Joe Frazier y Muhammad Ali, 1971 |
Ha partido para siempre Muhammad Ali -Cassius Clay-, el boxeador de quien se decía “vuela como mariposa, pica como abeja”.
Un hombre despreciado en su tierra por ser negro (sabido es que en la tierra que lo vio nacer se despreció siempre la vida).
Un hombre que desde niño supo que debía aprender a defenderse en una sociedad hostil donde la negritud es un estigma.
Ha muerto un hombre que a los 18 años, habiendo logrado una medalla de oro para los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos, no pudo sentarse en un restaurante para blancos, por lo que sin más y sin miedo arrojó la medalla al río, seguramente pensando que su dignidad era más valiosa que el oro.
Un hombre que no quiso seguir utilizando el apellido Clay, porque había sido impuesto por los terratenientes que esclavizaron a sus ancestros. Y eligió ser Muhammad Ali.
Un hombre que se negó a ir la Guerra de Vietnam, dando lugar a que la asociación de boxeo gringa le quitara el título de los pesos pesados, además de ejecutarle la suspensión para practicar el deporte que lo consagró, durante más de tres años.
Ha muerto un hombre, nace una leyenda. Quedan en las páginas del boxeo mundial sus alas de mariposa y el aguijón que supo clavar en las entrañas de un país donde el odio dejó estampado su cordón umbilical.
VUELA TRANQUILO CAMPEÓN!!
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