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mercoledì 12 ottobre 2016

12 DE OCTUBRE: DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA, por Nechi Dorado

Ellos, dijo Hatuey a los pacíficos pobladores taínos de Cuba, son crueles y ambiciosos. Su Dios es el oro. Nos dicen, estos tiranos, que adoran a un Dios de paz e igualdad, pero usurpan nuestras tierras y nos hacen sus esclavos. Ellos nos hablan de un alma inmortal y de sus recompensas y castigos eternos, pero roban nuestras pertenencias, seducen a nuestras mujeres, violan a nuestras hijas. Incapaces de igualarnos en valor, estos cobardes se cubren con hierro que nuestras armas no pueden romper.

Hatuey, el primer rebelde de América
Aproximadamente 50 siglos antes de la era cristiana América estaba habitada por tribus indígenas. Para desarrollarse contaban con el aporte desinteresado de la naturaleza tan pródiga como lo ha sido en todo el territorio americano. En esa época si bien no estaban en apogeo las teorías delirantes de los pregoneros del PRIMER MUNDO, ya comenzaba a vislumbrarse el rumbo para que éstos irrumpieran en escena. Alta cuota de sangre estaba a punto de ser derramada, sangre que las diferentes vertientes de la historia que con los años se escribiría no pudieron pisotear, porque sigue allí, fresca e imborrable en cada cicatriz perpetuada sobre nuestra PACHA MAMA.
Así fue como colocaron a nuestros indígenas en el lugar común del “material descartable”, convirtiéndolos en víctimas de fines absolutamente espurios. Fértiles valles, amplias sabanas, campos que daban frutos con tanta grandeza, despertaron las codicias de los conquistadores que creyeron encontrar el paraíso terrenal y que no llegaron precisamente de paseo. Los Reyes de España sabían de las inmensas riquezas que ofrecían las tierras de nuestro continente aún no descubierto, por ellos al menos, en toda su extensión. El reflejo del oro americano encandilaba la razón de los monarcas que se abocaron a la tarea del saqueo para engrosar sus arcas malditas.
La Reina Isabel, madrina de la Santa Inquisición, asesina y nada tonta por otra parte, fue quien apostó a la “empresa” que le proponía Colón, seguramente mientras hacía sus cálculos pensando en la factura que habría de pasar por la “confianza” dispensada. El tema no era salir del Puerto de Palos porque sí nomás, eran muchos los intereses materiales, era mucho lo que habría de lograrse a cualquier precio, así fue como doña Isabel con el correr del tiempo y de las naves, terminó siendo dueña del Nuevo Mundo. Utilizó el nombre de la Fe y la Evangelización en el tétrico proyecto que habría de causar el exterminio despiadado de nuestros nativos, que cayeron en el martirologio previamente salpicados con agua bendita sus mansos cuerpos, mientras su sangre regaba la tierra tan suya como el dolor.
El opresor omnipotente ante la absurda correlación de fuerzas, lleno de orgullo y soberbia, tal vez miraba al cielo haciendo guiños a Dios por los nuevos adeptos. Así se expandió la fe, haciendo añicos la cultura ancestral de nuestros indios. Así se cometió el genocidio. Así comienza la historia que aún hoy sigue en carrera.
Se inició de esta manera el mercantilismo capitalista que llegó para quedarse hasta lograr etapas de superación inimaginables para luego ir cometiendo otros genocidios. Nuestra América recibió la primera visita del GRAN CAPITAL, ensordecida por el rugido atronador de los cañones disparados por esos seres que “parecían inmensos” a los ojos puros de nuestra gente. Opresores que llegaban para quedarse arrasando lo que encontraran a su paso y dañando toda expresión de vida.
Y se fue tiñendo de sangre su piel cobriza, cayeron sus cuerpos abiertos por las espadas, ¿Se habrá escondido el sol por la tristeza o habrá sentido acaso vergüenza ajena? Lo cierto es que la vida no siguió como si nada. Continuó la masacre condenando al éxodo a los nativos, quienes fueron espantados hacia las zonas más áridas, aquellas que no eran útiles a la voracidad de los amorales dándole paso así a la mezquindad, producto de la avidez, en nombre de la civilización y amparados por el dogma.
Resulta imposible no recordar, si pretendemos ser justos, al jefe taíno de la isla de La Española, el indio Hatuey, cuando en 1512 atado a la hoguera en el que sería su momento final y cuando un sacerdote le ofreciera “aceptar a Jesús para ir al cielo”, hiciera tronar su respuesta contundente:
-”¿Hay gente como ustedes en el cielo? Yo no deseo saber nada de un dios que permite que la crueldad fuera hecha en su nombre”.
Heroica fue la resistencia indígena en toda Nuestra América.
El 12 de Octubre fecha en que para muchos todavía se “celebra” el Día de la Raza mientras para otros, entre los que me incluyo, es el “Día de la Resistencia Indígena”. No podemos permitirnos festejos, sino que debemos convertirla en una jornada de reflexión y lucha, de concientización, de trabajo colectivo, para que nunca más los intereses económicos puedan continuar sembrando muerte en los pueblos.
Es deber imprescindible manifestar nuestro repudio a los métodos criminales de que se valió la llamada colonización. Nuestros hijos y nietos deben saber que hay otra historia escrita desde lo más profundo de las almas. Y esa es la historia de la que son testigos los pueblos, de la que es testigo el dolor.
Debemos ser contundentes, tajantes, en el concepto para las generaciones que nos sucedan, las que tienen que saber que a la vergüenza ¡No se la honra, se la desprecia!

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