Dónde están, 2015 © Serye / Sergio Alejandro Fierro Pacheco |
1) Violencia en despoblado
El senador Fulvio Rossi fue apuñalado en Iquique, sufrió lesiones en el rostro y un corte en el abdomen (El Mostrador, 15 de noviembre 2017). Al momento de terminar esta nota ya no es senador, pues en las elecciones del 19 de noviembre no fue electo.
Dice la nota periodística: El senador, quien fue encontrado tendido en el suelo por uno de sus brigadistas, fue trasladado hasta el hospital regional Ernesto Torres Galdame, donde se constató que presentaba lesiones leves. El gobierno, a través de la ministra vocera, Paula Narváez, condenó el hecho, anunció que estudia querellarse contra los autores del hecho y expresó que “no puede ser que en ningún contexto, ni en el contexto de una campaña política, ni en el contexto de la vida cotidiana de las personas, ni en el desempeño habitual de las instituciones, la violencia puede tener un lugar en nuestras relaciones como sociedad”.
Dos cosas se pueden decir al respecto.
La primera es que los tales asaltantes tienen más de tongo que de asaltantes con motivaciones políticas. El ahora ex senador se había enfrascado en una campaña contra los inmigrantes. Si esta es la motivación, los asaltantes eran personas poco duchas en estos asuntos, las lesiones fueron leves, casi como rasguños. Justo lo preciso para hacer noticia.
La segunda es que la señora ministra vocera parece que no vive en el mundo real del Chile actual. La inseguridad es tal que en todas partes la gente vive con miedo, enrejadas sus ventanas y puertas. Los crímenes tienen una alta cuota de violencia y efectividad, así lo demuestran los llamados “portonazos”: en pocos segundos le quitan a alguien su auto cuando abre el portón y lo golpean para dejarlo inconsciente. También hay una violencia que pudiéramos llamar pasiva: las noticias de corrupciones, la doble moral en la aplicación de la justicia, la desigualdad social, la estafa permanente de las AFP (empresas de gerencia privada de las jubilaciones), el alto costo del agua y de la luz, el peaje en las carreteras, etc. Un examen más detallado de lo expresado por la señora Narváez nos permite asegurar que ella tiene razón, es decir, la violencia no debería estar presente en la vida de la gente, pero la cruda realidad demuestra que sí está. Y es aquí donde ella no quiere entender cual es su responsabilidad, la del gobierno, las instituciones y las políticas implementadas. Cuando en un servicio administrado por el gobierno se mueren niños y luego se comprueban los malos tratos recibidos por quienes se supone están en la misión de cuidarles, es que algo grande anda mal en la forma en que se ve al resto y en la forma en que se le encasilla a la gente.
El asunto no se resuelve con una declaración, se resuelve con capacidad de ver la realidad y voluntad de cambio, ambas cosas que no están en el horizonte de estos gobernantes.
Un personaje de funesta trayectoria para Chile en su tiempo pasado –fue enemigo jurado del Gobierno popular y propició el golpe– ahora goza de un puesto de virrey, es senador (no se sabe por que lugar), aunque por fortuna ha dejado de ser: fue derrotado en su circunscripción.
En entrevista con T13, el (entonces) presidente del Senado, Andrés Zaldívar, condenó el ataque contra el (ex) senador Fulvio Rossi, manifestando que “inmediatamente” la Cámara Baja “tendrá que tomar acciones”.
“Con el desprestigio de la política y lo que está sucediendo, cualquier persona se siente como un justiciero y como que puede hacer acciones dementes. Hay que tomar nota, espero que el país tome nota”, declaró.
Este señor tiene mucha lengua, mala memoria y pasado tórrido. Siempre ha estado del lado opuesto del bien común. En su momento creó una ola de pánico asegurando que el Gobierno popular sería el descalabro total de la economía –en realidad era una forma velada de proponer un plan de sabotaje al gobierno del presidente Allende–, fue consumado golpista y mientras la dictadura ejercía sin tabas la represión más brutal, este señor escribió un libelo diciendo que la Democracia Cristiana no debía inmiscuirse en los avatares de la izquierda, es decir, proponía mirar para otro lado cuando la demencial DINA ejerciera su trabajo de allanar, torturar, asesinar, hacer desaparecer personas. Ya bajo el alero de la “democracia” de pacotilla que hay en Chile, este señor, en una acción demente, promovió una ley de pesca que fija dueños del mar, por supuesto a grandes compañías. Ahora el se preocupa de la violencia, como si cada uno de sus actos no significaran violencia para los de abajo. Buen fin ha tenido este pequeño señor, despreciado por sus potenciales votantes.
2) La cruda verdad de esconder la mano militar
El periódico digital El Mostrador titula una de sus notas de la siguiente forma: “Londres 38 desacredita informe de comandante en jefe del Ejército sobre archivos de la CNI incinerados” (17 de noviembre 2017). En Londres 38 funcionó un centro de torturas de la dictadura que ahora es un centro de defensa de los derechos humanos. El título contiene dos afirmaciones malintencionadas: con la palabra desacredita está predisponiendo al lector a estar en contra de lo que dice Londres 38; la palabra incinerados, puesta en este contexto, pasa de ser una verdad a ser una afirmación de verdad, inmaculada, cuando lo que asegura la organización Londres 38 es que no es creíble esa versión.
La nota dice: A raíz del nombramiento de Ricardo Martínez Menanteau como nuevo comandante en jefe del Ejército y su firma en un documento sobre la investigación que realizó la institución sobre la quema de archivos en microfilm de la Central Nacional de Información (CNI), y que “confirma y acredita con certeza la inexistencia de información de inteligencia y contrainteligencia archivada entre los años 1980 y 1982”, el centro de memoria Londres 38 manifestó que dicho informe “no puede considerarse una fuente fiable para acreditar la inexistencia de estos archivos”.
Por supuesto que el Ejército no es confiable: primero ha negado que exista información sobre los desaparecidos y los muchos centros de detención arbitraria; ahora resulta que había archivos y fueron quemados. Pedir al responsable del crimen que diga la verdad es iluso; primero hay que demostrar su crimen y luego emitir una condena. El Ejército ayer dictaminó que la democracia en Chile no servía a los intereses que ellos defendían –que no son precisamente los intereses de Chile, más bien los de Estados Unidos–, luego ejerció el terror y cuando se levantaba la fuerza del pueblo para echar abajo la dictadura, el imperio negoció una salida. El dictador aseguró la impunidad: ahora algunos han pagado –en hoteles de cinco estrellas– sus culpas, pero faltan muchos, sobre todo los civiles que fueron parte activa de los desatinos, atropellos y masacres.
Londres 38 dice: “A su vez, mientras no se realice una política de búsqueda y relevamiento de archivos proactiva, transversal y con atribuciones de allanamiento en todas las reparticiones del Estado, no se puede confirmar la inexistencia de la documentación, más aún en los casos en que el ocultamiento es tan grave, que queda de manifiesto la paradojal situación en que se transgrede una normativa militar e institucional interna sin sanción, sin responsables, sin investigación”.
En esto estamos completamente de acuerdo. Se debe investigar y otros –no el propio responsable de los crímenes– deben desarrollar la investigación. Lo que no dice la nota es que en tantos años de supuesta democracia nada se ha avanzado al respecto. Y además hay que levantar la idea de que un país de paz no necesita fuerzas armadas: se trata simplemente de suprimirlas.
El detalle es que detrás de toda argumentación hay una lógica; mientras sigamos la lógica de quienes imponen las reglas del juego, no habrá solución ni justicia social.
3) Razones de fuerza mayoritaria
Este pasado domingo 19 de noviembre en Chile se han realizado las elecciones de presidente, senadores, diputados y otra figura de la cual nadie habla: el CORE, algo así como un gobernador sin gobierno.
Todos cantan victoria pues la mayoría se mantiene o ha aumentado ligeramente su representatividad, es decir su participación en uno de los tantos centros de poder. Sólo algunas voces de cordura nos aterrizan en un hecho grave, pero imposible de medir en todo su peso. De 14.306.151 electores, emitieron un voto válido 6.594.022; entre nulos, en blanco y abstención suman 7.817.734, alrededor del 54.63%. Estos resultados tendrán muchas lecturas desde los que van de ganadores, representando poco menos de la mitad del porcentaje que le dan los resultados, y otros podrán ir a la desbandada de que ya no hay nada que hacer.
Lo cierto es que en Chile hay una democracia fallida, hay falencia de derecho, exclusión, injusticia, ignorancia y mucho más, sobre todo desprecio por la gente y incapacidad de dirigirse a quienes mayoritariamente no confían en los políticos profesionales. Las razones están a la vista: falta conciencia del valor propio, a la vez que no se puede confiar en quienes en tantos años sólo han administrado lo dejado por la dictadura, y para peor la corrupción está en todos los niveles, y cuando se la descubre se remueven unos cuantos papeles, se habla mucho y casi no se resuelve nada.
El futuro de Chile es una dura piedra. Lo que viene ahora es un nuevo circo, con otros actores. Sólo la fuerza organizada del descontento podría lograr los cambios necesarios. El detalle es si vemos estos resultados como una derrota y nos atrevemos a proponer un camino nuevo para levantarnos con la voluntad de todos.
4) Negación de la lucha de clases
Con sorpresa leo una entrevista a un historiador que ha logrado volver interesante el acercamiento a ciertos hechos de la historia. La entrevista la realizó Alejandro Lavquén a Jorge Baradit (El Clarín de Chile, 18 de septiembre 2017).
A la pregunta de Lavquén –¿Qué opina de la afirmación de que “el motor de la historia es la lucha de clases”?–, Baradit responde:
“Con toda humildad me parece un anacronismo a estas alturas. Es una tesis que ya no se defiende con tanta vehemencia (no es menor cuando se trata de uno de los pilares, sino el principal, del marxismo). No desconozco la necesidad de la conciencia de clase ni la presencia de grupos de explotación y oprimidos y que la estructura de la sociedad se ha diversificado desde el momento en que se escribe el Manifiesto Comunista y hoy. Hasta el concepto de ‘clase’ está muy sujeto a discusión. Las fuerzas y motores de la historia hoy se identifican con una diversidad de factores. Entiendo que sostener el concepto es relevante para los radicales, que tienen su lugar en el espectro del pensamiento. Sólo que no es mi caso. Además, no soy ni con mucho un experto, es sólo la opinión de un ciudadano de a pie”.
Nadie es un hombre de a pie si es historiador: hay un saber, un método de estudio, hay lecturas varias. Lo que no hay en su respuesta es una visión del acontecer en movimiento. Pero vamos por partes. Asegura que la lucha de clases es el pilar principal del marxismo. Esto es una ignorancia completa, el concepto de la lucha de clases es anterior al marxismo. El marxismo no tiene un pilar fundamental, pues no son unas cuantas teorías de algo que se desvanece en el aire. No es una doctrina ni una ideología ni un dogma. No tiene una mirada hacia lo que es. Si hubiera que reducirlo a unas pocas palabras, es un método para conocer la realidad y transformarla como un acto de liberación. Se es libre cuando no se está sujeto a presiones del capital ni sus formas de ocultar el mundo real ni se vive con los miedos que la inseguridad y el modo de vida capitalista crea en las personas.
Debemos tener en cuenta que el historiador Baradit está hablando y que a veces la forma hablada nos traiciona; dice en una frase que no desconoce la necesidad de la conciencia de clase, y en la frase siguiente asegura: “Hasta el concepto de ‘clase’ está muy sujeto a discusión”. Con esta frase niega lo anterior con la palabra, hasta; entiendo que desea manifestar que lo dicho anteriormente es una afirmación dudosa. Aquí hay una contradicción; encontrar contradicciones y ponerlas de manifiesto es una parte del método marxista para conocer la realidad.
Mantener un concepto no es algo que dependa de la voluntad de radicales, como él asegura; los conceptos existen –sea o no radical quien habla–, otra cosa es que los mismos se asuman en uno u otro significado. La respuesta de Baradit me remite a que él no muestra en sus libros una historia en movimento: se remite a mostrar hechos aislados, algo así como si la historia estuviese sólo compuesta de fotos.
Conocer la realidad en su ahora es verla en su antes y proyectar en su futuro posible, es decir, conocer la realidad para cambiarla es una de las esencias del pensamiento de Marx. Historia sin movimiento no es historia. En la historia la violencia no es un asunto gratuito, responde a intereses sociales distintos y diversos; no verla como lucha de clases es una opción, pero asegurar que esta no existe es una afirmación vacía de contenido.
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