Gentes de Venezuela, de América Latina y el mundo; gentes de abajo hasta ahora militantes de partidos políticos (cual sea su signo ideológico); gentes de Dios (cualquiera sea su idea de Dios); jóvenes estudiantes defensores de la libertad en las calles; trabajadores del Comité de Huelga y demás sindicatos clasistas; campesinos sin tierra y demás abandonados por los programas asistenciales del gobierno; pueblos y naciones indígenas todas; gentes humildes y simples, pero con el absoluto poder de su humanidad; hermanos y hermanas todas:
Luego de más de cien (100) días de protestas en las calles en lo que, ciertamente, es posible catalogar como un levantamiento nacional de la muchedumbre en Venezuela pues, hasta en el más apartado de los pueblos, gentes sin otra arma más que su rabia, su miseria y su hambre salieron a levantar barricadas y a enfrentar, desarmados, al Ejército del Cartel de los Soles dirigido por Maduro y Diosdado Cabello; luego de un total de 120 jóvenes entre los 16 y los 22 años asesinados a mansalva, más de un millar de presos e incontables heridos; en fin, luego de más de cien días de batalla en la que, no con votos sino con la acción directa en las calles, toda una nación se dispuso a demostrarle al Estado-gobierno que no está dispuesta a aceptar su esclavitud; pero también, a los factores de oposición de los partidos políticos tradicionales, quienes, en una especie de acuerdo tácito con el gobierno, mantienen la tensión de una polarización de fuerzas utilizando la rebelión de la muchedumbre en función de sus pequeñas aspiraciones electorales.
Al mismo tiempo la crisis económica, expresada en una incontenible inflación y desabastecimiento, ha conducido al pueblo a niveles de pobreza y hambre jamás vividos en nuestra historia; esto, luego de haber dilapidado la mayor cantidad de ingresos jamás recibidos por el Estado venezolano y en un proceso de corrupción generalizada y ejecutado con el más descarado desparpajo.
Así, acorralado por la falta de liquidez con que sustentar su continuidad en el poder y en una grosera entrega de nuestra soberanía, el gobierno de Maduro, mediante un proyecto extractivista que condena a la desaparición a no menos de ocho pueblos indígenas, ha entregado al desafuero de transnacionales mineras rusas y chinas la explotación abierta del llamado Arco Minero del Orinoco, correspondiente al territorio nunca demarcado en flagrante incumplimiento del mandato constitucional de la vigente Constitución de 1999. De hecho, los últimos acontecimientos ocurridos en una prisión del estado venezolano de Amazonas, en el que fuerzas militares dieron muerte a 37 presos, previamente maniatados y de rodillas, forman parte de la política de terrorismo de Estado aplicada por el gobierno en función de someter la rebeldía de las muchedumbres, los más pobres que hoy comen de la basura, y esto no es exageración, es la exacta situación a la que la población más pobre ha sido conducida por quienes nos mandotean.
Hoy, cuando los factores de poder en el gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática se felicitan por el adelanto de elecciones a gobernadores y alcaldes, creemos que es el tiempo de la unidad verdadera de los excluidos, es decir, de todos los que en verdad aspiran a reconstruir un otro país; por ello, a pesar de la “supuesta” victoria de la mafia que nos gobierna y cree haber alcanzado su insano propósito, nosotros estamos convencidos que nos encontramos en el mejor de los momentos para impulsar la construcción de la república de Nosotros, o sea, la de los engañados, los envilecidos por décadas mediante programas sociales y las llamadas políticas públicas, planificadas y ejecutadas para detener la insurgencia de nuestros pueblos y comunidades en contra de los colonialistas de siempre.
Estamos convencidos que lo que se ha quebrado es la historia de las repúblicas creadas excluyendo a la muchedumbre: indios, negros, campesinos, los muy pobres de las ciudades; pero también, a la clase media profesional que se creyó todo el cuento del paso “del subdesarrollo al desarrollo”, del paso “del tercer al primer mundo”; en fin, igual se creyó todo el discurso de los centros de investigación social financiados por los Estados-gobiernos, ya de “derecha” o de “izquierda”.
Pero, además, estamos convencidos que vivimos el más estelar de los momentos para nuestros pueblos y comunidades en función de hacernos nosotros, o sea, autónomos, independientes y libres: es por lo que nos atrevemos a invitar a todos a darnos la mano, no en virtud de compartir una ideología, una religión y, mucho menos, una bolsa de comida; es decir, invitamos a todos los que han decidido no venderse por una bolsa de maíz sino que, por el contrario, están decididos a asumirse como mujeres y hombres libres y a defender con su vida esa, su libertad, la que han de proclamar por sí mismos, pues no existe la libertad dada por nadie sino asumida y ejercida por todo ser verdaderamente libre.
Lo hacemos porque estamos convencidos que otro mundo es posible y tal posibilidad no puede ser dejada en manos de quienes piensan desde la convicción de su eternidad, pues estos siempre colocan su sobrevivencia política o social por sobre las aspiraciones de vida de la comunidad. Lo hacemos porque sólo es posible romper una polarización ficticiamente creada, mediante la verdad de lo que en verdad somos y estamos dispuestos a crear como palabra y acción de Nosotros.
Finalmente, lo hacemos porque no tenemos tiempo. Las amenazas de la geopolítica de los imperios (norteamericano, ruso, chino y, más irregularmente, los carteles de la droga), pero también, el apego de quienes sabemos pudieran ser nuestros hermanos de lucha a esa geopolítica de los imperios, que ellos traducen como la confrontación entre la “izquierda” y la “derecha”, niegan y dificultan la construcción de una otra geopolítica desde abajo en el contexto en que la humanidad, como tal, ya no tiene tiempo.
En este sentido, nos atrevemos a convocar a todos a darnos la mano en función de construir una otra república, que responda más a lo que en verdad somos y no a lo que otros (de izquierda o derecha) dicen que somos; pues, las últimas dos décadas y, sobre todo, los últimos cien días deben ser suficientes para comprender que los factores tradicionales de poder –y aquellos por quienes apostamos como voceros de nuestra voz y acción de poder– no creen en la necesidad de nuestra persistencia como pueblos, sino en su persistencia en el poder.
Es hora, pues, de ser Nosotros y por Nosotros. Es hora de darnos la mano en virtud de otros principios ético-políticos más allá de la libertad, igualdad y fraternidad de la revolución francesa, origen de todas las revoluciones en Europa y América, incluyendo la de Bolívar; es decir, se trata de que nuestra mano está dispuesta a construirnos desde Nosotros, y no desde la herencia del pensamiento del Contrato social de Rousseau; mucho menos, desde el reordenamiento territorial impuesto por el Consenso de Washington.
La invitación la hacemos a todos los convocados, sin prejuicio alguno, desde nuestra indianidad: pues, a pesar de ser permanentemente considerados como pueblos atrasados y susceptibles de ser comprados o vendidos, podemos demostrar que por más de cinco siglos hemos logrado defender nuestros territorios y nuestra soberanía y territorialidad; algo podemos y exigimos aportar en este momento que otra República, la de Nosotros, resulta necesaria a todos los que somos territorialmente en ella.
Pues, vaya por delante nuestra mano a todo aquel que quiera ser nuestro hermano en esta hora y tarea de construirnos desde el Nosotros que en verdad somos.
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