El 24 de junio se cumple el 48º aniversario de la Masacre de San Juan. La misma guarda una relación indirecta pero innegable con la guerrilla iniciada por Che en Bolivia siete meses antes, como se demuestra en el libro 1967: San Juan a sangre y fuego (Sevillano, La Paz 2008) de Carlos Soria Galvarro Terán, José Pimentel Castillo y Eduardo García Cárdenas, cuya primera parte fue publicada en el Cuaderno Nº 8 de la Fundación Ernesto Che Guevara (Massari Editore, Bolsena 2010).
Como homenaje a los mineros caídos y como aporte a la búsqueda de la verdad de aquella convulsionada fase de la historia boliviana, publicamos el presente artículo. [la Redacción]
La actitud de la izquierda latinoamericana y de los partidos políticos de izquierda (particularmente de los bolivianos) hacia la guerrilla comandada por Ernesto Guevara requiere de un detenido estudio.
La intención de este artículo es aclarar la relación existente entre la Masacre de San Juan y la guerrilla de Ñancahuazú, y la posición que ante este hecho tiene el Partido Comunista de Bolivia.
La noche de San Juan, el 24 de junio de cada año, es celebrada tradicionalmente en Bolivia. En los distritos mineros, los pueblos, el campo, las ciudades se reúnen las familias alrededor de una fogata alimentada con leños, ramas, hojas secas… En torno al fuego, jugando o bailando, bebiendo o mirando, permanecen hasta la madrugada de la que se conoce como la noche más fría del año. El ambiente es festivo, el cielo adquiere una tonalidad plomiza al llenarse de humo. En una noche como estas del año 1967, se produjo en los distritos mineros de Catavi y Siglo XX, una de las más sangrientas masacres de la historia política boliviana que se conoce con el nombre de Masacre de San Juan.
Faltando pocos minutos para las cinco de la mañana, tropas del Ejército con el apoyo de la Fuerza Aérea (que según declaraciones de Alfredo Ovando avanzaron obedeciendo órdenes de la presidencia de la República) atacaron sorpresivamente los distritos mineros de Catavi y Siglo XX, mientras los mineros y sus familias permanecían aún alrededor de las fogatas. El ataque causó 26 muertos y decenas de heridos.
Un minero que fue herido en el ataque, cuenta cómo sucedieron los hechos:
«Uno de los chiquitos que estaba jugando cerca de nosotros cayó al suelo sin ningún motivo; rápido su mamá lo fue a recoger y de repente ella tampoco podía caminar. Hasta que toda la gente empezó a gritar: “¡los soldados!”. Ese rato un compañero un poco mareado llegó donde nosotros y con lágrimas en los ojos decía: “¡muchos soldados se han entrado por Cancañiri y están matando a toda la gente!” (…)
Nos armamos de valor y lo primero que se nos ocurrió era que debíamos enfrentarlos. Mario, un minero joven, agarró unas botellas y como loco empezó a correr hacia los soldados y les gritaba: “¡vengan milicos de mierda!”. Después de esto escuchamos una ráfaga de metrallas y Mario todavía quiso tirar la botella, pero no tuvo tiempo.
Juan Carlos murió el 24 en la mañana cuando vino la aviación y desde arriba nos metían bala; entonces él y otros compañeros, ante la impotencia de no poder defenderse, agarraron piedras y empezaron a tirarles a los aviones llorando y gritando, y los soldados indignados por tal actitud les metieron bala y… disculpen si ya no puedo hablar».
El porqué el gobierno de Barrientos ordenó el ataque a los distritos mineros, está estrechamente relacionado con las acciones de la guerrilla de Ñancahuazú, comandada por Ernesto Che Guevara.
A solo tres meses (el primer combate se produjo el 23 de marzo) de iniciadas las operaciones militares, el país vivía un estado de conmoción general y el gobierno experimentaba una rápida descomposición, que hiciera escribir al Che en su diario:
«El gobierno se desintegra rápidamente, lástima no tener cien hombres más en este momento».
La agitación social provocada por el surgimiento del movimiento armado y sus combates victoriosos ponían en grave peligro la estabilidad del gobierno en particular y del sistema en general. La situación obligó a Barrientos a declarar el estado de sitio a nivel nacional el 7 de junio de 1967.
En periódicos y prensa oral, así como en los centros estudiantiles, mineros y políticos, se hablaba sobre la presencia del Che dirigiendo la guerrilla boliviana (recordemos que las declaraciones de Debray y Bustos fueron confirmación de un rumor, y que estas declaraciones ocuparon un lugar importante en la prensa boliviana).
En las minas se comentaba sobre la presencia del Che y la participación de mineros en las fuerzas insurgentes; a comienzos del mes de junio, se realizó una asamblea en el distrito minero de Catavi, en la que se propone por primera vez ayudar económicamente a los guerrilleros; más tarde, en una asamblea del distrito de Siglo XX, se aprobó una resolución que establecía el aporte de cinco pesos por trabajador minero para ayudar a los guerrilleros. También se resolvió recolectar medicinas y reclutar gente para unirse eventualmente a los guerrilleros.
Al mismo tiempo, en coordinación con el movimiento estudiantil de Oruro, se organizó y realizó manifestaciones públicas contra el gobierno y se declaró Territorios libres de Bolivia a los distritos mineros de Catavi, Siglo XX y Huanuni; a mediados de junio, dirigentes de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) organizaban un ampliado nacional a efectuarse el 25 y 26 de junio.
El trabajador minero anteriormente citado dice:
«El mayor tema de conversación recuerdo que era sobre el Ampliado Nacional de la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) que se iba a realizar en Siglo XX. Uno de los temas que se discutiría era pues sobre el compañero Che Guevara. Este ampliado para los compañeros y el país era muy importante; por eso los milicos han venido a matarnos».
Al día siguiente de la Masacre, explicando las causas de la intervención en las minas, Barrientos decía en un mensaje presidencial:
«Las guerrillas, la sublevación roja, la conspiración en las ciudades, todo ello arteramente atizado por la permanente agitación estudiantil, las amenazas de huelgas y los disturbios callejeros, obedecen a un plan maestro de descomposición sistemática (…)
La excelente preparación de los guerrilleros dirigidos por líderes cubanos, europeos y sudamericanos; el derroche de dinero en campañas propagandísticas; las etapas sucesivas de abierta subversión en los principales centros mineros; las maniobras permanentes de una guerra de nervios que se vino aplicando con técnicas importadas (…); el llamado abierto a la rebelión armada que llegó a la distribución de armas y al señalamiento de puntos estratégicos en diversas ciudades del país; todo esto, repito, configuraba un cuadro demasiado claro contra el orden constitucional y la tranquilidad de los bolivianos».
Explicando también las causas de los sucesos en las minas, parte del comunicado del Ministerio de Gobierno decía:
«La agitación con fines subversivos ha seguido un riguroso itinerario: la declaratoria de “Territorio Libre” en los distritos de Huanuni y Siglo XX, asambleas de los trabajadores donde los dirigentes comunistas impusieron contribuciones económicas y votos resolutivos a favor de las guerrillas extranjeras que operan en el sudeste, finalmente convocaron a una reunión ampliada de dirigentes de conocida tendencia extremista».
En relación a los acontecimientos de las minas, El Diario publicó:
«El ministro Arguedas (de Gobierno) proporcionó a la prensa una serie de copias fotostáticas de documentos en los cuales establece que los mineros decidieron apoyar y prestar su colaboración efectiva a los guerrilleros».
De estas declaraciones de dirigentes del gobierno y de uno de los periódicos portavoces del mismo, se puede concluir que la vinculación entre la Masacre de San Juan y la guerrilla de Ñancahuazú existió.
La convulsión política general provocada por el surgimiento y acciones de la guerrilla, la resoluciones de apoyo a la misma en los centros mineros, la convocatoria al ampliado minero, las manifestaciones contra el gobierno, la declaratoria de Territorio Libre en universidades y centros mineros, provocaron la decisión -de manifiesta debilidad- por parte del gobierno de ordenar el ataque a las minas.
En el Semanario Unidad, órgano oficial del Partido Comunista de Bolivia, se publican dos artículos que tratan sobre la Masacre de San Juan; en el primer artículo se hace un recuento de las luchas del proletariado minero y las respuestas represivas que estas luchas han sufrido por parte de los diferentes gobiernos. Al llegar a la Masacre de San Juan, escriben:
«La justificación de la Masacre de la Noche de San Juan es ridícula».
Y entre varias citas de justificaciones, no olvidemos que han sido calificadas de ridículas, citan las declaraciones del coronel Prudencio:
«Que tuvo que ocupar las localidades mineras de Huanuni y Siglo XX con exclusivo objeto de capturar a los pro-guerrilleros que se auto titulaban de dirigentes sindicales».
En el segundo artículo, la causa de la Masacre se convierte en pretexto:
«Y bajo el pretexto de combatir a los pro-guerrilleros, el ejército invade los campamentos mineros y la soldadesca se ensaña con los trabajadores, sus hijos y sus esposas».
Con la simple utilización de palabras que califican un hecho (justificación ridícula, pretexto), se niega la vinculación que sí existió entre la guerrilla de Ñancahuazú y la Masacre de San Juan. Esta negación, distorsión de la realidad -consciente o no-, tiene causas y consecuencias más profundas.
Quien conozca el desarrollo de la guerrilla de Ñancahuazú, sabe bien que no existía relación orgánica entre la guerrilla y los trabajadores de los centros mineros y sus dirigentes; sabe bien que no había personas vinculadas directamente a la guerrilla trabajando en las minas. El gobierno no podía comprender que sin una vinculación directa, se produjera un llamado de apoyo y colaboración; tampoco lo puede entender el PCB y por eso llama pretexto o justificación ridícula a lo que fue causa.
Sabemos que la integración de una organización en las masas trabajadoras no es solamente física, sino ante todo SOCIAL.
Sabemos que: una organización está integrada en las masas trabajadoras cuando es la forma organizada de la lucha por sus intereses generales.
Fue la integración SOCIAL de la guerrilla en las masas trabajadoras lo que produjo el apoyo espontáneo, explícito y en vías de convertirse en práctico (de no ser por la intervención represiva del ejército) de los mineros a la lucha que se desarrollaba en el sudeste de Bolivia.
En el Informe Balance del Comité Central del PCB, presentado al Tercer Congreso del Partido, dicen:
«El “Che” ya había señalado que “el guerrillero sólo puede desatar su forma especial de violencia en el momento preciso en que en la conducta del pueblo haya encontrado las circunstancias favorables”, es de presumir que de acuerdo a la apreciación del “Che” esas “circunstancias favorables” existían en Bolivia, pero los hechos han demostrado lo contrario. La lucha heroica no provocó la movilización de las masas».
¿Y el apoyo de los mineros a la guerrilla? Apoyo incipiente, explícito y concreto, que debía desarrollarse en otras etapas de no ocurrir el ataque a las minas; pero claro como este apoyo solo existió en la mente afiebrada del bárbaro como máxima expresión del esfuerzo mental por justificar la represión, según el Informe Balance del PCB, es comprensible que lleguen a esta conclusión:
«Los métodos y la actividad de pequeños grupos, por muy heroicos que estos sean, son extraños por completo al movimiento popular boliviano…»
El estudio de los documentos, de las declaraciones y entrevistas de la época, nos permitirán acercarnos al conocimiento de los hechos, de las causas y consecuencias reales de los diferentes episodios relacionados con Ñancahuazú, y este de San Juan es uno de los más importantes.
desde La Paz (Bolivia)
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