verdes. Con nuestras débiles fuerzas intentamos hacer más sólidas
y, por ende, más constructivas las razones de la justa desilusión.
En el 2013,
podemos decir que estamos en sintonía con los millones de electores que se
abstuvieron. Hemos explicado y seguiremos explicando racionalmente los motivos
de la degradación política e ideal de los partidos y la obsolescencia del
parlamentarismo. Y hemos propuesto un objetivo, el del Antiparlamento de los movimientos sociales que, aun cuando no sea
inmediatamente realizable, constituye siempre un puente entre la indignación y
el disgusto en el presente y una praxis anticapitalista y anti-institucional en
el futuro. Pero la perspectiva estratégica del Antiparlamento comporta
consecuencias inmediatas en la actitud respecto a los partidos y el Estado. Volveré sobre
el tema en la conclusión. Por ahora puedo decir que nuestra microscópica y orgullosamente desposeída
asociación se ha ganado un puesto de honor ideal en un fenómeno de masas denso
en potencialidades liberadoras. Como mínimo, estamos junto a aquellos que han
optado por la libertad y la dignidad.
Los
trabajadores que han votado por el centroizquierda están profundamente
alienados, en el plano político, de los propios intereses de clase. Los
comunistas y pacifistas que han votado por Revolución civil, han sido una vez
más víctimas de las ilusiones electoralistas inculcadas durante décadas de togliattismo
e ingraismo (con Bertinotti como último intérprete y Ferrero como sepulturero).
También ellos sufren de una condición de alienación subjetiva, atrapados en una
retórica izquierdosa cada vez más vacía y en el mito de la representatividad de
una izquierda cada vez más genérica y carente de médula, dirigida por una
subcasta de profesionales de la política cuya razón de existir es el puesto
institucional y el financiamiento estatal al partido. En fin, quien ha votado
por el PCI o el PDAC demuestra no haber comprendido la sustancia de la lección
de Lenin acerca del uso táctico de la participación en las elecciones, a
valorar cada vez según el cuadro político general y, en especial, en función de
la contribución de la propaganda electoral a la radicalización política de los
sectores laborales.
Los
trabajadores y trabajadoras que se abstuvieron son, por el contrario, ajenos al
sistema de los partidos y del Estado imperialista italiano pero dueños de sí
mismos. Es este fenómeno progresivo, que posee objetivamente una potencialidad
anti-institucional y de radicalización política, el referente “electoral” de
Utopía Roja.
Superioridad
moral y política del abstencionismo
Pero, ¿cómo… el abstencionismo no es indolencia?** ¿No
será un modo de hacerle el juego a la derecha? ¿No es resignación? Y el elector
de Ingroia o de Ferrando, ¿no será políticamente más evolucionado que el
abstencionista?
No, no es así, o ya no. La ecuación entre abstención e indiferencia,
admitiendo que en su condición genérica haya sido válida alguna vez, y no lo
fue, resulta obsoleta e inútil cuando los partidos se convierten en órganos del
Estado y el Parlamento deja de ser caja de resonancia, por imperfecta que sea,
del conflicto social. Por motivos estructurales, el órgano legislativo no es
ahora más que la sede del registro de decisiones tomadas en el vértice de los
partidos y del gobierno.
Por el contrario, frente a la oligarquía bipartidista, al transformismo
extensivo, al chantaje innoble e hipócrita del “votar es lo menos malo”, el
abstencionismo es hoy una elemental medida de defensa de la propia autonomía
del juicio ético y político. Es una sana y progresiva reacción a la antipolítica
real, esta sí “indolente”, de la política parlamentaria e institucional.
Por lo tanto, la parte políticamente más avanzada del pueblo italiano no
es aquella que ha votado por Bersani, Vendola o Ingroia. Quien, con tal de
“derrotar” a Berlusconi o a Maroni, ha votado por ese centro-izquierda que ha
sido el sostén más fiel de Monti, no ha hecho más que nadar para morir en la
orilla. Quien vota para evitar lo peor no se da cuenta de que el empeoramiento
es continuo. Quien en el 2013
ha votado por Ingroia no ha hecho más que tratar de
volver a llevar al Parlamento una lógica política y un personal que, debido a
su oportunismo, fueron justamente rechazados en el 2008 por dos millones de
personas, el 70% aproximadamente del electorado de las formaciones “comunistas”
y verdes del 2006. La lista Ingroia no ha sido más que el intento patético de apiñar
todo lo apiñable, de raspar el fondo del barril, aliándose inclusive con Di
Pietro, con tal de volver al Parlamento.
Independientemente de las intenciones individuales, de la identidad
ideológica de cada cual, del hecho de entusiasmarse por la bandera roja o por los
falsos mitos y ritos lúgubres de un comunismo que todavía rezuma estalinismo, y
sobre todo, independientemente de la ilusión de hacer “propaganda
revolucionaria en el seno de las instituciones burguesas”, quien, a lo largo de
la campaña, ha votado por Ingroia, Diliberto, Ferrero o Di Pietro, no ha hecho
otra cosa que confirmar el poder del sistema de los partidos sobre los
ciudadanos. En particular, sobre aquel
exiguo sector de ciudadanos provenientes
de la ex izquierda o ex extrema izquierda. Y más grave aun es el hecho de que
tal vez se haya votado sabiendo que se votaba por personajes que ya han estado
en el gobierno y era, por ende, posible valorar su actuación, si no
directamente como arribistas, corruptos y “cambiacasacas”.
El voto, aunque sea «por la izquierda», se ha
vuelto ya un voto conservador
La acción
política ha de ser evaluada en base a su significado objetivo y sus resultados,
no según las buenas intenciones, las esperanzas y las auto-definiciones. Y
entonces, las trabajadoras y trabajadores que votan por el PD, premian a un
partido que no defiende ni siquiera sus mínimos intereses de clase,
limitándose, si acaso, a dorar la amarguísima píldora. Quien votó por Ingroia y
los forchettoni
rossi de diverso calibre, votó por quienes no aguardan más que la
posibilidad, o la excusa, de colaborar con un gobierno nacional de
centro-izquierda, así como lo hicieron en el pasado y lo hacen aún en las
Regiones, cada vez que pueden. Quien votó por partidos que se pretenden anticapitalistas
puede que tenga incluso una fuerte identidad ideológica pero, objetivamente, se
presta para legitimar el procedimiento de selección de la élite política. ¿A cambio de qué, a fin de cuentas? ¿De alguna inofensiva e invisible
aparición televisiva y del 0,26% de los
electores, de los cuales solo una parte serán trabajadores?
El hecho de
ir a votar, en la ilusión de que aún exista una “izquierda” alternativa a la
“derecha”, significa hoy cumplimentar un acto políticamente conservador; quien
vota por los partidos del sistema parlamentario existente demuestra, en los
hechos y en esta coyuntura particular destinada a agravarse en lo adelante,
tener una conciencia política inferior a la del abstencionista, por muy
confusas que sean las motivaciones de este.
En plena
crisis de la post-democracia
El juicio de
quien escribe sobre las llamadas instituciones representativas en Italia, es
severo en extremo. Más de una vez he argumentado con amplitud las razones por
las cuales en las dos décadas finales del siglo pasado, en todos los países
capitalistas desarrollados, no solo en Italia, se completaron ciertos procesos
que han modificado estructuralmente la relación entre Estado y ciudadanos.
Procesos que se pueden resumir en el concepto de post-democracia: un régimen
que no es en absoluto iliberal, que no es abiertamente autoritario a nivel de
las masas y menos aún dictatorial, pero en el cual se ha conseguido plenamente
la integración entre aparatos de partido y de Estado. Lo que de ello resulta,
en pocas palabras, es que la función de
gobierno aplasta la función “representativa”; que siempre y en todo caso
los derechos e intereses mínimos de los trabajadores y comunes ciudadanos
quedan subordinados a los intereses del capital industrial, financiero,
comercial; que, en términos reales y en cuanto a las cuestiones fundamentales,
la distinción entre partidos de derecha e izquierda es obsoleta, ya que todos
convergen en torno a los mismos intereses patronales. El último toque a la
transformación post-democrática ha venido, justamente, de la degeneración final
e irreversible de los viejos partidos del movimiento obrero.
Esto
significa también que la llamada izquierda y las coaliciones de centro-izquierda,
de Inglaterra a Italia y de España a Alemania, no pueden considerarse como
soluciones a los problemas de la democracia representativa o come protagonistas
del renacimiento de los derechos económicos y sociales. Al contrario, estos
partidos o coaliciones son parte integrante del régimen capitalista
post-democrático; actores de la reducción de la política a espectáculo
mediático y personalista; órganos estatales más que de la “sociedad civil”;
programáticamente convergentes en tanto que fracciones políticas de los
diversos capitalismos nacionales que se reparten los espacios dentro del mercado
político; verdaderos sujetos de la antipolítica, si por política se entiende la
capacidad de movilización autónoma de la ciudadanía. Detrás de todo esto no hay
ningún “complot de la banca” o imposición por parte del “extranjero”; no se
trata de la hegemonía de la derecha o de un fenómeno vinculado a una corriente
ideológica en particular. Se trata, repito, de un fenómeno estructural e
internacional, relativo a la transformación de las relaciones entre Estado y
economía mundial y entre Estado y partidos; del resultado de un proceso largo e
irreversible pero con raíces profundas en el poder clasista a nivel del Estado.
Algunos datos para reflexionar
Los
resultados de estas elecciones son una oportunidad para observar de cerca el
cuadro político italiano. Si en política valiera en verdad el principio de
confrontar las palabras y los hechos, reexaminar críticamente las
interpretaciones y las previsiones, corregir el análisis y echar a los
dirigentes que han fracasado, entonces la izquierda italiana debería retirarse
a un convento a meditar.
En la tabla
resumo los resultados casi definitivos para la Cámara: los porcentajes han sido calculados a partir de la totalidad del cuerpo
electoral, no solo a partir de los votos válidos. Cuando el abstencionismo
alcanza los niveles actuales, esta es ya una operación indispensable, si se
quiere tener una idea correcta del consenso electoral de los partidos.
Viceversa, razonar solo a partir de los votos válidos es ahora mistificador e
instrumental, una operación útil solo para el cálculo de la repartición de los
escaños en el cuadro de una normativa electoral antidemocrática.
Elecciones 2013 – Cámara de diputados – Cálculo de los resultados de las
elecciones a partir del conjunto de los
electores
|
||||
Valores absolutos
2013
|
Votantes en %
de los electores 2013
|
Valores absolutos
2008
|
Votantes en %
de los electores 2008
|
|
PD
|
8.642.700
|
18,4
|
12.095.306
|
25,71
|
SEL
|
1.090.802
|
2,3
|
||
Coalición centro-izquierda
|
10.047.020
|
21,4
|
13.689.330
|
29,1
|
Di Pietro - IDV
|
1.594.024
|
3,38
|
||
Arcoiris
|
1.124.298
|
2,38
|
||
Ingroia
|
765.054
|
1,6
|
||
PDL
|
7.332.121
|
15,6
|
13.629.464
|
28,97
|
Liga norte
|
1.390.156
|
3,0
|
3.024.543
|
6,42
|
Coalición centro-derecha
|
9.923.100
|
21,2
|
17.064.506
|
36,27
|
M5 Estrellas
|
8.688.545
|
18,5
|
||
Monti - coalición
|
3.591.560
|
7,7
|
||
PCL
|
89.970
|
0,2
|
208.296
|
0,4
|
La
peculiaridad italiana en el cuadro internacional es que entre nosotros la
involución post-democrática está más avanzada y es más nauseabunda que en otros
países. Y es precisamente así porqué, entre todos los países capitalistas desarrollados,
Italia ha tenido el partido comunista y
la izquierda más amplios. La mutación del PCI en un partido que es expresión directa de
los intereses del capital fue el efecto último de un proceso puesto en marcha
por el “compromiso histórico” de Berlinguer y por el vacío consiguiente a la
exclusión del PCI de la mayoría parlamentaria, cuando el sedicioso compromiso
hubo cumplido su función. Se puede decir, por lo tanto, que la degeneración
política, ideal y personal de la izquierda italiana es más profunda y general
que en otras partes. Y se trata de una degeneración a la cual no han escapado
ni siquiera los partidos sucesores del PCI, de Refundación comunista a SEL, sin
olvidar a los Verdes.
El cuento del «régimen»
berlusconiano
Durante
años se ha hablado mucho acerca de la existencia o la formación de un régimen
berlusconiano específico. En cada campaña electoral (y no solo) se ha
lanzado el grito de alerta ante el peligro autoritario proveniente de la
“derecha”, se ha hablado a diestra y siniestra de catástrofe y hasta de un
nuevo fascismo. Sin lugar a dudas, por muchos años Silvio Berlusconi ha sido,
dentro del zoo político italiano, el animal mejor capacitado para manejar la
espectacularización de la política y para construir consenso alrededor de una
imagen personal. Ciertamente, Berlusconi ha tenido una agenda institucional
peculiar, dictada por la autodefensa, en tanto que gran empresario y corruptor:
nadie como él se ha tomado tanto empeño en desacreditar la magistratura. Mas si
se tiene en cuenta lo anteriormente dicho acerca de la post-democracia como
hecho internacional, se deberá entender el
centro-derecha berlusconiano solo como un componente del régimen
post-democrático, completado necesariamente por el componente del
centro-izquierda. Berlusconi ha sido, más que causa, efecto de la
post-democracia nacional. Los gritos de alarma por el “régimen”, la
“videocracia”, el “populismo”, etc., al reducir la esencia de los problemas al
hecho de “golpear a la derecha” a cualquier costo, han mistificado la realidad.
Para los sucesores del PCI, el anti-berlusconismo a toda costa ha sido
necesario para justificar la alianza con el centro-izquierda que, en efecto, ha
sido el verdadero protagonista del llamado neoliberalismo italiano que hubo de
consolidarse entre fines del 1994 y el 2001, con la larga serie de gobiernos de
centro-izquierda o de “técnicos” apoyados por aquel (de Dini, pero antes
también de Ciampi).
Una vez más, Berlusconi ha demostrado ser un gran vendedor: en apariencia
ha recuperado gran parte del consenso que había perdido. Pero solo en
apariencia: en el momento en el que escribo, la coalición berlusconiana ha
obtenido poco más del 20% de los votos del electorado. En realidad, tanto el
PDL como la Liga Norte han perdido casi la mitad de los votos. Entre el 1994 y
el 2008, el total de votos para Forza Italia, Alianza Nacional (incluyendo el
PDL, tras la fusión de estos partidos) y Liga Norte, en las elecciones a la
Cámara, osciló entre un mínimo de 15, 5 millones en el 2006 y un máximo de 17,
3 millones en 1996 (es decir, respectivamente, entre el 33% y el 35% de los
electores). Hoy, entre el PDL y la Liga Norte totalizan menos de diez millones
de votos.
Un golpe también al “Montismo” de
Napolitano
Cuando el presidente Napolitano encargó a Mario Monti que formara
gobierno, mucho se parloteó de “golpe de Estado”, de “injerencia extranjera”.
En verdad, el gobierno Monti fue expresión de la convergencia post-democrática
de centro- derecha y centro-izquierda; no fruto de la “dictadura de los bancos”
o de la señora Merkel sino de la voluntad de salvaguardar la casta
italiana. Respecto a ese proyecto, Monti sale redimensionado y Napolitano algo
desacreditado.
Ningún gobierno italiano ha gozado jamás de tan amplio sostén parlamentario
como el de Monti: con un voto de confianza de 556 a favor y solo 61 en
contra. Como Comisario europeo, Monti fue bipartidista y tuvo en el parlamento
nacional el apoyo tanto del centro-derecha como del centro-izquierda. ¿De qué golpe de estado se habla? El punto es que, como era
previsible, el gobierno Berlusconi se había mostrado totalmente incapaz de
afrontar los efectos de la crisis económica y de llevar a cabo las “reformas”
consideradas necesarias tanto por el capital internacional como por el
nacional. Era preciso cambiar de caballo. Pero el
caballo más confiable para el capital internacional - el centro-izquierda al cual
se debe la privatización del IRI, la precarización del trabajo, la
contrarreforma del sistema de pensiones y bienestar social- no estaba listo en
aquel momento. Tanto mejor, en definitiva, si la responsabilidad por las
medidas inmediatas, drásticas e impopulares podía ser descargada sobre los
“técnicos”, el Banco central europeo, la Comisión europea, el “complot
anti-nacional”.
No obstante, y una vez más, fue el centro-izquierda el más fiel sostenedor de Monti y, una vez más,
Berlusconi resultó ser lo bastante astuto para tomar distancia del gobierno de
los profesores, cuando esta ya había hecho el trabajo sucio, buscando
capitalizar parte de la protesta popular. La
verdad paradójica es que el demagogo Berlusconi ha “quedado más a la izquierda”
que el ex-comunista Bersani.
Una derrota
del centro-izquierda disfrazada de victoria electoral
En el senado, el centro-izquierda perderá, por lo que parece, cerca de
tres millones de votos, obteniendo el 23% de los votos sobre el total
de votantes (o el 31% de los votos válidos) contra el 29% del 2008 (o el 38% de
los votos válidos). La relación de fuerza entre centro-derecha y
centro-izquierda en el Senado es sustancialmente de paridad, lo cual es
precisamente lo que auguraba recientemente el anti-berlusconiano The economist, el semanario liberal más
inteligente a escala mundial, porque este resultado habría obligado al buen
Bersani a aliarse con el óptimo Monti. Sin embargo, con cerca de 7, 2 millones
de votos, el 17% del electorado (más del
24% de los votos válidos), el éxito extraordinario del Movimiento 5 Estrellas
ha cambiado la movida. Bersani ha perdido demasiado y la “entrada en la
política” de Monti no ha significado a fin de cuentas gran cosa: el Profesor
obtuvo el consenso de un modesto 6% de los electores (9% de los votos válidos).
Por
lo tanto, centro-izquierda y centro-derecha siguen perdiendo masivamente votos,
llegando a una situación casi de paridad: lo cual es una derrota política para
Bersani. En efecto, el centro-izquierda nunca ha logrado vencer verdaderamente,
con una diferencia significativa, al centro-derecha: en el 2006 “venció” en las elecciones a la Cámara por una diferencia de
solo 24.755 votos.
Por un pelo,
Bersani logrará tener en la Cámara una mayoría ínfima, gracias al premio de la
actual “ley estafa”***;pero
no habrá mayoría en el Senado.
La
situación, por lo tanto, parece tender a la ingobernabilidad y, aun si de
alguna manera debería formarse un gobierno que por un tiempo siga adelante, la
posibilidad de que se produzcan nuevas elecciones anticipadas es, de todos
modos, seria.
Los calculados ataques al Movimiento
5 Estrellas
Por razones
de evidente competencia, todos los partidos se lanzaron contra el Movimiento 5
Estrellas. Tanto la izquierda “ingroiana” como la “ingraiana”, pero también
aquella presuntamente “comunista” y “revolucionaria”: todos ellos fingieron no
ver los procesos de radicalización que estaban madurando detrás del M5Estrellas
y se distinguieron propinando golpes bajos, desempolvando viejas terminologías
de las cuales, para colmo, ignoran el significado (piénsese en la acusación de
“populismo”) y comparaciones implausibles con aquellos movimientos que precedieron
al fascismo. En algunos casos, se llegó casi al delirio y en muchos se trata
simple y llanamente de ignorancia de las categorías históricas empleadas.
Por ejemplo,
leo en el comunicado del 25 de febrero del PCL ferrandiano – cuyo uso
“revolucionario” de las instituciones burguesas ha producido resultados que se
aproximan al 0,3% en el Senado y al 0,2% en la Cámara – que “la remoción de la
oposición social a los gobiernos del capital financiero, ha conseguido entregar
a la reacción, vieja y nueva, amplios sectores de la población pobre y del
propio mundo del trabajo”. De la “reacción que avanza” (sic) formaría parte “un
gurú millonario que reivindica la abolición del sindicato en cuanto tal”, es
decir Grillo. Por el contrario, se debería decir que la reacción avanza a causa
del éxito de Grillo, porque la “vieja” reacción continúa retrocediendo: en la
Cámara, respecto al 2008,
centroizquierda, centroderecha y centro (UDC y Monti) han perdido nada más y
nada menos que ¡9 millones de votos! Dejando a un lado las
menudencias. Pero el PCL
parece no percibir este dato enorme, cegado tal vez por el hecho de haber
perdido, en el voto por la Cámara, más de 118 mil votos, el 57% del electorado
“revolucionario” del 2008 (que, presumiblemente no ha votado por Bersani ni
tampoco por Ingroia). Quizás es esta “atrocidad” lo que ellos entienden
como “la derrota del movimiento obrero” (sic).
Ni siquiera
se me ocurriría defender a Grillo por esta o aquella declaración más o menos
infeliz o más o menos reaccionaria, mucho menos atribuirle algún título
“revolucionario”. El Movimiento 5 Estrellas es un fenómeno típico de las post-democracias,
no solo de la italiana: el cierre oligárquico del sistema de partidos y la
percepción de cuán grande es su corrupción, puede generar “movimientos”
anti-partidistas que catalizan la protesta en el plano electoral. Se trata con
frecuencia de movimientos ideológicamente derechistas, racistas y xenófobos.
Incluir al Movimiento 5 Estrellas en esa categoría, a partir de las
declaraciones de Grillo o del trasfondo de su marketing político es, sin
embargo, sumamente forzado; es además, metodológicamente hablando, lo
contrario, no digo ya del método marxiano, sino de la historiografía moderna y
es que las teorías complotísticas de la historia habrían de ser devueltas a la
basura. Lo que debe importar es el valor anti-oligárquico objetivo del éxito de
Grillo y la aspiración democrática que se ha expresado en el voto por este
“movimiento”.
Primeros elementos de una crítica a
Grillo
Tendremos
que volver, con mayor calma y fuera del contexto electoral, a analizar la
naturaleza del movimiento dirigido por Grillo, tras haber visto el
comportamiento de sus parlamentarios en las instituciones.
La crítica
que ahora debe hacerse, es que el impulso anti-oligárquico presente de manera espontánea entre los jóvenes, la
población laboral o desocupada haya sido conducido por Grillo hacia el terreno
electoral y parlamentario: sin Grillo, el abstencionismo habría sido aun mayor.
Y esta formación de génesis electoralista será, más tarde o más temprano, la
causa de la ruina del Movimiento 5 Estrellas que ha dejado ver, durante la
campaña electoral, algunas fisuras internas, resueltas con el instrumento más
viejo y absurdo que se pueda imaginar: la expulsión de los disidentes. Ya
veremos como se comportará los parlamentarios de Grillo en el Parlamento: si se
mantendrán unidos o ocurrirá una diáspora, la enésima; si votarán de modo
implacable contra las medidas del gobierno o no; si serán capaces de llevar el
conflicto fuera del Parlamento, en esas plazas que llenaron de manera
gigantesca antes de las elecciones; si también ellos, y en qué medida, se
convertirán, a todos los efectos, en profesionales de la política, por ende
miembros de la Casta, por ende Forchettoni rossi, por muy anómalos y hasta
dinámicos que sean. Mis previsiones no son nada optimistas y en este sentido
habrá que seguir muy de cerca al Movimiento 5 Estrellas. La izquierda que aún
se considera revolucionaria (pero ¿de qué estamos hablando?) debería haberlo
hecho ya durante la campaña electoral, no con fotomontajes y anatemas, sino
desde una posición coherentemente anti-electoral, anti-castas y
anti-parlamentaria, haciendo así evidente la contradicción fundamental del
movimiento: la ilusión de poder revitalizar las instituciones de un régimen
post-democrático corrupto y podrido. El hecho es que quien decide participar de
todos modos en las elecciones, obviamente no está preparado para una operación
semejante.
Desaparición de los Forchettoni
rossi de viejo estilo
El voto por
las sediciosas misiones de paz del 19 de julio del 2006, fue el bautismo de los
forchettoni rossi de Refundación Comunista (cuya dirección se había convertido,
de modo repentino y masivo, a la no violencia), del PDCI y de los Verdes, y el
acta de defunción ideal de la izquierda post-PCI, sustancialmente ingraiana.
Las
elecciones políticas del 2008 iniciaron la agonía de esta misma izquierda,
penalizada por los electores debido a su lenguaje ambiguo y cínico oportunismo,
y también la diáspora de los Forchettoni rossi, divididos tácticamente respecto
a cómo llegar a colaborar con el centroizquierda también a nivel nacional,
además de regional y local.
Con toda
probabilidad, las elecciones políticas del 2013 serán recordadas como el acta de defunción electoral de la izquierda
post-PCI. La lista Revolución Civil del ex magistrado Ingoia – en la cual
también confluyó Italia de los Valores, partido sin ningún tipo de programa político-social y ya orgánicamente
parte de la coalición imperialista de centroizquierda- obtuvo en la Cámara
cerca de la mitad de los votos que fueran del IDV en el 2008 y un tercio de la
suma de los votos del IDV y de la Lista Arcoiris del 2008. Ello corresponde al
1,6% del electorado y al 2,2% de los votos válidos: más que un fiasco, un
descalabro humillante. Tampoco los resultados habrían mejorado mucho si Vendola
y SEL hubieran permanecido con los otros Forchettoni rossi en vez de subscribir
el acuerdo con el PD: juntos habrían totalizado menos del 4% del electorado
total (los que tienen derecho al voto), pero más del 4% respecto a los votos
expresados realmente y, por lo tanto, habían logrado volver al Parlamento. Como
buen actor en la escena del espectáculo político, el imaginativo Vendola supo
venderse más caro, regresando prácticamente a esa tradición del togliattismo
posmoderno en la que hubo de comenzar su brillante carrera: pero también él ha
empezado a perder a perder seguidores y la forma de partido de presidente
carismático –como es SEL- tiene sus límites. El acuerdo con el PD lo ha comprometido totalmente. Queda
claro que, a estas alturas, el PD ya no sabe qué hacer con los Forchettoni
rossi de viejo estilo. En el horizonte se delinean mitologías bien distintas,
las cuales apenas comenzamos a saborear con Renzi, el síndico de Firenze.
Las ruinas éticas y políticas de
las ilusión de “refundar el comunismo”.
Han pasado veinte años de cuando en Italia se pretendió “refundar el
comunismo” alrededor de los parlamentarios kabulistas e ingraianos del viejo PCI.
Una gran ilusión que logró absorber y neutralizar de manera sustancial, por más
de quince años, a lo que quedaba de la nueva izquierda italiana, de Democracia
Proletaria a la sección italiana de la Cuarta Internacional, hasta los grupitos
y grupúsculos locales, con frecuencia fruto de increíbles historias de
escisiones y expulsiones.
Un ilusionismo que, en veinte años ha arruinado y desmoralizado a miles
de militantes, en especial jóvenes; que casi ha destruido lo poco que logró
sobrevivir de la cultura antagonista y subjetivamente revolucionaria de los
años 60; que ha canalizado la energía y la generosidad de tantas personas en
vuelcos y revuelcos, referendos perdidos de antemano y campañas propagandísticas
sin resultado concreto pero firmemente dirigidas a producir una imagen vendible
en el mercado electoral y a la participación en los juegos institucionales.
Veinte años, casi una generación… una generación políticamente reducida a
cero por las coreografías de Refundación Comunista y PDCI y SEL con Prodi y D´Alema,
con Di Pietro y en fin con Ingroia.
Se dirá que el juicio es exagerado e injusto respecto a tantos militantes
generosos y tantas animadas iniciativas y luchas locales y sectoriales. Sí,
admito que, tomado literalmente, es una hipérbole. Pero no por ello deja de
estar muy cerca de lo real. Redimensionado, deshilachado y confuso, existe en
Italia un “pueblo de izquierda” que se las arregla para desfilar en
manifestaciones nacionales (muy, pero que muy infladas en los números) y a
conducir beneméritas iniciativas locales y particulares luchas de resistencia.
Sin embargo, a la salvaguarda y expresión de una identidad no corresponde en
absoluto la capacidad de incidir realmente en las relaciones de fuerza y menos
aun de concebir una perspectiva alternativa a la de la casta política italiana.
Quiero decir alternativa en la
práctica del presente, a nivel nacional y en la estrategia a largo plazo, no
como manifestación de alteridad ideológica o existencial en cortejos
multicolores que apenas le hacen cosquillas a la casta política y que los
capitalistas ni siquiera toman en consideración… sino por los eventuales
problemas de tránsito. Una alternativa que no se conciba en función de las
elecciones que siempre son el destino puntual de todas esas vueltecillas
típicas de los pseudomovimientos pseudosociales.
¿Se acuerdan de aquella iniciativa veraniega de “hacer Syriza en Italia”?
Iniciativa casi tan risible como la fantasía de Diliberto de traer a Italia la
momia de Lenin. A parte del pequeño detalle de las condiciones diferentes de la
movilización de masas, una Syriza italiana no es posible además porque hay algo
de pútrido en una izquierda que sigue aceptando como dirigentes a ex-ministros
de gobierno del imperialismo italiano como Ferrero y Diliberto, gente que ha
dado el voto de confianza parlamentario a Prodi como Cannavó y Rizzo, o el
gobernador Vendola, sin hablar de la multitud de ex-asesores y consejeros
regionales que sido cómplices del centroizquierda y que continúan o se empeñan
en continuar la carrera política personal.
Durante casi veinte años, la izquierda post- PCI ha coqueteado con ese
centroizquierda cuyo líder histórico (Prodi) tuvo el mérito de desmantelar el
IRI, que inició la infinita reforma del sistema de pensiones, que introdujo y
difundió los contratos de precarización del trabajo, que instituyó los CPT para
atrapar emigrantes, dejando luego el puesto a D’Alema para bombardear Serbia…
La ocasión para comenzar una nueva
vida política, en sentido ético e intelectual
Es verdad
que en las crisis el tiempo se acelera, pero esto no significa que se le pueda
comprimir a voluntad o que pueda precipitarse hasta el punto de anular el
pasado. Para un salto hacia adelante son necesarias ciertas condiciones: y en
Italia la primera condición subjetiva es no dejarse engañar por los pícaros que
anuncian periódicamente “el giro de una
época”, el “nuevo inicio”, la “iniciativa” resolutiva, hasta que giros e
inicios no son olvidados y el ciclo recomienza. Los militantes que aspiran
sinceramente a romper con el centroizquierda deberían comenzar por limpiar la
casa de los profesionales de la política que logran quedar a flote a pesar de
los desastres que han logrado causar: y tampoco es tan difícil identificarlos,
dado que son, prácticamente, todos los que ocupan cargos dirigentes en estos
partidos o instituciones. Que cada militante comience a preguntarse acerca de
la historia político-personal de estos personajes y decida después si se podrá
con ellos combatir contra el sistema o si no será más bien utilizado por ellos
para defender el propio sistema.
Una profunda
revolución ética y personal dentro de cada uno es la primera condición, pero
solo una de las condiciones mínimas, para que, desde el propio seno del actual
“pueblo de la ex izquierda”, se pueda empezar a razonar en términos de anticapitalismo.
La otra es liquidar todo el peso muerto de la herencia de Togliatti y Stalin,
en términos rigurosamente historiográficos, políticos e intelectuales.
Mucho habría
que hablar acerca del papel que las mujeres radicalizadas pudieran jugar en
este proceso (dada su relativa ausencia de las dinámicas corruptores de los
Forchettoni, del autoritarismo machista y grosero de los aparatos), pero no lo
podremos hacer aquí.
¿Y Utopía Roja?
En el seno
de Utopía Roja somos muchos los que pensamos que la rabia y el disgusto
respecto a la Casta política puede encontrar salida en la lucha por construir un Antiparlamento de los movimientos
sociales: no institución del Estado o conferencia de burócratas o
aspirantes a serlo, sino momento de discusión de los movimientos contra el
Estado y el patronazgo. Sabemos muy bien que esta indicación tiene ahora solo
un carácter propagandístico (y por añadidura ultra-minoritario, dado que en los
últimos meses casi nadie ha querido ser portavoz de eses proyecto, junto a
nosotros o por cuenta propia): un Antiparlamento puede solo existir en
presencia de grandes movimientos de masa en vías de radicalización.
No obstante,
la orientación política a favor de ese Antiparlamento tiene en el presente un
efecto inmediato. Tácticamente, este se expresa en el rechazo a votar por la
Casta o participar de cualquier forma en el espectáculo del mercadeo electoral.
Significa excluir a priori cualquier posible compromiso con la Casta de
centroizquierda: no un “no a Monti, sin embargo, si Bersani o Ingroia…”, sino
un no rotundo, sin pretextos ni coartadas. Adoptar la perspectiva del Anti-parlamento
significa también contraponerse claramente a los grupos dirigentes de todos los
partidos de la ex-izquierda, que se diferencian solo en el plano de las
maniobras (que pasan por ser tácticas) a cumplimentar para llegar al objetivo
común de la colaboración con el centro-izquierda, que piensan y actúan solo en
función del éxito electoral y de la participación en los juegos institucionales.
Por esta
razón, por infinitesimal que sea en sentido cuantitativo, Utopía Roja puede
sentirse en sintonía con los muchos millones de italianos que han “ganado”
estas elecciones: es decir, con aquella parte de la población que es, en los hechos, la más avanzada. Y no
estamos en sintonía desde hoy, concluidas las elecciones, sino desde que nació
Utopía Roja y en el curso de todas las campañas abstencionistas que siempre ha
intentado (en vano) desarrollar en Italia. Hoy podemos sentirnos orgullosos de
haber tratado de construir – campaña tras campaña electoral- un proyecto
abstencionista colectivo, chocando directamente con la ceguera, el localismo y
la incomprensión teórica del contexto político de los diversos sujetos
contactados y no involucrados. Y esto mientras veíamos crecer, y describíamos
en nuestros materiales, los orígenes de la radicalización anti-sistema y
anti-institucional que estos resultados electorales están sacando a la luz.
Nuestra
propuesta, adecuada a un régimen post-democrático ha caído siempre, no
obstante, en el vacío, sin excepción y también en esta última vuelta electoral,
si se observan las respuestas que hemos recibido de las llamadas “vanguardias
políticas”.
Debería
decir que este hecho es sorprendente. Al final de cuentas, el disgusto respecto
a la Casta partidista-estatal y el abstencionismo son fenómenos macroscópicos:
por lo tanto tal vez no sea necesario ser genios para comprender que estos
hechos están llenos de potencialidades y que hay, de todos modos, que darles
una respuesta específica en términos políticos generales. La no respuesta que hemos
recibido de aquellos sujetos potencialmente involucrables es sorprendente
también porque la idea del Antiparlamento de los movimientos sociales, momento
de auto-gestión en la socialización de la decisión política que puede
contraponerse al poder estatal y patronal, retoma la mejor lección de método,
no sólo del marxismo (revolucionario o libertario) sino también del anarquismo.
Sorprende,
en fin, que no se den cuenta de que lo que hoy es indispensable para reconstruir
una perspectiva anticapitalista no es exhibir una “lista” de objetivos o algún
modelo macroeconómico alternativo, sino demostrar concretamente la coherencia
absoluta entre medios y fines, la capacidad de crear un atmósfera de rigor
ético-político que no permita compromiso alguno con la Casta y sus
instituciones.
¿Es esta una
posición arrogante y presuntuosa o, para decirlo más gentilmente, “irrealista”?
Sinceramente, me lo he preguntado. Mi respuesta es que no es una posición más
arrogante que la de aquellos que se definen “comunistas “ y “pacifistas” pero
están dispuestos a formar parte de un gobierno del imperialismo italiano (“¡pero
sin Monti!”, dicen).
La posición
del Antiparlamento no me parece más presuntuosa que la de quien pretende ser
“partido revolucionario” mientras legitima de hecho un procedimiento condenado
por millones de trabajadores, para obtener después una fracción decimal de los
votos; no me parece ni siquiera una posición más irrealista que aquella que
pretende estar “contra el Estado” y ser “anti-electoral siempre y como sea”
pero no siente la necesidad de unir la debilidad propia a la de los otros para
conducir una campaña anti-electoral y anti-estatal.
El hecho es
que en estos últimos dos meses hemos tenido una confirmación definitiva de algo
que ya habíamos constatado, en Italia más que en otras partes: es decir, que el
cultivar el propio huertecillo, la auto-reproducción de la propia identidad
ideológica, la sicología narcisista y megalómana del “lo hago yo solo”, llegan
a prevalecer incluso sobre aquellas posibilidades de acción común o hasta de
mera discusión que, idealmente, serían obvias, fluidas y razonables.
Se puede
solo esperar que, en el futuro, no le corresponda a Utopía Roja el honor, del
cual prescindiríamos gustosamente, de ser los únicos en sostener la posición
del Antiparlamento como alternativa radical al parlamentarismo y al
electoralismo, objetivo práctico coherente con el análisis científico, medio
coherente con el fin, posición rigurosa en el plano ético-político.
Espero que
los resultados de estas elecciones sean una buena lección. De lo contrario,
habrá que esperar a las próximas…
Traducción: Omar Pérez
NOTAS
* Término acuñado por la asociación política Utopia
Rossa (Utopía Roja) y que designa a una sub-casta supuestamente “de izquierda”
dentro de la gran casta política italiana.
** En italiano qualunquismo,
término intraducible derivado de qualunque,
que significa “cualquiera”.
*** En italiano legge truffa. El término data del 1953,
cuando fue promulgada en Italia la primera “ley estafa”, que en la práctica
consentía, como “premio” a quien hubiese alcanzado la mayoría relativa, obtener
la mayoría absoluta de los escaños. Ahora la estafa ha llegado a niveles inimaginables: el PD con menos votos del M5
Estrellas consigue casi tres veces más escaños de diputados.
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