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domenica 15 febbraio 2015

SOBRE LA REVOLUCIÓN DEL CELULAR, por Julio César Mallón Nolasco

En Bolivia ha sido recientemente publicado un libro sobre los medios y las formas de lucha por una nueva sociedad. El libro titula La revolución del Celular, 101 páginas, escrito por un prestigioso intelectual boliviano, Carlos Barragán Vargas (Librería-Editorial Los Amigos del Libro. La Paz y Cochabamba 2014).
El libro, por la importancia de los problemas que plantea y que bien pueden considerarse como propuestas efectuadas dentro del marco teórico de un marxismo remozado, representa primero un esfuerzo por analizar los nuevos fenómenos sociales y los problemas siempre conflictivos sobre la teoría de la revolución. Las conclusiones altamente polémicas y provocadoras a las que arriba podrían ser suficiente motivo para interesarse por su contenido. Sin embargo, lo realmente remarcable en la aparición de este libro es que se lo hace desde un país como Bolivia, en el que camina exitoso un proceso de cambio, confirmando el impulso a la creatividad que realiza el Vicepresidente del Estado Plurinacional, que insiste en “mirar el mundo desde Bolivia” y con la construcción de conceptos articulados al proceso de cambio boliviano. Con esa óptica la propuesta del libro, que sobre todo podría ser más útil para los países del Primer Mundo, es realmente un notable esfuerzo que merece el comentario que me atrevo a efectuar en el presente artículo.
En el desarrollo de su libro, Barragán efectúa un recorrido sintético de la economía de los países o grupos de países de casi todas las regiones del planeta. Analiza la marcha de la economía de los EE.UU., la Unión Europea, Rusia y, especialmente, la de los países del Asia tales como Japón, la China e India. Revisa también la situación de los países árabes, del África y finalmente de Latinoamérica, mencionando con un poco más de detalle el denominado “proceso de cambio” en Bolivia, con todas sus luces y sombras. De todo este repaso, saca la conclusión empírica que el camino al desarrollo exitoso de los países de la periferia del mundo desarrollado es la aplicación de políticas económicas de mercado que reflejen los intereses inmediatos de la gente y que sólo pueden ser sostenidos por gobiernos fuertes, con mucha coherencia interna, tal como ocurrió en Japón y actualmente está ocurriendo en China. En resumen gobiernos coherentes, independientemente de su postura ideológica global, capitalista o socialista, que apliquen las políticas de mercado pero con sostenidas medidas keynesianas del más variado tipo que se ajusten al momento y las características históricas de cada país.
Cita como paradigmático al proceso boliviano, cuya base social está asentada en los movimientos sociales de gremiales (comerciantes de las calles y mercados al por menor), cocaleros, cooperativistas mineros, campesinos y grupos indígenas originarios campesinos, que han logrado leyes y acciones inmediatas que los han favorecido y los han empoderado por primera vez de los asuntos económicos y políticos del país, confirmando una de las tesis postmodernistas sobre la multipolaridad de las fuerzas del cambio que antes estaban comandadas sólo por la clase obrera minera. Sin embargo, el autor afirma que esta misma fortaleza será en el futuro la causa de su derrumbe, debido a que todos estos grupos basan su accionar diario en el mercantilismo, cuya consecuencia no puede ser otra que llevar a reducidos grupos de sus representantes más activos hacia una nueva y rápida acumulación primaria de capital y, por consiguiente, a la formación de una nueva burguesía con características también nuevas que son su agresividad y falta de ética ya que están creciendo en contra o a costa del Estado. Pronostica que, cuando los más favorecidos de estos grupos tengan la suficiente fuerza y conciencia para transformarse de clase en sí a clase para sí -cambio de carácter cuantitativo en cualitativo-, serán los próximos aspirantes a la toma del poder y significarán el real relevo del MAS en el gobierno, si éste persiste en construir el denominado “socialismo del siglo XXI”.
De esta afirmación deduce que los procesos actualmente en marcha en el continente Latinoamericano, tales como el fenómeno nicaragüense, la denominada revolución bolivariana en Venezuela, el proceso de cambio en Bolivia o el proceso ecuatoriano aunque de gran importancia actual para la verdadera independencia y cohesión de los países latinoamericanos, no podrán tener un remate en el denominado “socialismo del siglo XXI”, porque tal modelo no existe. Afirma que lo más probable que ocurra es que todos estos procesos, luego de cumplir las tareas de equidad largamente esperadas en estos países, terminen recreando el capitalismo, aunque ésta recreación sea como en China altamente controlada.
Luego el autor pasa revista al pensamiento filosófico y político de las corrientes de derecha e izquierda para constatar, en el primer caso, que son pocos los cientistas sociales que abrazan completa y abiertamente la defensa del capitalismo como sistema, ya que la experiencia demuestra que las consecuencias de su evolución desigual son, aparentemente, indefendibles para los hombres de espíritu crítico como son, por lo general, los filósofos.
Al referirse al pensamiento de la izquierda, critica a muchos de sus actuales exponentes que mantienen una insistencia infértil al continuar buscando en los escritos de Marx la respuesta a las equivocaciones que ha cometido la ortodoxia marxista, sin contrastarlas con los fenómenos sociales en pleno desarrollo, y de los que supone es posible extraer las conclusiones correctas sobre la marcha de la sociedad contemporánea, es decir, existen debilidades y errores en la construcción de la teoría revolucionaria y su posterior praxis.
Los marxistas ortodoxos consideraron que, descubiertas en sus fundamentos más generales las leyes del funcionamiento del capitalismo, era posible saltar -quemando etapas- hacia la revolución socialista. Adicionalmente razona que la evaluación subjetiva de los fenómenos, sobre los que se ha procedido a la construcción fallida del denominado socialismo real, nos ha alejado del análisis científico de las leyes sociales, de manera que muchos luchadores revolucionarios están actualmente apelando a llamamientos morales para cambiarla, lo que no los diferencia en nada de los religiosos que hace más de 2.000 años infructuosamente predican en el mundo, incluyendo los representantes del socialismo utópico. Tal fenómeno no puede explicarse de otra manera que no sea por la impotencia en la comprensión de las leyes y procesos que gobiernan actualmente al capitalismo desarrollado.
A fin de sostener este aserto procede a realizar una contrastación de los planteamientos de la teoría marxista con la realidad, para afirmar que la equivocación fundamental cometida por la ortodoxia marxista, de la que él no se excluye, es la interpretación incorrecta sobre la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia enunciada por Marx. En efecto afirma que la misma ha sido ampliamente contrarrestada por acciones del propio capitalismo y que le ha permitido no sólo revertirla en algunos periodos, sino incrementarla. Justamente considera que este hecho posibilitó al capitalismo contar con los recursos necesarios no sólo para mejorar considerablemente la situación de sus propias clases trabajadoras, sino para crear una extensa capa social denominada “clase media”, dedicada fundamentalmente a la circulación de bienes y que ha evolucionado al punto en que ahora es el segmento de la sociedad que ha logrado una independencia relativa del sector industrial y donde se produce incluso una serie de mercancías que van desde los descubrimientos científicos hasta los chismes cotidianos, incluyendo una importante influencia en la política y lo político.
De acuerdo a sus últimas presentaciones, el autor está convencido de que esta afirmación efectuada en su libro sobre la relativa independencia de la clase media y su capacidad para producir nuevas mercancías, representa una real contribución a la ciencia social, ya que tal independencia le permite ocupar, como decíamos, un puesto ideológicamente importante en la sociedad.
Volviendo al análisis central, afirma que es necesario reconocer que, a nivel de país o de región, el capitalismo ha logrado crear lo que hoy conocemos como el “estado de bienestar” del que disfrutan una buena parte de los habitantes de los países industrializados y éstos, como se comprenderá, tienen grandes motivos para defenderlo frente a cualquier amenaza interna, como son las oleadas de inmigrantes que se cuelan por las rendijas del sistema o de la competencia de corrientes externas que están logrando crecimientos espectaculares que rivalizan ya con las potencias tradicionales.
De este análisis extracta la conclusión sobre la necesidad de reconocer que el capitalismo ni está senil ni está caduco y que todavía tiene varias décadas por delante, con una fortaleza todavía considerable.
Sin embargo, a pesar de este reconocimiento se adscribe todavía a una posición anticapitalista al afirmar que este sistema está conduciendo a la sociedad hacia su autodestrucción a través del derroche de las materias primas escasas (la sociedad de consumo) y la degeneración de las mejores cualidades del hombre por la exaltación de la irresponsabilidad, la codicia, el egoísmo extremo y el individualismo como expresión de una sociedad de “ganadores y perdedores”. Considera que no es suficiente una condena moral al sistema, sino alertar también del real peligro que existe para los habitantes de los países en que se encuentran los bienes escasos, como son el petróleo, de ser eliminados hasta físicamente por las políticas de los países poderosos cuando no cuenten con la suficiente cantidad de estos insumos escasos que son la columna vertebral de su existencia. De todas estas afirmaciones, reitera lo ya conocido sobre la necesidad de que los hombres encuentren las formas de organizarse de una manera más racional y equitativa y, sobre todo, más armónica con el medio ambiente.
Analizados estos temas, que hay que reconocer que el autor los trata con una gran capacidad de síntesis, afirma, esta vez sin profundizar en el análisis, de que la sociedad está en posesión de una tecnología suficientemente avanzada para posibilitar cambios sustanciales en su organización. Dicho esto, pasa al análisis de dos de los productos de la sociedad capitalista moderna, como son el celular y el dinero electrónico. Sobre el primero constata que es un instrumento que, por su utilidad en materia comunicacional, se hará cada vez más imprescindible para su posesión, pero que todavía no se lo utiliza en todas sus potencialidades. Al contrario, existe una gran carrera competitiva entre sus fabricantes que les obliga a incluir las más exóticas funciones a este adminículo, la mayoría de ellas dedicadas a la distracción y, por consiguiente, prescindibles.
Al analizar el dinero electrónico constata también que su creación y manejo se encuentra en manos privadas tal como sucedió con el papel moneda en el momento de su introducción, cuando cada banco privado emitía su propia moneda. Como en ese entonces, ahora, la creación de este dinero electrónico, por parte del capital privado, invade la potestad de los Estados sobre su política monetaria, por lo que considera que tarde o temprano ellos tendrán que intervenir para garantizar y regular su creación y utilización.
Efectuado este análisis, se imagina entonces que si los individuos de la sociedad actual utilizaran en sus intercambios comerciales sólo el dinero electrónico, junto con el uso intensivo de un celular que, a manera de servir de carnet de ciudadanía, esté provisto de las funciones necesarias para efectuar todas las transacciones mercantiles de los hombres, con GPS incluido y con la posibilidad de tener todos estos registros centralizados, puede conducir a una mejor recaudación de impuestos, a una eliminación de la corrupción, a una mayor seguridad, a una organización científica del transporte y, en última instancia, a un mejor manejo de las empresas productivas e incluso de la propia sociedad, con una alta información sobre su funcionamiento. A este celular con todas las funciones señaladas, el autor lo ha denominado “celular integral”.
La propuesta del autor, como lo menciona en su libro, apunta entonces a aceptar las propuestas emitidas últimamente por Thomas Piketty sobre la necesidad de un cobro de impuestos progresivo de acuerdo a las crecientes ganancias de los individuos. Tal proposición, es preciso señalar, tiene una consecuencia que ni Piketty ni el autor la mencionan, y es que de llevarse a la práctica supone la introducción forzosa del Estado en los nuevos emprendimientos cuando la curva de ganancias se intersecte con la de impuestos proporcionales, punto más allí del cual los privados no estarán interesados en efectuar ninguna inversión adicional, con lo que la medida que se propone vuelve a plantear la intervención del Estado en la economía, pero en condiciones bastante diferentes a las actuales.
La dificultad que Barragán encuentra en la utilización del “celular integral” de la manera tan amplia como la planteada, significa la necesidad de un cambio en el concepto de privacidad, un sacrosanto principio vulnerado sobre todo por sus mentores, como lo ha demostrado “el caso Snowden”. Posterior a la presentación del libro y al ser cuestionado sobre el peligro que entrañaría entregar tal cantidad de información a los gobiernos, el autor reconoce que la propuesta tropezará con enormes resistencias, aunque también afirma que los ciudadanos del mundo estarían dispuestos a correr ciertos riesgos con relación a su privacidad frente a las ventajas de garantía en su seguridad de vida, máxime si el propio uso del celular puede también conducir a un mayor ejercicio de la democracia, aspecto que no ha sido desarrollado en el libro.
Afirma que, como lo está demostrando la vida, la intensificación y profundidad de las crisis económicas del sistema capitalista conducirán forzosamente a que la juventud, que es justamente la más afectada, se radicalice y no tenga más opción que encontrar un camino para la modificación del sistema. Adicionalmente, considera que, siendo ella la que ventila su privacidad a través de las redes sociales, será capaz de exigir su implantación generalizada a medida que se les vaya cerrando las posibilidades de inclusión y equidad, en un sistema que, si bien ofrece un muy aceptable estándar de vida para los que tienen trabajo, es inconmensurablemente cruel para los marginados.
Y en esta parte entra de manera explícita a los planteamientos fundamentales que hace en el libro, arengando a luchar por la supresión del dinero físico, la generalización de uso del dinero electrónico, la utilización obligatoria del celular integral junto con la aprobación de instrumentos legales que obliguen a los que tienen más a contribuir en mayor medida para la buena marcha de la sociedad.
El autor reconoce, evidentemente, que este planteamiento no está dirigido por el momento al trastrocamiento de la sociedad actual y, por ello, está consciente que puede ser calificado de “revisionista” por las fuerzas del marxismo ortodoxo.
Por el contrario, piensa que los defensores del statu quo capitalista calificarán estos planteamientos como irreales y subjetivos, porque no se imaginan su vida futura dentro de otro sistema que no sea el que les proporciona su actual bienestar, y cita como ejemplo la posición de los republicanos en EE.UU.
Por todo ello considera que es preciso situar a estas proposiciones en el marco de la evolución real de los fenómenos sociales, es decir, que ningún cambio que afecte intereses de pequeños pero poderosos grupos dominantes puede producirse sin una intensa lucha social y política. El problema radica en la posibilidad de que estos planteamientos pudieran o no ser abrazados por las amplias capas de la población, frente a otras alternativas presentadas.
Contrariamente a la consigna de socialización de los medios de producción, que el autor considera sin posibilidades de movilizar a nadie, especialmente luego de las experiencias que se han tenido en este campo en los países ex-socialistas, considera que el presente llamado es la única forma moderna de la lucha revolucionaria para la consecución de una nueva sociedad más equitativa, vía de una sociedad más informada primero, para luego ser más planificada. Tremendo desafío por supuesto pero afirma que en los tiempos que corren ya no se trata de un problema de elección, sino de comprensión, pues la sociedad está ya en ese camino.
Para finalizar es necesario reiterar lo que dije al principio: el libro vuelve a plantear los temas más acuciantes de los hombres y las propuestas efectuadas, polémicas y provocadoras, tienen una tremenda actualidad cuando países de Europa como Grecia hoy día y, posteriormente, España y otros más, estén enfrentados a los cambios societales.


Julio César Mallón Nolasco es un investigador boliviano, experto en Planificación Estratégica y Social.

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