El mes pasado mi principal trabajo fue la presentación de mi libro Nosotros los Indios en el sur del país: Juliaca, Puno, Ayaviri, Cusco y Abancay.
Agradezco principalmente la amabilidad del Programa Democracia y Transformación Global, dirigido por el compañero Raphael Hoetmer, por su programación, sus contactos y su gentileza al prestarme los libros.
En Puno me hospedó por muchos días una amable compañera.
En ese departamento me emocionó el recordar la vez anterior en que residí por largo tiempo en el local de la Federación Departamental de Campesinos de Puno, cuando siendo Secretario de Organización de la Confederación Campesina del Perú (CCP), a solicitud mía me destacaron a ese departamento a colaborar en la lucha llevada por el campesinado comunero para reformar la reforma agraria de Juan Velasco Alvarado, quien había juntado varias haciendas para formar gigantescas cooperativas que no eran tales, sino organismos en que el campesinado debía trabajar para los burócratas (Presidente, Gerente, etc.). El campesinado comunero recuperó 1 millón 250 mil hectáreas para las comunidades. La lucha era contra el gobierno de Alan García, contra “Rumimaqui”, la rama puneña de la Confederación Nacional Agraria que defendía la política de Velasco, y contra Sendero Luminoso, que nos acusaba de “engañar al campesinado diciendo que había otra forma de lucha que no era la lucha armada”. Sendero asesinó a Zenobio Warsaya, quien había sido elegido como alcalde por sus compañeros indígenas. Uno de los líderes de la recuperación de tierras en la zona norte fue Porfirio Suni: fue encarcelado por el ejército acusándolo de senderista y logramos su libertad con una campaña nacional e internacional; cuando la conseguimos, Sendero lo asesinó.
Me informan que desgraciadamente hubo retrocesos en la recuperación de tierras por las comunidades.
Antes de la guerra interna entre los gobiernos y Sendero la CCP era fuerte y tenía bases en una gran parte del país. Durante la guerra interna los gobiernos asesinaron a muchos dirigentes campesinos acusándolos de senderistas, y Sendero los asesinaba acusándolos de apoyar a los gobiernos. Eso debilitó a la CCP, que ahora tiene muy pocas bases que funcionan; me alegró saber que la Federación Departamental de Campesinos de Puno es una de ellas, cuyo Secretario General es el combativo ayavireño Justo Huallpa.
En Puno tuve la grata compañía de la dirigente indígena Nasa Vilma Almendra, a quien admiro mucho.
En Cusco fue breve mi intervención: señalé la diferencia entre las luchas de antes, en que luchamos por la tierra que estuvo en manos de los gamonales y que en La Convención conseguimos que pasara a manos de quienes las trabajaban sin pagarles ni un centavo ni dejarles un metro cuadrado. Nos costó muertos y prisiones, pidieron la pena de muerte para mí dos veces; pero logramos aplastar al latifundio de tipo feudal traído por los invasores europeos. Luego la reforma agraria fue continuada por Velasco a su manera, pagando a los latifundistas en efectivo y en bonos.
Ahora la lucha es por el agua y por la vida, debido a la voracidad de ganancia de las empresas transnacionales que atacan a la naturaleza con la minería a cielo abierto, la agro-industria y la extracción de petróleo.
En Abancay fue la mejor presentación, preparada por la sección apurimeña de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH). Tuvo un carácter muy indígena.
Se inició con un ritual indígena. Proyectaron parte de una intervención mía y un video sobre Mamá Angélica, que acababa de fallecer en el departamento vecino de Ayacucho. Hablaron compañeras y compañeros exponiendo partes del libro. Pude explicar las expresiones quechuas de que carece el castellano, como los dos plurales de primera persona, uno que incluye al interlocutor y otro que lo excluye.
Estando ahí se recibió la noticia de la declaración de estado de emergencia en parte del departamento, lo que fue multitudinariamente rechazado por todos los asistentes.
Lucha Indígena, Año 12, Nº 133.
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