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lunedì 27 febbraio 2017

CARACAZO: REVUELTA PLEBEYA DE LA MUCHEDUMBRE, por Douglas Bravo

En el 28° aniversario del Caracazo, publicamos el análisis de Douglas Bravo, ex comandante de las Faln, fundador de Utopía Tercer Camino, miembro del Comité internacional de Utopía Roja. [la Redacción]

La revuelta del febrero de 1989 (conocida como El Caracazo) impulsó las viejas contradicciones de la sociedad venezolana, y sin detenerse allí, creó otras; al mismo tiempo es el primer acontecimiento de carácter nacional (y continental o mundial) de la nueva era de las luchas sociales, con indudable alcance hacia el siglo XXI; hizo estallar fuerzas acumuladas en 31 años, para dejar establecidos hechos cuyas bases constituyen los fundamentos para profundos cambios sociales, militares, políticos, jurídicos, culturales y espirituales.
Los instrumentos jurídicos que nacieron al calor del 23 de enero del 58 y que se fueron conformando hasta el año 88 resultan ya incompatibles con cualquier rumbo que se impongan en el proceso del movimiento histórico de luchas sociales y políticas. La propia Constitución, la Ley del Trabajo, la Ley de Educación, y en general todos los instrumentos jurídicos que han envejecido con la nueva realidad, serán suplantados o reformados según sea el camino que se tome.
Después del 27 se ha hecho imperativo un viraje en la sociedad venezolana, bien sea en el mismo marco del capitalismo (dictadura neo-liberal o democracia militarizada neo-liberal), en la dirección del socialismo real ya conocido (improbable por lo pronto dada la actual relación de fuerzas mundiales inclinadas ventajosamente hacia Estados Unidos), o bien en la dirección de una formación social inédita fundada en la democracia plebeya que despuntó en la jornada del 27 y 28 de febrero.
Es irreversible el viraje aún cuando operan fuerzas de contención.

UBICACIÓN HISTÓRICA

Los antecedentes de esta poderosa revuelta de la muchedumbre, legitimada por la vida misma y ampliada por las fuerzas en pugna, arrancan desde la madrugada del 23 de enero de 1958, justamente cuando hace su aparición en el escenario de las luchas la llamada clase “marginal” o pobrecía urbana y suburbana: compuesta por los marginados propiamente dichos y por los sectores empobrecidos de los trabajadores, de los estudiantes y de la clase media.
Desde entonces hasta nuestros días, 31 años exactamente, ha venido esta clase definiendo su itinerario histórico con acciones de diferentes contenido político, social, militar, etc., pero siempre con sus propias características, que la diferencian claramente de otras clases y capas sociales. Más adelante haremos referencia al problema del contenido de la revuelta, pero por lo pronto conviene señalar que la clase marginal, en tres décadas de participación política, exhibe con absoluta claridad los siguientes rasgos: definido contenido de clase contra el rico (grande o pequeño); despliegue de temperamentos, audacia y energía; presencia masiva, estilo muchedumbre, dándole a las pobladas un nuevo elemento; corta duración de su dispositivo, cuyo accionar directo se aleja del discurso protocolar. El saqueo, la invasión y la toma sintetizan hasta ahora su mejor táctica de lucha. Estos breves rasgos se vienen mostrados desde su primera aparición en la madrugada de enero de 1958 hasta el 27 de febrero de 1989. Veamos a grandes rasgos ese itinerario, advirtiendo de antemano que sólo haremos referencia a algunos aspectos.
Inmediatamente a la derrota de Pérez Jiménez, la clase marginal se presenta bajando de los cerros en oleadas compactas y en acción directa contra los cuerpos represivos, poniendo en práctica el saqueo. Es tímida todavía y está bajo la dirección de los partidos políticos, de sus organizaciones de masas y de sus líderes, pero siempre en la búsqueda de autonomía e independencia para actuar. La dirección de los partidos políticos, por medio de la Junta Patriótica, desde los medios de comunicación lanzan la primera llamada “al orden”, calificando las acciones con aquella histórica frase convertida en mudo de contención: “los saqueadores son enemigos del pueblo”.
Desde entonces comienza el permanente regaño transformado más tarde en tesis políticas: “acciones vandálicas y anárquicas del lumpenproletariado”. En ese mismo instante y sin que nos hubiésemos percatado, surgió un enfrentamiento que todavía persiste entre dos tipos de democracia: de un lado la democracia parlamentaria de tipo occidental, respondiendo a sus clásicos intereses; de otro la democracia directa, plebeya, emergiendo como fuerza y organización social inédita. La primera sumaba un bloque de fuerza cuyo eje central lo constituía la alianza de partidos del Pacto de Nueva York (posteriormente Pacto de Punto Fijo), pero contaba con el respaldo del Partido Comunista de Venezuela (PCV) y otros sectores de izquierda en lo referente a la propuesta parlamentaria.
La democracia plebeya no tenía partidos a su alrededor, sólo era lo emergente. Sufre su primera derrota esa madrugada. Meses después, cuando llega el vicepresidente Richard Nixon de los Estados Unidos, se desarrollan jornadas importantes de contenido antiimperialista: de nuevo la clase marginal combate con brío, decisión y odio contra el poderoso del Norte. El saqueo es secundario al lado de su demostración de contenido antiimperialista. El enorme peso que sobre ella ejercía la dirigencia de izquierda detiene el desarrollo de la jornada, donde participaban con energía también el estudiantado y la clase media, con la gran complacencia de los oficiales patriotas que veían de cerca los acontecimientos. Después vienen los levantamientos del Teniente Coronel Juan de Dios Moncada Vidal y del General Jesús María Castro León, los que sólo son frenados con o sin razón por la participación de la muchedumbre, donde la ya nombrada clase marginal juega un papel decisivo. De nuevo hay saqueos, pero el elemento central lo constituía lo que se había instrumentado como consigna central, que era reconocida por la pobrecía: “el golpismo es el perezjimenismo emboscado”.
Le sigue en importancia un acontecimiento que debe ser recordado, puesto que demuestra el error básico del movimiento revolucionario en la comprensión de la esencia de la democracia plebeya. El 7 de diciembre de 1958 se realizan las elecciones: Betancourt obtiene la mayoría de los votos, pero es derrotado en el área central, justamente donde se encuentra la mayor concentración urbana, y al mismo tiempo marginal. Una vez anunciados los resultados, los ríos humanos de los cerros, como relámpagos, toman las calles de la ciudad capital; la propuesta tiene una expresión concreta: “No a Betancourt”. Los cuerpos policiales son inconsistentes para detener la protesta. Fuerzas militares salen a contenerla, pero una parte de la oficialidad y de las tropas simpatiza con los manifestantes.
Se apela en última instancia a una fuerza de autoridad moral, el PCV, quien reconoce el triunfo y llama a la cordura, pero la militancia de la juventud comunista, que ciertamente simpatiza con los amotinados y saqueadores, se confunde con ellos en la batalla callejera. Los nuevos calificativos no se hicieron esperar: “el fascismo está detrás”, “recuerden a Hungría”, “democracia frente a fascismo y perezjimenismo”. El saqueo está allí de nuevo, se ejerce con gran despliegue de energía, pero lo fundamental de la jornada sobresalía: “NO A BETANCOURT, NUEVO GOBIERNO”, “QUE SIGA LARRAZABAL”.
En agosto de 1959, ya Betancourt está en Miraflores como Presidente, disuelve el Plan de Emergencia, provocando un desempleo masivo que afecta gravemente a los desposeídos, quienes en consecuencia protagonizan acciones reivindicativas y de repudio a Betancourt. Del violento choque surgen los primeros muertos provocados por la naciente democracia parlamentaria, tomando ésta el camino de la militarización, que jamás ha abandonado, por el contrario lo fue profundizando hasta el presente.
En el año 1960, de nuevo el General Castro León toma el camino del levantamiento militar, controla al igual que en 1958 los mandos claves de las FAN. La clase marginal toma las calles, pero hay algo que intuía por encima de la dirigencia: va con cautela y considera que está defendiendo a su propio enemigo, no se emplea sorpresiva y masivamente. Esa noche se produce un deslinde importante no reseñado por la prensa: la unidad del frente cívico militar, el cual ha sido creado antes del 23 de enero, se rompe: de un lado, los oficiales patriotas enfrentados a Betancourt; y del otro, los gubernamentales. Es de reconocer que los oficiales patriotas ejercieron una importante influencia en esa ruptura, pues consideraban que no se podía ir junto con Betancourt, y mucho menos defenderlo.
De ese mismo año 1960 son los “sucesos de octubre y noviembre”. La pobrecía y los estudiantes se convierten en los batallones de vanguardia. Ahora sí, la clase marginal siente plena satisfacción porque el movimiento revolucionario y sus partidos enfrentan de nuevo a la democracia parlamentaria. Sin prejuicios participan en los combates, y de nuevo ponen en movimiento su táctica de lucha acompañada de novedosos elementos militares y sociales: saqueo, invasión y toma. En diciembre de 1961 y enero de 1962, se desarrolla la huelga de transporte, la cual se extiende por todo el país. De nuevo ella actúa con la fuerza del 7 de diciembre de 1958. Tanto en octubre y noviembre de 1960 como ahora en la huelga de transporte, la acción de la muchedumbre va acompañada de la lucha armada. Alista sus primeros combatientes en las filas guerrilleras. Los barrios populares se convierten en la base de apoyo más importante del nuevo proceso. Empiezan a dominar las formas de combate, participan en las organizaciones populares de su barrio, resguardan y al mismo tiempo actúan en los instrumentos de propaganda instalados en su zona.
Al mismo tiempo que se eleva su nivel de confrontación se eleva su nivel político, pero sus características propias se van definiendo con mayor precisión. Aprendió una táctica que ha sido violada repentinamente por entes extraños a los barrios populares: en su propio terreno no puede emplearse a fondo en combates, puesto que el enemigo al disparar masivamente no pierde nada y gana todo. Ella por el contrario tiene que dedicarse a proteger su núcleo familiar, sus seres queridos, o por el contrario pierde todo el esfuerzo de combate. Este fenómeno produjo, en las últimas jornadas que se reiniciaron el 27 de febrero, con lamentables consecuencias. Distinto fue cuando la muchedumbre atacaba sin preocupación de ninguna naturaleza a objetivos fuera de su zona, el lunes y el martes 27 y 28 de febrero de 1989. Después de 1962 (levantamiento militar de Carúpano y Puerto Cabello) viene un notable descenso de la lucha armada y el enemigo concentra su fuego contra los barrios populares: el cerco es político, militar, económico, social, ideológico, psicológico, etc.
La pobrecía es prácticamente acorralada y las acciones de la muchedumbre se hacen menos frecuentes, se localizan y adquieren el carácter de pequeña poblada. Esta situación transcurre casi inalterable hasta el 27 de febrero de 1989, particularmente después de 1977, cuando se produce la huelga de la Bananera, último acontecimiento de iniciativa política de gran importancia. Transcurren largos 11 años de reflujo, pero en los últimos tiempos, en particular después del 13 de marzo de 1987, los estudiantes y desposeídos de la ciudad de Mérida toman la iniciativa y empiezan a cambiar el cuadro de la apatía y resignación generalizadas en la población. Desde entonces hasta el 27 de febrero de 1989 se registran alrededor de 50 pequeñas pobladas, tanto en los barrios como en las poblaciones pequeñas de diferentes estados del país. Era evidente que se estaba anunciando una nueva era de luchas sociales. Pero el acontecimiento más cercano es la abstención del 4 de diciembre de 1988, la que lógicamente corresponde a varios sectores sociales: la clase marginal, la clase media-pobre, jóvenes de distintos estratos sociales. Finalmente agregaremos que esta fuerza marginal ha establecido con sus luchas, en apenas tres décadas, su inequívoca presencia de bastión importante para el proceso emancipador. Tanto ayer, hoy, como en el futuro: sus cualidades constituyen un auxilio imprescindible para el surgimiento de una democracia plebeya. Autogestionaria y convivencial.

CAUSAS

Vamos a examinar un aspecto parcial de las causas poniendo énfasis, desde luego, en las cuestiones fundamentales.

1. La cuestión petrolera. “Desde comienzo de siglo, el petróleo ha sido en nuestro país el factor determinante en la vida económica, política, cultural, militar, etc. Cuando el termómetro petrolero marca una temperatura “buena”, el país lo refleja en la paz social. Cuando la temperatura indica “crisis”, todo el país está en crisis y se altera la paz social.
Los llamados ingresos petroleros no son el resultado del trabajo de la sociedad en su conjunto; provienen en lo fundamental de la realización de la plusvalía en el exterior, es decir, de la comercialización de los hidrocarburos. Desde la segunda década de este siglo Venezuela está regida por el negocio petrolero, en su calidad de mono-exportador.
En esta condición están otros países del llamado “Tercer Mundo”. Hasta 1959, ya los países productores se enfrentaban a las compañías petroleras en la lucha por la expropiación de las superganancias de éstas. Es a partir de 1960, con la creación de la OPEP, que empiezan a luchar por la renta absoluta; la guerra árabe-israelí en 1973 -y el inmediato embargo petrolero árabe contra los países industrializados- constituyó una coyuntura favorable para la apropiación total de la renta absoluta. Esto colocó a la OPEP ante una nueva etapa: las nacionalizaciones petroleras. A pesar de ser ésta una medida de alta soberanía, es de hacer notar que las compañías mantenían bajo su control un aspecto decisivo, la comercialización y la tecnología.
Las compañías y los países industrializados (Asociación Internacional de Energía), conscientes de su vulnerabilidad, llevaron a cabo un plan que les permitiera retomar de nuevo la hegemonía tanto en precios como en producción; con este plan se proponían: a) economizar el consumo de energía; b) creación de nuevas fuentes alternativas al petróleo, como la energía solar, termal, nuclear, etc.; c) almacenamiento en gran escala; y finalmente d) exploración de nuevas áreas de producción petrolíferas.
El otro problema a resolver por parte de los países industrializados era lo relativo a la gigantesca masa de capital-dinero que controlaban los países de la OPEP, que amenazaban con desestabilizar la economía mundial; subir los precios de los productos manufacturados, bajar los precios del resto de las materias primas y fundamentalmente la venta de armamentos: la Banca Internacional concede además préstamos a los países petroleros y no petroleros, generándose una deuda incalculable. Desde 1974 hasta 1982, los países de la OPEP, contando con esos fabulosos ingresos petroleros, vivieron una etapa contradictoria: de una parte, contaban con una renta petrolera de hasta 31 dólares por barril que transformó todas las perspectivas; y de otra, aumentó la dependencia, creció en forma alarmante la corrupción y se vivió la quiebra de valores morales. A partir de 1982, los países industrializados retoman de nuevo la hegemonía en la decisión de los precios y producción, forzando a la OPEP a una baja en su producción, que llegó a menos del 50%, y a la constante baja de precios.
El ingreso petrolero actualmente se sitúa a menos de 10 mil millones de dólares al año, pero el 50% está comprometido con el servicio de la deuda externa.
Es evidente para que el modelo capitalista rentista está en quiebra, provocando desajustes no sólo en lo económico, sino en lo social, político, militar, etc.”

2. Empobrecimiento de las clases desposeídas. El populismo había gozado de una capacidad de maniobra casi sin límites, contando con la renta petrolera. Los subsidios, créditos impagables, becas, suficiente capital circulante, salarios y sueldos aumentados por decretos, corrupción masiva desde las élites hasta los más bajos estratos, etc., iniciaron el período de angostarse afectando en primer lugar a los sectores de menos recursos, y en segundo lugar a los campesinos pobres, a la clase obrera y a la clase media. De allí que cuando el gobierno pone en práctica un proyecto neoliberal con su primer paquete de medidas, se inicia la reacción.

3. Crisis de la democracia populista. El derrumbe del modelo capitalista rentista constituye la base material de la crisis de la democracia populista. Democracia, parlamento, partidos, elecciones, CTV, izquierda permitida y consenso, han comenzado la era del cruel desengaño: la democracia petrolizada, elitesca, arrogante y sin fundamento social real perdió el apoyo sentimental de quienes, sufriendo la extrema miseria, habían comprometido –sin embargo– sus esperanzas (vana ilusión) con un sistema que le ofrecía un supuesto bienestar social. La ruptura de ese apoyo –básico para el equilibrio– colocó a la paz social en una particular situación de inestabilidad. Ya no hay magia, la democracia puntofijista es rechazada. Se ha abierto la era de las confrontaciones. De nuevo insurgen las contradicciones entre democracia parlamentaria y democracia plebeya.

4. La psicología de la revancha. La pobrecía, pese a haber recibido migajas de la renta petrolera, vivió en 31 años el más grosero despotismo de la clase pudiente y del Estado omnipotente. Desde la abusiva y ofensiva propaganda de prensa, radio y en particular de televisión, donde se exhiben con un criterio racista personas con poder de compra de los objetos más costosos, hasta los cercos militares-policiales, las redadas sistemáticas contra toda persona que ostente el rango de pobre: se fueron creando las condiciones para las jornadas del febrero-marzo de 1989. De esa experiencia quedó la psicología de la revancha.

FORMA, CONTENIDO Y PROYECCIÓN DE LA REVUELTA

El grueso de las interpretaciones que se han publicado de los sucesos del 27 de febrero no ocultan su esencia elitesca ante un hecho plebeyo que se salió de lo común. Desde luego, en el fondo hay un contenido clasista definido en el manejo de los conceptos, tales como: cultura, sociedad, ciencia, revolución, etc.; los modelos de violencia social se han esquematizados al punto que no se concibe un acontecimiento inédito cargado de nuevos valores. Nuestra interpretación es el fruto de una investigación directa y, lo que es más importante, es la síntesis y la sistematización de personas y organizaciones de base que tuvieron relevante participación en los sucesos del 27 de febrero.
Sin proponérselo como proyecto político escrito, la clase marginal desarrolló en cinco días acciones de vastos alcances en lo social, político, militar, ideológico, económico, cultural, dejando establecidos hechos sociales cuya magnitud desconoceremos; aceleró las contradicciones tradicionales; creó nuevas contradicciones y modificó las expectativas en algunas fuerzas sociales; y finalmente es el primer acontecimiento sobresaliente de la nueva era de las luchas sociales, por las cuales habrá de transitar Venezuela y muchos países de América Latina y el Caribe. Fue una acción radical de los subalternos, de los subordinados, de los de abajo que logran romper el cerco, por breve tiempo, manteniendo sobre ellos en lo militar, político, ideológico, social y económico. Se antepuso la conducta como hecho real y puro al discurso tradicional. No fue un petitorio, ni una masa inerte en un mitin, no hubo proclamas, no exigió reivindicaciones; tomó sin pedir, actuó sin anuncios, estableció la ley que le habían negado. Las cosas se tomaron en nombre de un “CONTRA LOS RICOS Y POR LOS POBRES”.
EL CONTRA estaba definido: CONTRA toda dirigencia empresarial y política, grande, pequeña y mediana, independientemente de que el pequeño y mediano recibiera la acción directa. EL POR es el prólogo de un programa que ya se anuncia radical, libertario e igualitario: en síntesis, fue una rebelión de la pobrecía, una revuelta social que alteró las más distintas interpretaciones políticas; profundizó contradicciones en distintos estratos, como también el gobierno y los partidos; dejó asentados hechos sociales y anunció otros, tanto en lo político, militar, social, como en lo económico, que señalaremos más adelante.
La presencia contundente de la muchedumbre en las calles, tomando cosas sin pedir, aún cuando no derribó al gobierno, al Estado, ni a sus instituciones fundamentales, estremeció tan hondamente a sus bases que creó nuevos horizontes para el futuro, dándole a las acciones sociales un nuevo contenido: la posibilidad de ir a la confrontación por el poder nuevamente, al igual que en los primeros años de los 60. Se vivió un punto crítico y una ruptura creadora.
Esto no quiere decir que derribó al enemigo, simplemente abrió una nueva era de las luchas sociales, cuyo desenlace futuro apenas podremos vislumbrar parcialmente. “El punto crítico es un momento particular de la lucha social y política en general donde convergen los más diversos elementos objetivos y subjetivos de un proceso de enfrentamientos que ha venido acumulando lentamente en su seno fuerzas capaces de estallar y confrontar un cuadro diferente al precedente.
El punto crítico puede ser local o nacional.
El punto crítico lleva en su seno la ruptura creadora.
El punto crítico como momento particular tiene una carga espontánea y una dirigida.
El punto crítico puede ser abordado o levantado después que el momento ha vencido.
El punto crítico local puede convertirse en nacional.
Para que el punto crítico se eleve y trascienda más allá del marco que lo engendró, se requiere que la ruptura creadora haga su aparición resueltamente. El punto crítico y la ruptura creadora son fenómenos complejos y al mismo tiempo sencillos. La ruptura creadora no es una cosa rara que se le puede manejar con los dedos cómo si fuera botones de una máquina. No está en un punto determinado al mismo tiempo, ya que previamente colocada allí para que salgamos a buscarlas para tal o cual fecha. No está tampoco anclada en el espacio, inmóvil y estática. No es tampoco, hablando cuantitativamente, una cosa que tiene peso, o se puede medir en tamaño, o se le puede poner un número. Digamos que la ruptura creadora es el estallido del punto crítico, el rompimiento de un proceso social, el vencimiento de una etapa (políticamente hablando) y la entrada de una nueva, es el empuje de fuerzas sociales que conforman un nuevo comportamiento de una gran parte de la población. No es la toma del poder (en nuestro caso), pero es el inicio de un proceso hacia el poder. No es la insurrección total de la muchedumbre, pero es el inicio hacia ella. No es la acción final del desenlace, pero es la ruptura de un comportamiento por medio de vías diferentes que conducen por esas mismas vías a un desenlace diferente. La ruptura creadora debe elevar a la categoría de rango político de mucha significación el proceso nuevo que se inicia. Los rasgos más sobresalientes que lo distinguen son:

1. Se irrumpe en el escenario de las luchas políticas con proyección de poder independientemente de que el poder no se alcance en lo inmediato.

2. Las expectativas, los sentimientos, las simpatías, los corazones, en general todo lo subjetivo de las masas debe transformarse en factores reales en función del nuevo proceso que abre la ruptura creadora. Dicho en otras palabras, las fuerzas materiales, humanas, morales, políticas que tienen en su seno el punto crítico deben ser canalizadas por la ruptura creadora en fuerzas concretas para la confrontación global de valores contra valores.

3. Producido el punto crítico e iniciada la ruptura creadora, ya no habrá cabida para la paz social, política y militar. No se trata de un decreto, es la lógica de las propias fuerzas de la ruptura creadora. De allí que las acciones políticas y armadas que contribuyan al despertar y que causen simpatías en las masas pueden considerarse como acciones acumulativas de importancia, pero no como ruptura creadora. Hay que diferenciar las acciones militares y políticas pequeñas que acumulan fuerzas de aquellas quienes se inscriben dentro el concepto de epilepsia política o militar. En toda sociedad de la vieja civilización hay siempre dos grandes bloques: el primer formado por el eje dominante y el segundo por los que sufren la dominación. Muchas clases y fuerzas sociales integran cada bloque. Ahora bien, para que se produzca la ruptura creadora tanto en el proceso como en el desenlace, es necesario que por lo menos una de las clases o una de las fuerzas sociales potencialmente protagonista del cambio que se avecina esté comprometida en el intento del rompimiento. No se trata de que toda la clase o toda fuerza social participe físicamente, es suficiente que su parte dinámica tome acción en el conflicto, cuyos rasgos lo convierten en desencadenante”.

Algunos aspectos que sufrieron el estremecimiento, parcial o total, bien por crearse una nueva situación o porque se ahondó la ya creada:

1. La ecuación del poder que nace el 23 de enero de 1958 se ha mantenido con tres modificaciones, inalterable: Pacto de Nueva York, después Pacto de Punto Fijo, fundado en la alianza de AD-COPEI con Fedecámaras y transnacionales. Igualmente la ecuación de poder para enfrentar esta vasta alianza que ganará sectores del poder económico, político y militar. Después del 27 de febrero de 1989 aparecen nuevos elementos. De una parte, el populismo apoyado en la renta petrolera se debilita notablemente, situación que aprovecha la dirigencia de CAP para impulsar el proyecto neoliberal del capitalismo no rentista. Ahora más que nunca se hace obligante la recomposición de la alianza de clases, ahondando desde luego la contradicción “populismo versus producción y productividad” que hemos analizado en otras oportunidades.
Por otro lado, debemos examinar varios elementos: la alianza de poder que hemos señalado arriba está sustentada en la hegemonía del partido; empieza a cambiar después que las fuerzas armadas se convierten en salvadoras de la institucionalidad en crisis, en momentos en que el dominio partidista dejó un vacío de dirección con los acontecimientos de la rebelión del 27 de febrero. Esto introduce un viraje de alta repercusión en la ecuación del poder. Debe recordarse que los protagonistas fundamentales de esa jornada fueron los marginados y las fuerzas armadas. Ahora bien, la proposición de la amplia alianza patriótica para derribar a Punto Fijo, la cual no debe subestimarse ni abandonarse, sufre también una modificación: la clase marginal entró en acción sin tutores, sin guías, sin maestros, sin regañadores, y logró imponer un cuadro distinto, esto introduce algo a tomar en cuenta.
Tanto para el poder establecido como para los aspirantes, ha surgido aquello de no desestimar la unidad militar-marginal; pues para el poder reaccionario como para el revolucionario, la vasta alianza –esto hay que advertirlo– puede tener signo de derecha o revolucionaria.

2. La doctrina militar que rige para América Latina y el Caribe, elaborada por el Pentágono para combatir al movimiento de liberación nacional, se funda en un principio básico: derrotar a los núcleos guerrilleros que habrán de transformarse en un ejército posteriormente. Por otra parte, derrotar invasiones del campo comunista. Esta doctrina ha quedado resquebrajada con los sucesos del 27 de febrero de 1989, por cuanto la forma y el contenido de la acción adquirió cambios sustanciales. Ahora se trata de combatir a una gigantesca poblada, llamada muchedumbre en insurrección. A los pequeños núcleos urbanos y rurales que se combatía ayer, hay que agregarle ese nuevo elemento, se trata ni más ni menos que de elaborar una nueva doctrina militar. Pero en igual forma le sucede al campo revolucionario: el camino es inaplazable en la dirección de una nueva doctrina militar.

3. Desde 1936 partidos políticos vienen hegemonizando las masas. Nada sucede sin el cónclave de los partidos, tanto en la derecha como en el campo revolucionario. Esta tendencia empieza a cambiar en pequeña escala después de los sucesos de Mérida, el 13 de marzo de 1987: las comunidades organizadas empiezan a independizarse, buscan sus propias formas organizativas y de lucha, pero no en la tendencia de doblegar al partido por la dictadura militar fascista. Es algo nuevo, cualitativamente distinto lo que despunta en estas comunidades. El 4 de diciembre de 1989 se produce una abstención, desobediencia a la maquinaria partidista. Podríamos decir que el antecedente inmediato a las jornadas del 27 de febrero es la abstención de diciembre. En febrero el partido del gobierno perdió todo su poder hegemónico, quedó completamente inhibido. Advierto que me refiero a los momentos, no posteriormente como veremos más adelante, cuando el partido AD junto con todas las fuerzas reaccionarias pasa a la ofensiva, no sólo para recapturar sus fuerzas sino para cobrarse la osadía de esos “malandros”. La experiencia de las anteriores pobladas localizadas enseña algo importante: el pueblo se une, sale a la calle, combate contra tal o cual institución o por tal o cual reivindicación; allí es soberana, autónoma, desencadena sus tremendas cualidades de lucha y humanitaria, solidaria y de alta fraternidad.
De inmediato los partidos y los cuerpos de seguridad hacen su aparición interviniendo de mil maneras. Todavía no se ha resuelto el problema a nivel mundial de la permanencia de un nuevo poder que realmente sea alternativo. Ha habido grandes ensayos, pero fracasan o se transforman en un viejo poder.

4. La huelga general. Es la primera vez que se establece y se desarrolla una huelga general nacional con contenido insurreccional sin ser decretada por la vía de los hechos populares, por la vía de la acción directa que enfrenta el poder militar contra la muchedumbre. Se paraliza el transporte, cierran los negocios y fabricas, se decreta la suspensión de las garantías constitucionales, las fuerzas armadas van a la calle, una parte de los soldados no dispara, sus novias están en los cerros, y allí también sus parientes y el vicio. La oficialidad patriótica duda entre la orden superior y el impacto provocado por una pobrecía en revuelta. Hay desconcierto, hay miedo, hay alegría, ha nacido algo nuevo. El ejecutivo con su presidente no gobiernan, el poder está en otro lado. Hay una medición de fuerzas, hay una nueva psicología. Esta es la huelga general más profunda que se ha habido en Venezuela, en las anteriores mediaron fuerzas de arriba y de abajo, dominando los de arriba.

5. La violencia social. Un profundo y hondo marasmo se había apoderado de las luchas sociales, posteriormente a la huelga de la Bananera (Yaracuy, 1977). Los gobiernos vivieron su era de oro: alta renta petrolera, holganería, pillaje, complicidad, soberbia. Los espacios de la democracia plebeya conquistados en otras épocas habían sido reducidos casi a la impotencia. Se había perdido las calles como escenarios de protesta. La sistemática y organizada violencia oficial contra la pobrecía sólo conseguía respuestas epilépticas. El movimiento cultural y artístico estaba capturado o bien doblegado.
La desolación espiritual y política del pueblo operaba como la garantía para la seguridad de los gobernantes. Era un cuadro apropiado para la coronación de un rey, como en efecto sucedió el 2 de febrero, fecha en que tomó el poder CAP. Pero alguno no fue previsto, algo quedó fuera del análisis de los politólogos cortesanos. Las banderas de la democracia plebeya se libraron de nuevo en las calles. La violencia social fue la respuesta lógica y adecuada. Seis mil muertos, después, la derrota; pero quedó una honda huella social abierta en los movimientos culturales y artísticos, que en forma independiente actúan en las comunidades organizadas. Las fuerzas de avanzada se motivaron y emprendieron el camino del reagrupamiento. La confrontación ha comenzado de nuevo. Se necesitará un alto grado de cinismo intelectual para decir que las famosas condiciones objetivas y subjetivas no están presentes para que ese enfrenamiento siga su curso.

Señalaremos algunos aspectos importantes, los más visibles, después de la revuelta:

a. El orden establecido ha puesto en práctica una contra ofensiva en el orden político militar, psicológico, económico, cultural, etc, comprensible por una razón de peso: la crisis global del sistema capitalista rentista, asediado por múltiples contradicciones internas y externas, ha colocado la democracia parlamentaria, particularmente después del 27 de febrero, en una encrucijada que la obliga a ostentar su rango militarista ante cualquier acontecimiento. Se trata de detener un proceso revolucionario en marcha, para lo cual el régimen está redimensionando todos los planes de orden militar, policial, culturales, etc. Esta contra ofensiva es de prever que desatará procedimientos, métodos y fórmulas de violencia no conocidos hasta ahora, puesto que es la ley de la supervivencia de los privilegios de la élite empresarial y política, ahora sin la capacidad de maniobra que le brindaba ayer una holgada renta petrolera.

b. El auge de la pobrecía no ha llegado todavía a la clase media, a la intelectualidad revolucionaria, a la clase obrera y campesina, situación ésta que dificulta una respuesta global a la contra ofensiva. Es saludable que después del 27 de febrero están surgiendo reagrupamientos en las universidades y en las distintas regiones del país en respuestas al gobierno. Sería negativo sí su procedimiento de lucha, y en forma organizativa quedarían atrapados en el modelo tradicional.

c. Después del 27 de febrero ha surgido un estado anímico, un comportamiento psicológico que supera el estado de abatimiento que vivió el movimiento revolucionario en los últimos 11 años.

d. A partir del 27 de febrero cambió sustancialmente para todas las clases, capas sociales y para todas las instituciones el esquema del orden del día: ahora se habla, se dice, se escribe antes del 27 de febrero y después del 27 de febrero.

FASES

Como ya han señalado numerosos comentaristas, la revuelta popular de la muchedumbre atravesó por varias fases. Veamos nuestra propia interpretación.

1. Revuelta plebeya de la muchedumbre, fundamentalmente espontánea y arrolladora. Desconcierto en la dirección del gobierno. Sólo algunos mandos militares responsables con planes operativos. El gabinete y los partidos están inhibidos. Las fuerzas económicas poderosas, aterrorizadas.
2. Prosigue la insurgencia, ahora bajo la dirección del liderazgo natural de las comunidades organizadas. No hay gobierno civil. Las Fuerzas Armadas Nacionales toman en sus manos la conducción político-militar.
3. La aplastante ofensiva militar de una parte, y por la otra la aparición de núcleos incontrolables armados y ajenos a la revuelta cercan a la muchedumbre, la que abandona las posiciones tomadas, viéndose obligada a volver al barrio popular. Se ha iniciado la masacre. Se establece el gobierno civil.
4. Decaimiento total del alzamiento popular. Los núcleos armados incontrolables castigan al pueblo quitándole parte de lo que había conquistado. En esa defensiva de la rebelión, la masacre prosigue ferozmente.
5. Derrota total de la revuelta y control absoluto por parte de las Fuerzas Armadas Nacionales. El gobierno civil asume el mando del país. Los muertos se entierran en fosas comunes. Pasado el miedo que los mantuvo en la parálisis más grotesca, los líderes políticos reaparecen. Por el aeropuerto de La Carlota retornan los poderosos que habían huido.

CONSIDERACIONES FINALES

1. La nueva era que se ha anunciado seguirá un curso de confrontaciones, de violencia armada y no armada, donde la democracia burguesa parlamentaria estará enfrentada al grueso de la población, cuyas propuestas habrán de configurarse en un proyecto de democracia plebeya directa y autogestionaria que rompa el horizonte de la democracia occidental y de la democracia proletaria soviética, y al mismo tiempo abran un camino de perspectivas para una nueva civilización.

2. En consecuencia, la experiencia más importante nos señala que debe conformarse un programa patriótico revolucionario. Fundado en las aspiraciones de una democracia de contenido popular que nos conduzca a una Venezuela soberana en lo económico, en lo político, en lo espiritual, en lo científico y tecnológico.

3. La confrontación del 27 de febrero dejó en claro que se reproducirán dos tipos de reagrupamientos en el campo popular: el primero estaría constituido por todas las corrientes utópicas revolucionarias ajenas por completo al sistema geopolítico de la bipolaridad (EE.UU.-URSS), y el segundo, integrado por las corrientes utópicas junto a todas las fuerzas que están dispuestas a enfrentar el Punto Fijismo adeco copeyano o a cualquier otro esquema que reproduzca la dominación extranjera y la alianza de clases de largo domino en el país.

4. Es evidente que un punto de partida para comprender las luchas revolucionarias es el mantenimiento de la línea de disidencia electoral (no inscribirse, no votar o votar nulo), puesto que el 4 de diciembre reveló con la abstención el poderío de una fuerza contraria que requiere de un proyecto y de una reagrupación política.

5. Los acontecimientos del 27 de febrero demostraron fehacientemente que la autonomía local debe adquirir un rango privilegiado, de lo contrario los acontecimientos futuros podrían verse entrabados por la contradicción entre el despliegue de energía de la autonomía local y el súper centralismo, que priva todavía en individuos y estructuras. Desde luego se requiere asimilar la enseñanza del 27 de febrero para hacer un correcto manejo de autonomía local y coordinación nacional.

6. Es común oír decir: “para el 27 de febrero faltó una organización, por eso no llegamos a Miraflores”, “la falta de dirección política como sí existió para el 23 de enero de 1958 impidió la derrota del gobierno”. Esto no es del todo cierto, ya vimos en la primera parte de este artículo como desde el 23 de enero hasta 1962 la dirigencia política y las organizaciones de influencia en la pobrecía esgrimieron siempre argumentos como aquel sintetizado en la consigna “Los saqueadores son enemigos del pueblo” para amortiguar, quebrantar o detener la profundidad social de las acciones. De haber existido uno o más partidos con influencia en los marginales, es evidente que los resultados de esa rebelión hubiesen sido otros. Una cosa es la organización política tradicional y otra cosa es la existencia de una organización que responda plena y cabalmente al pensamiento, a las formas organizativas y de acción de la muchedumbre. Justamente la experiencia del 27 de febrero demuestra que van a existir muchas organizaciones a imagen y semejanza del contenido y aspiraciones de la muchedumbre.

7. En el artículo del pensamiento político PRV-RUPTURA (1980), decimos lo siguiente:

a. “Para que la revolución conduzca a una nueva civilización se necesita que la muchedumbre ponga en práctica antes, en y después de la revolución su propio pensamiento, su propia forma de organización y su propia forma de rebelión.

b. La rebelión permanente de las muchedumbres es irrecuperable para la vieja civilización.

c. La rebelión de las muchedumbres pone en acción la fuerza material y espiritual del hombre.

d. La rebelión de las muchedumbres hace entrar en el escenario de las luchas sociales a dos civilizaciones: la vieja y la nueva, cada una con su pensamiento, con su organización y con su acción. Dos sistemas de valores, dos formas de vida, dos conductas distintas”.


Conferencia patrocinada por la Dirección de post-grado de la Facultad de Derecho de la Universidad del Zulia y realizada en el Colegio de Abogados el 19 de julio de 1989. Publicada por Ediciones Ruptura de Valencia, agosto 1989.

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